Colonialismo interno y traición al Perú
por Javier Lajo; javierlajo@hotmail.com
25-3-2018
La traición sucedió en las Constituyentes de 1822-1828, donde
el grupo criollo legislador restauró el colonialismo devolviendo haciendas,
rentas y demás "derechos" ciudadanos a los españoles que lucharon
contra el ejército “libertador” de San Martín. Y, por consiguiente,
persiguiendo, asesinando y excluyendo sistemáticamente a los líderes indígenas,
comandantes de la guerrilla montonera del ejército patriota (proceso criminal
que se extiende flagrante, hasta pasada la guerra con Chile, 1879-1883, con el
mariscal Andrés A. Cáceres como protagonista).
Es en la primera y segunda constituyente, donde se instituye
el fraude que es el “Estado peruano" actual y a su vez es la “matriz” de
toda la gavilla de políticos corruptos que lo usan para "el delito
estatal".
De este contubernio traidor y restaurador de la colonia,
desciende toda esta fauna de políticos corruptos que hoy tenemos que liquidar
(dar de baja) junto a toda su secuela de "Estado centralista y
colonial". Este es el momento histórico, que debemos recordar para refundar
la Patria peruana y acabar con la re-locura de nuestra situación actual.
Son muchos los temas a esclarecer en este “país
consuetudinariamente frustrado”, castrado
históricamente para ser soberano y dispuesto más bien muy "abierto de
piernas", para ser ultrajado y saqueado inmisericordemente o en los
términos más optimistas (a lo Basadre): país que no dejará de ser siempre una
“promesa peruana” (criollamente, prometer es mecer).
Pero comenzaremos a recordar el principio, cual es el tema
histórico, de cómo esta “minoría criolla” organizada en “logias liberales” y
“románticas” logra excluir a los pueblos indígenas, quechuas, aymaras y amazónicos
(tildados de salvajes, bárbaros, etc.) de sus innegables derechos de participar
en el Estado peruano “independiente”, hasta el día de hoy; derechos que aquí y
en todo el planeta, están amparados por los valores irrenunciables de la teoría
constitucional, la democracia representativa, la libre determinación, la
soberanía de los pueblos y el derecho a la insurgencia anti-despótica y anti-dictatorial.
Este recuerdo por más provocador que sea, es necesario para
orientar el debate actual sobre la corrupción, que esclarezca lo que los
indígenas peruanos podemos juzgar como la conmemoración de los doscientos años
de la traición criolla y el apoderamiento y monopolio del Estado y la
gobernabilidad de la endeble y falsa democracia estamental y racista que existe
desde 1821 en el virreinato del Perú “independizado”.
Lo anteriormente descrito, creó un país en donde este grupo
minoritario criollo, con su sociedad, cultura, economía y demás recursos
“civilizatorios”, manipuló “democráticamente” a la inmensa mayoría de mestizos,
indígenas y descendientes de migrantes forzados, imponiendo una suerte de “consenso
de Lima”, o centralismo con el que domina y maneja monopólicamente, con un
magistral y singular despotismo político una economía
mercantilista-extractivista despiadada, un país de mayorías pasivas e
inconscientes (ahuevonadas) que se han convenido y se han ido “acomodando” a
vivir en la marginalidad, cuando no en una condición de pobreza y subalternidad,
astutamente administrada por dichas minorías racistas y “solapas”, que fungen
de invisibles con un racismo subliminal y que se sirven de esta aparente
“normalidad democrática” estructural y sistémica con apariencia de formalidad
legal (colonialismo interno).