Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
13-11-2022
Piérola dejó Perú con pasaporte del gobierno de Chile
¿Qué hacía el señor Nicolás de Piérola en diciembre de 1881
con el jefe de la ocupación chilena en Lima? Ya había resignado la dictadura
porque nadie le hacía caso desde el 28 de noviembre y fue Tarma la ciudad que
registró el hecho. No representaba a nadie y tampoco era funcional –ya había
sido lo suficiente en enero los días 13 y 15 en San Juan y Miraflores, cuando
la trágica derrota de la capital ese mismo año- a los chilenos que le
desconocían en absoluto y en cambio apresaban a García Calderón y le enviaban
deportado al sur. ¿Quién aclara esta oscuridad proditora tan poco tocada? Y muy
ignorada.
Dice Jorge Basadre:
“A Lima, ocupada por el enemigo, llegó Piérola el 3 de
diciembre, con lo cual se sometió de hecho a lo que antes censuró y condenó.
El 6 de diciembre se entrevistó en casa de Juan de Aliaga,
con Lynch, y en otra casa con el diplomático Novoa. No hay versión de la
primera entrevista; pero sí unos apuntes de Novoa acerca de la segunda. Piérola
creía posible un alzamiento a favor suyo en el Ejército de Cáceres; pero
siempre que condujera a la paz en términos soportables para el Perú. Novoa
repuso que ella, después de los sacrificios chilenos, no podía ser sin cesión
territorial. A ello contestó Piérola que dicha entrega era “apenas un medio de
salvar la dificultad ficticiamente, puesto que obligaría a la paz armada y al
acecho constante. .........Ese mismo mes, Piérola
se embarcó al extranjero con pasaporte del gobierno de Chile, si bien todas
sus gestiones encaminánrose a la paz sin cesión territorial. En Europa buscó la
mediación de Francia e Inglaterra en vano. Ya en noviembre del 82 estaba
nuevamente en Estados Unidos y realizó esfuerzos inútiles que más adelante se
mencionan”. (Historia de la República).
El padre Rubén Vargas Ugarte apenas si dedica un par de líneas consignando el hecho de diciembre
de 1881.
En el bello libro que consagró a su biografía, Piérola,
Alberto Ulloa Sotomayor, grueso tomo de más de 400 páginas, no hay mayor referencia a un hecho raro
hasta para el criterio del más novel historiador.
Si Piérola ya no era dictador porque nadie le reconocía
mando alguno o capacidad de negociación, la más mínima. Si, precisamente, había
resignado en Tarma el 28 de noviembre y de modo oficial –ese año trágico de
1881- su dictadura, porque los invasores no le reputaban importancia ni liderazgo,
retorna la pregunta filuda que no tiene respuesta de los historiadores: ¿qué hacía Piérola “conferenciando” con
Patricio Lynch y Jovino Novoa en la Lima ocupada y sobre un suelo ensangrentado
por la matanza que los chilenos habían perpetrado en San Juan, Chorrillos,
Barranco y Miraflores? ¿cómo así que “se embarcó al extranjero con pasaporte
del gobierno de Chile”?, tal como apunta Basadre.
El historiador Jorge Basadre afirmó que a Cáceres, el Brujo
de los Andes, el firme portero y guardián de la dignidad nacional durante
largas y reconocidas luchas y señaladamente entre 1881 y 1883 en la Campaña de
La Breña, le faltó morir en el campo de Huamachuco. Es decir avanzó criterio
terminal sobre un genuino héroe. Cierto, más allá de las palabras informativas
que sobre Piérola consignó y en torno a las reuniones de éste con los
capitostes chilenos, no hay más testimonio. La plasticidad del juicio no puede
ser más evidente. ¿Y la objetividad? ¡Quimera lejana, sin duda alguna!
Débese a Manuel González Prada el fulminante párrafo
histórico:
“Chile mismo no habría
elegido mejor aliado. Cuando convenía ceñirse a disciplinar soldados, reunir
material de guerra y aumentar los recursos fiscales, Piérola remueve las más
pasivas instituciones: era el caso de ordenar, y desordena; de hacer, y
deshace; de conservar, y destruye; de operar, y sueña. En el estado de guerra,
cuando las funciones del cuerpo social son de más intensidad y de mayor
extensión, suprime órganos o les sustituye con mecanismos artificiales y
muertos. Peor aún: asume el Poder Legislativo, el Ejecutivo, el Judicial, el
Generalato en Jefe del Ejército, el Almirantazgo de la Marina, en fin, presume
realizar una obra que no imaginaron Alejandro, César, Carlomagno ni Bonaparte.
Un dedo pretende monopolizar todas las funciones del organismo.”
¿Ha sido cierta la historia embutida durante decenios a los
peruanos? ¿o más fuerte fue la plasticidad cómplice y corrupta mantenedora del
status quo que se verifica en calles y plazas que llevan nombres inapropiados
porque blanquean lo sucio y glorifican a no pocos traidores y regaladores de la
heredad nacional?