Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
17-8-2024
¡ROBAR no es hacer política!
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Robar el dinero público o estafar la fe del elector, no es
hacer política, es DELINQUIR a secas.
La supuesta criollada o viveza con testaferros es un crimen
abominable. En cada ministerio o dependencia oficial debiera haber un letrero
gigante que proclame: ¡AQUÍ NO SE ROBA!
¿Qué es lo único que el adalid, líder, guía, debe poseer
como distintivo fundamental de su influencia en los demás? ¡Su optimismo, fe
invencible y determinación de triunfar!
A más dificultades o escollos, más entusiasmo contagioso a
su alrededor.
¿Qué diferencia al líder, del seguidor común y corriente?
Tengo la viva impresión que el adalid siempre sonríe, piensa y mira al
horizonte.
Hacer y organizar son columnas de su pensamiento y, sobre
todo, es un ser ético que NO roba
dinero o bienes ajenos y que tampoco estafa la fe del pueblo.
Los grandes capitanes del pueblo, en el ámbito en que se
desempeñen como dirigentes o gerentes carecen del "derecho" al derrotismo.
El problema del Perú es que las pandillas, taifas, colleras
o bandas de elementos delincuenciales, fueron audaces, atrevidas y se hicieron
de la administración pública, de no pocos ministerios y en grupo y de manera
masiva, desde Palacio de Gobierno exprimieron al pueblo.
Los clubes electorales, alias partidos políticos, también
sufren el imperio de entornillados dirigentes, viejos, anacrónicos, deshonestos
hasta la médula, pero pretenden seguir como diputados o senadores, esquilmando
al Estado.
Los discursos bellos, muy eufónicos, con voz engolada y
juegos de diafragma muy bien entrenados ¡ya no convencen a nadie!
El último ejemplar que envileció la oratoria hasta niveles
nauseabundos, prefirió por cobardía y mala conciencia, meterse un tiro, antes
que afrontar sus picardías ante los tribunales de justicia.
Delincuentes en la cosa pública, por generaciones, han forjado
un Estado servil para con el mandato de los poderosos y obsecuente con quienes
pagan sus impuestos para mantenerlo.
La gran contradicción es mostrada como "normal"
por los miedos de comunicación que embrutecen al lector, televidente u oyente
vía los ríos de sangre que propagan durante las 24 horas del día y así en el
decurso de meses y años.
Para hacer política no es necesario robar, transitar por los
derroteros culposos de la coima ni el conchabo que edifica asociaciones
ilícitas para desplumar al Estado.
Debe recordarse que el Estado es una convención ciudadana,
una herramienta para cualquier gobierno y que su definición torna fundamental
para saber qué clase de Estado o Estado de qué clase queremos.
¿Es posible ser honrado en la cosa pública en Perú? Una
simple revisión de las principales entidades estatales nos daría un dictamen
abominable.
Encontrar funcionarios honestos es casi una aventura porque
o roban o dejan robar o se hacen de la vista gorda ante saqueos que malgastan
el dinero del pueblo.
¿Cuántos pillos o pillas dejaron a su “gente” en los puestos
claves para tapar sus trapacerías y ponerse a la expectativa de un retorno cuando
se tiene amistades en los altos puestos?
El liderazgo auténtico requiere el mantenimiento perenne de
conductas éticas tanto en la cosa pública, como partidaria o empresarial.
Perú tiene que fulminar de sus instituciones, a ladrones que
llevan años en los puestos más altos. Y que han perfeccionado los métodos para
robarle al Estado.
Paradójicamente ¿no es el dinero que elude pagar impuestos,
a cargo de las empresas poderosas y sus gángsteres serviciales, tan o más
grande que el que se recauda mensualmente?
Con esos dineros dejados de cobrar por el Estado, se podrían
construir hospitales, escuelas, carreteras. Pero los cacos arrasan con el
billete.
La sonrisa, el optimismo constructor, el entusiasmo
edificante que amalgame voluntades que griten al unísono por la conquista de
sus ideales, una tarea imprescindible y a la que no pueden renunciar quienes
deben estar a la cabeza y en la primera fila de la responsabilidad en la marcha
por las calles, en el micrófono de la tribuna parlamentaria o en el Ejecutivo
en Palacio.
Hay, por último, lecciones en la historia del Perú de
líderes que manejaron un estilo (“mesianismo constructor”) sin dañar a nadie e
incluyeron en sus ejercicios democráticos a cientos de miles o millones, en la
fe y en la convicción.
¡Por un Perú libre, digno, justo y culto!