por Herbert Mujica Rojas
18-7-2008
La angurria no es genética
"Lo importante es que se tome conciencia, de una vez por todas, en el
Perú, que no se es usurpador por propensión genética sino por default
o renunciamiento del vecino o vecinos. Se apropia de algo quien toma
conciencia que puede hacerlo por dejadez o negligencia del poseedor
originario", apunta un brillante escritor y diplomático comentando
cómo se pasa la vida en la nación y se abren las puertas de par en par
a todos los invasores que ahora se dan el lujo de tener ministros,
embajadores, parlamentarios y mercenarios a su servicio indirecto o
directo, por estupidez y falta de amor a la patria.
En efecto, el servilismo se ha convertido en una política de Estado.
Recordemos porque, como decía Haya de la Torre, en Perú lo sabido, de
puro sabido se olvida siempre, que el Senado chileno aprobó pocos días
atrás el Tratado de Libre Comercio con Perú, disfrazado aquí de
Acuerdo de Complementación Económica y éste no ha sido discutido por
el Establo congresal porque simplemente se lo quitaron de las manos.
Sin lucha, en la lóbrega soledad de legiferantes irresponsables que
han declinado hasta protestar por un tratado internacional que implica
variaciones tributarias y económicas que la Constitución preceptúa
como de tareas inabdicables del Congreso. Pero ¿qué saben del Perú
estos pobres? La situación ridícula será cuando el Parlamento chileno
recabe la aprobación de su par local porque así son los tratados
internacionales.
Ha dicho el próximo presidente de Chile, Sebastián Piñera, de casual
visita en Ecuador, que su país no tiene conflicto limítrofe alguno con
Perú. Nótese que el del sur reitera la política oficial siendo de otra
tienda política. Es decir, el gobierno socialista de Chile es más
chileno que socialista y eso deberían entenderlo los canallas que
arropan el ideal de integración latinoamericana y lo "confunden" con
sus propios negocios y cuchipandas comerciales y facturan homenajes
aquí y acullá.
El problema no es al sur. Es aquí a lo largo y ancho del país.
Pandillas nativas huérfanas de cualquier concepto de amor nacional o
identificación con el Perú, pululan en los medios de comunicación
fabricando loas a la inversión y a sus infaltables contratos de
estabilidad jurídica que hay que leer como licencia para explotar
impunemente el país, irrespetando leyes laborales, pagando poco,
discriminando y haciendo una chacra globalizada en que reyezuelos de
opereta, mediocres hasta la saciedad, lucen como único estandarte, el
ser mozos palurdos de quienes traen espejitos y pólvora, en forma de
dólares o euros para distraer a las nuevas generaciones de cipayos o
esclavos.
Y el silencio de castas políticas avejentadas no puede ser más
oprobioso. ¿Cuántos políticos o dirigentes sindicales manejan
conceptos geopolíticos de análisis de nuestra difícil vecindad con
Chile, con Ecuador o con cualquier país limítrofe? ¿No fue hace poco
"tema de Estado" criticar al mandatario boliviano Evo Morales? ¿Y qué
hace la agencia noticiosa Andina? ¿acaso no distorsiona alegremente el
Tratado de 1929 entre Perú y Chile, en abyecta como inaceptable
traición al país y con el dinero de todos los contribuyentes? ¿y eso
no es socavar directamente la demanda del Perú ante la CIJ?
Quien abre las puertas y quita la vigilancia, no puede quejarse que
los invasores lleguen y hagan cuanto les venga en gana. Más aún, si se
les otorga, desde las ficticias altas cumbres del "poder",
administración precaria del gobierno, incentivos para que afinquen a
su modo y conveniencia, intereses y réditos, los invasores dejan de
serlo para convertirse en huéspedes con todas las de ley. Con la
salvedad que esa ley desfavorece a amplios sectores nacionales, para
hacer todo lo contrario con quienes posan sus insolentes maquinarias
por estos pagos. La inversión no puede ser patente de corso, como
dicen esos vendepatria que son los tecnócratas, para expoliar un país,
como ocurre por estos tiempos.
¿Qué dice el periodismo? La respuesta es muy sencilla: escribe, relata
o muestra lo que los dólares o euros de estas empresas pagan y
fabrican realidades que tienen que ver básicamente con la mentira
porque lo único que en Perú NO importa es la verdad de cómo son las
cosas. ¿Y el pueblo? El pueblo siempre es el convidado de todos los
discursos, y el ausente, consuetudinario de la supuesta obra que se
hace en su nombre y con la subrayada circunstancia que quienes
engrosan sus cuentas de ingresos son otros y no los peruanos.
La angurria no es genética. Tiene que ver con el grado de permisividad
y estupidez que muestran los líderes que marcan el mal camino, la
avenida del error a sus pueblos. Y los canallas cómplices son parte de
este abominable cuadro.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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