Wednesday, May 24, 2006

El gobierno lo tiene cualquiera


Si los trascendidos que musitan –y más que musitan, denuncian- que apenas se tenga el resultado del próximo comicio del 4 de junio, ya está pactado o convenido que el Establo congresal apruebe el TLC (Tratado de Libre Comercio) con Gringolandia, Perú y su pueblo, quedan a merced de unos grilletes cuyos primeros efectos nocivos se sentirán en los campos de salud y agricultura. A unos y otros afecta directa y letalmente. Pero conviene reiterar la pregunta que debía lacerar conciencias y alertar contra claudicaciones: ¿vale el gobierno un TLC traidoramente “negociado”?

La desesperación mediática del ministro del TLC, oficialmente de Comercio Exterior, Alfredo Ferrero, de su alfil Pablo de la Flor, representante directo en Perú de los que hicieron el TLC de Chile con EEUU, el estudio de Eugenio Tironi, y de toda la pandilla bien pagada para “convencer” al Perú que el “sí o sí” que alguna vez –y será recordado de por vida- dijera el presidente Toledo, es abrumadora como desvergonzada. Es como si tuviéramos en los altos cargos a gringos pro domo sua y aberrantemente descarados. ¡Cómo si nadie supiera que todos ellos ya tienen puestos de capataces, flageladores y ojos y oídos de las empresas que se asienten en Perú luego que se firme aquel TLC!

A propósito del presidente Toledo y su defensa “gallarda” de Graña y Montero que ha invertido en Bolivia. ¿Por causa de qué en el 2002, cuando pulverizaban en Chile, vía ajuste bancario, judicial y a través de una prensa convenientemente agresiva, a Aerocontinente, no reaccionó igual? La aerolínea había capturado en buena lid y excelente servicio no menos del 15% del mercado del país sureño. Pero no sólo no dijo nada, sino que parecía que el asunto era totalmente ajeno a los peruanos. El infeliz que hacía de canciller, Niño Diego García Sayán, el zar de las ONGs, condecoraba a su par chilena Soledad Alvear ¡por esos mismos días! en Lima.

¿Un lavado de rostro, desde la puerilidad vanidosa del gobierno, confiere validez a un antimperialismo marchito que no cuestiona la clarísima y concesiva pretensión de ser como país, apresados por un tratado internacional –para el Perú- y apenas un pacto comercial para Estados Unidos? Conozco cientos de militantes apristas honestos. A ellos la pregunta.

El poder que manda y determina qué se hace y qué no en Perú y en el mundo, nunca está en Palacio. Está en los memos, llamadas telefónicas, emails y gritos desaforados de los guardianes del gran capital que sólo consideran que los hombres y mujeres de este país son guarismos fríos y que la productividad vía inversión importa más que las muertes por desnutrición, ignorancia y envilecimiento de 26 millones de peruanos. Para el capitalismo salvaje lo único válido son los réditos que se consiguen. El resto es basura. Sólo que esa “basura” son seres humanos, fundamento y base de cualquier proceso revolucionario.

Hoy, puestos en el abismo de grandes claudicaciones que hundirán en el basurero de la historia a quienes se conviertan en cómplices gonfaloneros de estas acciones, hay que llamar a la conciencia nacional antimperialista para que critique, piense, reflexione, perfeccione tratados lesivos que están por firmarse por un Establo congresal carente de cualquier representatividad o respetabilidad política. Que cada quien asuma su responsabilidad y que conteste por ella. Y a los traidores habrá que perseguirlos y fusilarlos moralmente por calles y plazas. Las leyes no los sancionan ni castigan.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!