Violencia política, deshonor y posverdad en el Perú contemporáneo
por Percy Vílchez
Salvatierra; percyvilchez.s@hotmail.com
5-8-2022
I.
El Perú tiene
la mala suerte de parecer no contar con honor y, lo peor es que, tampoco,
parece querer contar con él.
Tal es así
que se dice que todo depende del cristal con que se mire, pero, existen hechos
y realidades que no pueden soslayarse ni aún en la interpretación más
impresionista. Por ejemplo, respecto de la cruenta pugna entre los movimientos
terroristas de izquierda como Sendero Luminoso y el MRTA y las Fuerzas Armadas
nadie se pone de acuerdo en torno a la gravedad de las acciones de unos y otros
cuando el conflicto contra el terrorismo y eso es un desacierto tremendo de
todos los involucrados.
En este
sentido, hubo una toma de rehenes por un colectivo terrorista en contra del
país entero y Japón (pues su embajada en Perú fue siniestrada con todo y el
embajador japonés) y eso el Perú ya sea bajo una democracia o una dictadura no
lo podía permitir.
II.
Luego, si
accedemos al discurso consecuente desde un entendimiento de las FF.AA. como
elemento vertebrador de honor e identidad como sucede en los países más
importantes del mundo, el horizonte se hace mucho más claro. Pero, si se halla
uno en desacuerdo con esta estructura tradicional y se prefiere a un elemento
subversivo terrorista por pura enajenación romántica o por convicción militante
no siempre expuesta en público de modos valientes es obvio que la misma
interpretación de los hechos estará contaminada de escoria ideológica.
III.
En este
sentido, los comandos actuaron en defensa del país contra una amenaza
terrorista de izquierda que afectaba no solo los intereses nacionales a nivel
interno, sino, incluso a nivel del extranjero. La democracia y otras formas de
gobierno no sirven como materia de análisis pues los militares tienen que
obedecer y punto (aunque, aquí, muchas veces, hayan obrado de más). En lo
personal, habría preferido a unas Fuerzas Armadas legítimamente insurrectas
ante el golpe del 5 de abril de 1992 en lugar de la pandilla genuflexa ante
Montesinos y la infama (y supuesta) Acta de Sujeción, pero eso es otra
historia.
IV.
Por todo
ello, la acción de los comandos fue valiosa en tanto puso cerco y fin a una
amenaza terrorista izquierdista y deben ser defendidos en tanto se les ha
atacado una y mil veces como al resto de las FF.AA. por cuenta de gente de
izquierda que considera a los militares como terroristas mucho más dañinos que
cualquier elemento senderista o emerretista y dignos de las peores condenas en
tanto que a los subversivos terroristas izquierdistas los miman, entienden y
hasta justifican pese a que ni siquiera en un orden revolucionario habrían
tenido justificación alguna pues no tenían ni gozaban de condiciones objetivas
para intentar la revolución en los años ochenta, etc.
V.
Por otro
lado, toda crítica a Fujimori es bienvenida. Lo mismo respecto de Montesinos.
Sin embargo, dichas críticas deben estar fundamentadas pues no todo lo que se
orientó en aquellas épocas fue nefasto. El ordenamiento económico, por ejemplo,
es positivo aunque con los consiguientes elementos contrarios al país que, sí
creo, demuestran la nula cercanía sentimental de Fujimori con el Perú.
VI.
En este orden
de cosas, Fujimori caminó entre los cadáveres de los terroristas sin ningún
tipo de piedad. Eso no se le puede olvidar a un comunista y tampoco a un
militar cuyos amigos y compañeros, hermanos de armas, hayan sido asesinados por
la metralla terrorista de izquierda en aquellos aciagos años de la lucha contra
la subversión. Obviamente, el repudio o ensalzamiento dependerá de cada
intérprete y debemos preguntarnos, por lo tanto, cuál de estas dos posiciones
le sirve más al país y a la nación.
Asimismo, es
fundamental entender que no todos los comandos violentaron los derechos humanos
de los terroristas emerretistas. Del mismo modo, es necesario admitir que
aquellos que lo hicieron pueden ser vituperados, pero, no así, los demás
patriotas. Este discernimiento es casi lo mismo que diferenciar a un
guerrillero o a un rebelde patriota respecto de un terrorista o un subversivo
enajenado por la ideología y el mal, solo es cuestión de abrir los ojos y ver
de verdad.
VII.
Al hablar de
las FF.AA estamos hablando de una institución que padeció los malos manejos de
los gobernantes del país desde antes de la Guerra con Chile y hasta ahora.
Por otro
lado, los emerretistas que tomaron la embajada de Japón buscaban la liberación
de sus líderes muy justamente presos. Eso es algo que no debe olvidarse. No se
les puede denominar “presos políticos”, por ejemplo, pese a las diferencias de
todo orden que existen entre SL y MRTA.
VIII.
Es imposible
negar las acciones condenables de muchos militares, pero esas sanciones
individualizadas no tienen por qué afectar a la institución. En este sentido,
es insostenible atacar a las FF.AA., máxime cuando se libraba una guerra contra
el terrorismo y una izquierda enajenada que no advertía lo inapropiado de sus
planteamientos.
IX.
Finalmente,
acaso toda la izquierda de ve responsabilizada por las acciones de la izquierda
revolucionaria y, del mismo modo, acaso toda la izquierda revolucionaria se ve
contaminada por la responsabilidad en la que ha incidido la izquierda
terrorista de SL y MRTA? Si advertimos
los matices y discernimos, solo podremos concluir en que se mantienen
escindidas las responsabilidades tanto en las izquierdas como en las Fuerzas
Armadas.
X.
Por último,
no todo se acaba en una simple crítica o repudio del fujimorismo, ni cualquier
cosa que se le oponga al fujimorismo deviene en un elemento virtuoso. Castillo
es la mejor prueba de este detalle último.