26-2-2008
La tragedia del 79, Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima
62 Continúa el conflicto, 1883
El año se inició con la búsqueda que Chile hizo para consolidar la
depredación territorial y de riquezas físicas en las áreas bajo su
dominio, mediante un tratado de paz que le permitiera dedicarse a
usufructuar la parte de las riquezas recién adquiridas, que Inglaterra
le permitiera quedarse. Bolivia se mantuvo pasivamente a la espera que
alguien solucionara su problema, que ellos mismos no sabían cuál era,
y, en el Perú, los corifeos de Iglesias procuraron apresurar el
tratado de paz y consolidar un gobierno que más existía en el papel
que en la realidad, ya que solo podía efectivizarse donde las
bayonetas del enemigo lo mantuvieran. Cáceres fue incrementando la
resistencia contra el enemigo y, al mismo tiempo, organizó una
expedición contra el gobierno de Cajamarca y evitar que suscribiera el
tratado de paz.
Esa situación hizo que Chile decidiera acabar con el Brujo de los
Andes, que, de tener éxito su expedición contra Iglesias pudiera dar
al traste con los proyectos de paz, debiendo continuar con una guerra
que se hizo impopular hasta en el mismo Chile, pues la relación de
muertos continuó, y los heridos regresaban a Santiago no como héroes,
sino víctimas de una contienda que no tenía cuando acabar. Para lograr
el objetivo propuesto, nuevamente Lynch organizó una nueva expedición
al mando de León García a la quebrada de Canta.
Cáceres, después de haber recibido regular cantidad de fusiles
procedentes de Lima y, dejando un contingente en Tarma a órdenes del
coronel Tafur, avanzó hacia Casapalca donde dividió sus fuerzas en dos
columnas: La primera a sus órdenes fue dirigida hacia Canta,
disponiendo que la segunda se dirigiera a Matucana para cubrirle la
izquierda.
El día 5 de febrero se produjo el encuentro entre las fuerzas de
avanzada contra las de Vento que lo esperaban en emboscada en los
pueblos de San Miguel y San Buenaventura, tropas que al recibir los
primeros impactos de la artillería que llevaba Cáceres se desbandaron
y; Vento huyó a Lima y fue llevado donde Lynch. Desde ese momento se
convirtió en guía de la columna de León García, la cual avanzó por la
quebrada de Canta en dirección a Santa Rosa de Quives, siendo detenido
en su proximidad por el dominio que la guerrilla tenía de la altura.
Se registraron algunos pequeños enfrentamientos, motivando el
retroceso de la caballería primero y de toda la fuerza expedicionaria
chilena de regreso a Lima, fracasando el primer intento de la columna
de León García en su proyectada ofensiva.
Cáceres se instaló en Canta, lugar donde recibió el apoyo que
Recavarren le trajo desde Arequipa, consistente en 200 carabinas
Remington y, el regalo que el doctor Morales Alpaca, industrial
arequipeño, dedicado a la preparación de armas, había efectuado de un
pequeño cañón de su fabricación a Recavarren y este lo trajo para la
artillería del centro. Por las altas calidades cívico militares del
recién llegado, le entregó el mando del batallón Pucará fuerte de 250
hombres y, la orden de dirigirse por Cajatambo hacia Huaraz y de ahí,
salir a someter a Iglesias en Cajamarca.
La guerra del ejército del centro, por la fuerza de los
acontecimientos, debió tomar nueva orientación y, en lugar de empeñar
todo su esfuerzo en contra de los invasores, debió hacerlo primero
contra los mismos peruanos que desearon suscribir un tratado de paz,
que de lograrlo, automáticamente anularía todo el esfuerzo desplegado
en dos años de lucha por la liberación del país. Los episodios de esos
meses son los más difíciles de comprender, al verse cómo intereses
creados al amparo de la ingenuidad del general Iglesias, se prestaron
a secundar el juego agresivo de Chile y con ello, consolidar la
depredación, crimen y escarnio cometidos por más de tres años.
Intereses que es imposible aceptar que se desarrollaron por
patriotismo, debiendo suponerse que otros fueron los móviles:
¿Beneficio económico, búsqueda de poder político o venganza personal?
cualquiera de esos u otros más, en forma aislada o conjunta actuaron
para tal desempeño. Sensiblemente las fuentes que permitieran
dilucidar los móviles, y cómo se desenvolvieron los acontecimientos y
cuál la participación de cada uno de los actores, fueron nacionales o
chilenos, no se podrán conocer, mientras los documentos confidenciales
del gobierno chileno, si es que existen aún, no puedan ser dados a
conocer públicamente, situación que dudamos se produzca, pues ello,
aunque tardíamente, mostraría el juego sucio y mezquino realizado
oficialmente por el gobierno chileno, desvirtuando lo que sus
historiógrafos oficialmente han manifestado sobre esos
acontecimientos. Los Anexos 49 y 55, tomado de diversos autores,
permiten entrever la verdadera situación de cómo se efectuaron las
tratativas de paz culminadas en Ancón, incluso a los diarios chilenos
trascendió el arreglo que a espaldas del Perú se realizaba y como
combatieron la posibilidad que tropas chilenas quedaran por tiempo
indefinido para sostener al espurio gobierno que se formó bajo el
respeto que podía inspirar el general Iglesias.
La travesía de Recavarren a Huaraz se efectuó en parte por la costa,
produciéndose la retirada de los enemigos de Chancay, cuando se
enteraron que las tropas peruanas avanzaban y para no perder la
costumbre destructora, al embarcarse en la "Chacabuco" las tropas
bombardearon ese puerto.
Enterado Lynch que Cáceres estaba en Chancay, envió en forma inmediata
una expedición de 1,500 hombres que no lo encontraron al haberse
retirado por Huaral hacia Canta. Seguidamente el ejército del centro
fue desplegado en las quebradas que confluían sobre Lima, lo cual
motivó algunos ligeros enfrentamientos con el enemigo.
En esas circunstancias, ni Lynch se animaba a enviar nueva expedición
hacia el centro para actuar en Junín, ni Cáceres contaba con las
fuerzas suficientes como para intentar un ataque sobre Lima,
posibilidad debilitada por el actuar del norte en favor de los
chilenos.
Lynch, comprendiendo que debía derrotar y hacer desaparecer a Cáceres
y sus hombres, y que estaba comprometido a defender al gobierno que se
formaba en Cajamarca, decidió empeñar su ejército en defensa de este
último, para lo cual envió una nueva fuerza expedicionaria conformada
por las tres armas y, para envolver a Cáceres, la dividió en tres
columnas y dirigieran a la sierra. Esas columnas estaban compuestas
por: (185)
"La división de León García, fuerte de 2,000 hombres, marcharía por
Nievería-Punabamba-Quilcamachay-Lachaqui, hasta Canta, para luego
converger sobre Chicla.
La de Del Canto, con 1,500 hombres, se dirigía siguiendo e! valle de
Lurín por Sisicaya-Matucana, también sobre Chicla.
La de Urriola, fuerte de 3,000 soldados, avanzaría frontalmente por el
valle del Rímac, para fijar a las nuestras de ese lado.
Las tres columnas, dos de ellas en marcha rodante, por Canta (Norte) y
Sisicaya (Sur) y la tercera avanzando de frente, encerraría al
ejército del centro, atacándole seguidamente en todas sus posiciones,
sin dejarla resquicio de salida".
El primer enfrentamiento se realizó el 7 de abril de 1883 en el sector
de Punabamba entre las tropas de León García y los guerrilleros del
comandante Medina, debiendo estos ceder terreno después de alguna
refriega, que en días siguientes, por la falta de adecuada
coordinación y, especialmente, incumplimiento de las órdenes
impartidas por Cáceres, la lucha se resolvió en contra de las fuerzas
del centro y el consiguiente fusilamiento de los prisioneros que
cayeron en manos chilenas. Las operaciones se desarrollaron a lo largo
del mes de abril y progresivamente las tropas chilenas fueron
avanzando en las diferentes quebradas al ir superando la resistencia
guerrillera, hasta llegar a Tarma y Jauja en la segunda quincena de
mayo.
El ejército, por las retiradas y bajas sufridas, fue perdiendo su
capacidad combativa, al quedar reducido en número y disponibilidad de
armas y municiones y tener plena conciencia que Montero desde el sur
no les enviaría ningún refuerzo, en junta de guerra decidieron
retirarse hacia el norte.
Esa retirada, con diversas vicisitudes y dificultades, carentes casi
por completo de ayuda y siendo perseguidos de continuo, es una de las
epopeyas más famosas realizada por ejército alguno a través de la
historia de la humanidad. Es la lucha incesante de Cáceres para
sobreponerse a los accidentes del terreno y sus acechanzas y poder
conducir a sus 2.300 hombres por el filo de precipicios y montañas de
nieves perpetuas, siendo el paso de la cordillera Blanca por
Llanganuco, proeza épica inigualada.
Es curioso que los historiógrafos peruanos o extranjeros, no hayan
tomado en cuenta esa marcha que rivaliza con la de Jenofonte descrita
en la Ciropedia o la de Mao Tse Tung frente a la persecución del
ejército nacionalista de Chiang Kai Shek. Retiradas de ejército en las
guerras, hay muchas, pero que esas tropas, después de vencer los
infinitos y muy difíciles obstáculos y enemigos lograran llegar a su
destino y mantener plena capacidad combativa, muy pocas.
En el caso de Cáceres, cuando pareció que el ejército enemigo lo tenía
rodeado en el Callejón de Huaylas por las tropas de Gorostiaga por el
norte. Amagada por el sur con asiento en Huaraz y, una tercera
procedente de Casma, el cerco quedó cerrado por la infranqueable
Cordillera Blanca, en la cual sólo quedó un paso, el de Llanganuco. A
un costo muy grande en hombres, bestias y materiales, coronó su
esfuerzo y descendió hacia Pomabamba, para continuar la penosa marcha,
en la cual, debió contemplar la muerte de soldados por hambre y frío,
sin que algunos hacendados de la región quisieran brindarle ayuda y al
mismo tiempo contemplar la desolación y crimen contra indefensos
ancianos, niños y mujeres cometidos por Gorostiaga y sus soldados.
Logró reunirse con Recavarren y siguieron su marcha hacia el norte
para disuadir a Iglesias de su pretendido plan de paz. Con ese motivo,
al enrumbarse al norte, recibió ayuda de algunas personas, como la
familia Roca que los atendió en Seccha o el señor Cifuentes y su
señora en Mitobamba, pero en otras localidades y haciendas les negaron
toda ayuda, como el administrador de la hacienda de la familia
Cisneros, donde no sólo debió pagar por lo consumido, sino que entregó
en empeño, partes del archivo, cargas de municiones y algunas
pertenencias personales. En Urcón, en la hacienda del señor Terry
dueño de una fábrica de paños, dice Cáceres: (186)
"Fue más extrema la mezquindad con que nos trató el terco
administrador, negándose incluso a venderme algunas piezas de burdo
paño para los oficiales que iban lastimosamente vestidos de harapos, y
dejando sin comer a mis ayudantes, que llegaban con algún retraso".
Y el destino los fue conduciendo a una cita, que resultaría la última,
de ese ejército que logró increíble triunfo al trasponer la cordillera
por Llanganuco en pleno invierno a más de cinco mil quinientos metros
de altura, donde la disminución de oxígeno del aire les dificultó la
respiración, logrando superar el mal de altura y, dominando el pavor
del vacío de los precipicios, donde más de quinientos hombres cayeron
al abismo a la par que varias acémilas. Sobreponiéndose a los peligros
de la cordillera y asechanzas de la naturaleza humana, fueron llegando
a Huamachuco, donde el día 10 de julio de 1883 se dio la batalla de
ese nombre.
Una vez más la suerte fue adversa y pese a vislumbrar la victoria
cuando los chilenos estaban en retirada, la falta de municiones y
carencia de bayonetas, permitieron el reagrupamiento del enemigo y
organizar su último ataque que resultó definitivo.