6-2-2008
La tragedia del 79, Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima
49 El guerrero
En Miraflores –Andrés Cáceres- se enfrentó tenazmente al enemigo, y
pese a estar herido en una pierna, no cejó, hasta que la resistencia
fue imposible y el atacante comenzó a rebasarlos, debiendo retirarse.
Llegó hasta los reductos para ver como un balazo cegó la vida al
coronel de la Colina y otro tiro le destrozó el anteojo con el que
observaba el campo enemigo.
Frente a la impasibilidad de la reserva, increpó acremente a los
comandantes generales, quienes manifestaron que no recibieron órdenes
del dictador para incorporarse al combate.
Continuó la retirada con su cabalgadura también herida, mientras
meditaba sobre lo acontecido, cruzándose con gran número de soldados
que emprendían la retirada. Esa masa informe de hombres en armas le
sugirió la idea de organizarlos y volver a combatir, pero
trasladándolos a la sierra, al considerar que Lima estaba perdida. A
las siete de la noche llegó a la plaza de la Exposición, donde
nuevamente encontró numerosos soldados, quienes al reconocerlo, le
pidieron que los dirigiera nuevamente contra el enemigo, momento en el
cual comprendió que la lucha no estaba perdida y, que si bien, en ese
momento no podían hacer mayor cosa, que además necesitaba recuperarse
de la reciente herida, en próximas semanas o meses, reanudaría la
defensa del país y agruparía a los jefes que encontrara, misión que en
ese momento encargó al capitán La Barrera y fuera a palacio con la
indicación, la cual fue desatendida por los coroneles que La Barrera
encontró en ese lugar.
No pudiendo hacer más, se dirigió a la ambulancia de la Cruz Roja
improvisada en San Carlos, donde fue atendido y, seguidamente,
trasladado a la de San Pedro donde lo ocultaron porque los chilenos
iniciaron su búsqueda. Conocen que está herido y los puestos médicos
de atención son los primeros en ser registrados. Por la participación
activa del cuerpo médico, que lo alojaron en la celda del prior, los
chilenos quedaron burlados y pudo continuar su recuperación. Frente al
peligro que lo siguieran buscando, fue llevado a la casa de don
Gregorio Real, donde continuó oculto hasta lograr franca mejoría y
traslado a su casa.
Durante ese tiempo reconstruyó mentalmente lo sucedido la noche del 15
de enero, reconociendo la ineptitud y falta de visión de los coroneles
Suárez y Secada, que en ningún momento tomaron en cuenta su aviso de
reconstituir el ejército en base a las tropas dispersas que llenaron
Lima; que igualmente, se perdió valioso tiempo que debió ser
aprovechado desde la noche del 15 hasta la mañana del 17, para evacuar
el parque de guerra y armamentos en depósito, además del que estuvo en
manos del ejército disperso. Hombres y material que adecuadamente
organizados, pudieron constituir sólida defensa en Chosica;
sensiblemente no se hizo nada por salvar el material bélico que cayó
íntegro en manos del enemigo. De los hombres, muchos por propia
decisión se dirigieron a la sierra a proseguir con la defensa del
país.
La campaña de La Breña se inició con la acción guerrillera encabezada
por José Bedoya, quien con los restos de las fuerzas que comandó en
las dos batallas de Lima, formó el primer contingente para la defensa
de Canta. Se unió posteriormente a Ricardo Bentín, subprefecto de
Huarochirí, en esa forma se inició la resistencia andina a la
ocupación, siendo la quebrada de Santa Eulalia donde se produjo el
primer choque el 8 de abril de 1881, cuando las guerrillas, mal
organizadas, no lograron sorprender al grupo chileno enviado en su
búsqueda y con un aviso mal ejecutado, alertaron al enemigo, quien se
dedicó a una verdadera cacería humana en las alturas, además de
arrasar varios caseríos donde no dejaron a nadie con vida a la par que
destruyeron las propiedades, en esa forma los caseríos de Callahuanca,
Gayata, Chacle, Quilmachay y Quiromarca, se sumaron a la ya larga
lista de poblaciones, aldeas o ciudades, desaparecidas o destruidas
por el vandalismo desatado por los invasores.
Después de esa primera experiencia se comprobó que no fue factible el
enfrentamiento de guerrilleros mal preparados contra tropas regulares,
haciéndose imperiosa la presencia de alguien con adecuada preparación
militar que pudiera contrarrestar la acción del ejército chileno, por
eso, el mayor Mariano Muñoz al visitar a Cáceres le dijo: "un ejército
en potencia le aguarda". Esa situación no modificó que los
guerrilleros se agruparon espontáneamente para combatir y que las
guerrillas continuaron su actuar, hasta el momento que fueron
unificadas por Cáceres.
El Brujo de los Andes, el 15 de abril, asumiendo el riesgo,
abiertamente se embarcó en el ferrocarril del centro, desembarcando en
Chicla, punto final en ese entonces del ferrocarril y, a caballo, se
dirigió a Jauja, sede del gobierno, donde fue saludado por Piérola y
recibió el nombramiento de jefe político y militar de los
departamentos del centro. Habiéndose dirigido Piérola a Ayacucho, se
dedicó a organizar un nuevo ejército y como el mismo Cáceres escribió
en sus memorias: (154).
"emprender con él la resistencia armada contra el invasor, pues la
toma y ocupación de Lima por los chilenos no entrañaba, en mi
concepto, el completo aniquilamiento del poder militar del Perú, ni
mucho menos la decisión de la guerra por la fuerza de las armas,
porque aún quedaban recursos, territorios y energías para
continuarla".
Había recibido el cargo de jefe político y militar, pero el dictador
no le entregó un solo soldado y tampoco recursos. En esas condiciones
debió iniciar su tarea. Pensó, justificadamente, en el pronunciamiento
de los pueblos peruanos que habrían de mancomunar esfuerzos y
levantarse en armas frente al enemigo común. Al carecer de elementos
humanos y recursos, decidió que la constitución del ejército debería
ser uno pequeño, de gran movilidad, que eluda enfrentarse en grandes
batallas con el adversario y actúe como fuerza guerrillera, logrando
un desgaste continuo del enemigo. Esa táctica defensiva, debería
proporcionar el adecuado adiestramiento y reforzamiento de las fuerzas
iniciales hasta contar con un contingente adecuado, que, en ese
momento, pasaría de una "defensa móvil y activa" de resistencia al
contraataque.
Actuando en su doble responsabilidad: política y militar, el 27 de
abril se comunicó con el coronel Máximo Tafur, prefecto de Junín
informándole de sus propósitos y solicitando ayuda. Simultáneamente
nombró al hijo del prefecto e igualmente coronel, Manuel Tafur, como
jefe del Estado Mayor y se encargara de señalar responsabilidades a
los jefes y oficiales que encontrara por la región y, como primer
contingente de tropa, señaló a dieciséis gendarmes heridos y
convalecientes que encontró en Jauja. Dispuso que se instalara una
maestranza para la reparación del escaso armamento.
Para lograr recursos, envió a sus jefes y oficiales y él mismo partió
en gira por las provincias de Jauja y Huancayo, solicitando ayuda e
invocando el patriotismo de los principales lugareños, logrando de
todos ellos calurosa acogida, reuniendo rápidamente grupos de hombres
aptos para el servicio y, después de un mes, formó el primer
contingente con cien soldados que sirvieron para formar el batallón
Jauja. Los comerciantes y terratenientes brindaron pleno apoyo para
satisfacer las necesidades del naciente ejército así como entregando
armas y municiones que tuvieron o hubieron por los alrededores. Al
mismo tiempo se levantaron guerrillas en caseríos y aldeas y, las
montoneras ya existentes, o fueron disueltas o pasaron a convertirse
en guerrilleros. De gran ayuda fue la utilización del quechua por
Cáceres, ayudándolo a comunicarse con la gente de las serranías.
En esa forma continuó organizando el ejército y amplió el área de su
influencia, llegando a Pasco y Huánuco por el norte y oriente, y La
Mejorada, Huancavelica y norte de Ayacucho por el sur. La movilización
de hombres y recursos incrementó progresivamente las fuerzas a sus
órdenes, especialmente por la llegada de jefes y oficiales del
disperso ejército y el vínculo, cada día mayor, que logró con jefes
guerrilleros que venían operando en la zona.
El enemigo al enterarse de las actividades de Cáceres, dispuso una
primera expedición enviada por el coronel Lagos, formada por una
división al mando del teniente coronel Ambrosio Letelier, constituida
por las tres armas y un total de 1,392 efectivos. Ocupó Tarma y de ahí
destacó a una parte de su ejército a que ocupare Jauja y Huancayo;
lograron lo primero, pero Cáceres hizo creer que defendería la segunda
ciudad con numerosas fuerzas, motivando que los chilenos se
abstuvieran de atacar.
Cáceres, a la espera del movimiento chileno quedó en Quebrada Honda,
donde fue informado que en Huancayo, los principales ciudadanos
preparaban el pago de un cupo exigido por Letelier, además de
caballos. Comisionó al coronel Tafur para que recogiera el dinero
colectado que ascendía a 60,000 soles y 30 caballos, todo lo cual fue
decomisado, procurándose por ese medio algunos fondos, al mismo tiempo
que reprendió severamente al alcalde huancaíno.
Lynch reiteradamente ordenó a Letelier retirarse de la sierra, y éste,
dispuso lo conveniente, organizándose los escalones correspondientes.
El capitán Areneda se desplazó al caserío de Cuevas y para mejor
alojamiento de su tropa, pasó a la hacienda Sangrar con unos 100 a 200
hombres, donde fue atacado por el coronel Vento con 100 efectivos y 40
guerrilleros del subprefecto Fuentes. Después de enconada batalla, los
chilenos se retiraron con pérdida de cerca de la mitad de sus
efectivos, dejando cincuenta rifles. Acción que precipitó la retirada
de Letelíer, quien no logró ni el cupo ni tampoco destruir Huancayo
como había prometido, aunque sí asesinó, robó y destruyó con saña
muchos pueblos indefensos.
Desde Tarapacá, era la primera victoria, aunque en pequeño, que
lograba el ejército peruano. El pasado triunfal de Chile comenzó a
tener sus contratiempos ya que los Andes resultaron un teatro de
operaciones muy diferente a la costa. Con esa victoria se liberó
temporalmente al departamento de Junín.