Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
28-11-2023
Corrupción: ese núcleo purulento
https://senaldealerta.pe/corrupcion-ese-nucleo-purulento/
En El núcleo
purulento, Bajo el Oprobio, Lima 1933, Manuel González Prada escribió
sentencias que persisten, hoy como ayer y luego del canibalesco, inmoral y
degradante espectáculo en el Ministerio Público, avergonzándonos como Nación.
Los delincuentes en múltiples reparticiones estatales van
revelando su mínima catadura moral cuanto que minúscula es la de testaferros,
cómplices, adláteres y compinches en todas las agrupaciones políticas,
burocráticas, jurídicas.
Recordemos con don Manuel:
“Mas nada debe sorprendernos en
un país donde la corrupción corre a chorro continuo, donde se vive en verdadera
bancarrota moral, donde los hombres se han convertido no sólo en mercenarios
sino en mercaderías sujetas a las fluctuaciones de la oferta y la demanda. Una
conciencia se vende y se revende hoy en el Perú, como se vende y se revende un
caballo, un automóvil o un mueble. Admira que en las cotizaciones de
Y nos referimos particularmente a
Lima que en el organismo nacional ejerce la función de núcleo purulento. Aquí
nacen para cundir en toda
La desinfección nacional no puede
venir del foco purulento; la acción necesaria y salvadora debe iniciarse fuera
de Lima para redimir a los demás pueblos de la odiosa tutela ejercida por
grupillos de la capital”.
Al momento de cerrar este informe,
ignoramos si quienes debían renunciar, lo hicieron y se entregaron a la
justicia por la comisión de sus atrocidades contra la ley en particular
profundamente dañinas a la salud cívica del Perú.
Descubre el Perú, por enésima
vez, que el togado, el magistrado de cuello y corbata, el legiferante y otras
figuras y figurones, nunca fueron más que caricaturas y operadores de la
corrupción, ese núcleo purulento que nos viene como maldición hace más de 200
años.
Una de las modificaciones que los
brutos pretenden imponer se refiere a la mengua representativa de los grupos
regionales. Obvio que eso promueve más de lo mismo: el largo predominio de una
capital absolutamente de espaldas al país.
Con precisión afilada González
Prada exclama que la desinfección nacional no puede venir del foco purulento,
Lima. Aquí se guarecen los mecanismos principales de la trampa y la picardía.
En una capital profundamente retrógrada, se cocinan los peores platos con miras
estrechas y autistas.
¿Cuánto más bajo necesita Perú
caer, para mostrar sus miserias horrendas y subalternas? Navegar en el fango,
en aguas oscuras y amenazantes, no es lo mejor pero hay que salir de esas
estaciones de alguna manera.
¡Precisamente! Es hora de romper
el pacto infame y tácito de hablar a media voz y decirle al pan, pan; y al
vino, vino. Al sinverguenza, al ratero, al estafador de la fe pública y
vendedor de sebo de culebra, hay que llamarlo por su nombre: ¡delincuente!
Todos los que han hecho del
Ministerio Público escenario de sus trapacerías, merecen ser juzgados,
apresados y castigados de tal manera que vitaliciamente les quede la puerta cerrada
a cualquier institución del Estado.
Los pícaros se sombrean y
esperan, viviendo del dinero deshonesto, fuera del Perú o en playas hermosas,
disfrutando de viviendas y bienes frutos del robo. Otras veces la delincuencia
internacional los coloca en puestos en entidades internacionales donde gozan de
inmunidades diplomáticas. Es decir, el robo es su divisa aquí o acullá.
Y los pillos carecen de banderas
o prescinden de ideologías a la hora de clavar la uña hambrienta en los fondos
públicos. La historia reciente no distingue entre izquierda o derecha, podemos
mostrar en las cárceles a redomados miserables a quienes da lo mismo Chana que
Juana. ¿O no es así?
La oportunidad no es la mejor
pero acaso constituya el desafío que hay que responder con firmeza y energía
porque no hay licencia ni derecho para seguir envenenando al país. ¿Por qué hay
que dejar un Perú aherrojado y sucio a las nuevas generaciones?
El Perú necesita una revolución
moral. Hombres y mujeres de todos los partidos, de la multitud de colectivos,
de las diferentes congregaciones religiosas y laicas, de todas las edades, de
todos los confines, de todas las sangres, tienen el imperativo imperioso de
pelear por la unidad.