por Herbert Mujica Rojas
15-6-2009
¿Políticos o caníbales?
http://www.voltairenet.org/article160606.html?var_mode=calcul
Como el gobierno de Alan García, con su inconfundible andar
paquidérmico (aunque algo diferente, porque el voluminoso animal es
hasta sabio), destroza a la sensatez con la contumacia de no reconocer
sus enormes yerros en lo ocurrido en Bagua, se produce el nada raro
fenómeno de respuestas igualmente canibalescas que desearían
engullirse en primer lugar al presidente García, al gabinete y a toda
la administración. En buena cuenta, tumbarse al régimen. ¿Para qué?:
para que otros, (léase, ellos), se hagan cargo de la urticante nave
nacional que está en un momento delicado de conflicto jurídico en La
Haya, con Chile, tema sobre el que la estatura pigmea de casi el 95%
del zoológico político no parece entender absolutamente nada. La
pregunta de orden pareciera ser: ¿quién se come a quién y a quién
favorece la digestión auto-corrosiva entre peruanos para goce,
diversión y avance de otro (s) países?
Culpar absolutamente al gobierno de la integridad del conflicto y sus
dolorosas consecuencias, a saber, la muerte de policías y civiles en
Bagua, es una opción válida bajo la premisa que también hay que
señalar las irresponsabilidades del resto de actores del drama. ¡Aquí
todos tenemos algo de culpa! La chatura cerebral, cultural,
intelectual de la oposición no envidia ¡ni un ápice! a la exhibida por
el gobierno. ¿Qué quieren los violentistas?: ¡fulminar al gobierno y
punto! ¿Quién se ha tomado la molestia de preguntar qué harían y de
qué manera? Además hay un problema de fondo que es antecedente
inevitable y sobre el que expresaron su parecer en el 2006 casi ¡20
millones de peruanos! Los que están en el gobierno cumplen un mandato
en las urnas. ¿Los que quieren botar a patadas a García han pensado
cómo van a legitimar su aspiración a, según ellos, reemplazar a la
actual administración, en Palacio? ¡Nadie que carezca de mandato
popular, por la única manera posible y conocida, desde las ánforas,
tiene derecho a gobernar al Perú! A menos que se trate de dictaduras
embozadas cuya única forma de entronizarse es ¡a sangre y fuego!
Además, y esto es imprescindible de considerar en toda su magnitud:
¿la oposición quiere hacer héroes a quiénes en juicios justos no
podrían demostrar sino que tenían algunas uñas largas y encargos
extra-populares por sus compromisos con los poderes reales que
gobiernan el mundo? ¡No se puede ser tan inocente o tan estúpido!
Supongamos que algún rayo de lucidez ataca al gobierno y se impone la
serenidad constructora de una fraternidad política que bien necesita
¡todo el país! Y que esto conlleva a aplicar la potente iniciativa del
periodista Ismael León de proclamar el Luto Nacional y la unción
respetuosa por los muertos de Bagua. Más aún, el gobierno admite sus
yerros, paraliza los efectos de los decretos tan cuestionados y se
sienta a dialogar, pactar, negociar y buscar la salida legítima, con
respeto a los derechos de las comunidades amazónicas, minorías
amparadas por la Constitución y echamos la máquina a andar como
corresponde a una región de frontera y revigorizamos la indeclinable
peruanidad de un trabajo que tiene enemigos geopolíticos anhelantes de
nuestra sempiterna división fratricida. ¿Qué diría la oposición, la
real y no la inventada en muchos medios de comunicación? Cuesta
trabajo entender con la pizca más mínima de lógica que se insista en
hablar de cientos de muertos cuando los únicos cadáveres, ya
sepultados, corresponden a 24 policías y 8 civiles, dolorosas bajas
que demandan minutos de unción y reflexión de ¡todo el Perú! Allí
descubriríamos quiénes sí buscan la dinámica nacional y cuántos y
quiénes, con nombre y apellido, son los que trabajan por el
empantanamiento total.
El estadio caníbal grafica una realidad primitiva en que los
contendientes vencen a su enemigo chupando los huesos de aquél pero NO
apisonando alamedas democráticas de ninguna especie o de forja o de
futuro. Los agoreros o pitonisos radicales, esos que predicen la caída
de todos los gobiernos que a ellos, minorías menos que minúsculas, no
les gustan, son parte histórica del análisis sociológico del Perú.
Desde que nacimos como república a la fecha actual siempre tuvimos
esta clase de manifestaciones tan auto-destructivas, aberrantes y
propias de pueblos que no entienden su capitanía geopolítica porque
fueron castrados en la posibilidad de criticar duramente y eliminar
sus taras a sangre y fuego. Léase la historia oficial u oficialista
del Perú y tendremos múltiples sorpresas que revelan en segunda o
tercera línea lazos consanguíneos, ocultamientos aviesos, traiciones
disimuladas, robos en forma de contratos, exacciones en nombre del
progreso, estafas bajo la figura de tratos millonarios, es decir un
manojo de situaciones que debilitaron o destruyeron la dignidad
nacional para convertir al peruano en un ser indefinido que dice sí
porque es no, y no, porque no entiende nada de lo que le dicen. Los
chicos tienen una frase impecable: ¡ni fu, ni fa! ¿Hasta cuándo o
hasta dónde?
Básico y fundamental es manejar la noción de proyecto nacional y las
formas en cómo encarrilar esa opción. Sin partidos políticos que
apenas hoy llegan a ser vulgares maquinarias electorales muy
discutibles en su limpieza interna, carentes de líderes jóvenes (a
menos que nos digan que esos amigos con más de 60 años, lo son),
huérfanos de la genialidad de los grandes para entender al Perú no en
sus palurdas cuitas de callejón sino en la posibilidad de una gran
nación central en Latinoamérica, nuestro destino colectivo tiene
problemas sensiblemente trágicos. Cuasi insalvables. Tal como estamos.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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