por Herbert Mujica Rojas
18-12-2007
1879-1883: mezquindades en plena guerra
En su libro Política y Estrategia en la guerra con Chile (Lima 1979),
Edgardo Mercado Jarrín, cuando se refiere a la falta de refuerzos de
artillería, caballería y transportes, escribe:
"Las ventajas obtenidas por Chile al conquistar el dominio marítimo y
al haber proyectado su poderío sobre los territorios de Atacama y
Tarapacá –campaña en la cual los aliados combatieron prácticamente sin
artillería ni caballería que permitiera efectuar reconocimientos,
explotar el éxito y destruir a las fuerzas chilenas en fuga-, exigían
que en la reorganización se procediera a aumentar fundamentalmente la
potencia de fuegos y la movilidad del Ejército. De acuerdo a los
recursos disponibles, los efectivos de infantería quedaban
subordinados a la cantidad de fusiles, pese a que la población militar
no presentaba limitaciones; los de la caballería se atenían a la
existencia de ganado equino y a las importaciones de Argentina; el
material de Artillería estaba limitado por los recursos financieros
del país, las adquisiciones del exterior y las posibilidades de
fabricación en Lima; y los medios de transporte, al ganado mular,
disponibilidad de carretas y a los recursos locales.
1) Potencia de fuegos.- Como ya se anotó, Chile realizaba una guerra
de invasión para la cual se había preparado con la debida
anticipación. A esto se agregaba la obtención del dominio marítimo y
la conquista de Antofagasta y Tarapacá, lo que le proporcionaba
ventajas para la iniciativa de las operaciones, la elección del lugar
del desembarco, el momento y las circunstancias favorable para la
iniciación de la ofensiva; y todo esto, sin considerar las de orden
económico. La campaña de Tarapacá y sus cuantiosas pérdidas en
hombres, equipo y armamento en la retirada, habían puesto en evidencia
la vulnerabilidad de las fuerzas aliadas. Ante la inferioridad
manifiesta de la potencia de combate de las fuerzas aliadas, en
relación a las tropas chilenas, uno de los medios más expeditivos que
tenía a su alcance el Dictador para remediar la situación, era el
refuerzo de la artillería.
La artillería acrecienta el poder destructor del fuego y brinda
profundidad al combate. No hay artillería en reserva en el campo
táctico ni en el estratégico operativo. Su carencia debilitó la
capacidad combativa del Ejército peruano, y la falta de movilidad
–dada la naturaleza desértica del terreno donde se realizaban las
operaciones- dificultaba los desplazamientos. Un exceso de artillería
sin movilidad, en ese entonces, imponía a las operaciones un carácter
más pasivo y un ritmo mesurado y metódico. Por el contrario, la
insuficiencia de artillería facilitaba la capacidad de maniobra.
El Ejército peruano, perdida la iniciativa de las operaciones, estaba
condenado a asumir una actitud defensiva en el campo estratégico, pero
podía y debió emplear la ofensiva en el campo táctico. La maniobra
defensiva impuesta por la situación, requería remediar su inherente
debilidad organizativa, reforzando los medios de artillería. No se
hizo nada por ello. Por otra parte, el campo de batalla elegido se
encontraba en un Teatro de Operaciones restringido como lo eran Tacna
y Arica. La artillería era la mejor respuesta para fortalecer la
potencia combativa del Primer Ejército que actuaba en un espacio
relativamente reducido.
¿Pudo el Dictador reforzar con artillería al Ejército del Sur como lo
exigían las circunstancias? Creemos que sí, pues existían en Lima
algunos cañones disponibles. En la campaña de Lima –descontando los
dos cañones Clay de 32", viejos cañones de marina difíciles de
transportar, y dos Selay construidos en Bellavista-, participaron en
las abras de Santa Teresa y en Zig-Zag: 19 White, 16 Grieve, 4
Walgely, 2 Vavasseur, 1 Armstrong; en total 44 cañones. En la campaña
de Tacna la artillería del Ejército del Sur estaba constituida por 2
cañones de 12" y 8 cañones de 4".
En referencia a la artillería chilena, Vicuña Mackenna afirma: "El
total de la artillería que iba a batir el campo peruano constaba de 37
cañones; de éstos, 20 Krupp de campaña, 17 de montaña, incluyendo 6 de
bronce y cuatro ametralladoras; total 41 piezas contra 31 del
enemigo". Los cañones Krupp eran modelo 1879, se trata de uno de los
rarísimos casos en los anales de la historia militar, en el que un
ejército de un país no fabricante de su propio material de guerra,
interviene en una batalla con modelos fabricados el mismo año del
conflicto.
Montero no recibió ningún refuerzo de artillería, material que se
reservaba para defender Lima, restando así la potencia de fuego
necesaria al Teatro de Operaciones principal, en donde precisamente se
iba a realizar, como se realizó, la batalla decisiva de la guerra. En
la campaña de Tacna se daría lugar al gran enfrentamiento de los
ejércitos profesionales de los países en guerra y sería el punto
estratégico de conjunción de las fuerzas de la alianza.
2) Caballería.- La caballería acrecienta la movilidad de un ejército.
La caballería que disponía el Ejército del Sur, era sumamente reducida
y por consiguiente las acciones militares carecían de rapidez. Como en
ese momento, todo se realizaba con tropas a pie, las disposiciones
requerían de más tiempo. Las zonas desérticas del TO, situadas entre
valle y valle, por lo general a dos jornadas de infantería, están
constituidas por pampas arenosas, sembradas de piedras partidas y
cantos rodados, cruzada por numerosas torrenteras que hacen difícil el
tránsito. Una caballería numerosa facilitaba los movimientos amplios y
el lanzamiento de destacamentos lejanos para obtener seguridad e
información sobre los probables lugares de desembarco chilenos. La
carencia de caballería imponía desplazamientos lentos dentro de un
dispositivo muy agrupado y obligaba –sin alternativa- a la adopción de
la maniobra defensiva. La caballería se adelanta para ganar espacio y
con ello proporciona seguridad para el grueso, informa con prontitud
sobre cualquier suceso, mantiene y rompe el contacto y avanza de línea
de horizonte para preceder a las otras armas que requieren desplazarse
con seguridad.
La guerra se desenvolvía en espacios desérticos dilatados y el
ejército invasor tenía libertad de acción para elegir los lugares de
desembarco. Ello requería la constitución de destacamentos móviles y
de acción lejana, capaces de aplicar potentes golpes a las fuerzas
chilenas en las áreas de desembarco, a la vez que garantizar al
Ejército del Sur contra el peligro de acciones sorpresivas, mediante
la información oportuna acerca del enemigo. Era necesario tomar el
contacto con las fuerzas chilenas lo más lejos posible, desde sus
puntos de desembarco, con el objeto de tener una alerta temprana y un
conocimiento lo más exacto posible sobre la fuerza enemiga que se
aproximaba y esto se hubiera conseguido con fuerzas de caballería
adecuadas.
El Ejército del Sur, carente de movilidad, con una caballería reducida
y mal montada, estaba anclada al terreno y no podía hacer otra cosa
que aprovechar las líneas favorables del terreno para oponerse al
adversario mediante operaciones defensivas, con la finalidad de
disminuir la capacidad combativa de las fuerzas chilenas. Luego
debería lanzarse a la ofensiva aprovechando la primera oportunidad, ya
que las operaciones defensivas sólo tienen carácter transitorio.
El Ejército del Sur en la campaña de Tacna, en lo que se refiere a
fuerzas de caballería, contó con tres escuadrones, además de un
escuadrón de gendarmes de efectivo reducido. En total 400 hombres mal
montados. En la acción del Manzano, en los prolegómenos de la Campaña
de Lima, se empleó el Cazadores del Rímac, que bien pudo haber
concurrido a la Campaña de Tacna. Chile, en cambio, en esta campaña
participó con mil soldados de caballería.
3) Servicio de transporte.- La causa principal para que el Ejército
optara por la maniobra defensiva en el transcurso de la guerra, fue
sin lugar a dudas, la falta de medios de transporte que permitieran el
apoyo de víveres, forrajes y municiones. El general Dellepiani afirma
que "según documentos oficiales, las tropas de Montero en la Campaña
de Tacna sólo dispusieron de 10 mulas para el servicio de su piezas de
artillería". En la Guerra del Pacífico, debido a la naturaleza
desértica del TO, el abastecimiento de agua y municiones resultaban
decisivos. Veamos lo que escribe Bulnes sobre este aspecto, en la
campaña de Tacna:
"El problema de movilizar la artillería y los bagajes pensaba
resolverse con mulas y se contaba con 500 de ellas, pero no había agua
ni forrajes en ese desierto. Sotomayor calculó que necesitaba otras
700 mulas y hubo que traerlas del sur en los buques de la Cía. del
Pacífico. También se trajeron 700 caballos y, asimismo bueyes, para
acompañar en pie a la expedición".
Chile disponía, pues, de los elementos necesarios para dar movilidad y
capacidad ofensiva a su ejército. En cambio, el Ejército peruano no
estaba en aptitud similar por falta de medios de transporte, ni
siquiera para realizar el modesto avance de dos jornadas a distancia
lejana del adversario, que es la que separa Tacna del valle de Sama.
La pregunta que surge es: si durante los cuatro meses que mediaron
entre la batalla de Tarapacá y la del Campo de la Alianza, ¿pudo el
país reunir en ese lapso hacer el gran esfuerzo de reunir de 800 a
1000 acémilas y ponerlas a disposición del Ejército del Sur? El
historiador Bulnes, al narrar la expedición de Lynch a la sierra para
destruir a Cáceres, expresa: "Casapalca era el punto indicado de
reunión para el paso de la Cordillera... Se juntaron 1250 bestias: 200
tomadas en la Campaña de Lima, 350 burros, 100 mulas y 600 caballos de
la artillería." Los comentarios huelgan.
El apoyo en medios de transporte al Ejército del Sur desde Lima, le
hubiera permitido ocupar una posición defensiva evidentemente
superior. Recordemos que en la retirada de Tarapacá, el Ejército
peruano cubrió más de 300 kms. de desierto y cordilleras en veinte
días, sin víveres, sin agua y descalzo, conservando la disciplina,
probando elevadas fuerzas morales tanto o más que las que se requieren
en el propio campo de batalla.
c) Viabilidad del envío de refuerzos
La marina peruana llevó a cabo una de sus atrevidas empresas. La
corbeta Unión al mando del comandante Villavicencio, despachada del
Callao el 12 de marzo con un cargamento para el Ejército del Sur, se
presentó en Arica el 17 burlando la vigilancia del Huáscar –ya en uso
por la marina chilena, y habilitado con cañones de retrocarga- y el
Matías Cousiño que a la sazón bloqueaban el puerto. Luego de descargar
en Arica los abastecimientos que traía, burlando nuevamente la
vigilancia chilena a la luz del día, regresó al Callao. A pesar de la
brillante hazaña, el abastecimiento resultó irrisorio. Al respecto,
Mariano Felipe Paz Soldán en su Narración Histórica de la Guerra de
Chile contra el Perú y Bolivia, expresa:
"En el Perú....; para la generalidad se presentaban dos hechos, cual
más satisfactorios y halagadores; la brillante hazaña marinera de la
corbeta, y la provisión de artículos indispensables al Ejército del
Sur, en momentos más premiosos, porque aunque la aspiración de la
gente más sensata, era porque de preferencia se reforzara aquel
ejército con algunos batallones de los de Lima, y estos no marchaban,
se había encontrado medio de calmarla con la anunciada salida de la
división Leyva de Arequipa al Cuartel de Tacna, la cual debió
satisfacer esta ansiedad; por consiguiente, los transportes de
entusiasmo y contento embargaron todos los corazones. Pero, cuán poco
debía durar esta agradable ilusión. No tardó mucho en saberse que el
tan cacareado cargamento que había lanzado a la Unión a una suerte tan
peligrosa, se reducía a unas cuantas gruesas de zapatos, algunos
fardos de género para vestido, una pequeña cantidad de municiones de
rifle, un cajón de medicamentos, una lanchita torpedo y dos
ametralladoras, mientras que lo más necesario y urgente como rifles,
millares de tiros y vestidos hechos, se reservaba para el ejército que
el Dictador organizaba en Lima, con el objeto de asegurar su
autoridad; de suerte que el viaje de la Unión no tuvo más objeto que
engañar a la nación haciéndole creer que había llevado grandes
auxilios al disminuido y vencido Ejército de Tacna".
Sobre este particular, el historiador chileno Barros Arana en su
Historia de la Guerra del Pacífico, dice:
"Los oficiales peruanos de Tacna y Arica que veían a sus soldados casi
desnudos, y que conocían todas las necesidades del ejército, se
persuadieron de que las mezquinas rivalidades de los hombres públicos
del Perú, no se habían acallado en medio de los conflictos de la
guerra exterior. A juicio de ellos, el dictador Piérola estaba
resuelto a sacrificarlos para evitar un triunfo que debía enaltecer a
Montero, y que podía ser como una amenaza para el gobierno de la
dictadura. Así, pues, el viaje de la Unión, sin importar un auxilio de
mediana importancia para el ejército de Tacna y Arica, vino a fomentar
la desconfianza de los oficiales y aun a producir cierto desaliento en
sus espíritus".
La corbeta Unión pudo llevar al TO refuerzos de artillería,
caballería, y mulas y bueyes para mejorar el apoyo de fuegos y la
movilidad del Ejército del Sur. En todo caso, se dispuso de cuatro
meses para enviar por tierra, tanto de Lima como de Arequipa, este
tipo de refuerzos.
d) Repercusiones en la moral de las tropas
La reorganización del Ejército decretada por Piérola el 31 de enero de
1880, fue calificada por Montero de "funestamente peligrosa". Respecto
al relevo de los mandos de división y unidades decretadas por el
Dictador, Montero se manifestó contrario a dicha disposición,
escribiéndole a Piérola "que los comandos de división y de cuerpos
habían adquirido legítima y denodadamente estos puestos, unos en los
campos de batalla y otros en medio de los sinsabores y privaciones del
servicio de campaña". Agregaba como razones "la confusión que va a
producir la variedad de armamentos que resultará en los nuevos
cuerpos, al formar uno, de dos o tres que tienen distinto sistema de
rifle y su peculiar enseñanza".
La nueva organización del Ejército y la falta de envío de refuerzos,
no sólo vulneró las posibilidades estratégicas, sino que además tuvo
hondas repercusiones en las fuerzas morales, pues introdujo confusión,
rompió el espíritu de cuerpo de las unidades y relajó el ascendiente
del jefe sobre sus subalternos, el mismo que se forja a través de las
mismas privaciones que surgen en la vida de campaña y el mutuo
conocimiento de largos años de servicio. Tanto Piérola como su
ministro de Guerra, don Miguel Iglesias, que llevaba el título de
coronel de milicias debido a las revueltas que encabezara en
Cajamarca, no tenían ninguna formación militar y carecían por completo
de los conocimientos mínimos para acometer la reorganización del
Ejército. En la Campaña de Tacna, como en la de Lima, los militares
profesionales estuvieron en segundo plano en la preparación y
conducción operativa estratégica y las consideraciones políticas, al
no tomar en cuenta las recomendaciones de la estrategia, coadyuvaron a
la victoria chilena". (Ob. cit. pp. 100-108)
Siempre me he preguntado por causa de qué, Cáceres o cualquiera de los
militares valientes y hazañosos, no se encargó de Piérola y su cohorte
de inexpertos que condujeron al país y particularmente a la capital a
una de sus degradaciones más oprobiosas por la derrota en enero de
1881. He allí una de las grandes preguntas inexplicables que no tiene
respuesta porque tampoco se puede ser profeta del pasado.
Como escribió Mercado Jarrín: huelgan los comentarios.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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