Canallada, traición y
ruptura
por Zully Pinchi Ramírez; zullyarlene39@gmail.com
5-8-2018
Te quise en tus días de gloria cuando la miseria no te
permitía ganar ¡ni una noche de lotería! Te respeté y fui siempre fiel en tus
más de 333 días de enfermedad.
Te cuidé, trabajé para ti, 24 horas, 7 días a la semana,
inventaba fantasías indescriptibles para que cuando despertaras te pudieras
sanar con más celeridad. Nunca me importó nada más que tu amor. Por ti me caí
más de cien veces y me equivoqué mil. Si te ausentabas un par de horas, la
agonía llegaba a mi alma. Te protegí y defendí de lo indefendible y por ti di
todo, rompí las alforjas hasta quedar en la bancarrota y no tuve miedo del
naufragio. Te di más de lo acordado, más de lo pactado, te amé tanto que en
siete vidas nadie podría amarte así.
¡Traición! Mis besos los olvidaste en sus brazos, mi cuerpo se perdió con tu indiferencia, mis caricias
las confundiste con sus manos. Sus cabellos los guardaste contigo y me
hiciste creer que eran míos, pensabas que no me daba cuenta, no sabías que
fingía, que sufría con tu frialdad y lejanía, sabiendo que cuando no me
contestabas los mensajes y llamadas era porque la estabas amando a ella.
Mientras tú besabas a tu nueva conquista, esa que un día -al
igual que yo- te decepcionará cuando te aburras de ella, cuando conozcas sus
errores y odies sus defectos, cuando no haya por descubrir más, ella que un día
te conocerá y sabrá el verdadero ser que eres y sufra en carne propia lo que en
su momento padecí yo. Mientras encontrabas un nuevo mundo, yo encontraba
ataúdes y cementerios llenos de lujuria muerta.
Tu sonrisa falsa, la aprendí a leer, me impusiste seis meses
de sentencia ¿Quién eras tú?: ni Dios ni mi papá. Intentabas ejecutar tu
justicia errada y sin valor, anhelabas castigarme, ¿de qué o por qué? Lo único
que hice fue entregarte casi una década de mi vida, tu adulterio dolió, en lo
más desgarrador de mis tristezas, mientras tú te ilusionabas con el nuevo amor,
yo moría segundo a segundo, pensando en levantar un barco hundido en tanta
felonía y mediocridad, a medias te entregabas, a medias eras un esposo, a
medias eras tú, aquél que un día prometió un arco iris en algún lugar y para poder
navegar hasta el fondo del mar inmenso y proceloso. Hasta pensé que algo malo
había hecho.
Decías que me querías, que no podías vivir sin mí, pero era
todo una mentira, mientras me caía al precipicio con los huesos rotos, tu
volabas con tu mariposa nueva. Mientras marchitaban mis alas y no podía ni
aterrizar de imaginar que dos seres que llegaron a entregarse tanto se
desconectaban tan fácilmente por tu desidia y pálida voluntad.
El sonido de la noche llega casi imperceptible, las horas
pasan y sigue el insomnio, las lágrimas caen y no parecen tener final, hay una
almohada en el piso que ha servido de soporte
para las rodillas cansadas de tanto clamar. El pequeño espacio se vuelve
más oscuro, la puerta abierta del balcón deja entrar un aire suave y refresca
el corazón que ha quedado negro como el color sombrío de una profunda noche de
soledad.
Los recuerdos duelen tanto como clavos en los pies y la
esperanza quiere sacarlos uno a uno con un hilo invisible que nace desde los
puños hasta el vacío de una mirada perdida que se envuelve en el frío de un
piso de madera que tiene un charco de agua de tanto llorar. Es el amor que
crece y decrece en cuestión de segundos, es la decepción de una traición del
pasado, es por adorar tanto.
Una borrachera sin alcohol, una resaca sin dolor, un beso
sin amor que convirtió una cordura en la más cruel de las locuras, que no yace
sino que se adhiere a la mente con círculos que forman espirales rotos de la
pasión que tuvimos alguna vez. Las cenizas quedan, no es cierto, se quemó todo,
el polvo vuela y arde el infierno de una maldad que no perdona, que está ciega,
que abandona, que no tiene ninguna clase de piedad.
Hoy caminamos por diferentes rumbos.
Es hora de amar otra vez.