Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas-Pedro Flecha
10-7-2018
Mafia es inmensa, no es grupúsculo, casi un sistema cultural
Las irreverentes grabaciones que notifican de los enjuagues
en que caminan magistrados de alto nivel, pertenecen al mundo de la
delincuencia. Son expresiones cotidianas, diarias, en Lima y en el resto del
país entero, con las que la mafia da cuenta de su vigorosa existencia.
Quien crea que tan sólo con censurar o pulverizar a los
descarados que juegan con la libertad de los ciudadanos y que eso constituye la
erradicación de la mafia, incurre en yerro infantil y hasta bobo.
La mafia es inmensa, impregna todo el cuerpo social del Perú
en sus múltiples manifestaciones, desde las más elementales (dar coima a policías)
hasta los usos más sofisticados (bancos offshore, lavandería por millones de
dólares so pretexto de finanzas sin nombre y apellido en cualquier lugar del
inmenso orbe). No es, en modo alguno, un grupúsculo. Es casi un sistema
cultural que patrocina comportamientos aviesos, fuera de la ley, contra los
reglamentos y “facilitadores” de lo que no se puede conseguir correctamente por
la simple razón que eso “conspira” contra los intereses creados.
Que se reúnan los grandes concilios y que apliquen la ley
tal o cual. Que boten a quien quieran, las puniciones pasan, la mafia queda.
¿Cómo se gobiernan los clubes electorales que tienen entre sus filas a ex
presidentes enriquecidos nadie sabe de dónde o cómo si no fue a través de coimas,
extorsiones, conferencias y cualquier pretexto recurrente?
La mafia no se limpia desde arriba. Se aplican
cosméticamente los castigos, no obstante no hay uno sino 20 ó 30 candidatos a
reemplazar al caído y con mañas muy bien aprendidas y por aprender, para evitar
futuras reprimendas.
La pelea a muerte contra la mafia tiene que ser desde abajo,
haciendo conciente a la masa que el único bien que posee es el de una
existencia libre, lo contrario es lo que tenemos hoy en Perú y desde hace
largos decenios, cuesta abajo la rodada, como dice la letra del tango.
La insurgencia popular, que los clubes electorales no
entienden porque son ruinas desvencijadas y anacrónicas, tiene que ser contra
CUALQUIER PODER, no para instaurar uno “nuevo” y tan o más pervertido que el
anterior, sino para impedir o atajar que éste sea centralizado por mafiosos que
manejen el país desde la industria, finanzas, poder político, poder represor
que acalla cualquier protesta o elimina a los rebeldes y reacios a callar.
La insurgencia se transforma en ética social creadora cuando
proclama su derecho a ser libre de cualquier clase de delincuencia y ejerce el
castigo contra los ladrones de cuello y corbata y sus esbirros hábiles en el
ejercicio tramposo de la cosa pública.
Si el pueblo alzado con sus proclamas libertarias y éticas
decide que la insuficiente democracia representativa (electoral) ya no rige,
entonces alcanzará la liberación de sanguijuelas exaccionadoras de los recursos
del Estado (tributo del pueblo que muchas empresas poderosas no pagan y para eso
tienen abogángsteres funcionales).
Creer que una golondrina hace verano, es un suicidio
colectivo. Además, de promesas, gestos y mentiras, está empedrado el suelo de
la república.
A la mafia de la omerta y la suciedad se le pelea desde las
bases a los gritos de libertad, igualdad y fraternidad.