Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
22-7-2024
¡Traficantes políticos!
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La novísima tesis de la tramposa
fauna política es que los caviares son responsables del desmadre y a ellos hay
que atribuirles el 100% del tráfico de influencias, la deshonestidad como
bandera, la mediocridad como “virtud” ensalzada por genuinos mentecatos.
Unos y otros, políticos
(en altísimo porcentaje que frisa el 100%) y los denominados como caviares,
comparten culpas: copamiento de gobiernos y entidades públicas; entronizamiento
de logreros y charlatanes, embusteros profesionales y endogámicos; egoístas
cuyo único “pensamiento” es en sí mismos.
¿Hay diferencia entre
estas manadas hambrientas? De repente la fraseología, unos repiten viejas
consignas y neologismos “impresionantes” y los otros son descarados mercenarios
del sistema que salen a marchar a las calles en grupitos de no más de 30
individuos, pero de ese modo “hacen presencia”.
¿Qué hacen nuestros
traviesos mamarrachos?
¿No es común ver, para
cualquier fenómeno u ocurrencia que demanda una sola explicación, mil o más
conjeturas, revestidas de palabras bonitas, mucha nadería y soberbia estupidez
la que emiten nuestros traficantes políticos?
No dudan, nuestros
traficantes, en agenciarse cursos de gobernabilidad en el extranjero y aunque casi
nunca el seso les acompañe, orondos, muestran sus diplomas que los nominan como
“facilitadores, gestores, estrategas” del tan manido arte de “gobernar”.
Pero más allá de la voz
“profunda”, los lentes que intelectualizan cerebros congénitamente idiotas, hay
poco, tan solo palabras, palabras, palabras. Y, ciertamente la “gobernanza”,
neologismo simplón, queda en garrulería.
Nuestros traficantes
políticos lo son ¡precisamente! porque de cada mil términos que emiten, 998 son
ejercicio hueco o habilísima destreza para confundir más, no proponer nada y
¡mucho menos! impulsar un mensaje orgánico pensando en los más y en el horizonte
de cinco o siete décadas.
Inmediatistas, vocingleros
en la forma y palurdos, categorizan que la aparición en cualquier medio, radio,
periódico o televisión, llena el objetivo de sus casi ciegas y torpes
ambiciones. Con ese marco más bien pobre, no importa lo que rebuznen, el asunto
es “tener presencia”.
¿Por causa de qué el
ciudadano nacional es tan poco exigente? No le extraña que el político sea de
juguete, al contrario, se solaza en cuál de los escándalos fue de mayor estrépito
o intimidad, como si ello procurara una luz de esperanza para el habitante
común y corriente.
En cambio, los miedos de
comunicación han fabricado a un elector acrítico, bobo, profundamente
mecanizado. Todas las mañanas los noticieros dan cuenta escrupulosa si el
asesinado lo fue por ajuste de cuentas, asalto y la precisión de saber si fue
el tiro a la cabeza o al pulmón, es francamente morbosa.
En Perú hemos tenido decenas
de miles de muertos a bombazos y crímenes masivos en todas direcciones, desde
el terrorismo dinamitero hasta el Estado nocturnino y alevoso que cohonestó
matanzas en nombre de la “democracia”.
Hay una conclusión
irrebatible: el peruano de hoy, es genio y figura, diseñado por los miedos de
comunicación. No extraña, por tanto, que estos mismos miedos, no sean
criticados ni emplazados porque, además, están concentrados en una o dos manos
propietarias.
Es muy fácil conocer a los
traficantes políticos. Hablan con una sabiduría de que carecen y para eso emiten
por donde pasan, términos que suenan bien y a difícil: gobernabilidad,
generación de mercados, sociedad civil, la defensa de la democracia, etc.
Usan anteojos (por imagen)
y pronuncian citas de libros que no entienden pero que abundan en sus
“conferencias” y tratados que las más de las veces son compilaciones de sus
abstrusos “artículos periodísticos”.
Hace largas décadas que
Perú carece de políticos de fuste, con vocación de futuro y capacidad de
renuncia al yo personal para abundar y discurrir en el yo colectivo. Si se los
convoca a trabajar en equipo, declinan porque sus egos son elefantiásicos.
Mientras que en Perú
nuestros traficantes políticos sigan siendo de juguete por la terquedad ignorante
de no entender que la unión hace la fuerza, el país persistirá engrilletado a
la mediocridad y a la desesperanza.
No es en definitiva, un
panorama alentador. Pero tampoco es una meta invencible. Depende de cuanta
convicción pongamos en el tema para erradicarlo a favor de las grandes
mayorías.
¡Eso sí, 100% de los
traficantes políticos merecen sepultura y como premio el más categórico olvido!
Y los políticos más
jóvenes deberían darse cuenta que imitar los vicios veteranos sólo produce monumentos
grotescos y palurdos!