Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
12-10-2006
Perú: ¡la mentira sí paga!
De repente, como predican los moralistas de novela, el crimen no paga.
En cambio, en la política si hay algo que la gente repudia, odia a
muerte, considera abyecto y criminal pero que está presente en un
amplio porcentaje, por encima del 90% de todo escenario de esta
naturaleza, es la mentira, monda y lironda, que sí paga y lo hace con
dólares contantes y sonantes. La mentira sufraga propaganda engañosa;
convierte arrodilladas con los vecinos y con los del norte en palancas
poderosas de desarrollo; subvierte la anulación de la renta básica
cobrada por los ladrones de Telefónica y la transforma en
"renegociación" clandestina del contrato de concesión y ni los
partidos, ni la sociedad, o el Congreso o ningún organismo de control,
de cualquier especie o pelaje, tienen poder, real o formal, para
pulverizar los elementos podridos porque toda la mentira que es el
Perú "democrático" tiene ¡absolutamente corroída sus bases morales!
La política posee vectores, los políticos. Pero ¿qué aprenden, como
lección príncipe, y fundamental, estos ciudadanos?: ¡a mentir! Sin la
mentira coyuntural o perenne, no son tales, carecen de capacidad de
convicción y están huérfanos de "argumentos". Por ejemplo muy simple
una experiencia que conozco de cerca. La iniciativa de crear una
agencia de noticias alternativa, libre, independiente, valetudinaria,
que reemplace la basura cotidiana que las pandillas de poder lanzan al
mercado para que la gente crea sus "verdades", recibe apoyo
entusiástico, vítores de todo tipo, pero a la hora de emprender la
marcha triunfal de sufragar sus primeros arrestos ¡entonces, los
soportes virtuales, los paladines ofertantes de fondos, arrugan,
mienten cualquier cosa, retiran su estímulo y, lo que es peor,
demuestran que jamás tuvieron franqueza ni interés, sólo cobardía
franca y pusilánime!
A nadie parece extrañar que cierto candidato importante, hoy en la
presidencia, diga ¡todo lo contrario! desde el podio de mando, a
cuanto ofreció pocos meses atrás. La mentira ha deshecho y castrado
cualquier reclamo porque todo el tejido político se basa en engaños
por conveniencia y la trama discurre por do ut des en la que si
alguien quiere figuración, sueldo fijo a fin de mes y una parte de la
torta, entonces debe callar y no hacer olas que malogren o cuestionen
la putrefacción que, aunque pestífera, es políticamente correcta.
Ningún partido –o mejor dicho- el único que existe, tiene fuerza para
remover a vendepatrias que son ministros; vendedores de calaminas que
tienen a su cargo Devida; traidores chilenófilos en la cartera de
Defensa; ignorantes en Comercio Exterior; a ciudadanos que aún no se
han enterado que son titulares de alguna cartera; a un ex funcionario
del Banco Bilbao Vizcaya, aliada estratégica de Telefónica de España,
en Economía; y a una palafrenera de los grupos de poder en
Transportes, por la simple razón que la mentira muy bien pagada les ha
inoculado en su cotidiana concepción acrítica que los puestos
importantes deben ser de "independientes" que no lo son, son más bien
embajadores del poder; y que la agrupación política que gana las
elecciones tiene que practicar, con sus militantes capaces, una
clandestinidad profesional sumamente inverosímil por estúpida.
¿Puede darse crédito a la "sociedad civil"? Así gustan de llamarse los
consorcios o grupos de amigotes o proffesional beggars –mendigos
profesionales- agrupados en ONGs (Organizaciones No Gubernamentales)
que son islotes que custodian intereses financiados, en la mayoría de
los casos, por USAID o fundaciones como la Ford con ligazones marcadas
con la CIA y con otras entidades, siempre dentro del esquema
geopolítico de dominación estadounidense. Los que ayer denostaban del
dólar imperialista, hoy cobran del mismo, protegen líneas de inversión
creadoras o proseguidoras de los grandes problemas porque de ese modo
perpetúan las donaciones abundantes y dolarizadas. El propio James
Petras les ha llamado empresarios de la pobreza lo que equivale a
traficantes y piratas de nuevo cuño. Es probable que un porcentaje muy
ínfimo crea realmente en los derechos humanos o en las numerosísimas
fachadas de que hacen gala en la prensa, pero en su lamentable vasta
mayoría forman parte de un funcional modelo de opresión pagada en los
medios de comunicación que difunden mentiras que a fuer de repetidas
tornan en "verdades" aceptadas acríticamente.
En cualquier caso, la mentira sí paga.
Sostiene la mentira el edificio del "sistema democrático" peruano.
¿Qué democracia puede ser aquella en que menos del 5% gobierna como
testaferro de poderes de ultramar a quienes vía cuenta corriente y
servicio de la deuda externa, rinden arqueos exactos y puntuales?
La mentira sí paga. ¿No es cierto acaso que débiles mentales, idiotas
consuetudinarios, nulidades intelectuales repetidoras de lugares
comunes, pasan en Perú como faros de cultura, estrategas, analistas,
sabios, amautas, líderes luchadores y demás monsergas? ¿No son
aquellos vividores profesionales de dineros raros, los que se halagan
entre ellos, se invitan a sí mismos, rotan por los poquísimos
programas políticos y hasta escriben "libros" para justificar los
dólares que reciben del exterior? Hay el caso que denuncié hace años
que un ex ministro, zar de las ONGs, Niño Diego García Sayán, con
dinero del pueblo –del Estado- se hizo hacer un libraco de 250-300
páginas y en ese tomo magistral colocó 250-300 fotografías de sus
actos en Relaciones Exteriores. ¿No es el clímax de la imbecilidad más
ridícula el caso de un Adonis de juguete?
La mentira es profundamente envilecedora; embrutece y socava la moral
de un pueblo y de su dinámica colectiva. Hay que combatir el negocio
de la mentira que es practicada como una política de Estado. Y es una
realidad que no puede disimularse. No por más tiempo.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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