Thursday, August 07, 2025

¡El ladrón electoral!

 

Informe

Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas

7-8-2025

 


¡El ladrón electoral!

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¿Cómo se llama al individuo que desde la tarima y en pos del voto ciudadano, promete el oro y el moro y cuando llega, se olvida de todo? ¡Ladrón electoral por demagogo!

 

Una vez investido el ladrón electoral torna en vaca sagrada y dedica sus máximos esfuerzos a la urdimbre de conexiones porque el negocio es ¡por supuesto! el tráfico de influencias. ¡Sólo la visita ante un ministro, puede reportar US$ 30 mil o más, sin mayor garantía de los resultados de la entrevista!

 

No sólo eso, al decir de Manuel González Prada, el legislador se convierte en gorila politicante y sus delirios incluyen nueva vestimenta, ademanes más estudiados (aunque sean ridículos), autos de marca y pelotones de secretarias y brigadas de asesores.

 

¿Quién paga estos gastos, en muchos casos superfluos y absolutamente improductivos?: el elector que ungió al burro tal o cual al escaño.

 

Por tanto el candidato que llega e incumple sus promesas es un ladrón electoral. Nadie lo castiga porque un espíritu de cuerpo saqueador y solidario entre gentuza de uñas largas, lo impide consagrando la impunidad más abyecta.

 

Ciertamente el enjuiciamiento de ex presidentes sí es un signo positivo que debiera culminar con el embargo de todo lo mal obtenido.

 

Hay jefes de Estado que mintieron a granel y jamás fueron leales con sus promesas de campaña por la simple razón que entre el discurso de plazuela y el sillón legislativo o presidencial, hubo penumbra suficiente para los enjuagues y, sobre todo, la fijación de los honorarios de éxito.

 

Quien supusiera que esta clase de ilícitos sólo lo cometen los más humildes, encontrará que el soberbio burócrata, juez, parlamentario o gobernante, incurre en lo mismo y todos tienen diplomas, posgrados, medallas como chapitas.

 

Cuando un funcionario o empleado público, desde presidentes a humildes empleados, recibe coimas o aprovecha negociaciones para favorecer su faltriquera, no le roba a su institución solamente: ¡enajena recursos-tributos que son del pueblo!

 

Es decir, da lo mismo que sean S/ 100 soles o S/ 1 millón, porque el ilícito se ha cometido contra la masa tributaria que generan millones de ciudadanos.

 

O sea ¡la mala acción del ratero, se comete contra el total del pueblo pagante!

 

El cuento de la proporcionalidad favorece tanto al delincuente avieso como al abogado mañoso y no pocas veces, secuaz.

 

En Perú, hace 204 años que vivimos la fantasía de una democracia representativa con senadores, diputados, alcaldes, gobernadores de pantalla.

 

Los reales mandones, otros, que disponen a través de sus mandarines cómo se lleva la economía, qué y qué no se produce y cuando se firma y con quiénes, los grandes contratos millonarios.

 

La masa tributante, aún incompleta, de monstruosa asimetría porque los más chicos pagan impuestos mientras que los grandazos tienen la opción de judicializar sus deudas, hacerlas viejas y prescriptibles y la ecuación “salvadora” es descarada pero “normal”.

 

Los miedos de comunicación embuten al ciudadano de la “convicción” que el ladrón electoral es parte de nuestra vida cotidiana y que “así son las cosas” y ¡sanseacabó!.

 

Regodeada la sociedad peruana en lenguajes burocráticos dificilísimos, que no dicen nada, que jamás responsabilizan a ninguno y que por el contrario premian a los grandes pericotes, la sociedad duerme indolente y asimila que le roben, estafen, exaccionen ¡y hasta colabora sonriente y sin saberlo, en la mala acción!

 

Alguna vez Bolívar planteó el fusilamiento del funcionario deshonesto. Aquí sería algo difícil por mil razones, las que existen y otras mil que los abogángsteres inventarían, previo pago de sus infaltables honorarios.

 

Cuando el ciudadano paga sus impuestos, colabora de forma individual a la masa dineraria con que funciona el Estado.

 

Lo propio ocurre cuando las empresas (no todas, las tramposas hacen lo que quieren) honran los tributos.

 

Cuando el demagogo no cumple o hace todo lo contrario de su oferta ¿de qué modo se le castiga? ¿no hemos vuelto a reelegir a ineptos y amigos de lo ajeno?

 

El ciudadano común tiene como “doctrina” desde pequeño que el “Estado es ineficiente”, que “aquí todos roban”, que “así es la política” y “se roba, pero se hace obra”.

 

El ladrón electoral pasa su vida sin mayor apuro. El deprimente Congreso actual aprobó una ley que favorece a los violadores de derechos humanos, a criminales impunes que se pasean como Pedro por su casa. ¡Vergüenza!

 

El que nunca respetó el paso de las personas mayores o las esquinas para cruzar o dio el asiento a los ancianos o no saluda cuando entra a alguna parte, será el actor potencial y efectivo de muchas inconductas.

 

Quien no supo comprender que el dinero es solo un medio y no una meta que ambicionar para “comprar lo que se le dé la gana”, es un inescrupuloso a quien no importan las formas sino los “resultados”.Y si tiene que matar, lo hará.

 

¡El ladrón electoral es un delincuente!