“Agradecer” al fujimorismo delegación de facultad de
legislar
por Guillermo Olivera Díaz; godgod_1@hotmail.com
3-10-2016
En mis andanzas de lector me
he topado con una frase insólita, quizá calculada e inducida por Keiko misma o
por su cazurro entorno, que busca a gritos anidar benevolencia donde no la hay,
del sonoro congresista amazonense Héctor
Becerril Rodríguez: “…el Perú tiene que agradecerle al fujimorismo el otorgamiento de
facultades”. ¡Sin cuajo, él debe agradecer a quien le paga!
Tal expresión,
óntico-ontológicamente vista, no resiste el menor análisis crítico, tal vez
porque su autor es químico farmacéutico; ergo, está perdido en la maraña del
ordenamiento jurídico nacional ¿Agradecerle, el país, a quien realiza su trabajo habitual normado, puntualmente pagado y cumple, en adición, una figura
jurídica laboral, entre muchas otras, prevista en la Constitución Política?
Nada hay que agradecer, al funcionario rentado que cumple su trabajo-obligación,
por el altísimo sueldo que recibe, cada mes, y que ejercita una facultad
constitucional de delegar en
el Poder Ejecutivo la ¡facultad de
legislar!, tal como lo permite y describe, con suma claridad, el
artículo 104° de la Constitución Política.
Dicho numeral señala: "El
Congreso puede delegar en el Poder Ejecutivo la facultad de legislar, mediante
decretos legislativos, sobre la materia específica y por el plazo determinado
establecidos en la ley autoritativa".
En consecuencia, el
fujimorismo en sus horas de trabajo, todas pagadas, ha ejercitado una previsión
constitucional. Ha hecho lo que prevé y norma la Constitución y no otra cosa.
Ha cumplido, pues, a rajatabla, un claro mandato constitucional y no una
discreción libérrima o algo que le vino en gana por su aparente bondad y
voluntad. Esa delegación al Ejecutivo para legislar, tal como lo hace cualquier
Congreso, es una figura jurídica que contemplan las diversas cartas políticas
del mundo. No es, por ende, una liberalidad del fujimorismo, o cosa parecida, que
el país que le paga tenga que agradecerle.
En el fondo, ejecutar el
trabajo congresal de “delegar facultades legislativas”,
para que otro órgano, del mismo Estado, también facultado constitucionalmente,
las realice, es desprenderse y aminorar el propio trabajo, dejar de cumplir
obligaciones propias para que alguien diferente las asuma, más velozmente y
mucho mejor que quien las delega. El país busca que uno u otro órgano estatal
las cumpla, le es indiferente quién, por eso las regula, para cuyo fin ambos
órganos están remunerados y los dos entes son elegidos por el pueblo, son
mandatarios.
Por lo tanto, al país, el
indiscutido mandante, hay que agradecerle que paga cumplidamente para que ese
rol de delegar se materialice, ojalá sin dilaciones que linden con el manoseo,
como es que un proyecto de ley de delegación pase por el tamiz de 11
comisiones, donde la especialización escasea y la desmesura brilla. Sin
embargo, el conspicuo Becerril pretende un agradecimiento al revés: ¡que el país agradezca al fujimorismo!,
expresión que suena a dislate risible, a
desbarre mayor, o a una viveza criolla que busca echar tierra a los ojos de los
incautos y fanatizados que abundan. ¡Una propaganda subliminal!
Del mismo modo, si el juez
penal ha sido diligente en ajustarse a los términos procesales y finalmente dictar
la sentencia absolutoria, debidamente motivada, que me corresponde, porque soy inocente,
no tengo que agradecerle, pues, ha cumplido su obligación, por el estipendio
que recibe. ¡Lo propio sucede en esta publicitada delegación de facultades
legislativas!
¡Que a Becerril Rodríguez,
antes congresista por Amazonas y ahora por Lambayeque, le agradezca su abuelita
y también Keiko Fujimori, por su sonoridad y encubrimiento!