Tuesday, December 12, 2006

EducaciĆ³n para el desarrollo*

Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
12-12-2006

Educación para el desarrollo*

En su muy notable libro Revolución en Educación, el historiador y
educador chileno, Pedro Godoy P., de recientísima y fecunda visita al
Perú, afirma un conjunto de asertos de vibrante vigencia y polémica
reflexión. El modelo neoliberal impuesto por Pinochet con la asesoría
de los Chicago Boys y que la Concertación de Michelle Bachelet
mantiene, suscita en Godoy la siguiente sentencia: "Tal teoría
convierte la docencia en mercancía, al alumno en cliente y al educador
en mercenario".

Habíamos escrito, días atrás: "¿Qué están forjando nuestras
universidades? ¿Profesionales de y para el Perú o simples mandaderos
para las empresas transnacionales? Una cosa es estudiar con la
ineludible comprensión que todo aquel que arriba al plano profesional
tiene un compromiso con el país y sus 26 millones de habitantes, y
otra, muy distinta, entrenarse para ser uno más de la multitudinaria
cadena de transmisión opresiva que impulsan las grandes empresas
mundiales en Perú. ¿Hay distinción entrambos conceptos en el enorme
archipiélago de estas casas de estudios nacionales? Dijo, alguna vez,
en lúcida interpretación, Luis Alberto Sánchez: la universidad no es
una isla. O, ¿estamos creando un ejército de Simpáticos Saltimbanquis
Urbanos (SSU)?" (¿Universidades o despensas para las transnacionales?)

Y los giros que sobre el particular elabora Godoy en su referido
estudio superan todo lo conocido, clásico y aburrido de los "profetas"
y "especialistas" en la materia.

Leamos.

"Nuestros expertos se enamoran de lo foráneo porque viven de espalda a
lo criollo y están obsesionados por lo moderno.

No es el nuestro, el oficio de farandulero que busca el aplauso, del
político cuyo afán es el sufragio y tampoco el del empresario cuya
meta es la rentabilidad. Hay un destino de "aguafiesta" que empuja a
difundir –desde el pupitre, la prensa o el impreso- lo que se juzga
una ponencia cierta y útil para el país. Ello, aunque desagrade al
establishment. Concordamos en que el riesgo es asumir la condición de
outsider. Sin embargo, más ominosa que la censura es la autocensura.
De allí que se afronten los peligros del silenciamiento que es la
cicuta de nuestra democracia ramplona. La meta: un sistema escolar con
raíz nativa y afán de servicio. Insistiremos hay que poner punto final
al plagio, es decir a la "copiomanía". La actual reforma se calca de
una europea y se acata a capataces del Banco Mundial y del FMI. Se
espera lacayunamente la receta forastera juzgada infalible. Eso
explica que un director de escuela secundaria de Nueva York –mister
Gregoy Hodge- sea invitado de honor (El Mercurio, 1-9-2006) y
consultado como oráculo. Lo de siempre: chamanes del I mundo
escuchados con admiración siútica y afán imitatorio.

Reitero: hay complementariedad entre denuncia y propuesta. Ahora, con
esta obra, se promueve tecnologizar a la nueva generación previniendo
frustraciones y parasitismo. Se centrará en concebir la educación
sistemática como palanca de nacionalización, es decir, como
herramienta que permita profundizar nuestra identidad evitando los
efectos letales de una globalización que es el nuevo rostro de los
imperialismos.

¿No es justamente ese tipo de educación el que contribuirá a
liberarnos de "esa languidez tórrida, de ese fatalismo indio, de esos
vicios raciales" que, según Gabriela Mistral, tornan a nuestra América
perforable al "clavo de acero y de oro, es decir a la voluntad y
opulencia" que representa EEUU? ¿O continuaremos –como hasta hoy-
aferrados a una escuela libresca e inactual, enciclopédica y
abstracta, verborrágica e intelectualista? Recuérdese –el experto
estadounidense Kandel- manifiesta: "cuando los latinoamericanos
critican el imperialismo yanqui vale la pena consultarles qué es lo
que han hecho a través del aparato escolar para capacitar personal
suficiente, a fin de obtener el máximo de provecho de sus recursos
naturales". Otro analista, también norteamericano, Richard F.
Behrendt, señala: "Latinoamérica sufre de escasez de técnicos en
negocios, administración, ingeniería, agricultura, sanidad. Esto
–concluye- se debe al énfasis que la tradición hispánica ha puesto en
los estudios legalistas y culturales".

Hoy –ante el crepúsculo de las ideologías- se opina que no se trata de
una educación individualista o colectivista, ni burguesa o proletaria,
ni mucho menos confesional o laica, sino de una educación adecuada a
la sociedad desarrollada. ¿Significa esto atribuir todo el desarrollo
económico a la educación económica? ¡No! Pero, sí es un factor
valioso. Del mismo modo sería un error atribuir nuestro subdesarrollo
sólo a una estructura escolar desvinculado del quehacer productivo.
Esta constituye sólo un factor concomitante. Desde otro ángulo, la
educación tecnoeconómica no es el elíxir maravilloso que inyecta vigor
a la economía, despertando a una colectividad aletargada. Apenas si es
uno de los ingredientes indispensables para el "il risorgimento"
nuestro.

Ningún estrato aparece capacitado para los múltiples desempeños que
exigen el desarrollo y, específicamente, el industrialismo…. Esta
observación es válida tanto para el vástago del ignaro "picante" como
para el retoño del encumbrado "palogrueso", pasando por la progenie
del "medio pelo".

Sobran, pues los teóricos de la economía, mientras existe un déficit
in crescendo de expertos en coordinación y dirección de empresas. Más
que eso, son insuficientes las personas que anhelan fundar su propia
empresa. Ello obliga a revisar el tipo de profesionalización
proporcionado por los centros de enseñanza superior. Estos, pareciera,
fomentan un prurito investigativo, tienden a desvincular el
aprendizaje de la práctica, produciendo no tecnólogos superiores, sino
pichones de presuntos cientistas. No empresarios, sino burócratas.

Regresando al examen de los diversos estamentos del cuerpo social en
relación con su comportamiento económico es preciso manifestar que la
clase alta se encuentra absorbida por las profesiones liberales, la
política contingente, el servicio exterior, el empresariado arcaico de
la agricultura, la especulación bursátil, la actividad bancaria, el
comercio importador-exportador.

La clase media ha acudido al liceo público y ahora también a los
subvencionados y privados. Son agencias de cultura general. Durante
doscientos años es fábrica de burócratas de la administración pública.
Produjo la inundación de "licenciados en humanidades". Aquellos que
superaban la valla del bachillerato –hoy de la PSU- se incorporan a la
U, seducidos por las profesiones liberales que dejan de ser privativas
del círculo oligárquico. Más en las dos alternativas señaladas, este
grupo no es promotor del cambio en materia económica, sino que –entre
forcejeos y tropezones- se injerta en el arcaico establishment. No se
trata de ser un conglomerado al estilo de los sectores medios de EEUU
o de Europa occidental, sino de una peculiar pequeña burguesía
ensamblada al sector terciario y, por ende, prestataria de servicios,
pero ajena a la producción de bienes.

La clase baja –salvo la excepción confirmatoria de la regla- es mano
de obra no calificada. Fuera de diminutos núcleos de operarios
expertos ligados a centros fabriles o a la gran minería, el resto de
la población humilde no posee oficio. Constituyen el grisáceo rebaño
que vaga de faena en faena, proclamando que "trabaja en lo que venga".
En rigor, sin embargo, no pasa de ser pura fuerza bruta, hoy ya
desechada por el uso de la herramienta sofisticada y de la maquinaria
compleja.

La "chusma querida" se proclama víctima de una despiadada explotación
por parte de la "canalla dorada". Recurre entonces a periódicas
paralizaciones de labores para lograr mejores condiciones de vida y de
trabajo. Los de arriba prefieren invertir en cualquier empresa no
riesgosa que son, justamente, las reproductivas. Los retoños
–convertidos en estudiantes- adscritos a la ley del mínimo esfuerzo
animan expectativas que agudiza la TV. Se acoplarán al ejército de
analfabetos tecnológicos con licenciatura en EM humanístico-científica
que avala aprendizajes nulos o enclenques.

Suelen despilfarrar sumas enormes en consumos suntuarios o las
depositan en bancos del exterior, eludiendo la inestabilidad política,
la agitación laboral, la carencia de crédito, la tributación excesiva
y las gabelas de la legislación social. Las capas medias, sujetas a
sueldo fijo, por efecto de la espiral inflacionaria, ven reducir su
poder adquisitivo. Por otro lado, los medios de comunicación social
–la propia educación formal- estimulan, hasta el delirio, la apetencia
de confort y de prestigio. Se trata del alud denominado "revolución de
las expectativas crecientes" que, en naciones industriales, constituye
un estímulo positivo, pero que en el mundo subdesarrollado equivale
una fuente de frustración porque tales apetencias no poseen por
correlato una metódica que permita satisfacerlas."

Cierto que Godoy, con la inmensa experiencia que posee ha escrito
desde Chile y para Chile, pero basta con reemplazar los gentilicios y
ocasionalmente se obtendrán similitudes notables con la realidad
peruana.

Al final del sugestivo ensayo, Revolución en Educación, el profesor
Godoy escribe: "Si la escuela en griego significó "ocio" fue porque
estuvo reservada para los vástagos del patriciado. Esta casta, debido
a la posesión de muchedumbres de esclavos, se emancipó de la
obligación de laborar. Sin apuro podían prepararse para el gobierno y
la administración de la "res pública" y de la "res privada". Suyas
eran las artes liberales que enseñaban ayos y preceptores. Propias de
los esclavos, las artes mecánicas que aprendían a través de la
rutinaria práctica. Ahora que vivimos en una sociedad democratizada,
la ociosidad está abolida y el trabajo pasa a constituir, no sólo un
derecho, sino también una obligación para todos y cada uno de los
ciudadanos. No puede entonces la escuela continuar siendo leal a su
raíz etimológica, sino convertirse en ámbito en el cual se estimula la
laboriosidad. No, por cierto, con poemas y peroratas, comedietas y
máximas, teoremas y axiomas, sino mediante la acción productora. Sólo
así los planteles, serían auténticas "oficina humanitatis", es decir,
talleres de humanidad".

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

Lea www.redvoltaire.net
hcmujica.blogspot.com
Skype: hmujica

*Educación para el Desarrollo por Pedro Godoy P., Centro de Estudios
Chilenos, Ediciones NuestrAmérica, Tiemponuevo, Santiago de Chile,
octubre 2006.