Resiliencia, dolor y
sufrimiento
por Jorge Smith Maguiña; kokosmithm@hotmail.com
14-8-2020
La primera vez que escuché la palabra resiliencia fue de boca misma de Víctor Raúl Haya de la Torre, a
quien se considera el más ilustre peruano del siglo XX. Fue en abril de 1970.
Yo estudiaba en la Universidad Católica en la Plaza Francia y mi compañero de
clases era Raúl Arístides Haya de la
Torre, sobrino de Haya de la Torre. Ya desde el año anterior lo había
acompañado a escuchar los llamados Coloquios de su célebre tío.
Antes de comenzar los coloquios y muchas veces después de
terminar los mismos, Haya que apreciaba mucho a Raúl Arístides, nos dejaba
entrar a su despacho y sentarnos detrás de él. Nosotros que éramos jovencitos
de 18 años, de alguna manera nos ganábamos viendo despachar a quien todos
llamaban “el Jefe”, todo tipo de temas partidarios, recibiendo a dirigentes,
periodistas y gente de todo tipo. Esto se repitió muchísimas veces.
Yo en ese entonces ya había leído los dos volúmenes de la
biografia de HAYA DE LA TORRE de Felipe Cossío del Pomar, y sentía como un
privilegio único gracias a mi buen amigo Raúl Arístides, de saborear ese
privilegio de estar tan cerca de ese hombre excepcional, cuya vida ya en su
juventud tuvo proporciones épicas
En los momentos libres que tenía Haya conversábamos una que
otra cosa con él y sobre cualquier tema. Con la precisión de un laser Haya, con
su inteligencia privilegiada, aluviónica erudición y capacidad de atar cabos
entre las cosas y los temas mas diversos, sabía contextualizar cualquier tema,
extraer y transmitirnos qué enseñanza deberíamos sacar de las mismas.
Esa noche de abril de 1970 llegamos temprano al local de
Alfonso Ugarte y cuando subimos a su despacho, delante de la puerta estaba
Idiáquez, el fiel guardaespaldas y secretario personal de Haya. Raúl le preguntó si estaba libre su
tío. Idiaquez abrió la puerta, le consultó a Haya y éste dijo que pasáramos.
Alguien no había podido venir a la cita que tenía con Haya y por lo mismo
estaba solo. “Sientense”, nos dijo.
Haya estaba escuchando la BBC de Londres que transmitía un
concierto de Beethoven y era nada menos que la Quinta sinfonía. Ya eran los
minutos finales de la pieza. Era una de las transmisiones en ocasión del 200
aniversario del nacimiento de Beethoven.
Veíamos a Haya tan atento y absorto en escuchar el final de
la obra que no osamos interrumpirlo. La obra terminó y Haya dirigiéndose a
nosotros, pero de alguna manera como si estuviese haciendo una reflexión para
sí mismo nos dijo:
“En la vida como en la política, si uno quiere lograr sus
objetivos hay que tener una resiliencia beethoveniana”.
Ni yo, ni Raúl Arístides sabíamos qué significaba RESILIENCIA,
aunque sí sabíamos quién era Beethoven. Raúl Arístides le preguntó a su tío qué
significaba resiliencia. Haya como siempre imperioso y levantando un poco el
tono de voz, dijo “RESILIENCIA, es la capacidad que yo he tenido de a pesar del
destierro, la persecución y la clandestinidad, de estar aquí defendiendo mis
ideales. RESILIENCIA es la capacidad que tuvo Beethoven de que a pesar de su
sordera, pudo escribir las obras mas sublimes” y señalando un librito que
estaba en su escritorio nos dijo “RESILIENCIA es la capacidad que tuvo Oscar
Wilde, de escribir en prisión, condenado injustamente, el “DE PRODUNDIS”.
Cuando leí dicha obra días después, comprendí porqué citaba
Haya a Wilde, el genial e irreverente autor del “Retrato de Dorian Gray”. El
“DE PROFUNDIS” creo que ésta como ninguna obra en la literatura, nos muestra cómo
el ser humano, es capaz de extraer algo restitutorio y creador de sí mismo,
mientras se vive una injusticia, de sacar luz de la oscuridad, de tener una
capacidad de resiliencia.
Hoy 50 años después de estos recuerdos que quizás no vienen
al caso por la coincidencia que se celebra el 250 aniversario del nacimiento de
Beethoven, puedo decir que en estos últimos largos 50 años, varias veces tuve
la ocasión de visitar la tumba de Wilde en el cementerio de Pere Lachaise de
París y también de visitar un par de veces, conmovido y emocionado la sencilla
tumba de Beethoven en el cementerio central de Viena, recordando cada vez,
aquella visita al despacho de Víctor Raúl , aquella noche de abril de 1970, en
la cual unió el testimonio de su propia vida, de esa vida sin tregua, a la
sordera trágica de Beethoven y el penoso episodio de la vida de Wilde y las
unió con un hilo de oro que es la resiliencia.
Puedo decir que hoy, ya tantos años después, entiendo un
poco mejor que significa esa resiliencia de la cual hablaba Haya y esas son las
reflexiones que quiero compartir con ustedes esta tarde.
Esta mañana escuché el elogio fúnebre del ex presidente de
los Estados Unidos Barack Obama, en las exequias de John Lewis, ese
extraordinario líder afroamericano de los derechos civiles, que fue el
compañero de Martin Luther King. Ambos fueron ejemplos máximos de resiliencia,
de un combate largo y difícil, que al final fue vencedor, pero cuya fallida
implementación dejo muchos vacíos y cuyas consecuencias son los conflictos que
persisten ahora, que al no haber sido resueltos, siguen todavía dividiendo a
esa gran nación.
Al oír a Obama he recordado el escueto discurso que dio
Andrés Townsend, elocuente y conmovedor y su profundo mensaje, cuando en el día
de sus funerales, el féretro llevando los restos de Haya se detuvo en el Parque
Universitario, frente a la antigua Casona de la Universidad de San Marcos, en
el lugar mismo que Haya de la Torre comenzó su lucha política. Esas palabras
fueron:
“Aquí está, innumerable y dolido por tu ausencia, el pueblo
que tanto amaste y que tanto te amó. El pueblo que se niega a reconocer tu
muerte y te aclama en la yerta soledad de tu féretro, como te aclamó tantas
veces cuando en la vigorosa plenitud de tus años, lo arengaste con tu palabra
prodigiosa. Aquí estamos, empobrecidos, angustiados, porque de hoy en adelante
nos faltará tu sabiduría profética, tu arrollador impulso, tu arrolladora
presencia. Te vas con tu grandeza y nos quedamos sin ella y nuestra soledad
será de ahora en adelante mas grande que la tuya”.
Hermosas palabras para despedir a un hombre excepcional como
lo fue Haya y que fue el ejemplo mismo de la resiliencia
¿Qué es la resiliencia?
La definición de la resiliencia es sencilla: y es la
capacidad y la voluntad de poder iniciar un nuevo desarrollo después de una
situación frustrante o traumática.
Lo complicado es comprender cuál es su significado y lo
complicado es también descubrir qué condiciones permiten este nuevo desarrollo
en la vida, esa terca insistencia.
¿Qué condiciones aseguran que puedo tener una capacidad de resiliencia?
¿En qué condiciones se permite esta recuperación?
¿Cuál es la incidencia en las relaciones que tenemos y qué
rol juega la cultura o el entorno en esto?
Todos los factores influyen y vamos a tratar de responder
también a la pregunta:
¿Cuáles son las características de una persona resiliente?
Todo depende de la manera cómo se ha construido la
personalidad.
Uno puede desde el nacimiento e incluso antes, haber
recibido improntas biológicas que lo fortalezcan y así desarrollará una
capacidad de resiliencia. Si le ocurre una desgracia, sabrá enfrentarse mejor a
ella.
Hay que diferenciar la noción de resiliencia del concepto "resistencia".
Para los peruanos no nos es difícil comprender estos
términos, pues sabemos qué significa esto en la experiencia real. Nosotros
tenemos una increíble “capacidad de aguante” que nos envidiaría un fakir hindú
o un yoga japonés. Si bien nos es difícil definir el término, por nuestra
experiencia individual y colectiva. Ya estamos sobregirados sobre el asunto y
creo que hasta podríamos hasta hacer un doctorado al respecto.
Sobre el tema de la corrupción estatal por ejemplo,
asistimos impávidos cómo cada uno de nuestros ex presidentes han ido cayendo en
mentiras y contradicciones hasta que han terminado, de una forma u otra, en
manos de la justicia. Nuestras penosas comparaciones, son las de comparar, qué
gobierno fue peor que el otro.
Cuando muchas veces amigos extranjeros que conocen nuestra
realidad y algo de nuestra historia y no solo la reciente, nos preguntan ¿y cómo
pueden haber aguantado tanto?, a veces miramos al techo, buscando una
imaginaria araña y solo atinamos a decir “sí pues…”.
Si alguien está traumatizado y después de la desgracia, es
capaz de iniciar un nuevo desarrollo, entonces decimos que hay una capacidad de
"resiliencia". Esta es una capacidad que no aparece de un día al
otro, depende un poco de la persona y mucho de su entorno: de su entorno antes
del trauma y de su entorno después del trauma.
La experiencia sin embargo nos muestra que la resiliencia es
una capacidad instalada que la mayor parte de las veces viene de la infancia.
¿Cómo podemos ayudar a un niño para que sea más resiliente?
Tanto en casa como en el colegio, para que el niño pueda adquirir
las herramientas que le permitirán ser resiliente:
1.-De entrada, hay que transmitirle SEGURIDAD.
Primero, hay que darle seguridad a su madre.
Estadísticamente, son las mujeres quienes se encargan de los niños, por eso
tiene que sentirse segura, y ella, involuntariamente, transmite esa seguridad,
que es lo que da seguridad al niño.
2.-También hace falta crearle un ENTORNO SEGURO estructurado
no solo por la madre y por alguien más. Ese alguien mas puede ser el padre, la
abuela, la guardería, el hogar familiar. Si el entorno seguro protege al bebé,
el niño, cuando llega al colegio, ya ha adquirido el placer de aprender. Así,
la separación de ir al colegio no será para él algo doloroso sino el inicio de
una aventura. No necesariamente un estrés, ni algo ligado a temores y miedos,
sino a circunstancias nuevas que será capaz de superar.
Volverá del colegio por la tarde a su casa y estará
orgulloso de sí mismo. Le contará a su mamá lo buen alumno que ha sido y lo que
ha acontecido en el colegio.
3.-Si ha estado VULNERABILIZADO en la infancia, pues su
madre ha sufrido agresiones,
ha sido abandonada, o ha estado enferma, o el contexto de su
vida ha sido muy difícil, la situación evidentemente es diferente.
Hoy en día los dos grandes factores hacen vulnerable al niño
y son:
1.- La violencia conyugal y,
2.- La precariedad social.
Es decir que, si alrededor del niño hay violencia conyugal,
quien sufre es el niño, aunque nadie lo toque.
Si los padres viven en la precariedad social, algo que cada
vez es más frecuente, y si no están disponibles, no tienen ganas de jugar con
el niño, están tristes o deprimidos, entonces el entorno que envuelve al niño
no le aportará seguridad.
Hoy, dadas las circunstancias, vemos de más en más, grupos
de niños que no se sienten seguros, que llegan al colegio y le tienen miedo, no
les gusta nada, son presa de lo que podríamos llamar una apatía precoz. Esta
carga ardua previa, les hace difícil ser buenos estudiantes.
No es porque tengan un cerebro peor, sino porque no sienten seguridad,
desde que empezó a construirse su personalidad.
¿Qué significa "segurizar o darles seguridad" a
los niños?
La definición de segurización es crear un apego familiar
positivo.
Hay que diferenciar el amor del apego
1.-El amor es algo que suele tener en momentos precisos de
la vida. Tiene un componente pasional, es fiebre, es ardor.
Está separado de la realidad.
2.-Mientras que el apego, por el contrario, es algo que se
teje en el día a día. En la forma de hablar, compartir el desayuno, la forma de
sonreír, la forma de enfadarse también. Está en todos los lazos, complejos y
continuos que desarrollamos con la familia sobre todo.
Está en la vida cotidiana y se va tejiendo en el día a día.
Apego no es amor. El apego, una vez creado, se convierte en un vínculo muy
fuerte y los niños se sienten seguros por ese vínculo, porque es un sentimiento
de familiaridad y de pertenencia.
Si estoy segurizado, mi capacidad de no ser presa de miedos
es evidente.
Sé los comportamientos mas adecuados, sé lo que hay que
hacer.
Aunque haya una adversidad, que siempre las hay en el día a
día, sabré cómo gestionarla, sabré, por así decirlo, administrar mi angustia.
La seguridad en un niño, entonces nos la da, ese vínculo que
se va tejiendo a diario,
Hay muchos hogares en que el padre trabaja, la madre
trabaja, tienen poco tiempo, todo va muy de prisa, los niños mismos están
cargados de muchas obligaciones escolares o actividades extraescolares, etc.
Esa prisa, combinada con una saturación permanente no contribuye a que se
sienta seguro. Para que en dichas familias, los hijos y su entorno se sientan
más seguros, hoy en día todo muestra que hay que para un poco la máquina.
Hay algo que hacer: ralentizar.
En vez de atiborrarlos que estudien cualquier cosa, de
convertirlos en adultos en miniatura es importante enseñarles que vean procesos totales.
Hacerlos que se interesen o que hagan cosas de las cuales
puedan percibir su comienzo y su fin. No solo que vean, sino participen en algo
del inicio al fin. Cocinar por ejemplo. Preparar una pizza desde hacer la masa.
Hacer una parrilla. Si es hacer una pachamanca mejor. Algo que sea al mismo
tiempo una experiencia sensorial e involucre un comportamiento.
Actualmente, en el mundo occidental vivimos en la cultura
del apuro, del apuro neurótico, queremos hacer las cosas rápido, para ganar
tiempo, no sabemos para qué. Al final ese apuro neurótico, esa vehemencia
innecesaria nos sale carísimo. Más aún,
esa falsa vehemencia, neutraliza que se forme en nosotros una capacidad de resiliencia
Los bebés estadounidenses tienen cada vez más ansiedad.
Pobres y ricos viven apurados.
Hasta los que no tienen trabajo viven apurados, diciendo que
tienen algo que hacer. A veces ni siquiera trabajan y dicen que les falta
tiempo. Es ridículo.
Eso creó la ideología de “Time is money” (el tiempo es
dinero) que contaminó Europa y Japón y luego la China. Antes podía decirse
“tienes una paciencia oriental” Ahora no.
El norte de Europa, en el mundo occidental, es una excepción
(en Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia, la gente se toma su tiempo para
hacer las cosas).
La educación misma en esos países tiende a esto:
1.-No les dan tareas escolares para que hagan en casa.
2.-Se prioriza el juego y las relaciones, el deporte y la
cultura.
3.-La educación musical es muy importante.
Hace unos 40 años los suecos, sobre todo, tenían un ritmo
muy acelerado. Ya tenían un nivel de vida que envidiaríamos hoy día. Había sin
embargo la más alta tasa de suicidios de Europa.
Decidieron cambiar la educación y el ritmo de vida. La tasa
de suicidios ha bajado no menos del 30% en los últimos 15 años..
Hoy en los colegios de Suecia hay clases de cocina, un día
los de una clase cocinan para sus compañeros de la otra aula. No buscan estar
en esa competencia carrierista que ahora nos obsede.
La gente aprende a disfrutar de lo que aprende. Hay en los
países nórdicos solo 1% de analfabetismo. En Francia, el país donde se publican
más libros en proporción a las personas y que pasa por ser el país mas lector,
el analfabetismo funcional está entre el 12% y el 15%.
Un analfabeto funcional, sobre todo en zonas urbanas, corre
el riesgo de ser muy infeliz. Al no leer no accede a mundos imaginarios, a
otras formas de ser, de existir. Su capacidad de RESILIENCIA ES MENOR pues desconoce
diversas alternativas que pueden haber para enfrentar un problema y también
tolera menos la frustración.
En los países nórdicos se cambió la cultura en muchos
aspectos, en relación al ritmo que se debe tener la vida. Ellos aprendieron el
arte de vivir mientras los franceses lo fueron perdiendo.
Los colegios nórdicos tienen estrategias educativas muy
distintas a la del resto del mundo occidental y aún más en comparación a países
orientales como Japón o China.
En los países orientales hoy en día, la exigencia en los
colegios es tan fuerte para los niños, que cuando he visitado Japón, los
japoneses mismos me han dicho que es una forma de maltrato a los niños y
adolescentes.
Hace 4 años una estadía que tuve en China, coincidí con los
días en que se daba el examen imperial, el llamado GAO KAN y era increíble ver
la tensión que se vivía sobre todo en las familias que tenían que pasar dicho
examen. Uno se paseaba en la calles de Beiging y veía en las afueras de los
colegios a los padres agolpados esperando a sus hijos para saber cómo les había
ido en el examen. Hace dos mil años los mejores en ese examen se convertían,
después, en sabios consejeros del emperador. Incluso al examen de los últimos
10 asistía el mismo emperador. Se convertían en los llamados mandarines y eran
las personas mas respetadas. Hoy los mejores en el GAO KAN quieren ser
directivos de grandes empresas de exportación, trabajar eventualmente en Huawei
o alguna gran empresa china. Los tiempos han cambiado.
Los países del norte de Europa hacen lo contrario:
ralentizan a los niños y así les dan seguridad. Los niños aprenden a resolver
problemas con facilidad por lo que tienen buena autoestima. Por eso, a los
quince años, cuando pasan las pruebas PISA, determinadas por la UNESCO, los finlandeses
son medalla de oro pese a que ralentizan en todo lo posible el aprendizaje de
los niños. Los que trabajan en la enseñanza de niños, son aquellos que tienen
algunos de los mejores salarios. Es lo contrario que lo que pasa aquí.
¿Si no hemos adquirido la resiliencia en la infancia,
todavía podemos aprenderla en la edad adulta?
Sí claro. La resiliencia está en marcha toda la vida, pero
los primeros años son muy importantes. Es como una partida de ajedrez. Si uno
logra posicionar la clásica defensa siciliana del rey al inicio, ésa será una
fortaleza casi inexpugable para defender al rey.
¿Hay algún consejo para los adultos que quieran desarrollar
la resiliencia?
El primer consejo es evitar involucionar y no ser demasiado
sensible a nuestro entorno. De alguna manera la pandemia ha ayudado en forma
ambigua en eso. Ha desnudado muchas de nuestras debilidades pero también
mostrado nuestras fortalezas. Nos ha hecho descubrir que podemos ser muy
temerosos pero también que podemos ser solidarios y empáticos. Hemos aprendido
en medio de la incertidumbre a valorar las relaciones.
A pesar de su bullicio permanente, la modernidad con las
relaciones superficiales y pasajeras que induce, crea las condiciones para una
eventual soledad. Tenemos muchos conocidos pero pocos amigos.
Si sufrimos un trauma, estamos tan tristes y frustrados.
Pero mas sufrimos de muchas cosas que tenemos que vivir y procesarlas en
soledad. Pienso en lo doloroso que ha sido para muchos no poder despedirse de
las personas mas queridas sabiendo que iban a morir. Ni despedirse, ni ser
despedidas.
Otro aspecto de la modernidad, es la dificultad que tenemos
para comunicar. Tenemos todas las formas posibles de transmitir información de
todo tipo, de darla o recibirla, pero es difícil saber comunicar. Eso también
nos frustra. Al saber de menos en menos cómo comunicar, nos retraemos, apretamos
los dientes y nos aislamos y esto solo agrava la situación,
El recuerdo del trauma, de la herida o la situación
frustrante se refuerza más y más.
Y en nuestro aislamiento muchas veces voluntario y que se
convierte en soledad, solo pensamos en eso y agravamos el sufrimiento.
La resiliencia es la capacidad de reaccionar eficazmente
frente al trauma o al problema.
No tenemos por qué empezar a hablar de inmediato, sin
primero tener la certitud de que realmente tenemos un problema y que éste no es
imaginario. Después de haber reflexionado sobre el mismo, podemos empezar a
hablar. El problema puede no ser tan grave, sino que algo que le puede ocurrir
en la cotidianeidad a todos, como separarse o perder un trabajo.
¿Cómo pueden superarse estas cosas?
Es imposible hacer un catálogo de traumas.
Si alguien ha sido vulnerabilizado durante su desarrollo,
todo puede convertirse en trauma, todo puede ser causa de una herida: una frase
mal dicha, una mala palabra puede herir a alguien, porque la persona se ha
vulnerabilizado antes de que ocurran los hechos.
Hay gente que atraviesa adversidades tremendas y sufren,
pero no desarrollan trastorno por estrés postraumático Eso ocurre pues tienen
una gran capacidad de resiliencia.
Y, al contrario: hay gente que ha sido vulnerabilizada,
debilitada, durante su desarrollo, por vivir en la precariedad social, por la
violencia conyugal, por haber sufrido y no haberlo podido expresar, por haber
ocultado el sufrimiento, por haber pospuesto indefinidamente su solución. No
tienen resiliencia y entran frente al problema, a una fase involutiva, a veces
regresiva.
Se fragilizan aún más. En estos casos, cualquier suceso
puede dañar muy profundamente a la persona.
Trauma y sufrimiento
La diferencia entre el sufrimiento y el trauma es grande.
Ahora podemos ver el trauma mediante imágenes cerebrales.
Podemos ver cómo funciona el cerebro en tiempo real, frente a un trauma.
Durante un trauma, el cerebro se apaga. No funciona o funciona mal.
Mientras que en el sufrimiento el cerebro no se apaga. Si
estás afligido, ansioso, triste, enfadado, el cerebro sigue funcionando,
mientras que en un trauma, se ralentiza, no funciona. Cuando el cerebro funciona bien porque
estamos positivamente estimulados o contentos el cerebro trabaja y consume
energía y se ve rojo, verde, amarillo y las conexiones sinápticas se desplazan
por todo el cerebro.
Hablamos de trauma si el cerebro se apaga, cuando estamos,
como en boxeo, KO,
Hablamos de ADVERSIDAD
SI SUFRIMOS, pero en esos casos el cerebro sigue funcionando bien y puede
seguir funcionando bien si fue reforzado durante el desarrollo sobre todo en la
infancia temprana, y al contrario, es frágil si hemos sido fragilizados durante
la infancia temprana o la niñez.
No podemos señalar una causa-efecto. No podemos decir que
tal trauma específico causa mucho daño. Para otros el mismo trauma puede causar
un sufrimiento menor.
También es importante precisar la diferencia entre el TRAUMA
y la REPRESENTACIÓN del trauma. En un trauma, se sufre. El sufrimiento forma
parte de la condición humana.
Estamos dolidos, tristes y sufrimos.
Pero, después, cuando nos representamos la evocación de lo
que nos ha pasado, si estamos bien rodeados, si tenemos apoyo y tenemos la
posibilidad de reflexionar, de pensar, los efectos se atenúan. Sufrimos en tiempo
real, cuando la herida está fresca pero poco a poco dejamos de sufrir en la
representación de lo real. Si nos quedamos solos, le damos vuelta a la
representación real de la desgracia, y reactualizamos la situación inmediata a
la pérdida, y ésta tiene el efecto que tuvo inmediatamente en nosotros cuando
ocurrió.
Si no hay capacidad de resiliencia es justamente lo que
ocurre. Uno termina paralizado por preguntas auto torturantes o acusaciones sin
ton ni son:
¿Por qué me han hecho esto?
¿Por qué he respondido así?
¿Por qué no me defendí?
¿Por qué nadie me defendió?
Todo eso no hace sino agravar el sufrimiento, y lleva a las
personas directamente a la depresión y ya se entra a otro nivel de gravedad.
Todo dependerá del apoyo que recibimos después del trauma.
Tiene que ser un apoyo afectivo. No tiene por qué ser
necesariamente un psicólogo pero si ese apoyo tiene que ser de carácter terapéutico.
Es mejor construir lazos de confianza con quienes comparten nuestras
convicciones, con quienes tenemos lazos que nos conducen al futuro. Con ellos
la confianza se construye. Pero esta confianza no está dada desde el inicio.
Paradojicamente con los amigos, hay tal confianza pues han
sido testigos de nosotros a lo largo de nuestra existencia, pero de alguna
manera nos encadenan al pasado. A veces por lo mismo es difícil que nuestros
amigos jueguen un rol terapéutico, pues la cercanía misma no permite la
objetividad.
Siempre sin embargo, siempre alguien en quien confiamos. El
que alguien nos escuche es detonante muchas veces de nuestra capacidad de resiliencia.
Es la chispa que nos prende el motor.
Factores que inciden
en la resiliencia
Muchos psicólogos desarrollamos esta capacidad de detonar
esa capacidad de resiliencia en las personas, pero es activar algo que ya está
instalado.
¿Los factores que permiten la resiliencia proceden del
nacimiento, o sea que son genéticos,
o tienen que ver con el entorno?
El factor genético juega un papel muy pequeño. El sexo está
determinado genéticamente, el color de los ojos, el color del pelo, y sabemos
que hay unas 7.000 enfermedades que se prestan a un rastreo genético. Todo esto
no dice prácticamente nada de la condición humana.
Ahora sabemos por ejemplo que hay una comunicación intensa
entre la madre y el bebé. Eso ya lo sabíamos diran muchos. Por ejemplo un bebe
puede estar durmiendo en una pieza y la madre en otro y si el bebe se despierta
repentinamente, la madre también. La
madre puede sentir que el niño esta durmiendo mal o tiene hambre. Esa es una
capacidad que persiste algunos meses después del nacimiento y poco a poco se va
extinguiendo.
El factor genético existe, pero su influencia se va diluyendo
poco a poco mientras la del entorno aumenta. No hablo del entorno seguro o
inseguro, no hablo del colegio, de la cultura. Hablo del mundo exterior en su
totalidad. Lo genético queda como una música de fondo de muchas cosas. Todo lo
demás es afectivo y cultural.
¿Qué es vivir un trauma o vivir una situación de aislamiento
afectivo o de carencia?
¿Es algo que puede afectar al desarrollo neurológico de un
niño?
Esta cuestión es importante. La respuesta nos la dan las
situaciones donde hay traumas masivos. Lo que acontece ahora como la pandemia
es un trauma masivo. Quizás en toda la historia de la humanidad no ha habido un
trauma tan universal y simultáneo. Quizás las grandes glaciaciones, fueron algo
así. El mismo llamado “diluvio universal” ocurrió en una zona precisa del
mundo.
Durante la 2da. Guerra, los niños ingleses que estuvieron
bajo el bombardeo del ejército nazi,
quedaron muy traumatizados: vieron morir a sus padres y
muchos de ellos pudieron sobrevivir después de haber estado enterrados entre los
escombros.
Muchos de esos niños fueron acogidos por Anna Freud, la hija
de Sigmund Freud. Estaban alojados en Hampstead, un barrio de Londres. Todos
estos niños tenían un retraso en el desarrollo,y no se sabía explicar. ¿Por qué?
Ahora sí lo sabemos, gracias a la psicología y a la neuro
imagen se pueden hacer pruebas de desarrollo. Los niños que veía Ana Freud
tuvieron un retraso. No hablaron a la edad que deberían. Hablaron más tarde.A
veces al hablar la emoción no les permitía articular bien las palabras.
Hoy cuando se hace un análisis cuantitativo a un nivel biológico mas preciso, constatamos
que estos niños que crecen bajo bombardeos tienen problemas
para producir las hormonas del crecimiento y también hormonas ligadas a la
sexualidad, lo cual explica carencias para exteriorizar el afecto.Todo está
increíblemente interconectado.
No es algo determinante, ni fatal, pues sería caer en un
determinismo puro y duro, pero vemos que sin una influencia positiva del
entorno desde una edad temprana, la mochila biológica lleva lamentablemente las
de ganar.
Ahora, con las imágenes cerebrales vemos que cuando el niño
está afectivamente aislado,
presenta atrofia de los lóbulos pre frontales, y de los
circuitos de la memoria y las emociones, e hipertrofia de una serie de neuronas
que activan las emociones mas impulsivas. Estos, los niños que han estado
aislados o privados de afecto en edad temprana, en adelante y durante toda la
vida, si los dejan solos, suelen interpretar toda información viniendo de fuera
como una posible agresión. Su estado de alerta es permanente con todo el
desgaste psicológico que esto implica. Tienen miedo de todo, se sienten
agredidos por todo. El mundo exterior, la realidad misma, es fuente de amenaza
permanente. El contexto de alguna manera es irrelevante.
Hay que llegar para descubrir las causas en la infancia
temprana, cuándo fueron privados de afecto, ver cuándo y cómo se produjo el
trauma, ver si esto fue un hecho puntual o fue una atmósfera dañina, tóxica,
traumática.
Por eso las decisiones que deben tomarse para crear una
sociedad donde se neutralice en lo posible, la posibilidad de traumas, son
decisiones políticas importantísimas que pasan por crear el mejor contexto
familiar y escolar, donde la salud y la educación van de la mano.
Las mujeres embarazadas tienen que estar tranquilas, hay que
permitir que organicen un entorno seguro desde el primer mes, con la madre,
claro, y con el padre, o los abuelos, y hay que cambiar la estructura educativa
para dar seguridad a los niños, en lugar de fustigarlos para obtener buenos
resultados escolares.
Solo establecidas esas condiciones habrá niños resilientes.
No se acabarán las adversidades de la vida que siempre están
al acecho, pero podrán afrontarlas mejor y no serán prisioneros de la
desgracia.
Sabemos que entre las muchas personas personas que han
vivido situaciones de vida difíciles,
hay muchos pintores, cineastas, escritores.
¿Tiene el cerebro en estas personas alguna manera de superar
o de defenderse cuando vivimos situaciones difíciles?
El ser humano es complejo y difícil y observar como funciona
la resiliencia en el artista es algo apasionante. Pues lo que es paralizante
para otros, para ellos se convierte en un pretexto para la creación. Le dan
vuelta a la torta.
Hay muchas posibilidades de que se generen traumas pero
también el ser humano encuentra múltiples formas de resolverlos. La educación,
el trabajo y el arte son herramientas para sobrepasar los traumas, resolverlos,
atenuarlos o sublimarlos.
En la literatura vemos como los personajes tienen las formas
mas ingeniosas para luchar contra las tragedias humanas. Hay ejemplos
increíbles de Resiliencia en la vida misma de los artistas, en los mitos, en
las tragedias griegas, en Shakespeare, en Schiller,en Dostoievsky, etc. Las
personas dañadas, los traumatizados, encuentran muchas veces en el artista a su
portavoz, en los novelistas alguien que crea personajes con los cuales nos
identificamos, pero que también nos ayudan a comprender la dinámica interna de
como uno vive los traumas y qué transformaciones sufren nuestras experiencias
traumáticas por persona interpuesta.
Lo que nos es difícil de contar por nosotros mismos lo
encontramos allí. Si me ha pasado algo y no tengo fuerza o valor para contar,
allí está mi drama o su equivalente, explayado por el artista sin mayor
esfuerzo y eso es lo que permite el talento, pero a veces en el artista esta
capacidad de síntesis, plasmada en una obra de arte, es lograda a un precio
altísimo y el precio puede ser la locura o el suicidio.
Resiliencia y
negacionismo
A veces frente a la perspectiva de un trauma o frustración,
hay una actitud evasiva, la cual se va convirtiendo en una actitud negacionista,
que es muy enemiga de la resiliencia. Cuando la situación es colectiva puede
crearse una situación que hace difícil digerir la historia, lo frustrante que
fue el traumatismo de lo que realmente aconteció. Ocurrió con Alemania después
del nazismo, y está ocurriendo ahora en los Estados Unidos, que durante mucho
tiempo no quiso asumir que las diversas formas que todavía tenía la segregación
racial y cómo la sociedad se había encargado de banalizar situaciones flagrantes
de racismo, de minimizarlas para no confrontar la gravedad del trauma.
La negación es protectora, es lo que en el plano individual
llamamos mecanismos de defensa, que son herramientas que nos permiten evitar
afrontar el problema. Pero esta negación
que protege, sin embargo obstaculiza la resiliencia porque no afrontamos el
problema. En la resiliencia uno enfrenta el problema.
Sin embargo, cuando damos la palabra a los artistas, a los
poetas, los cantantes, escritores, cineastas, ahí las emociones están frescas e
intensas, están controladas por la virtud de la forma, transferidas a una
metáfora, camufladas o maquilladas, sublimadas por así decirlo, pero las
sentimos como reales.
El desvío, el distanciamiento o el alejamiento de la emoción
cruda, el control de la emoción, hacen que cualquier tragedia, gracias al
talento del artista, se pueda digerir de manera soportable, ya sea como una
película, novela, una obra teatral, una ópera, etc.
Así gracias al arte, podemos intentar entender una situación
sin angustiarnos, ni sentirnos incómodos por la tragedia. Si yo te cuento la
tragedia que me ha ocurrido, vas a querer que me calle porque te incomodará. Y
me dirás: "bueno, ya pasó", pero no, no ha pasado. Está grabada en mi
memoria. Puedo callarme. Si me pides que calle mi dolor, lo callo, pero eso no
lo desaparece. Si me callo, internamente le seguiré dando vueltas al problema y
crecerá dentro de mí.
Es lo que ocurre en la historia cuando las cosas no se
asumen, no se procesan y solo se trata de barrerlas bajo la alfombra si han
sido muy traumáticas y negativas. Son lo que se denominan las heridas
simbólicas.
Lo que acontece hoy en EEUU es una prueba flagrante de eso.
Los problemas raciales que han aflorado son el retorno de lo reprimido. Freud,
si resucitara, se reiría de la ironía de la historia. Con su mirada maliciosa
nos diría: “yo se los previne”.
Si te digo: "yo no tengo fuerzas para decirlo, pero ve
al cine a ver tal película que cuenta una historia equivalente a la que me ha
pasado y me comprenderás mejor”.
El cine ha jugado un rol educativo muy bueno estos últimos
años para comprender las migraciones masivas, los exilios, toda forma de
marginalidad y las formas como uno se adapta a una nueva cultura. A veces las
cosas se hacen con una gran crudeza y generan debate porque han tocado carne.
Pienso en las películas de Pasolini, de Visconti y también
los grandes maestros del realismo italiano, pero también las geniales películas
de Bergman. Muchas veces los personajes de ellos, marginales, incomprendidos o
rebeldes, tienen una actitud negacionista frente al mundo, pero poco a poco
descubrimos que poseen una increíble capacidad de resiliencia. La ficción
manejada por esos grandes conocedores del psiquismo humano, ayuda a comprender
cómo en las situaciones más límites, el ser humano es capaz de una increíble
capacidad de resiliencia.
Altruismo y resiliencia
¿Existe una relación entre el altruismo y la resiliencia?
Cuando hablamos de resiliencia, en el mundo moderno también
estamos hablando de altruismo.
Hay mecanismos de defensa psicológicos positivos. Cuando
hemos vivido una tragedia, estamos a la defensiva. Necesitamos defendernos. Y
cuando retomamos nuestra vida y sufrimos menos, muy a menudo, a la gente le
nace un deseo altruista, restitutorio.
Hay un deseo de ayudar a los otros, porque uno sabe ya lo
que es el sufrimiento.
Algo sorprendente, por ejemplo, hoy frente a las carencias
de aprovisionamiento de oxígeno, cuya carencia ha sido razón para que muchos
mueran en las puertas mismas de un hospital, ha hecho que en una cincuentena de
provincias o a veces distritos se armen colectas o teletones o oxigetones para
construir una planta de oxígeno.
Muchos psicólogos se hacen altruistas porque han tenido un
problema, muchas veces equivalente al de los otros, pero ellos sí se han dado
cuenta del problema.
Puede ser un sufrimiento en la infancia, una pérdida, una
decepción.
Les interesa después ver cómo los otros han enfrentado algo
equivalente. A partir de eso se desarrolla una cierta empatía con el paciente y
también la transferencia, que Freud descubrió que era algo fundamental para que
la terapia fuese exitosa.
El altruismo es un mecanismo de legítima defensa para
combatir el dolor.
Muchos médicos, psicólogos, asistentes sociales, conocen
este proceso que es bueno, es moral, porque invita a entender, a compartir con
alguien lo que hemos entendido.
Nada ayuda más a fortificar la resiliencia que el sentirse
comprendido. Yo adulto, te digo que te comprendo, pero tú, niño, puedes decir
lo que piensas.
El solo escuchar al niño traumatizado, o el adulto herido,
contribuye a la reconstrucción de la capacidad resiliente.
A veces sin embargo esta solidaridad con el combate del otro
puede ser desgastador y hay que tener cuidado con este mecanismo
identificatorio.
Es fácil constatar en cualquier lugar, que el 50% de los
enfermeros y el 50% de los psicólogos, tienen depresión por agotamiento
profesional. El desgaste psicológico de ocuparse de otra persona es devastador,
pero una entrega casi heroica como es el caso de muchos médicos es un buen
ejemplo de resiliencia y para ellos también la lucha y el empeño que ponen
muchos de los pacientes. Hoy vivimos un momento excepcional para ver y
comprender lo que significa el término.
Altruismo y empatía
¿Hay diferencia entre el altruismo y la empatía?
La empatía es la capacidad de descentralizarse uno mismo para
representar el mundo de otro.
Los niños privados de afecto y los niños aislados
sensorialmente, si no tienen a nadie, no pueden aprender la empatía. Si solo se
tienen a sí mismos, se balancean, se vuelven grises, se hieren, se dan
cabezazos contra la pared, se mutilan en la adolescencia.
No hay altruismo porque no hay empatía debido a la carencia
afectiva precoz, muy precoz. Puede haber una pedagogía de la empatía. Si
creamos un entorno seguro para el niño, una vez se sienta seguro, aprenderá a
descubrir al otro. Pero sólo puede ocurrir si se siente seguro. Entonces se
interesará por el otro e iniciará un proceso de altruismo. Es un sistema, no una
causa que explica un efecto. Es todo un sistema que evoluciona y está
constantemente sometido a las presiones del entorno. Así desarrollamos la
empatía y aprendemos el placer de descubrir el mundo mental de los demás, y lo
que les atañe y vemos que son equivalentes a nosotros.
¿Cómo podemos trabajar con los niños hoy en día para
inculcarles la empatía? Están los profesores, el centro educativo, los padres,
los medios, los periodistas y las familias.
Hay que introducir esa capacidad humana en el colegio, en
las guarderías incluso. En la educación infantil, trabajar con músicos es
importante. Sabemos que un niño que toca un instrumento estimula el lóbulo
temporal izquierdo, gracias a la neuro imagen, podemos constatarlo. La zona
temporal izquierda es la que trabaja el lenguaje.
Los niños que tocan un instrumento hablan mejor y hablan
antes que aquellos que no tocan ningún instrumento musical. Y los que no saben
tocar ningún instrumento, los metemos a cantar en un coro. Se ha constatado que
los niños que hacen música socializan con más facilidad porque se sienten
confiados con los demás.
La confianza es el verdadero tranquilizante. Se sienten familiarizados
con los demás, hablan con más facilidad, aprenden rituales de interacción, por
eso socializan más fácilmente, les gusta la escuela y tienen un buen
rendimiento escolar. Con la música y el deporte en el colegio, estimulamos el
cerebro y funciona mejor. También el dibujo, el teatro y el cine son excelentes
para desarrollar la empatía. El arte, el deporte, el dibujo, el cine, el
teatro, forman parte de la condición educativa desarrollando la capacidad de
empatía y enseñan a convivir mejor.
Arte y resiliencia
El arte puede jugar un rol importantísimo en el proceso de resiliencia.
A los niños les ayuda a desarrollar una precoz capacidad de resiliencia y
madurar luego esta capacidad humana, hayan tenido o no un traumatismo. El arte
se puede asociar a la resiliencia algo así como un amortiguador y dándole una
función, yo diría hasta purificadora, a dicha capacidad. De allí la importancia
de la educación artística y la función del arte en nuestras vidas. Es por eso
el esfuerzo que se está haciendo dando educación artística a los niños.
Lamentablemente no es todavía una política de Estado en la
educación pues no se percibe su importancia. A veces se hace esto a
contracorriente de padres y profesores que quieren que se enseñen cosas que
sean herramientas para generar productividad. La actividad artística ayuda al
niño a conocer mejor sus capacidades, que no están ligadas solamente al
pensamiento lógico-matemático o a la comprensión lectora o a manejar el
lenguaje. El acercamiento al arte ayuda al niño a lidiar con sus fantasías, a
soportar su soledad o a tolerar las inevitables separaciones o ausencias.
El niño al pintar puede estar pensando: “cuando termine de
pintar este dibujo, se lo llevaré a mi mamá y ella se pondrá contenta y me dará
un abrazo”. El niño puede así prospectar una situación gratificante. Puede
también pensar: “si mis padres se van o mis amigos se van, les escribiré una
carta y les contaré qué estoy haciendo”.
Es muy cierto que el ser incomprendidos o la soledad,
detonan la capacidad creativa y eso nos permite, algo así como crear globos de
ensayo, de cómo reaccionaremos cuando la vida nos obligue a poner en marcha
nuestra capacidad de resiliencia.
En un niño aislado, el cerebro que es un órgano que precisa
funcionar o se entumece o se oxida, corre el riesgo de dañarse. La creatividad
tiene al cerebro en un estado de alarma permanente. Por eso la excesiva
protección a un niño tampoco incita a la creatividad.
Los japoneses tienen una forma especial de arte equivalente
a la resiliencia que es el Kinsugi, que consiste en reparar piezas de cerámica
rotas, uniéndolas con un metal precioso que puede ser polvo de oro o platino.
En el mercado del arte cerámico de Japón, esas piezas, por así decirlo, curadas
por el Kintsugi, son más apreciadas y valoradas que una pieza nueva. Esas
piezas no solo pueden tener un uso, sino un pasado con significación.
Con el Kintsugi, no se trata de ocultar las roturas sino mas
bien de evidenciarlas, como un soldado que mostrase con orgullo sus heridas de
guerra. No se trata de llegar a esos extremos, ni suscitar un exhibicionismo de
los mismos, sino decir: “a pesar de esas heridas seguí combatiendo”. Puedo
haber luchado, incluso, por una causa equivocada, pero fui fiel a mis
principios.
Los peruanos tenemos esta capacidad de resiliencia, pues a
pesar de los desastres políticos de todo tipo, hemos siempre salido adelante.
Como bien lo dice Hernando de Soto, muchas veces como soldados valerosos
luchando en nuestro país, como si fuese un territorio enemigo, salimos adelante
al margen del Estado y a veces hasta con el Estado contra uno. Esto por durar
tanto y en forma tan repetida, lamentablemente ha deteriorado nuestra capacidad
de confianza en nuestras frágiles instituciones, y también las decepciones por
el comportamiento delictivo de quienes se supone nos deben cuidar, los
policías, los jueces y de algunas manera los padres de la patria que se han
comportado a veces como malos padrastos.
Nuestra capacidad de resiliencia nos está felizmente
llevando también a restituir nuestra capacidad de empatía y altruismo. La
pandemia paradójicamente ha creado las condiciones para que una sociedad tan
desigual como la nuestra, comience a dejar de serlo. Se han abierto muchas
compuertas de solidaridad que se habían adormecido.
Resiliencia, dolor y
sufrimiento
Para terminar debo decir que hay que diferenciar la
capacidad de resiliencia de la capacidad de tolerar el dolor y también
diferenciarla de lo que es el sufrimiento.
El dolor es una experiencia universal que compartimos con
los animales y casi todos los seres vivos. Por ejemplo nos quemamos la piel y
ese estímulo negativo de quemarse, genera un trayecto que envía mensajes de
nuestra mano que ha sufrido una quemadura, que va hasta nuestra medula espinal,
que luego llega a la base del cerebro y luego a la corteza cerebral. Allí
experimentamos la sensación de dolor. El dolor es una experiencia puntual, cuyo
escenario de alguna manera es el cuerpo.
Frente a un choque o golpe, o indigestión, se produce un
dolor. Dadas ciertas condiciones el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es
opcional.
Si hemos aprendido a tener compostura y sabemos que seremos
socorridos no teatralizaremos nuestro dolor, pues sabemos que vendrá la ayuda.
Quien no la tiene piensa que se va a morir. El dolor puede ser el mismo entre
el que sabe que vendrá ayuda y el que se siente desamparado. El que tiene
seguridad de ser salvado de alguna manera sufrirá menos.
El dolor que no tiene sentido, nos duele aún más. Y los
seres humanos vivimos en un mundo de sentido. Necesitamos proyectarnos y tener recuerdos
positivos para darle una dirección a nuestra vida. Si esa dirección viene como
reacción a un dolor no superado, puede haber
resiliencia, pero a un costo altísimo. Puede ya no haber dolor pero sí
sufrimiento.
Si hemos crecido fortalecidos y con seguridad, recibimos el
mismo golpe, una tragedia,
pero hemos aprendido a ser más fuertes que el sufrimiento,
que el dolor, y entonces sufrimos menos.
Si logramos hacer algo con ese sufrimiento, habremos transformado
el sufrimiento en obra de arte, como logran hacerlo los artistas. Entre los
artistas, entre la gente del cine, se da un número inusualmente alto de niños
privados de afecto que generan una dinámica transformativa para cambiar esa
carencia. Al haber sido heridos, han encontrado un medio para transformar esa
herida y convertirla en producción artística. La mayoría de las obras de arte
son confesiones autobiográficas.
La resiliencia no es solo privilegio del hombre, se
manifiesta en formas diferentes en otros seres vivos incluso los más simples.
Muchos animales pueden tener la misma estructura genética, pero
experimentalmente modificando el entorno o la capacidad de respuesta, podemos
lograr que cada uno se manifieste de manera totalmente diferente, que incluso
lo morfológico se modifique y evidentemente el comportamiento. Las
manipulaciones genéticas podrán ser muy criticables, pero nos muestran la
elasticidad que pueden tener los seres vivos.
La ciencia nos a a traer sorpresas estos próximos años,
algunas muy desconcertantes. El debate tradicional entre lo innato y lo
adquirido ya es algo estéril. Los desafíos son otros.
Esto también quiere decir que nosotros, los seres humanos,
los políticos, filósofos, padres,
tenemos que ser mas responsables, ahora que podemos de
alguna manipularnos a nosotros mismos. Es una increíble responsabilidad saber
que podemos modificar el medio ambiente y nosotros no podemos ser tan pasivos e
indolentes cuando la acción sobre el medio ambiente sobre todo, es tan
predadora y nociva.
Ha tenido que llegar esta ocasión única, que es la pandemia,
que nos está llevando a descubrir nuestra capacidad de ser solidarios y
resilientes con la naturaleza misma, pues la naturaleza en muchas maneras
también es resiliente.
El mejor ejemplo es a veces ver que en medio del desierto
crece un árbol. ¿Cuantos siglos habrán pasado para que las raíces puedan extraer
la poca agua que había? A veces en medio
de rocas muy duras, encontramos también que en un pequeño orificio ha crecido
una flor.
¿Qué cosas hizo durante años sin duda para que una planta
pueda encontrar una hendidura y captar un poco de sol y crecer?
La historia misma de la naturaleza es la historia de una
eterna resiliencia y somos parte de ella.
“Ars simia natura”, decían los antiguos romanos para decir
que el arte imita a la naturaleza y podemos decir también sobre la resiliencia,
que el mejor ejemplo a seguir nos lo da la misma naturaleza. Sigamos siempre su
persistente ejemplo.