Alanismo llevó al
Apra a una tragedia terminal
por Jesús Guzmán Gallardo; jeguzga@hotmail.com
14-3-2018
Hace más de treinta años comenzó
la decadencia política, doctrinaria y moral del Partido Aprista que hoy
languidece en Alfonso Ugarte.
A partir de entonces vivieron
de prestado por la épica y mística del pasado que fueran construidos por el
liderazgo de hombres probos y capaces que bajo la conducción de Haya de la
Torre sufrieron el ideal y una lucha sacrosanta basada en principios que
consideraron insobornables.
El devenir indetenible e
impostergable se hizo realidad evidente en el Partido y habida cuenta de su
desnaturalización y desconexión con sus propias bases y nulo contacto o
representatividad de nuestra sociedad se redujo a su mínima expresión después
de haber ostentado por más de medio siglo, el blasón del partido de masas mejor
organizado del Perú e Indoamérica.
Su ideología, de vigente
presencia, fue reemplazada por el oportunismo, clientelaje y corrupción amén pesaroso
de una dirección desenterrada del pasado vergonzante (como reza la letra de la
Marsellesa Aprista), es decir por un caudillaje trasnochado y desubicado en
nuestro espacio-tiempo histórico.
La Gran Transformación fue
suplantada por el sainete que hizo de individuos que nunca trabajaron, en ricos.
La reacción les facilitó la vida al acogerlos en su seno con satisfacción y sin
ningún esfuerzo. La derecha consiguió lo que nunca pudo mientras vivió Víctor
Raúl, y los mutó en sus apéndices o cajas de resonancia. En suma se vendieron a
los vendepatrias.
Las banderas fueron arriadas
sin vergüenza alguna, los más caros y anhelados proyectos apristas de pan con
libertad y justicia social se hundieron en el lodo de la traición y el
entreguismo.
Sabotearon la integración
indoamericana para satisfacer los dictados de la potencia hegemónica y, sobre
todo, burlaron el anhelo y fe de un pueblo, cada vez más olvidado, que luchó
siempre por la democracia genuina.
¡No existe aprismo! Hay alanismo
que es un desecho delictivo de estafa y desverguenza sin límites.
Las noticias informan que el
JNE desconoció a la actual y espúrea dirigencia alanista, por su origen
cuestionadísimo.
No es novedad el estropicio,
es el resultado de un proceso plagado de vicios (padrones fraguados y
adulterados, inexistencia de democracia interna, vale decir no hubo jamás
crítica ni autocrítica, sólo expulsión de los que discrepaban, amenazas y
agresiones físicas, ardides y farsas electorales) que hicieron de los
congresos, convenciones y plenarios meras comedias de ínfima calidad; dibujando
así la personalidad autoritaria, ignorante y faltos de ética de quienes se
alternaron en su dirección a lo largo de más de tres décadas.
No sorprende pues, ver lo que
está pasando al interior del viejo partido que fundara Haya. Colofón previsto por quienes hace muchos años
lo denunciamos. Sin asumir pose de profetas advertimos que lo que mal anda, mal
acaba y así está sucediendo. La orfandad política en que se encuentran los ha
llevado a una alianza contranatura, para no desaparecer del escenario y proteger
al Anti-Haya, Alan García, junto a Keiko, que ya es una vieja alianza (1990) y
que está que la opinión pública llama “fujiaprismo”. ¡Que vergüenza!
Hay quienes bobamente “quieren”
ver dos facciones (los malos y los buenos). En los hechos son las dos caras de
una misma moneda falsa. Ambas bandas son responsables de la debacle,
trasluciendo un simple afán por ser la cúpula de una organización que los
blinde de sus fechorías. No desean salvar el partido, es la lucha por el poder
que les permitirá estar impunes y a salvo de acusaciones pasadas, presentes y
futuras. El fantasma de Odebrecht no los deja dormir.
Hoy más que nunca puedo
afirmar que Alan García no fue nunca discípulo de Víctor Raúl, un sapo que nos
quisieron hacer tragar, y lo digo con conocimiento de causa porque acompañé al
Jefe del Partido hasta su muerte, razón por la cual se me encomendó pronunciar
el discurso a nombre de la juventud en el Parque Universitario en su funeral,
honor que no tuvo jamás el sujeto de marras.
Alan García no fue
consecuente con el pensamiento de Haya de la Torre ni con las más caras
tradiciones del APRA. Gobernó desde la derecha y con la derecha, mirando con
desdén al pueblo que creyó en él.
Desde 1983 reclutó
advenedizos con militancia en otros partidos, traidores, serviles. Sedujo a expulsados
personalmente por Haya (se pasaron a las filas de Sinamos en el gobierno
militar), gente que no tuvo empacho ni
reparos en insultarlo porque la dictadura se los ordenaba. Aún guardo en mis
archivos, documentos oficiales donde públicamente renegaban del Partido y del
jefe, para congraciarse con sus amos los militares que los endulzaban con
sueldos jugosos. Muchos fueron sus ministros y dirigentes del partido que él
mangoneó. Allí están los Gonzales Posadas, los Del Castillos (que tiene la
desfachatez de decir que milita desde hace 50 años, yo nunca lo vi), los
Benigno Chirinos y siguen nombres que por asepsia política y por espacio no
sigo.
La solución no es cambiar
mocos por babas como decía Ricardo Palma. La gran higiene pasa por expulsar a
todos los que llevaron al partido a su estado actual próximo a su desaparición.
Además borrar sus nombres de la historia del partido como lo hacían los incas.
Las propias bases deben
autoconvocarse y formar comandos de acción.
En el colmo de la aberración
y por si fuera poco, los cómplices de Odebrecht como la Confiep, están
reclutando corruptos alanistas para lanzar la candidatura de Roque Benavides su
actual presidente y conspicuo miembro de la plutocracia minera (Yanacocha y
Conga).
Más de 30 años del predominio
alanista con inmoralidad y mediocre conducta han resultado el establo de
ambiciones y pasiones subalternas que es el Partido Aprista hoy. Estamos
notificados.
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