Libros digitales y educación
por David Auris Villegas; davidauris@gmail.com
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La magia de la
tecnología nos provoca asombrosas perspectivas de aprendizaje interactivo,
estimulándonos a desplegar nuestro cuajado potencial cognitivo, apoyados desde
el formidable poder de los libros digitales, al que podemos acceder en
cualquier momento y lugar, “sin restricción alguna”.
Estos libros se
remontan a 1949. Afanada por mejorar el aprendizaje de sus estudiantes, la
española Angela Ruiz Robles creó la enciclopedia mecánica, predecesora de los
E-Books, inventado por Michael Hart en 1971, a través del proyecto Gutenberg
con el objetivo de facilitar el acceso gratis a los libros digitales y,
precisamente, el primer libro electrónico de la historia fue, La Declaración de
Independencia de los Estados Unidos.
Conscientes del
valor pedagógico de estos libros, el Fondo de las Naciones Unidas para la
Infancia, UNICEF, ejecuta proyectos de digitalización de libros destinados a
transformar y masificar la educación, como la experiencia piloto en Nicaragua,
cuyos libros digitales accesibles a todos los niños están optimizando los
aprendizajes.
Asimismo, al ser
digital este libro no usa papel, consecuentemente, evitamos talar árboles,
protegiendo de esta manera nuestro único medio ambiente y, al estar alojado en
la internet, muchos de ellos podemos descargarlos gratuitamente, leer y
compartir con nuestras amistades del mundo, democratizando el acceso a los
conocimientos, traspasando barreras idiomáticas y condición social que ha
creado el absurdo sistema.
Por otro lado, al
editarse en formato interactivo, conteniendo imágenes en todas sus variedades,
textos e hipervínculos como la vida misma, despierta nuestro interés lector
personal y en red, fortaleciendo así, nuestra concentración psicológica y
permitiéndonos empoderar la competencia comunicativa, necesaria para
interrelacionarnos con los demás.
En esta línea,
hagamos de los libros electrónicos, parte de nuestra cotidianeidad académica.
Igualmente, produzcamos y utilicemos como una poderosa herramienta didáctica y,
al ser participativo, potenciamos el vertiginoso aprendizaje significativo,
vigorizando el pensamiento crítico, creativo e imaginativo; provocando así, la
cooperación entre estudiantes, padres de familia y colegas, creando plataformas
lectoras para personas con limitaciones física o mentales, entre ellos, los
audiolibros.
Sin embargo, a
manera de precaución, los libros digitales leídos desde
aparatos brillantes fatigan nuestra vista. Además, es vulnerable a la piratería
y, si no contamos con dispositivos y una conexión a internet, no podremos leer
y amén de la inseguridad por navegar sitios públicos, por lo que debemos
impulsar, leyes digitales globales destinados a proteger a los cibernautas.
Finalmente, estos
libros digitales potencian de manera amena nuestro aprendizaje, incitándonos a
protagonizar el proceso cognitivo, por lo que es ineludible masificar su uso,
desde políticas de Estado, si pretendemos mayor inclusión, acceso a la cultura
y progreso sostenido, sobre todo, en países en vías de desarrollo.