Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
17-3-2024
Muertos que caminan aún
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El colombiano Antonio Muñoz Feijoo
(1851-1890) anticipó, con visión poética preclara, la aparición de esta clase
de especímenes y les dedicó estas líneas:
"No son muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de la tumba fría,
muertos son los que tienen muerta el alma y
viven todavía."
¿Qué clase de casta política es la
peruana que, en lugar de comprender su fragilidad, se interna en la discusión
bizantina de ajusticiamientos, banalidades inferiores, acomodos y reacomodos,
blindajes y corazas ante futuros juicios y no piensa en el país?
Sin duda una banda de gavillas
políticas que tienen el alma muerta y viven todavía. Son muertos que caminan
aún.
Basta con revisar los miedos de
comunicación y el pus brota con tan solo aplicar el dedo porque zutano le dice
a perencejo y el otro fulano agravia al resto.
En sinfonía fallida, los rebuznos
de todos los clubes electorales, no atisban siquiera a entender al fenómeno
geopolítico que viene de Asia y nos inunda todo el cuerpo económico del país y
nos reta a conquistar caminos de dignidad y ciencia.
Y la inacción de la sociedad civil
perturba por su miopía y abulia.
Los que tienen el alma muerta y
viven todavía desdeñan la integración latinoamericana que nos daría fuerza de
pueblo-continente y voz autónoma y respetable en el mundo.
Desunidos como estamos, los
latinoamericanos, estamos condenados a ser escenario, tabladillo y mirones de
las guerras entre los imperialismos: el tradicional norteamericano que hará lo
imposible por defenderse del chino, sin olvidarse de los rusos.
¿Y nosotros fieles comparsas,
mientras otros deciden cómo manejar los recursos no renovables, dueños
nominales de nada y lejos del desarrollo de los pueblos?
¿Y otra potencia, con un puerto
privado a 80 kms. al norte de Lima?
Para construir un futuro digno,
justo y culto para el Perú se necesitan hombres y mujeres plenos y convictos de
sus ideas, voluntades y propósitos.
Y nada de eso se logrará con la
mediocridad de estas almas muertas, como titulaba Nicolai Gogol, a uno de sus
mejores libros, incapaces siquiera de otear que los traumas que vienen desde el
lejano 1879, podrán ser conjurados, con una victoria parcial o total ante los
pueblos del Perú que anhelan justicia, pan y libertad.
Importante, porque su lección es
imperecedera, recordar que Francisco Bolognesi (1816-1880) tenía 63 años al
comenzar la guerra en 1879 y retado en Arica, sabiendo su destino, en la gloria
heroica, reclamó combatir y morir.
Tenía, el coronel Bolognesi el
alma viva y sólo la violencia de un culatazo le quitó la vida terrenal para
pasar a la inmortalidad.
En el Museo de Sitio, en el Morro
de Arica, está el busto de Francisco Bolognesi, ante cuya presencia, mi hijo
Alonso y yo, rendimos patriótico homenaje de admiración a su coraje.
Miguel Grau Seminario, el ilustre
marino piurano (1834-1879), apenas tenía 45 años cuando ese frío amanecer del
8-10-1879 en Punta Angamos, enfrentó a la escuadra chilena poderosa, superior y
el resultado fue el que todos conocemos.
Es que don Miguel, de alma vivaz y
patriotismo incólume, cumplió su promesa marinera de entrar a los fastos de la
gloria al mando del monitor Huáscar aunque no pudiera volver con él, sino sus
restos muchos años después.
En consecuencia, estos paradigmas
guerreros, uno en camino a la ancianidad y otro en plena madurez, con el alma
viva y profunda, dieron testimonio vibrante de entrega y consagración al Perú.
¿Qué es lo que vemos en las
desopilantes algaradas y rebuznos contemporáneos que nos dan nuestros hombres
públicos?
¿No es acaso que tienen muerta el
alma, yerta en su palidez, huérfana en su soledad, improductiva y ayuna de
inteligencia o cualquier creatividad?
Don Manuel González Prada, acuñó
versos que gustaba repetir Haya de la Torre:
“Para verme con los muertos,
ya no voy al camposanto.
Busco plazas, no desiertos,
para verme con los muertos.
¡Corazones hay tan yertos!
¡Almas hay que hieden tanto!
Para verme con los muertos
ya no voy al camposanto”. (Triolet)
Juventud y vejez, amanecer y atardecer, pueden acompasarse en
la creación heroica del tejido nacional y bajo la premisa que unidos todo lo
podemos y que desunidos, nada somos.
Es hora de tender los puentes generacionales, a la Patria la
levantamos todos.
Pero, los que tienen el alma
viva, jóvenes de hoy y del futuro y maduros de acreditado transcurrir,
enseñarán a los de alma muerta, a salir de sus catafalcos para luchar por la
Patria.