Oligofrénicos o
impudicamente bribones
por Joan Guimaray; janoguimaray@hotmail.com
5-4-2016
El país está peligro. En peligro está el país. El retorno del Leviatán
amenaza de nuevo al Perú. El regreso de épocas sombrías nos atemoriza otra vez
a los peruanos decentes. La coyuntura electoral nos inquieta nuevamente. En
tres períodos de gobierno no pudimos sacudirnos de la infame malatía. En tres
lustros de administración no supimos enterrar la infección de la última década
del pasado milenio. La incompetencia de nuestros gobernantes ha vuelto a resucitar
con más fuerza el carcinoma de los años noventa. La mitomanía con mezcla de oligofrenia
de uno, la cleptomanía con raudales de demagogia del otro y la traición con alta
dosis de pusilanimidad e incapacidad del tercero, nos han vuelto a colocar en
la cornisa de estas elecciones.
Y, resulta que ahora, como en los años noventa, ha quedado
demostrada la imparcialidad del Jurado Nacional de Elecciones, el órgano
electoral encabezado por un personaje torcido que no tiene escrúpulos para
perseguir a sus enemigos y que es capaz de disfrutar de viajes pagados por los
justiciables, ha confirmado que la ley es para los candidatos de su antipatía,
y no así para quienes gozan de su simpatía. Desde luego, no ha quedado sino
evidente, que en el desembarco de Acuña, a pesar de su fatal desatino de
entrega de dinero en Chosica, lo que se percibió fue un abyecto tufillo de
discriminación. Y, en el caso de Guzmán, la interrupción de su candidatura por
asuntos de trámites administrativos, fue una medida evidentemente inconstitucional
para favorecer a los candidatos de su simpatía, y que ahora ha quedado
claramente demostrado con esa vergonzosa decisión tomada para no aplicar el
rigor de la misma ley a Keiko Fujimori, pese a que la candidata del lado
enfermo del país, la representante del sector antidemocrático de la nación, la
cabeza de la parte inmoral y convenida del Perú, incurrió en la misma causal de
infracción que el ex candidato Acuña. De modo que, no tomar en cuenta con un
poco de lógica, con algo de criterio y un tanto de ética, los sobres con dinero
que entregaban los simpatizantes de ‘Fuerza popular’ a los posibles electores y
en presencia de la propia Kandidata, ya revela nítidamente la catadura moral de
los miembros del jurado electoral, puesto que son ellos, los únicos que “no tienen
idea ni saben” a quién le favorecería esa dádiva.
Ahora, que nadie diga que se equivocaron o se confundieron. Pues
no. Todos ellos son abogados. Dos de los cuales son magistrados: versados en
leyes, normas y reglamentos. Hombres menos falibles que los ciudadanos comunes.
Por tanto, si sus decisiones son incorrectas, ilógicas y atentatorias al Estado
de derecho, no existe otra respuesta que no sea sino, o son irremediablemente
oligofrénicos o impúdicamente bribones. En ambos casos, están deslegitimados
para ejercer el cargo que ostentan como miembros de una institución que debió
realizar impecablemente estas justas electorales del domingo 10 de abril.
Por eso, en estas condiciones, el voto electrónico en treinta
distritos de Lima, no sólo resulta demasiado malicioso y excesivamente sospechoso,
sino además, obliga a dudar anticipadamente de la pulcritud de los resultados y
exige desconfiar de la imparcialidad de los órganos ejecutores. Claro está que
el funcionario de la Oficina Nacional de Procesos Electorales, dice que “todo
está bien”, que el sistema electrónico está “perfecto”, y que los ciudadanos no
deben de preocuparse, puesto que el Jurado Nacional de Elecciones ha supervisado
todo el diseño del software. Eso quiere
decir, que el ente electoral que a todas luces ha demostrado su más horrorosa parcialidad,
favoreciendo a unos candidatos y descalificando a otros, ha supervisado con “imparcialidad”
la elaboración del software que ha de
usarse en los treinta distritos de Lima. Entonces, es imposible creer que no existan
fundadas razones para que los demócratas duden, incluso, hasta para que piensen
que uno o dos de los hombres del JNE estén desempeñándose como especialistas en
el diseño de ese programa dirigido a favorecer a alguno de los competidores. Y
si fuera así, tampoco es difícil deducir que el volumen de los votantes de
treinta distritos de Lima, pueda inclinar la balanza electoral a favor del
candidato preferido por el JNE, que desde luego, no será el más decente ni el
menos desvergonzado.
Aunque la desconfianza de que sean legítimas estas elecciones
presidenciales y congresales, no sólo ha sido originada por las monstruosidades
jurídicas y las decisiones antojadizas de los miembros del jurado electoral
nacional, sino también, la suspicacia ha sido generada por la propia ONPE que a
pesar de varios pedidos de los ciudadanos, ha sido escrupulosamente renuente a
revelar el nombre de la empresa autora de la elaboración del software, cuyo diseño tampoco ha sido
auditado por ninguna institución de garantía y prestigio. De modo que, el otro
elemento que definitivamente ha terminado por reforzar la desconfianza en la
población electoral ilustrada que está vigilante de que no tuerzan la voluntad
ciudadana, es el anticipado pronunciamiento de los entendidos en esta materia, quienes
como conocedores del sistema, aseguran que el voto electrónico no garantiza la
identidad secreta del ciudadano votante, por tanto, viola la privacidad del
voto.
Los demócratas estamos notificados. Los ciudadanos honestos
estamos advertidos. El voto electrónico es sospechoso. Los operadores no
garantizan imparcialidad. La democracia está en peligro. Estemos atentos. El “faktor
elektróniko” está en marcha. El domingo 10 de abril, puede ser tarde.