Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
8-9-2005
Serviles orgánicos*
Con feroz exactitud
denominó el historiador argentino Jorge Abelardo Ramos a los vendepatria,
quintacolumnas o miserables regaladores de lo que no es suyo como serviles
orgánicos. Se camuflan bajo múltiples fachadas: tecnócratas, líderes de
opinión, conductores o directores de medios, facilitadores, negociadores. Las
etiquetas sobran. El propósito avieso es sólo uno: promover, bajo escaramuzas
legales o mediáticas, que nuestros países se conviertan en modernos satélites
anuentes de los grandes (¿o deberíamos decir, con más precisión, el gran y
único?) imperios financieros y políticos del mundo.
Los serviles orgánicos
reconocen en Felipillo, el traidor por antonomasia, a su símbolo más
representativo. Y hay neo-felipillos en la política, el periodismo, la
burocracia, la intelectualidad y cada quien hace lo posible por justificar los
ingentes dólares que recibe y que aseguran no sólo el pan de cada día, sino
también, los nuevos autos, las novísimas propiedades inmobiliarias y los
interminables viajes al exterior para asistir a conferencias, debates, fórums,
mesas de toda índole (con preferencia aquellas que sirven para contar los
billetes del estipendio).
Así como hay una
globalización a rajatabla que a través de sus cipayos locales ha hecho creer
que es menester u obligación aceptarla como la muestran -¡y lo que es peor,
imponen!- los serviles orgánicos no tienen patria. Su lenguaje es el mismo de
norte a sur, de este a oeste. Se les nota el acento entreguista desde la
primera sílaba. ¡Eso sí, las zalemas y elogios para el modelo privatizador,
concesionador que usa sub-contratas mil para pagar poco y sin derechos
sociales, son interminables! ¡No hay diferencia entre un gobierno y sus
respectivos adláteres festivos, del Perú o de cualquiera de las otras
nacionales latinoamericanas! La caricatura de una integración de vendepatrias
es una realidad patética.
¿Por causa de qué los
serviles orgánicos se han entronizado en las herramientas principales de poder
en todos nuestros países? Es obvio que el modelo económico-cultural requiere de
cacatúas acríticas y facinerosos más o menos simpáticos. Además provienen, en
su inmensa mayoría, de los sectores pudientes, blancos, racistas y ajenos a
cualquier historia, tradición o sentimiento de patria. Es más vergonzoso
constatar que los partidos políticos olvidaron por completo cualquier prédica
antimperialista y se dedicaron a colocar parlamentarios, burócratas y a
convivir felices en las procelosas aguas del status quo. Y todos han pecado:
desde la derecha momia a la izquierda teóricamente radical.
En Perú se puso a uno de
estos serviles orgánicos y congénitos nada menos que como primer ministro. PPK,
Pedro Pablo Kuczynski, es un individuo inteligente y sabe cómo cubrir sus
maniobras y trapisondas. Para eso usa los edificios legales que cohonestan bajo
millones de artificios cualquier concesión, privatización, negociado o exención
tributaria, sin dejar rastro del delito o del robo a que son sometidos a diario
nuestros pueblos. Hay crímenes y muertos, pero los fautores nunca aparecen. Y, por
lo mismo, tampoco serán castigados. ¡Y hasta se dan el lujo de anunciar sus
candidaturas políticas!
Si las colectividades
políticas no entienden que su camino cómplice los lleva a la muerte
irremisible, entonces, no tendrán porqué llamarse a lamentos cuando pierdan
comicios o regalen caminos de decisión a los poderosos que se llevan fáciles
las preseas sociales en nombre de mentirosas sendas de desarrollo que sólo
engrilletan más la dependencia de nuestras economías. Y ahora con un probable
TLC, la chance que hasta nos ejecuten “legalmente” vía tribunales ad-hoc, torna
casi irrefutable. Como trágica.
¿Será realidad oprobiosa
que los vivos viven de los tontos y los tontos de su trabajo de esclavos? ¿Hay
que morir sin pelear y sin dar lucha?
¡Atentos a la historia;
las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el
gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto
infame y tácito de hablar a media voz!
Lea www.redvoltaire.net
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*Publicado
originalmente en la Red Voltaire el 8-9-2005 https://www.voltairenet.org/article127648.html