San Germán
http://peru21.pe/impresa/noticia/san-german/2011-02-06/296394
Vaya. Iba a ser el sexto patrono del santoral peruano. Después de Rosa de Lima, Toribio de Mogrovejo, Francisco Solano, Martín de Porres y Juan Macías. O acaso el séptimo, si acaso santificaban antes a la beata arequipeña, sor Ana de los Ángeles Monteagudo. Y, fíjense, también caigo en la cuenta que iba a convertirse en el primer santo sodálite, que no es moco de pavo. Me refiero, por cierto, a Germán Doig, cuyo proceso de beatificación, recién nos venimos a enterar, ha sido paralizado. "Porque no alcanzaba a tener virtudes heroicas", dijeron sus correligionarios, discretamente, y hace nada, apenas dos o tres meses atrás.
Eso me recuerda –no lo voy a negar– que hasta yo le dediqué en las páginas de Correo una sentida columna, hace exactamente una década, cuando murió. En el artículo aludí a una "vida ejemplar", remitiéndome, claro, a la suya. O la que yo pensaba que conocía.
El caso es que, para mi consuelo de tonto, no fui el único en elogiarlo. Monseñor José Ramón Gurruchaga, obispo de Lurín, dijo de él: "Algún día la iglesia lo proclamará santo o beato". El cardenal J. Francis Stafford, del Pontificio Consejo para Laicos, escribió: "Toda su vida fue signo de entrega a Cristo y de amor a la iglesia". Monseñor Irizar expresó: "El testimonio de tu vida marcará a muchos jóvenes que te han seguido" (aunque este último, quizás, fue el menos errado en el pronóstico). Y así.
Pero el que no escatimó en ditirambos ni ahorró saliva en su interminable panegírico fue, por cierto, Luis Fernando Figari, líder totémico del Sodalitium, y quien inició a Doig en los caminos de la religión. "Germán fue el mejor entre nosotros". (Llegó a ser) "un adelantado del Sodalitium Christianae Vitae". "Su paso por el mundo ha sido de una fecundidad que no podemos siquiera imaginar". "Preclaro miembro de la generación fundacional". "Todo su actuar expresaba el estilo sodálite de un modo ejemplar, modélico. Por eso es que sin ambages puedo decir que él ha sido el mejor entre nosotros". Y más.
Pues nada. En lo que a mí se refiere, pido públicas disculpas y me arrepiento de lo que escribí entonces en Correo. Que quede registrado y que conste en actas. Estaba totalmente equivocado. Pero a estas alturas del asunto, imagino que está también meridianamente claro que Figari fue el que más desacertado estuvo. O eso parece. Porque, para sorpresa del resto, Germán llevaba al interior de la organización una doble vida. Y eso de que "no alcanzaba a tener virtudes heroicas", cuando nadie entendía por qué se truncó la beatificación, no era sino un eufemismo, porque, señores, el Vicario General del SCV resultó siendo un abusador sexual de tomo y lomo.
Por lo menos hay tres casos confirmados. De los que se conocen, obvio. Porque pueden haber más, como suele ocurrir. Y que no han hablado hasta ahora porque les da vergüenza, porque han sido dañados, porque les jodieron la vida, o qué sé yo.
Y lo que son las cosas. Resulta ahora que, quien trazó la espiritualidad que rige a los diferentes brazos del Movimiento de Vida Cristiana, fue un abusador serial. Ni más ni menos. Ellos, los sodálites, no lo van a reconocer, evidentemente, pero si algo debe inferirse de esta escabrosa historia es que, o aplican una reingeniería radical o mueren. Porque si creen que el asunto se arregla borrando links de Germán en internet, eliminando fotos y libros y videos para salir campantes, desvarían.
Espero que lo hagan. De verdad. Que se reinventen. Porque en esa agrupación hay mucha gente buena, y sana, que no está contaminada por el rigor asfixiante, ni por el pensamiento único, que estrangulan el alma. O que, mejor todavía, han tenido la suerte de no conocer personalmente a Figari.
Ah, y para los que no lo saben, se los cuento. La moda de la barba, tan globalizada entre los sodálites, no la entronizó Figari. Ni Baertl. Tampoco Ambrozic, oigan. No. Fue Germán. Así que, si quieren desmarcarse, empiecen por afeitarse, como ya lo hizo Eduardo Regal, el nuevo superior general, a quien le deseo suerte en este titánico desafío. Pues eso.
Eso me recuerda –no lo voy a negar– que hasta yo le dediqué en las páginas de Correo una sentida columna, hace exactamente una década, cuando murió. En el artículo aludí a una "vida ejemplar", remitiéndome, claro, a la suya. O la que yo pensaba que conocía.
El caso es que, para mi consuelo de tonto, no fui el único en elogiarlo. Monseñor José Ramón Gurruchaga, obispo de Lurín, dijo de él: "Algún día la iglesia lo proclamará santo o beato". El cardenal J. Francis Stafford, del Pontificio Consejo para Laicos, escribió: "Toda su vida fue signo de entrega a Cristo y de amor a la iglesia". Monseñor Irizar expresó: "El testimonio de tu vida marcará a muchos jóvenes que te han seguido" (aunque este último, quizás, fue el menos errado en el pronóstico). Y así.
Pero el que no escatimó en ditirambos ni ahorró saliva en su interminable panegírico fue, por cierto, Luis Fernando Figari, líder totémico del Sodalitium, y quien inició a Doig en los caminos de la religión. "Germán fue el mejor entre nosotros". (Llegó a ser) "un adelantado del Sodalitium Christianae Vitae". "Su paso por el mundo ha sido de una fecundidad que no podemos siquiera imaginar". "Preclaro miembro de la generación fundacional". "Todo su actuar expresaba el estilo sodálite de un modo ejemplar, modélico. Por eso es que sin ambages puedo decir que él ha sido el mejor entre nosotros". Y más.
Pues nada. En lo que a mí se refiere, pido públicas disculpas y me arrepiento de lo que escribí entonces en Correo. Que quede registrado y que conste en actas. Estaba totalmente equivocado. Pero a estas alturas del asunto, imagino que está también meridianamente claro que Figari fue el que más desacertado estuvo. O eso parece. Porque, para sorpresa del resto, Germán llevaba al interior de la organización una doble vida. Y eso de que "no alcanzaba a tener virtudes heroicas", cuando nadie entendía por qué se truncó la beatificación, no era sino un eufemismo, porque, señores, el Vicario General del SCV resultó siendo un abusador sexual de tomo y lomo.
Por lo menos hay tres casos confirmados. De los que se conocen, obvio. Porque pueden haber más, como suele ocurrir. Y que no han hablado hasta ahora porque les da vergüenza, porque han sido dañados, porque les jodieron la vida, o qué sé yo.
Y lo que son las cosas. Resulta ahora que, quien trazó la espiritualidad que rige a los diferentes brazos del Movimiento de Vida Cristiana, fue un abusador serial. Ni más ni menos. Ellos, los sodálites, no lo van a reconocer, evidentemente, pero si algo debe inferirse de esta escabrosa historia es que, o aplican una reingeniería radical o mueren. Porque si creen que el asunto se arregla borrando links de Germán en internet, eliminando fotos y libros y videos para salir campantes, desvarían.
Espero que lo hagan. De verdad. Que se reinventen. Porque en esa agrupación hay mucha gente buena, y sana, que no está contaminada por el rigor asfixiante, ni por el pensamiento único, que estrangulan el alma. O que, mejor todavía, han tenido la suerte de no conocer personalmente a Figari.
Ah, y para los que no lo saben, se los cuento. La moda de la barba, tan globalizada entre los sodálites, no la entronizó Figari. Ni Baertl. Tampoco Ambrozic, oigan. No. Fue Germán. Así que, si quieren desmarcarse, empiecen por afeitarse, como ya lo hizo Eduardo Regal, el nuevo superior general, a quien le deseo suerte en este titánico desafío. Pues eso.