Friday, September 24, 2010

El bombardeo de Chorrillos

 

El bombardeo de Chorrillos

por Juan Carlos Flórez Granda(*); jcflorezg@gmail.com

http://www.voltairenet.org/article167055.html

 

22-9-2010

 

En la historia de la pasada guerra declarada por Chile en 1879 existen varias acciones que merecen siempre ser recordadas, sobre todo cuando éstas, por más pequeñas que sean, se engrandecen frente a la superioridad bélica del enemigo. Es el caso del bombardeo que sufrió el pueblo de Chorrillos el 22 de setiembre de 1880 por parte del blindado chileno "Cochrane" armado con 6 cañones de 250 libras y de unos cuantos cañones de campaña peruanos de bajo calibre que hicieron retroceder al enemigo para ponerse a buen recaudo e intentar infructuosamente lograr su objetivo.

 

Historia.-

 

El 13 de setiembre de 1880 la goleta chilena "Covadonga" se fue a pique en el intento de subir una barcaza que estaba anclada frente a la costa de Chancay. El móvil fue atraer la atención del comandante de este buque, Pablo de Ferrari, como efectivamente se logró, e ignorando este una orden general emitida a toda la escuadra enemiga donde se indicaba que "el buque de guardia no reconocerá ninguna embarcación sin permiso del buque insignia, i si encontrase alguna sospechosa la traerá, sin aclararla, al costado del buque Almirante i a distancia de dos cumplidos de buque"[1], acercó la presa después de varios intentos fallidos por destruirla, ordenando subirla después de hacerla revisar.

 

El resultado de esta acción fue la activación de un mecanismo explosivo ideado por los peruanos Manuel Cuadros y Constantino Negreiros, abriendo un forado en la nave chilena hundiéndola casi instantáneamente, ahogándose su comandante y parte de la tripulación.

 

A raíz de este incidente, en comunicado de fecha 21 de setiembre de 1880, el comandante en jefe de la Escuadra chilena, Galvariño Riveros, emitió un ultimátum al jefe político y militar del Callao:

 

"…Con motivo de la alevosa celada que ha ocasionado la pérdida de la goleta Covadonga en el puerto de Chancai, he recibido instrucciones de mi gobierno para bombardear los puertos de Chorrillos, Ancon i Chancai, si en el término de veinticuatro horas el gobierno del Perú no ha entregado a esta Escuadra la corbeta Unión i el transporte Rimac.

Lo que pido a US. Para los fines consiguientes, previniéndole que si mañana 22 del corriente, a las 12m. no me han sido entregados los citados buques Union i Rimac, se llevará a cabo el bombardeo de los puertos arriba mencionados, sin otra prevención…"[2]

 

La respuesta peruana fue contundente:

 

"…Callao, setiembre 21 de 1880.[3]

 

Señor jefe de las fuerzas navales de Chile,

presentes en este puerto.

 

Señor:

 

Acuso a V.S. recibo de su nota de la fecha.

 

Mi gobierno, en cuyo conocimiento puse el contenido de su citada comunicación, es de sentir, que teniendo V.S. al frente i en las mismas aguas a los buques peruanos Union i Rimac, puede V.S. venir a tomarlos, si le acomoda; i que el bombardeo de poblaciones indefensas como Chorrillos, Ancon i Chancai, es digno de la manera como Chile hace la guerra; sin que esto pueda tomarle al Perú de nuevo, pues se ha hecho ya fuego sobre Ancon, i Chancay fue bombardeado diariamente, antes de la destrucción de la Covadonga.

 

El hundimiento de esta nave, llamado por V.S., alevosa celada, no ha sido mas que la condigna pena que reciben los salteadores en mar i en tierra: ser castigado por su propio crimen.

 

Queda de esta manera contestada la vergonzosa intimación de V.S., estrañando de mi parte, que debiendo conocer los quilates del noble corazón peruano, se haya avanzado a suponer que pudiera pasar por tan indigna propuesta.

 

De las naciones civilizadas i grandes en carácter, es luchar con lealtad, i no ensayar su saña con poblaciones desarmadas.

Honroso sería para V.S. avanzar sobre las fortalezas de esta plaza, i no hacer el simple papel de espectador, en el largo espacio de cinco meses trascurridos desde el establecimiento del bloqueo.

 

Dios guarde a V.S.

 

L.G. Astete…"

 

Teniendo la posición peruana, se improvisó artillar el perímetro Morro Solar de Chorrillos con baterías rodantes compuestas de alrededor de 6 cañones, entre ellos cañones Vavasseur. Igualmente en Barranco se hicieron los preparativos.

Cabe destacar que en la relación oficial de jefes, oficiales y tropa de la batería de Barranco se puede apreciar la participación oficial de 4 mujeres entre la nómina de artilleros. Sus nombres: Guadalupe Preciado, Mercedes Alegre, Rosario Avalos y Carmen Zapata.[4] Sin duda esto marca un hito en la participación femenina en la historia militar del Perú.

 

El bombardeo.-

 

El día 22 de Setiembre el blindado chileno "Lord Cochrane" zarpa del fondeadero de la isla San Lorenzo en dirección al puerto de Chorrillos para proceder al bombardeo pactado por Chile a las 12 de mediodía. El buque iba artillado con 6 cañones de 250 libras, 3 en cada banda y se sitúa frente a la bahía.

 

Una crónica de lo sucedido escrita por el Sr. Julio Octavio Reyes publicada en "La Opinión Nacional" nos da luces de cómo la población miraba este suceso:

 

"…Mucha gente principiaba a invadir las alturas, especialmente las inmediaciones del Salto del Fraile.

 

Algunos han cometido la imprudencia de quedarse en la ciudad.

 

En muchas de las propiedades neutrales se ven sus respectivas banderas.

 

La autoridad de policía, el comisario, señor comandante Tirado, recorre a caballo la población.

 

El Cochrane, mientras tanto, se aguanta mui afuera i frente a la caleta que se halla al costado del Salto del Fraile, i el Tolten a unos 80 metros de la punta Sur hácia Chorrillos.

 

Momentos ántes ambos buques habían cruzado, tanto frente a la población como por el lado Sur, como estudiando el fondeadero i la bahía, pero siempre a una gran distancia.

 

Son las 12 m. i se oye un disparo de cañón hecho en el Callao, i es sin duda por el buque almirante chileno, porque el Cochrane y el Tolten principian a moverse, aunque mui lentamente.

 

El último se abre hacia el Noroeste i el primero avanza hacia la caleta que se encuentra entre el Salto del Fraile i la punta de Chira.

 

Ha pasado un cuarto de hora y el Cochrane, aumentando su andar avanza siempre en la misma dirección.

 

Se encuentra ya tan cerca de nosotros, que desde la altura en que nos encontramos vemos a simple vista sus tripulantes sobre cubierta, corriendo de un lado a otro.

Parece que su objeto no es otro que virar después para doblar el Salto del Fraile, avanzar al centro del fondeadero hasta colocarse frente a la población i romper desde allí sus fuegos.

 

Son las 12.23pm. i el Cochrane ha roto sus fuegos, no sobre la población.

 

El proyectil ha caído a unos cinco o seis metros frente a nosotros.

 

La nube de tierra que ha levantado nos ha cubierto por completo, lo mismo que a 10 o 12 personas que se encuentran a nuestro lado.

 

Unos muchachos empleados de nuestro diario quedan sin vista por el momento por la cantidad de tierra que les ha cubierto los ojos, i nosotros, agazapados i cubiertos por la tierra, aguardábamos el estallido de la bomba, pero por fortuna éste no tuvo lugar.

 

Como el mogote o lomada en que cayó era de una tierra fofa, de la calidad de la arena, no encontró resistencia el proyectil y no estalló.

 

Después de los primeros instantes de tribulación, aquello presentaba un cuadro originalísimo: uno buscaba un bastón, otro el sombrero, una pobre mujer del pueblo su manto, i otros bajaban mientras subían otros, porque no se creían seguros.

Las mismas carillas en que teníamos nuestros apuntes sobre las evoluciones de los buques enemigos, junto con el lápiz, las encontramos cubiertas por la tierra.

Los chilenos principiaron, pues, su bombardeo, haciendo fuego sobre un grupo de ciudadanos indefensos.

 

I no se crea tampoco que trataron de hacer fuego por elevación, porque en tal caso se hubieran retirado mucho mas i el proyectil habria sido lanzado por mayor altura.

No hubo, pues, otra cosa que un acto de refinada perversidad, propio de esa canalla.

Minutos después, el blindado continuó haciendo fuego sobre el Morro i otras veces a la ciudad por elevación.

 

Después de hacer fuego, jeneralmente enfilado, daba su máquina atrás i otras viraba para descargar las baterías de sus costados, dejando salir a veces hasta dos proyectiles casi simultáneos.

 

También se colocó por mucho rato en la punta Norte de Chira, i desde allí hacía fuego sobre el Salto del Fraile.

 

El Tolten, después de cada disparo del Cochrane le hacía a este señales, manifestándole sin duda donde caían sus proyectiles, pues se veía que en seguida los rectificaba.

 

A las 2:34pm. el Cochrane hizo su último disparo i continuó su viaje al Callao a contarle sin duda a su Almirante que lo de Chorrillos no es tan suave como lo pensaban.

 

¡Qué decepcionados van a quedar en Chile cuando sepan que Chorrillos, lejos de estar reducido a cenizas, ha contenido a su poderoso blindado!.

 

Concluyamos felicitando a S.E. el Jefe Supremo de la República.

 

Nuestras felicitaciones se hacen también estensivas al señor Secretario de Marina, que durante el combate permaneció  en el Morro..

 

Como seis u ocho proyectiles del Cochrane fueron recojidos hoy aquí.

 

Como se sabe, son del calibre de 300 i bastante largos…"[5]

 

Se utilizaron en total 84 granadas disparándose a una distancia variable entre 3500 y 4000 metros de la costa. Según el parte chileno del comandante Juan José Latorre[6], solo 13 proyectiles impactaron en la ciudad sin mayores daños y los restantes se perdieron en el mar, como narra el parte peruano, y/o se activaron en el Morro.

 

Este combate de costa puede considerarse un triunfo para el Perú porque, a pesar de la superioridad chilena, teniendo cañones de 250 libras, frente a cañones de campaña de mucho menor calibre, fuera de no acertar ni lograr el objetivo deseado por el alto mando chileno, la pequeña fuerza peruana respondió con eficacia logrando impactar al blindado chileno y haciéndolo retroceder. Una semana más tarde, el 30 de setiembre de 1880, se inauguraría en la cima del cerro "Salto del Fraile", la batería "Mártir Olaya" en honor al prócer chorrillano.

 

A 130 años, rescatamos del olvido este hecho de armas que sirve de ejemplo a las futuras generaciones, mereciendo ser recordado cada año porque representa el inicio de la defensa chorrillana con la participación conjunta de todos sus habitantes en el marco de la guerra que Chile nos declaró en 1879.

 

(*) Director del SEHCAP

 

 

 



[1]  Orden General del 07 de julio de 1880.  Guerra del Pacífico. Pascual Ahumada Moreno. Tomo III pág 447.

[2]  Boletín de la Guerra del Pacífico. Página 779a

 

[3]  Boletín de la Guerra del Pacífico. Página 779c

[4]  Relación oficial de jefes, oficiales y tropa de las baterías de Barranco. El Peruano, viernes 8 de octubre de 1880. No.82.

[5]  Ahumada, Op. Cit., T. III, p.480. Detalles completos sobre el bombardeo de Chorrillos, de la "Opinión Nacional", Lima 22 de septiembre de 1880.

 

[6]  Boletín de la Guerra del Pacífico. Página 806

¡Qué difícil es ser Dios… y ser hijo de Dios!

¡Qué difícil es ser Dios… y ser hijo de Dios!

por Luis A. Pacheco Mandujano[1]; luisitopacheco@hotmail.com

http://www.voltairenet.org/article167049.html

 

22-9-2010

 

Sospecho que, al final, nunca se deja de tener ocasión, directa o indirecta, de asistir a los procesos de ascenso y declive de hombres y mujeres en el poder. De hecho, visto el asunto de forma especial, es de convenir que la historia de la política no es sino la historia de subidas y bajadas de ciertos hombres –como de sus acciones–, lo que revela su condición de contingentes en el universo. Pero, más allá de la narración épica e histórica de estos procesos, lo cierto es que cada vez que ellos se dan, la vida real da cuenta de la dureza de su implicancia para los "afectados". Veamos por qué.

 

Cuando uno llega al poder, y sobre todo al poder de alto nivel, llega entre palmas y vítores, entre hurras y con algarabío. En el momento del arribo a la cúspide, espacio que se reserva sólo para unos cuantos escogidos, se bebe y se danza en una orgía de felicidad que inunda y baña a los tocados con la gloria. Esta es regla general. Pero, en buena cuenta, parece que, en las condiciones actuales de vida, quienes celebran más, siempre son los que rodean, los "colaboradores", los que, en menor o mayor grado, "hacen posible" que el ascenso aplaudido sea una realidad. Esto se debe a una situación eminentemente práctica: cuando el elegido asciende en la esfera pública del poder, el interés personal que hay de por medio entre los allegados –el que se materializa a través del otorgamiento de puestos de trabajo en la administración, o por medio de la cesión de cuotas mayores y menores de poder que permiten desarrollar grandes y pequeños feudos donde alguien reina sobre otros, o simplemente porque se otorgan concesiones de privilegios especiales, cortesanos, que diferencian con línea divisoria a las personas: el grupo de los que tienen poder (por realidad o por asolapamiento) y el grupo de los que sienten la fuerza de ese poder–, es el fin supremo de todo lo existente, la suma de todo lo esperado, el élan vital que motiva la existencia del partidario.

 

De ahí que, llegado el período del ascenso, el elegido, en la mayoría de los casos, es tratado como si fuera Dios. Es más, él mismo se siente como tal, porque la tribuna portátil y personal diviniza su figura de "hombre (o mujer, da lo mismo) de éxito" en paraclítico grado superlativo. Así, para adelante, la historia del empoderado sólo dependerá del modo y la forma como éste haya aprendido a controlar sus instintos eróticos y tanáticos, y de cómo es que sea tratado por sus adláteres.

 

Y mientras esto sucede, en el caso de los seguidores (para no decir, sobones), lo usual es encontrar que se convertirán en los más férreos defensores de todo lo que sea necesario defender a favor de su señor –y no precisamente en un sentido dialéctico-hegeliano, sino en la más amoral dirección pragmática de la defensa–; si antes del ascenso al poder, los ahora conformantes de la nueva grey fueron, en un principio, detractores y acusadores vehementes, y hasta "principistas", de la nueva deidad, después no se hacen problemas (obviamente porque de por medio ya brillan favores que habrán de recibir), se desdicen con soltura bestial y trocan su antigua diatriba por un discurso colmado de loas para rematar, como plus de gracia y  justificante, que "el pasado corresponde a otro espacio y tiempo histórico, y ahora es momento de unidad y de reconciliación". De esta manera, esta nueva comunidad de fervorosos creyentes, para despecho del humanismo, comprobarán que un ser humano, sin dejar de serlo (al menos biológicamente), también puede convertirse en un felpudo viviente que siente y padece, que goza y que sufre, dependiendo de si lo pisan o de si no; es esta feligresía la que verificará, con no envidiable inmolación personal, y sólo para contradecir con humillación a los principios axiológicos que lamentablemente ya no rigen la vida de los peruanos, aún estando con ellos, que el principio de simultaneidad propuesto por Einstein, Podolsky y Rosen, no sólo es una realidad del mundo físico-cuántico, sino también del mundo que el escogido y sus "hijos" han creado, porque si aquél ríe o llora, éstos también lo hacen (sepan o no por qué deben hacerlo), si el uno enferma, los otros se enferman, y si les cabe alguna duda al respecto, preguntan con suma ingenuidad si ellos también deben enfermarse. Éstos actúan así porque, a no dudarlo, son agradecidos hijos de Dios; o, en todo caso, de su Dios. Por eso, la relación del uno con los otros es inconcebible en solitario. Individualmente, no se puede sostener. Ambos sujetos se necesitan, ambos se complementan, así como el actor necesita de un público que lo aclame (o que lo reproche), y el público requiere de un actor al cual aplaudir (o castigar). Su trabazón es necesaria. Pero, ¿qué pasa con sus hijos cuando el todopoderoso deja de serlo? La respuesta se intuye.

 

Por lo general, salvo que el elegido cuente con el concurso decidido de mastines bien amaestrados que responden obedientemente a sutiles variaciones de silbidos, por lo común, suele presentarse un efecto dominó negativo en ellos: se acaba el poder, se acaba el trabajo, resurge la necesidad del seguidor, el otrora poderoso no la cubre y, por tanto, el seguidor se aleja de su estrella en busca de otra que le dé luz y calor, a cualquier costo. ¿Y la dignidad humana del prosélito? Una coprolálica respuesta aguarda por dejarse sentir: ¡a la mierda con ella!

 

En tiempos de la Roma imperial, cuando el César –verdadero todopoderoso– salía del palacio en actos públicos, o cuando debía pasar inevitablemente por las vías regias del imperio, il popolo lo aclamaba al ver en él la encarnación de divinidad. Esto lo convertía, incluso para él mismo, en un ser omnipotente e ilimitado. Por eso era necesario, para evitar que el hinchado de poder se infle hasta la explosión ataráxica, que detrás de él se ubicara un servidor que le susurrase permanentemente al oído "acuérdate que sólo eres un hombre", lo que buscaba bajarlo del Olimpo ideal, a la realidad terrenal. Sin embargo, tal efecto sólo sucedía –si sucedía– si el ungido de poder, a consciencia diferenciadora, no se permitía embriagar por el poder (Marco Aurelio es un gran ejemplo de esta fortaleza). Pero mientras esto pasaba con el emperador, ¿qué pasaba con el generoso seguidor?

 

La semana pasada he sido testigo especial –aunque esta vez por el cambio del gabinete ministerial de AGP–, como otros tantos más, de la repetición cuasi-sempiterna de este proceso de ascenso y descenso de poderosos, y con ellos, del ascenso y descenso de sus acólitos. En efecto, de entre los casi quinientos asistentes al acto público en el Salón Dorado del Palacio de Gobierno, muchos evidenciaban, en el llano, sus rostros plenos de emoción, de ansiosa impaciencia por ejercer ya lo que se alcanzaba en ese momento (si no se tocaba al Santo, al menos sí su manto, y eso ya era bastante) y lo que ello significaba para su futuro; pero así como éstos, también eran varias las caras que dejaban notar cierta congoja entremezclada con nostalgia por lo que se iba, y saltaba a la vista la notoria preocupación por el destino que les seguía a continuación: muchos dejarían sus puestos de trabajo y la estabilidad socio-económica relativa que dichos puestos les facilitaban. Cómo seguirán sufriendo aún hoy estos nuevos desempleados y desfavorecidos cófrades. Lo perdieron todo, incluso su dignidad. Si antes eran felices porque como felpudos servían para sentir la suela de los zapatos del poderoso y de sus amigos, y ese sólo hecho los hacía muy felices, ahora ni siquiera serán taconeados porque ya hay alguien más para asumir tan noble labor. En una palabra, no sirven para nada porque no son nada. Su existencia está vacía. Son dueños de un alma baldía.

 

Por eso me parece que, en tiempos actuales, debería ubicarse tras de cada poderoso terrenal (ministro, congresista, alcalde, etc.) al cuarto de guerra que les recuerde permanentemente que tal vez es cierto que pueden llegar a ser Dios, pero que tal privilegio es sólo temporal. Al fin y al cabo, son sólo seres humanos, y, por lo mismo, criaturas mortales. Pero insisto en proponer que si esto sucede con los poderosos, me parece que mucho más necesario es que suceda también con el feligrés: un cuarto de guerra debería ubicarse detrás de cada fiel, pues es él el adorador de dioses temporales, el que omnubilado olvida que sus dioses también son mortales, y que, por ello mismo, mejor sería evitar caer en situación de una adulación tal que, por hambre (de alimento, de poder, de lo que fuere), termina por convertir su cerebro (y con él, su dignidad) en extensión del tubo digestivo, lo que lo vuelve hombre indigno que sólo merece morir.

 

Este tipo de espectáculos, que se ven desde tiempos inmemoriales  (baste recordar bufones y svéngalys) hasta los tiempos modernos (felpudinis y similares), se proyectan a futuro, lamentablemente, ad infinitum. Tengan por seguro que, con estas elecciones a la vuelta de la esquina, la función continuará. Y se repetirá, ahora, hasta con los candidatos consuetudinariamente perdedores, en estas nuevas elecciones. Es que, a donde se vea en tienda política existente, así como no faltan osados aspirantes a divinidades, tampoco faltan –más bien sobran– palafreneros de la monra. Qué difícil es ser Dios… y qué difícil es ser su hijo, ¿no?

 

 



[1]     Profesor de Filosofía del Derecho y Antropología Jurídica de la Facultad de Derecho y CC.PP. de la Universidad Peruana "Los Andes" de Huancayo, Perú. Maestrías cursadas: i) Maestría en Derecho con Mención en Derecho Penal (EUPG-UNCP, 2004-2005); ii) Maestría en Filosofía e Investigación (EPG-UAP, 2007-2008); iii) Maestría en Derecho Penal y Derecho Procesal Penal (ESN-UC, 2009-2010). Website: www.luisalbertopacheco.blogspot.com