¿Una lágrima por Gareca?
por Joan Guimaray; joanguimaray@gmail.com
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3-8-2022
Se va Gareca y nos ponemos a lagrimear. Gareca se va y nos
dedicamos a lloriquear. Casi convertimos al Perú en un país de patéticos
plañideros. Qué dramáticos que somos. Qué autoestima la que tenemos. Y, qué
altivez la que exhibimos.
Pues, Gareca se fue porque no aceptó la paga que le
ofrecieron luego de evaluar su permanencia de siete años. Se fue porque le
dijeron que en adelante su sueldo sería equivalente a su mediano trabajo. Se
fue porque quería seguir cobrando la misma suma a pesar de los magros
resultados. Se marchó porque revelaron la cantidad de dólares que se
embolsicaba anualmente. Y, se largó porque la claridad le molestó, la realidad
le incomodó, la verdad le disgustó, y porque la transparencia no es la suya,
puesto que, en él, la enemistad es irreconciliable con la diafanidad.
Pero aquí, seguimos gimoteando, continuamos lamentándonos y
no cesamos de maldecir al hombre de Chongoyape que lo echó del puesto de
entrenador. Y, así de sentimental, emotivo e histéricos somos. La sobriedad, la
sensatez, la cordura, no es nuestra virtud. La memoria, la historia, la
estadística y la razón, tampoco son nuestras aliadas.
Precisamente por eso, no nos importa saber, ni recordar,
mucho menos usar el juicio, sino, sólo creer. Ya sea por ceguera, por exceso de
optimismo o por necedad, pero creer. Creer que Gareca ha sido el más ganador de
todos los tiempos. Creer que ha sido el mejor entrenador. Creer que es el refundador
del fútbol peruano. Y, creer que si no fuera por él no habríamos ido al mundial
de Rusia.
Nuestras afirmaciones son tan pueriles que ni el propio
Gareca se las puede creer. Pues, él sabe que para Rusia 2018, el Perú ya estaba
eliminado, y si asistió a esa competencia, fue, gracias a Nelson Cabrera, a
quien el seleccionador boliviano hizo jugar frente a la oncena peruana, sin que
este jugador paraguayo nacionalizado boliviano, cumpliera los requisitos que la
FIFA exige a todo futbolista que asume otra nacionalidad.
Y también, Gareca sabe bien, que si Chile no reclamaba ante
la FIFA sobre la irregular condición del jugador Cabrera en el equipo
boliviano, pues la oncena sureña es la que iba a jugar el repechaje o la
repesca, y no, precisamente el Perú. De modo que, a Rusia 2018, el Perú fue de
suerte, de chiripa y de casualidad, y no por mérito propio superando a sus
rivales y clasificándose legítimamente como a México 70, a Argentina 78 o a
España 82.
Pero como nuestra credulidad es tan intensa, tan sostenida y
tan colosal, y nuestra memoria es tan frágil, lánguida y deleble, entonces,
paporreteamos cafres sandeces, como el de afirmar que Gareca ha superado a
todos los entrenadores del equipo peruano.
Sin embargo, según la historia, la memoria y la estadística,
Gareca, en siete años continuos o permanentes, y con toda la ayuda técnica y
tecnológica, además de contar con suficientes asistentes y auxiliares de sobra,
no pudo superar, ni a Didí, tampoco a Tim, mucho menos a Marcos Calderón. Pues,
con el brasileño Didí fuimos a México 70, eliminando a Argentina. Llegamos a
cuartos de final y logramos ubicarnos entre los siete mejores del mundo.
A España 82, fuimos con el otro brasileño llamado Tim. El
nos hizo ganar en los partidos, los puntos necesarios. Sin la ayuda de nadie,
ni pensar en suertes ni repechajes, llegamos con legitimidad y autosuficiencia
a la cita mundialista.
Y claro, antes de ir a España 82, habíamos estado en
Argentina 78, con ese gran docto en estrategia, llamado don Marcos Calderón. Tres
años antes, nos había hecho ganar la Copa América, ubicándonos como el mejor
equipo del continente. Y, en ese mundial gaucho, a pesar de que esa competencia
estuvo salpicada de veladas presiones políticas de la dictadura, Calderón hizo
que la oncena peruana avanzara hasta los cuartos de final. En resumen y
síntesis, quedamos entre los ocho mejores equipos del mundo.
De manera que, no es como dicen, creen y piensan muchos de
nuestros aficionados y fanáticos sin juicio ni retentiva. Pues, a pesar de que
Didí, Tim ni Calderón estuvieron siete largos años al frente de la selección,
los tres técnicos lograron más méritos y éxitos que el argentino.
Aunque claro está, si Gareca hubiera tenido la agudeza, el
olfato y el temperamento de Calderón, pudo haber logrado mejores resultados. Es
decir, si Gareca no carecía de agudeza, habría cometido menos errores. Si no
adoleciera de olfato se hubiera adelantado a los hechos. Y con temperamento,
Cueva pudo haber rendido al doble de su capacidad, Carrillo pudo haber sido más
veloz, y Advíncula no habría sido presa de nervios en cada contacto con el
balón.
Pero eso sí, si Marcos Calderón fue el más exitoso de los
técnicos, es porque tenía el temperamento de doña Natalia Málaga, virtud de la
que carece el melenudo hombre que pasó por la Videna, luego de que en 2014, el
club Palmeiras de Brasil lo expectorara cuando apenas estaba cuatro meses al
frente del equipo, por valerse de su cargo para favorecer la contratación de
cuatro medianos jugadores argentinos.
Pero si nuestra credulidad sin juicio insiste en
sobredimensionarlo, entonces, como desahogo a nuestra doliente emotividad,
convengamos ‘una lágrima por Gareca’. Por ser entrenador hecho sólo para
repechajes. Por los resultados que no fueron de menos a más, sino, al revés. Y
por habernos ubicado en el puesto veinte en el mundial de Rusia.