Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
11-3-2020
Control de daños o la maravillosa forma que una nación
“olvide” grandes crímenes
Pocas, muy pocas semanas
atrás, el altísimo funcionario del Banco de Crédito del Perú, Dionisio Romero
Paoletti reveló que su institución había avituallado a la señora Keiko Fujimori
con varios millones de dólares. No reveló la procedencia ni a quiénes pertenecía
ese dinero.
El hijo del mismo nombre que
su padre, Dionisio Romero Seminario, íntimo amigo y cófrade de Vladimiro
Montesinos, incurría en el vicio de aceitar, que no otro fue el propósito, con
fines no del todo ignotos, una postulación ¡nada menos que a la presidencia de
la República!
El asunto no fue
desapercibido y no pasaron muchos días y comunicadores al servicio evidente del
protagonista de la historia o de la entidad, irradiaron sus opiniones bajando
el tono al asunto.
Una de las preguntas que
asalta al peruano común y corriente es ¿cómo los hombres y mujeres de cuello
blanco y traje sí cometen crímenes, se zurran en toda clase de leyes y pisotean
la moral que debiera ser su norma de conducta? El feo paradigma negativo
impacta en la sociedad: si los grandotes lo hacen ¿por causa de qué los que son
más pobres, no?
El reconocido estudioso del
grupo Romero, Francisco Durand, ensayó la tesis de la captura del Estado, tema
recurrente y sólido que afirma en sus estudios, y describió la posibilidad de
una decadencia de la tradicional pandilla poderosa y decididora de los destinos
colectivos del Perú.
Hay una veta que me permito
señalar puntualmente y también será parte de Un voto, un dólar, crónicas en
torno a San Dionisio (de próxima aparición en algunas semanas), y que
pasa desapercibida de tan repetida y palurda: todos se olvidan del acápite a
las pocas semanas porque hay otros “temas” que la prensa adicta y noticiosa se
encarga de embutir en el cerebro de millones de peruanos.
No sólo es que el hijo repita
el “ejemplo” del padre. Nadie creerá que esos millones se obsequiaron a la
señora Fujimori para obras de caridad o de bienestar de las clases menos
favorecidas. Dionisio Romero Paoletti, con inmenso poder en su grupo
empresarial y específico peso innegable, transita por caminos vedados como lo
hiciera su progenitor Romero Seminario y del que dan cuenta unos videos en que
se le ve con Montesinos pactando o charlando.
Y si hablamos de neumáticas
cómplices y silenciosas, el Poder Judicial se lleva las palmas porque hace
envejecer los expedientes, cambia los jueces, tuerce la justicia en perdón y
los delincuentes, no pocas veces, tienen salas ad hoc creadas con nombre y
apellido. ¿Alguna vez Dionisio Romero Seminario fue condenado por su simpatía,
empatía o cercanía en negocios jamás aclarados con Montesinos y Alberto
Fujimori?
¿Y qué rol juegan los
comunicadores? A ellos alcanza la responsabilidad de informar in extenso, con
detalle acusador y pruebas documentales, el devenir de los casos si el Poder
Judicial sombrea y distrae. Pero los miedos de información, como los grandes
estudios de abogados, licúan las dudas, pagan los servicios y silencian
crematísticamente a los muy informados que de repente hablan de la inmortalidad
del mosquito pero nunca más sobre los intríngulis de Romero y el BCP.
¿Por qué las leyes no
alcanzan a sancionar a los ricos y famosos en Perú? Quien diga que esto ocurre
en todo el mundo, no hace sino invocar la certera copla mal de muchos, consuelo de
tontos.
La corrupción refinó sus
métodos, sobornó en gran escala y para eso contó con parlamentarios, jueces,
ministros, presidentes, burócratas en el imperfecto aparato del Estado, de modo
tal que los grandes y letales crímenes discurren por cortinas de humo, sus
protagonistas bien apertrechados de dólares sucios, viajan y son
“personalidades” a quienes nada pasa. Total los siguen invitando a los cócteles,
inauguran “obras”, aparecen en prensa escrita, radial y televisiva, como si
aquí no hubiera pasado nada.
Tarea pendiente la de mejor
revelar todas estas trapacerías.