7 de julio, congreso fraudulento y traidores
por Jesús Guzmán Gallardo; jeguzga@hotmail.com
4-7-2016
Los alanistas, apóstatas e
inmorales, seguidores del Sr. -6%, han convocado a lo que llaman congreso, el
próximo 7 de julio. ¿Qué tendría que ver una fecha célebre y heroica en que los
valientes de Trujillo en 1932, asaltaron el Cuartel O’Donovan, con rábulas y
cómplices o apañadores del peor desfalco moral contra el partido de Víctor Raúl
Haya de la Torre?
La respuesta es evidentemente
que ¡nada! Quienes se presten a este manejo maniqueo son parte de un sainete y
de una estafa política mayúscula y sumamente grosera. Desde adentro y de los
oportunistas que están listos para subirse al coche.
Derrotados
En el 2016, en la Av. Alfonso
Ugarte, sólo reina el olvido y la desviación ideológica fruto de la
inconsecuencia, la ignorancia y la ausencia de ética y moral. Hoy, se disputan
los restos de lo que fue una monolítica organización al servicio de los
intereses del pueblo y como Boabdil, “Lloran como mujeres lo que no supieron
defender como hombres”, con perdón de las mujeres.
Parcela privada
Los mariscales de la derrota,
pugnan por retener el control partidario como si fuera su chacra, no tienen la
mínima vergüenza para dar un paso al costado. Nunca fueron apristas y lo prueba
el discurso conservador, reaccionario y entreguista que lucieron en la
contienda electoral. Arrastran el peso de haberle dado la espalda al pueblo y traicionado
su causa sacrosanta, evidenciando que, ni por asomo, leyeron la doctrina y
filosofía creadas por Haya de la Torre y menos aún la historia del Apra heroica
y coherente con la conducta sin mácula que ostentó.
Agazapados
Esperaron que falleciera en 1979
su líder indiscutible, para dar rienda suelta a sus ambiciones rastreras y
egocéntricas y así aparecer en escena los que dieron muestra de su deslealtad e
inconsecuencia durante el tiempo que duró la dictadura militar de entonces.
Pulverizaron al aprismo
Ya no hay apristas, sólo
existen alanistas que constituyen la antítesis de lo que fue la auténtica
izquierda democrática sostenida por lo que llamó Simón Bolívar el cuarto poder,
vale decir, la ética y la moral. Sus actuales dirigentes lograron lo que ni la
más cruel de las dictaduras pudo conseguir: deshacer el movimiento que se
construyó con sacrificio, privación y sufrimiento; llevándola a su mínima expresión
anodina. Esto conlleva afirmar que la reconstrucción del Apra se logrará, sólo
sin los alanistas que hicieron de la política “vil negociado culpable”.
Renacimiento
La acción renovadora que
reconstruya el espíritu verdadero del aprismo será tarea exclusiva, sin
condiciones, de una juventud nueva y desinteresada que recoja el sueño de
hombres señeros, honestos y valientes como Bolívar, Martí, Rodó, Darío, Sandino
y Víctor Raúl. La enseña de esta pléyade debe ser la vigente admonición de
Manuel González Prada: “Los viejos a la tumba y los jóvenes a la acción”. De no
ser así, preparémonos para asistir a sus funerales que la derecha reaccionaria
saludará con inoculta alegría a su paso.
Cárceles y persecución
Junto a Víctor Raúl, en 1932,
se encontraban, muchos apristas, en las ergástulas del dictador Sánchez Cerro;
otros estaban desterrados, proscritos y perseguidos sin compasión. Sobre el
jefe del Partido pesaba una amenaza permanente de asesinato por el sólo hecho
de sus ideas y de su liderazgo inmarcesible de las clases explotadas.
Se vivían momentos de mucha
tensión, pero a pesar de ello, la resistencia era notable y heroica, sostenida
por hombres y mujeres que habían escogido el camino del sufrimiento por un
ideal, sin embargo, la militancia prefirió en palabras de Haya: “El crisol de
una realidad dolorosa”, que tuvo la virtud de forjar gente valiente y
dispuestos a dar su vida por lo que creían sin dar tregua a la cobardía y a la
traición.
Esto permite explicar, por
qué aquél 7 de julio de 1932, hombres mal armados se lanzaron a la toma del
cuartel O’Donovan en Trujillo, expresión del oprobio y la tiranía. Sentimientos
de indignación y justa rebeldía se cohesionaron aquella madrugada derrotando al
miedo.
Mística y banderas de libertad
Se convirtieron así, sin
saberlo tal vez, en émulos de los que tomaron La Bastilla el 14 de julio de
1879 en París. La revolución, gestada de esta manera, alentó el comienzo de la
mística que acompañó al Partido Aprista y lo distinguió de otras agrupaciones
políticas que no tuvieron más expresión que el interés personal y mezquino. Sus
banderas fueron la libertad y la justicia social, que quienes las hicieron
flamear estaban totalmente convencidos de haber abrazado una doctrina de
redención para los más necesitados y postergados.
Estas jornadas épicas resultaron
un precio muy caro, que el odio y la venganza se encargaron de “reclamar” con
el fusilamiento de 6000 apristas en los muros de Chan Chan. Los héroes de
aquella jornada nunca fueron olvidados por mi generación, inclusive creamos una
cantata que el temor conservador interno censuraba y procuraba ocultar. Aún
recuerdo la emoción que sintió Víctor Raúl, cuando la escuchó en su estreno en
el Aula Magna de la Casa del Pueblo y la calificó de Melopea. He ahí, la autoridad
moral de los jóvenes que hicieron gala de su consecuencia y gratitud, luchando
generosamente y con coraje contra la dictadura militar, sin esperar una
concejalía, una curul o prebenda alguna.
Hombres valientes
Al recordar la gesta del 7 de
julio de 1932, el mejor homenaje será estudiar y reflexionar sobre las
motivaciones que sus mártires tuvieron para rendir sus vidas, pensando que, los
que venían, no los olvidarían y seguirían su ejemplo. Y como solía decir Haya
de la Torre, cada uno en su puesto, sin temor alguno, prestos a combatir,
denunciar y expulsar al apóstata, al traidor que vende sus ideales por un plato
de lentejas (atentos que se prepara una
alianza con el fujimorismo rastrero), al corrupto que se haya enriquecido
con dinero mal habido, al frívolo que expone su prosaica actitud luciendo su
miseria humana y al cobarde que dé un paso atrás.
¡Gloria y loor a los héroes y
mártires de la revolución aprista del 7 de julio de 1932!