Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
Diario Uno/ 4-4-2023
¿Candidatos o bufones?
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Sin que haya desenlace político y ¡mucho menos! fecha
prevista para elecciones, algunos entusiastas, robustos en optimismo, sueños de
opio e irresponsabilidad, ya muestran su angurria por ser parlamentarios. O ministros
o presidente.
La política en Perú se redujo a que cada cierto tiempo,
espantajos de terrible ignorancia y orfandad de entendimiento del país,
pretendan la llamada “representación nacional”.
Demás decir que los malos ejemplos sobran. Los jóvenes detestan
la política porque al observar el salvajismo de nuestras costumbres oficiales,
sólo verifican asaltos al presupuesto y el dinero del pueblo malgastado.
Los bufones políticos practican una egolatría basada en su
inmensa capacidad de confundir haber con a ver; de creer que la curul
parlamentaria es un mueble cómodo para decir “Presente” y cobrar a fin de mes,
amén del tráfico de influencias en los días precedentes.
Esta especie de los bufones políticos son adulones
profesionales y endiosan a quien ellos reputan como las locomotoras en que su
aspiración puede cristalizar como congresista. O ¡por último! como asesor.
Todos rentados con el dinero del pueblo.
La realidad es más dura que el narcótico vicio de creerse
con “derecho” a ser candidatos por su “trayectoria”. En las redes sociales,
aparecen con sus fotos, supuestos logros y “lealtad” a algún partido.
Los partidos están partidos. No son más escuelas de
dirigentes. Son usinas que fabrican monigotes dispuestos a decir cualquier cosa
con tal de obtener la curul.
Examinemos con más detenimiento este proceso.
El candidato legítimo y el bufón, tienen que poseer un
partido o una agrupación que, por lo menos, concite alguna esperanza en el
electorado. De otro modo, la payasada se queda en eso.
El caso de una agrupación política, cuyo último intento
electoral concitó un miserable respaldo de 2.8% y por eso perdió la
inscripción, ha vuelto a figurar en el Registro de Organizaciones Políticas.
Dicho grupo goza de un desprestigio que se remonta a dos
administraciones, 1985-1990 y 2006-2011.
De haber protagonizado momentos históricos en la política
nacional merced a levantamientos armados, protesta popular, lucha en las
calles, martirologio de hombres y mujeres cuyo sacrificio tatuó la trayectoria
y gloria de esa agrupación, dos gestiones hundieron todo ese margesí desde las
bases mismas.
¿Y cuáles los saldos? ¡Catastróficos! Sus integrantes son
motejados de inmorales, rateros, delincuentes.
Entonces, resulta que para contar con votos, superiores al
2.8%, dicha colectividad tiene que pelear por la conciencia del pueblo para que
le levante los oprobiosos dicterios por casos no resueltos y signos exteriores
de riqueza que dan vergüenza.
Más aún ¿será esa una tarea fácil con los veteranos
“líderes” a quienes la ciudadanía moteja automáticamente de corruptos?
Los que llegan con hambres nuevas dirán que ellos no son
parte del convite. Pero, hay que decirlo, entienden la política como el ganapán
anhela qué comer a diario y se da por satisfecho.
La construcción de un país de pan con libertad, con justicia
social desde los tribunales, sin burócratas delincuentes, con abogados
defensores del país y no abogángsteres y árbitros que pierden todos los juicios
del Perú, la convicción de castigar a los delincuentes, NO les interesa a los
novísimos que son viejos por sus vicios y taras continuadas.
¿Han pedido perdón por las barrabasadas en que incurrieron
con el dinero público? ¡No, no lo han hecho!
¿Han castigado a los corruptos enriquecidos
desvergonzadamente a vista y paciencia de los ojos populares? ¡Para nada!
¿Pueden decir que están limpios de vínculos con viejos
mañosos, tahúres hábiles y llenos de conexiones a quienes han servido desde los
más de 20 o más años en el Congreso?
Los bufones no son candidatos, son exhibicionistas que
olvidan el adagio popular: No por mucho madrugar, se amanece más temprano.
Peor aún, son saltimbanquis felices de serlo y pragmáticos a
quienes sus vidas importan, no la del país y sus 32 millones de habitantes.
Con petulantes y emisarios de otros manipuladores es
imposible rehacer ¡siquiera! los barruntos esenciales del otrora gran partido.
Sin votos, podrían perder de nuevo la inscripción.
¡No merecen el voto pero sí un puntapié en las cuatro
letras!