Tuesday, June 20, 2023

¡Quien a hierro mata, a hierro muere!

 

Informe

Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas

20-6-2023

 


¡Quien a hierro mata, a hierro muere!

https://senaldealerta.pe/quien-a-hierro-mata-a-hierro-muere/

https://bit.ly/42Phh2q

 

El delincuente conocido como “Maldito Cris”, cayó ultimado en días pasados. Fiel a sus prácticas violentistas hirió, también a balazos, a 3 policías.

 

Produce bascas el saber que los "noticieros" se refocilan en la narración detallada de cómo fueron los sucesos trágicos.

 

El morbo de no pocos locutores atiza con visos de cotidiano lo que debiera ser ocurrencia extraordinaria y evitable.

 

Gracias a la televisión, diarios y radios, mostramos al mundo nuestra fase repulsiva y oscura, parecemos simios con metralletas, listos a disparar a diestra y siniestra.

 

¿Estamos volviendo a los años horrendos del terrorismo que cuando caía uno de estos anormales, las personas “celebraban” el hecho de sangre?

 

Ninguna sociedad puede ni debe darse el dudoso lujo de normalizar la justicia por mano propia. En este caso el individuo caído tenía antecedentes criminales siniestros. Y la acción de fuego fue letal.

 

Como Perú está tan huérfano de noticias positivas, los hechos sangrientos, reemplazan visiones positivas o de emergencia social constructiva.

 

¿Cuáles los titulares desde hace 15 días?: “mochasueldos” en el Congreso; casi aprueban reelección inmediata; aun no hay nada de la investigación a quienes dispararon ocasionando la muerte de más de 60 personas en el gobierno de Dina Boluarte.

 

El contraste no puede ser más patético. Por angas o por mangas, el sentido violentista de cualquier suceso, nos envuelve y arrolla.

 

No sólo la pandemia provocó una quiebra total en salud mental en los hogares de millones de peruanos. También la violencia a balazo limpio, que parecía ser ya recuerdo pesaroso, ha vuelto a instalarse en el menú nacional.

 

Más aún. Revisemos lo usual.

 

Día de por medio, las noticias traen la cotidiana información que un ómnibus en cualquier parte del país se cayó al abismo, chocó o se salió de la ruta ocasionando los muertos nuestros de cada día.

 

A nadie conmueve, de tan conocido el suceso, la pérdida de vidas.

 

Las estadísticas trágicas nos ponen en todo el mundo, como una nación primitiva que no castiga a los conductores borrachos e irresponsables, como tampoco a las autoridades que no vigilan el mantenimiento de los vehículos ni las pistas.

 

Si se pudiera, literalmente, estrujar, como si fueran esponjas, los aparatos televisivos o radiales, obtendríamos sangre a borbollones, o son asesinatos o choques o descarrilamientos, el mortuorio mensaje siempre es el mismo: víctimas y más víctimas.

 

Los autos, camiones o buses se pasan las luces rojas, el peatón es aplastado por estructuras rodantes que olvidaron que su vía es la pista, para subirse, en carreras locas, por las aceras atropellando a la gente.

 

¿Qué puede haber ocurrido para que este nivel de abyección y vileza constituyan hoy por hoy parte de la "cultura" peruana?

 

Pocos años atrás se impuso la sana costumbre de usar los cinturones de seguridad, quien no lo hacía era multado. Lo cierto es que el ejemplo se popularizó dando cuenta de un signo de disciplina férrea y saludable.

 

¿Cómo hacemos para que las empresas no recojan pasajeros en el camino, permitan a conductores ebrios o cansados, la parada en lugares sospechosos?

 

¿Están cumpliendo las autoridades el riguroso examen de las unidades de transporte?

 

Por lo menos, según las estadísticas, el 80% de los accidentes trágicos son por falla humana, en buen romance, está dañado el disco duro ciudadano. Entonces ¿cómo se logró lo del cinturón de seguridad?

 

El Estado, las empresas privadas, los gobiernos deben librar batalla contra toda la informalidad y la indisciplina que nos hace parecer tribus de monos enloquecidos.

 

La vida es parte insustituible del proyecto social. Quien no se estima, no se quiere o no se valora, tampoco estima, quiere o valora al prójimo a quien siente como enemigo al que hay que pulverizar a como dé lugar. ¿Por causa de qué este molde nefasto tiene primacía en la mente de los peruanos?

 

Un país tiene el deber de limpiar su imagen y de criticar las imperfecciones de su devenir diario.

 

Es más, una de sus obligaciones debería constituirla aprender que hay muchísimo que hacer y que la génesis arranca en aceptar que somos un país en que el pistoletazo cercena vidas con tanta frecuencia como lo hacen los buses de transporte local e interprovincial.

 

¿Llegará el día en que las noticias que alumbren los nuevos amaneceres advengan robustas de optimismo, de vida tremebunda y en la alegría formidable de construir una nación?

 

He allí un reto que demanda muchas respuestas.