Sunday, August 05, 2018

Canallada, traición y ruptura


Canallada, traición y ruptura
por Zully Pinchi Ramírez; zullyarlene39@gmail.com

5-8-2018

Te quise en tus días de gloria cuando la miseria no te permitía ganar ¡ni una noche de lotería! Te respeté y fui siempre fiel en tus más de 333 días de enfermedad.

Te cuidé, trabajé para ti, 24 horas, 7 días a la semana, inventaba fantasías indescriptibles para que cuando despertaras te pudieras sanar con más celeridad. Nunca me importó nada más que tu amor. Por ti me caí más de cien veces y me equivoqué mil. Si te ausentabas un par de horas, la agonía llegaba a mi alma. Te protegí y defendí de lo indefendible y por ti di todo, rompí las alforjas hasta quedar en la bancarrota y no tuve miedo del naufragio. Te di más de lo acordado, más de lo pactado, te amé tanto que en siete vidas nadie podría amarte así.

¡Traición! Mis besos los olvidaste en sus brazos, mi cuerpo se perdió con tu indiferencia, mis caricias las confundiste con sus manos. Sus cabellos los guardaste contigo y me hiciste creer que eran míos, pensabas que no me daba cuenta, no sabías que fingía, que sufría con tu frialdad y lejanía, sabiendo que cuando no me contestabas los mensajes y llamadas era porque la estabas amando a ella.

Mientras tú besabas a tu nueva conquista, esa que un día -al igual que yo- te decepcionará cuando te aburras de ella, cuando conozcas sus errores y odies sus defectos, cuando no haya por descubrir más, ella que un día te conocerá y sabrá el verdadero ser que eres y sufra en carne propia lo que en su momento padecí yo. Mientras encontrabas un nuevo mundo, yo encontraba ataúdes y cementerios llenos de lujuria muerta.

Tu sonrisa falsa, la aprendí a leer, me impusiste seis meses de sentencia ¿Quién eras tú?: ni Dios ni mi papá. Intentabas ejecutar tu justicia errada y sin valor, anhelabas castigarme, ¿de qué o por qué? Lo único que hice fue entregarte casi una década de mi vida, tu adulterio dolió, en lo más desgarrador de mis tristezas, mientras tú te ilusionabas con el nuevo amor, yo moría segundo a segundo, pensando en levantar un barco hundido en tanta felonía y mediocridad, a medias te entregabas, a medias eras un esposo, a medias eras tú, aquél que un día prometió un arco iris en algún lugar y para poder navegar hasta el fondo del mar inmenso y proceloso. Hasta pensé que algo malo había hecho.

Decías que me querías, que no podías vivir sin mí, pero era todo una mentira, mientras me caía al precipicio con los huesos rotos, tu volabas con tu mariposa nueva. Mientras marchitaban mis alas y no podía ni aterrizar de imaginar que dos seres que llegaron a entregarse tanto se desconectaban tan fácilmente por tu desidia y pálida voluntad.

El sonido de la noche llega casi imperceptible, las horas pasan y sigue el insomnio, las lágrimas caen y no parecen tener final, hay una almohada en el piso que ha servido de soporte  para las rodillas cansadas de tanto clamar. El pequeño espacio se vuelve más oscuro, la puerta abierta del balcón deja entrar un aire suave y refresca el corazón que ha quedado negro como el color sombrío de una profunda noche de soledad.

Los recuerdos duelen tanto como clavos en los pies y la esperanza quiere sacarlos uno a uno con un hilo invisible que nace desde los puños hasta el vacío de una mirada perdida que se envuelve en el frío de un piso de madera que tiene un charco de agua de tanto llorar. Es el amor que crece y decrece en cuestión de segundos, es la decepción de una traición del pasado, es por adorar tanto.

Una borrachera sin alcohol, una resaca sin dolor, un beso sin amor que convirtió una cordura en la más cruel de las locuras, que no yace sino que se adhiere a la mente con círculos que forman espirales rotos de la pasión que tuvimos alguna vez. Las cenizas quedan, no es cierto, se quemó todo, el polvo vuela y arde el infierno de una maldad que no perdona, que está ciega, que abandona, que no tiene ninguna clase de piedad.

Hoy caminamos por diferentes rumbos.

Es hora de amar otra vez.