Perú: Patrimonio único en el mundo
por Wilfredo Pérez Ruiz; wperezruiz@hotmail.com
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5-8-2021
La llegada de “Bicentenario de la
Independencia Nacional” (28 de julio de 1821) despierta nuestra reflexión
acerca de la extraordinaria multiplicidad cultural, ambiental, social, étnica y
geografíca que nos define. Ello me trae a la memoria las palabras del recordado
José María Arguedas: “Ese Perú hermoso, cruel y dulce, y tan lleno de
significado y de promesa ilimitada”.
A continuación comparto algunos
alcances tendientes a aprender y fortalecer el orgullo patrio. En las zonas
andinas albergamos la mayor población de vicuñas y alpacas, los camélidos con
las fibras más finas y cotizadas a nivel internacional. Tenemos 30 variedades de
olluco; 3,000 de papa; 32 de maíz; y casi 25 de quinua. Gracias a las pacientes
indagaciones del empresario Fermín Tanguis (1851-1930) logramos obtener un algodón
-considerado el más selecto del mundo- que lleva su nombre.
La geografía peruana exhibe características
únicas y excepcionales en el planeta. Los cañones del Colca y Cotahuasi
(Arequipa), están reconocidos como los más profundos; poseemos 1769 glaciares;
12,000 lagunas de diferentes tamaños; el nevado Alpamayo, ubicado en el Parque
Nacional Huascarán (Ancash), fue designado el más bello en la Encuesta Mundial
de Belleza Escénica (Alemania, 1966); el río Amazonas, el más caudaloso y
fascinante; y el lago navegable más alto: el Titicaca.
Estamos entre los primeros cinco países del mundo en
biodiversidad. Un ejemplo, es el hallazgo en un sólo árbol (el shihuahuaco) en la Reserva Nacional
Tambopata Candamo (Madre de Dios) de 5,000 especies de insectos (el 80 por
ciento eran una primicia para la ciencia). Además, albergamos 3,000 de
orquídeas y 1760 de aves (la mayor cantidad del orbe). Poseemos 84 de las 104 zonas de vida existentes y 28
tipos de clima de los 32 identificados.
Nuestro país no es solo la tierra
del ceviche, el pisco, la chirimoya, la lúcuma, la guanábana, la granadilla,
entre otras innumerables fuentes de alimentación. Estamos obligados a reconocer
el aporte destacado por el eminente historiador Luis Eduardo Valcárcel en su
obra “Historia del Perú antiguo”, cuando afirma: “…Los peruanos precolombinos
tienen en su abono ser quienes mayor número de plantas domesticaron sobre la
faz del planeta. De ese modo dotaban al hombre de un crecido número de
alimentos, entre los cuales sobresale la papa como el tubérculo que libró a
Europa de las hambrunas periódicas y ha contribuido a la grandeza del pueblo
alemán. Cerca de otras cien plantas útiles pasaron por las manos de los
antiguos peruanos para transformarse de silvestres en cultivables, con un
pronunciado cambio en cualidades nutritivas y mejor sabor que hace apetecibles.
Cultivaron también plantas industriales, como cuatro clases de algodón, el
añil, la cabuya, la enea y otras fibras que emplearon, junto con la lana de los
auquénidos, en la manufactura de sus magníficos tejidos”. Recordemos que cerca
del 40 por ciento de los comestibles han sido domesticados en el Perú.
El océano Pacífico es una fuente
singular de recursos que bien vale echar un vistazo. El barón alemán Alexander
Von Humboldt -acompañado de su amigo el médico y botánico francés Aimé
Bonpland- arribó al Perú el 1 de agosto de 1802, como parte de un extenso viaje
por América. Durante su permanencia en los pueblitos de Huanchaco y Huamán (La
Libertad), averiguó la temperatura marina. Halló que era cinco grados menor que
la correspondiente a esa latitud y lo relacionó con la presencia de un cauce
costero que discurre de Sur a Norte. Este fenómeno denominado “Corriente de
Humboldt” contiene la producción más rica de plancton y phytoplankton que se
conozca.
En nuestro extenso litoral viven
20 de las 67 variedades de los pocos cetáceos y ballenas relacionadas en
especies en el mundo. También, ofrece 700 géneros de peces y 400 de crustáceos.
Toda una maravilla de la naturaleza que debiéramos aprovechar -de manera
racional- para enriquecer la dieta alimenticia de la población.
Humboldt, durante su estadía en
Lima, comenta los visibles distanciamientos e indiferencias de la urbe
capitalina con el resto de la colonia. En su carta al gobernador de Jaén, José
Ignacio Checa, hace estas agudas aseveraciones: “…En Lima no he aprendido nada
del Perú. Allí nunca se trata de ningún objeto relativo a la felicidad pública
del reino. Más separada del Perú está Lima que Londres, y, aunque en ninguna
parte de América española se peca de un patriotismo excesivo, no conozco otra
ciudad en la cual ese sentimiento sea más apagado”. Más adelante añade: “…Hay
pocos lugares donde se hable más y se obre menos”.
Asimismo, nuestra herencia
cultural es un semillero inagotable de permanentes revelaciones que contribuyen
al afianzamiento de nuestra identidad. Una muestra es El Señor de Sipán, un
antiguo gobernante del siglo III cuyo dominio abarcó una zona del Perú. Sus
tumbas marcan un importante hito en la arqueología continental porque, por
primera vez, se halló intacto -y sin huellas de saqueos- un entierro real de
una civilización anterior a los incas.
Otra joya de nuestros antecesores
es Caral que, además, ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por
la Unesco. Situada en el Valle de Supe -200 kilómetros al norte de Lima- tiene
5000 años de antigüedad y es la capital de la civilización Caral. Fue
contemporánea a las civilizaciones de la China, Egipto, India y Mesopotamia.
Este sitio tuvo una organización teocrática y estuvo rodeada por culturas
enmarcadas en lo que se denomina "sociedad aldeana".
De otra parte, científicos de
todas las disciplinas nos han visitado atraídos por la amplitud de las
investigaciones que ofrecemos. Acogemos una inmensurable “cantera” de recursos
que despiertan admiración. El profesor y botánico alemán Augusto Weberbauer el,
el escritor y geógrafo inglés Clements Markham, el médico y antropólogo alemán
Ernst W. Middendorf, el explorador y pensador italiano Antonio Raimondi, son algunos
de los tantos hombres de ciencias involucrados con el estudio del Perú, cuyo
legado estamos obligados a valorar.
Guardo
especial tributo por el descubridor de la “Puya Raimondi”. Luchador
inclaudicable, marchó hacia su fin motivado por el anhelo de revelar el país
con el que se identificó. Superando adversidades logró publicar el primer tomo
de su volumen “El Perú” (1874), dedicado a la juventud. Allí escribió:
“…Confiado en mi entusiasmo he emprendió un arduo trabajo superior a mis
fuerzas. Pido pues vuestro concurso. Ayudadme, dad tregua a la política y
consagraos a hacer conocer vuestro país y los inmensos recursos que tiene”.
Este texto es un documentado recuento de nuestra herencia natural y cultural
que incluye descubrimientos, asientos mineros, haciendas de la costa y sierra,
fundación de pueblos y ciudades, entre otros pormenorizados apuntes. Hoy
tengamos presentes lo dicho por él: “En el libro del destino del Perú, está
escrito un porvenir grandioso”.
Poseemos un horizonte
privilegiado. No obstante, una visión crítica siempre facilita entender la
compleja realidad de una república invertebrada, insolidaria y apática que, sin
embargo, reposa sobre un pasado majestuoso que debiera orientar nuestras
inspiraciones. Por lo tanto, nos corresponde asumir lo enfatizado por César
Vallejo: “Aunque se me haya ocurrido odiar al Perú, ese odio estaría impregnado
de ternura”.
Hagamos un análisis destinado a
superar nuestros intensos y recurrentes desencuentros que evitan forjar puentes
de entendimiento y coexistencia. Trabajemos para vencer prejuicios, complejos,
discriminaciones y todo aquello que nos aparta de los grandes objetivos
nacionales. ¿Por qué nos resulta tan difícil entender que cada uno de nosotros
es la “materia prima” con la que se construye el destino colectivo?
Reconozcamos, en los momentos actuales, la urgencia de asumir el “cambio” como
un imperativo.
Estimado lector, abrigamos mil
razones para elevar la autoestima, engrandecer la sensibilidad, percibir el
futuro con esperanza y plenos de actitudes positivas. Forjemos sentimientos de
unión fraternal, abracemos nuevas realizaciones por el bien común, consolidemos
esfuerzos, aunemos voluntades y sentamos euforia por nuestras raíces milenarias
y, consecuentemente, por nuestra representativa pluralidad en la que confluyen
“todas las sangres”.