Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
13-6-2006
Basadre: identidad del Perú
Conviene recordar algunos párrafos del historiador Jorge Basadre.
Los hombres que fundaron la República fueron generosos, idealistas y patriotas; pero les faltó tener una conciencia plena del Perú en el espacio y en el tiempo. No tuvieron una conciencia plena del Perú en el espacio, porque sólo en 1829 quedaron estabilizados los límites en el norte; y todavía, durante muchos años (hasta 1842) no quedaron fijos los límites por el sur y porque sólo en 1851 se firmó un tratado incompleto con el Brasil, mientras quedaba sin deslinde definitivo hasta el siglo XX el resto de esa frontera y totalmente sin demarcación las de Colombia, Ecuador y Bolivia.
Tampoco tuvieron una conciencia plena del Perú en el tiempo. Creyeron inventar un país nuevo. Ignoraron que este país tenía precisamente un privilegio envidiable: el privilegio de una vieja cultura. De la Colonia hablaron como si sólo hubiese sido el largo tiempo, durante el cual el peruano oprimido, la ominosa cadena arrastró. Y si pensaron en los Incas, no vieron los problemas y las enseñanzas que de esa época emanaban.
La efervescencia política, el predominio de abogados y de sacerdotes en las asambleas parlamentarias y en las antecámaras palaciegas tuvieron su origen en la Emancipación.
Las supervivencias de la época hispánica eran muy hondas. El Virreinato y la República hallábanse ligados por una comunidad de idioma, de religión, de instituciones y de espíritu. El idioma castellano fue el idioma oficial de la República y en él se escribieron las leyes, los decretos, las proclamas, los manifiestos, los periódicos, los folletos y los libros, aún aquellos que entre 1822 y 1825 y luego, entre 1862 y 1866, atacaron duramente a España.
La religión católica siguió como la religión oficial y el clero conservó su influencia, tanto sobre las clases populares, como sobre las clases acomodadas. Si la República misma, como ya se ha dicho varias veces, se erigió sobre el Virreinato, las intendencias fueron el antecedente de los departamentos. Al lado de la supervivencia del idioma y de la religión se mantuvo la supervivencia del derecho.
Cabe igualmente señalar de inmediato, que no hubo solución de continuidad entre la educación colonial y la educación republicana. Perduraron el analfabetismo popular; la tendencia clásica y formalista en la instrucción, en todos sus grados; el alejamiento de la orientación técnica; el régimen escolar que se iniciaba en las escuelas de primeras letras, continuaba en las aulas de latinidad y terminaba en los colegios, mezcla estos últimos de planteles de enseñanza primaria, secundaria y profesional. Perduró también el descuido en la preparación intelectual de la mujer.
Pero, por otra parte, el Virreinato no había sido creado de la nada. Había, en cierta forma, reemplazado al Imperio de los Incas. De ahí y aun de épocas más lejanas que, sin embargo, habían desembocado en el imperio, venían también importantes supervivencias. Ellas estaban, sobre todo, en la presencia misma del elemento indígena, de alto porcentaje dentro del total de la población. Su caso era, en forma trágica y formidable el de los que se llama en alemán Grundvolk, pueblo-raíz aferrado a la tierra a través de los siglos. En las comarcas del interior manteníanse aún, por ejemplo, restos del antiquísimo ayllu o comunidad de tierras conservado y, a veces alterado por las leyes de la metrópoli.
La realidad histórica del Perú era, pues, el resultado de las distintas etapas que, a su vez, habían creado confluencias o superposiciones de estratos culturales y sociales a veces integrados, a veces mal soldados y hasta separados por aislamientos y divergencias. En primer término había sido posible una continuidad esencial a través de los siglos, bajo una unidad de gobierno político y administrativo a pesar de las distancias geográficas y a pesar de las contradicciones características de las distintas grandes épocas (Preínca, Inca, Conquista-Virreinato e Independencia). Pero, al mismo tiempo, surgía, con carácter patético, el problema primordial de la deficiente integración nacional. Resultaba él de la difícil comunicación entre las distintas regiones, lo cual favorecía las semillas del particularismo. Provenía, asimismo, de la permanencia de diversas capas étnicas y sociales y de sus formas de vida como sistemas culturales cerrados, a pesar de eventuales o cotidianos contactos. Como tercera nota característica ostentaba la proporción demasiada pequeña de los grupos dirigentes dentro del conjunto de la población total. Estos tres elementos debían repercutir necesariamente en todos y en cada uno de los problemas sociales del país, así como en las posibilidades de su desarrollo económico.
Un ex presidente habló del Perú y sus confundidas gentes, hay antecedentes que revelan razones y sinrazones para ello. ¿Deberá seguir siendo esta nebulosa el destino letal para el Perú? ¿Dónde están los hombres de Estado?
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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