por Herbert Mujica Rojas
15-6-2007
¿Tiene arreglo el Perú?
¿Cuántas veces (y quien diga que no, es un farsante e insincero) no ha
comentado usted, amable lector, sobre nuestro atribulado país: ¡esto
no lo arregla nadie!? Los políticos son caricaturas especializadas en
hacer el ridículo. Su ignorancia es monumental, su honestidad cambia
con las horas del día, su estulticia parece hasta congénita. Hombre
llegado al gobierno, ser humano capaz de negociar a su progenitora y
de montar una corte de serviles dispuestos a matar con tal de no
perder la pitanza. La conclusión es la de siempre, común, cotidiana y
aterradora: ¡esto no lo arregla nadie!
Sin partidos políticos, apenas llegan a la muy discutible condición de
logias electorales o usinas de puestos públicos; carentes de líderes
con recia y rica formación intelectual (aquí los que se llaman
intelectuales, analistas, politólogos, estrategas o internacionalistas
crecen debajo de cada piedra del ancho universo nacional) y sentido
práctico, nacional y nacionalista de las cosas; desprovistos de una
concepción unificadora y disciplinada del Perú, este país es una
especie de diáspora múltiple en que 26 ó 28 millones de peruanos hacen
cada cual lo que les parece. Por tanto, si antes teníamos el gravísimo
problema de la desintegración regional, geográfica, cultural o
histórica, ahora también poseemos millones de vertientes divorciadas
entre sí, egoístas y absolutamente individualistas. El resultado está
a ojos vista: un país pasto de otras naciones que tienen, por lo
menos, una idea más coherente de qué hacer con sus vecinos. Y la
historia no es nueva. Se repite recurrentemente aunque sea tautológico
insistir y subrayarlo.
Si se leyera a Manuel González Prada pero no se dijera que es él,
pareciera que alguien está haciendo el análisis de lo ocurrido 48
horas atrás en el Establo. ¿Tenía o no razón don Manuel cuando afirmó
que hasta el caballo de Calígula sentiría vergüenza de formar parte de
semejante corporación? Y da risa "leer" que hay quienes pretenden
sepultar al prócer cuando la vigencia lacerante de sus escritos y
mandobles permanece sangrientamente en todo el panorama contemporáneo
de la nación.
¿Qué clase de burocracia tenemos? ¡Una dedicada a esquilmar al
gobierno, a todas las administraciones! ¡Capaz de vender un kilómetro
de carretera que cuesta promedio US$ 150 mil en la astronómica cifra
de US$ 825 mil! ¡Una empresita como la concesionaria del Aeropuerto
Jorge Chávez, Lima Airport Partners, LAP, pasa, con el bueno visto de
los pobres inútiles de Ositran, mangas que valen US$ 600 mil, por otro
precio: US$ 900 mil y hay que multiplicar por 7! Y cuando la ministra
de Transportes, Verónica Zavala, es preguntada en el Establo por
"supuestas irregularidades", ella sostiene que "no estaba en el cargo
cuando eso ocurrió". Sólo la proverbial e intocable ignorancia de los
parlamentarios puede pasar por alto esta monserga. Y el premio se lo
lleva esta señorita vividora de todos los gobiernos, Zavala Lombardi,
que, y por eso la Contraloría General afirma que hay mérito penal para
acusarla, depositó cuando era funcionaria de Fonafe, US$ 5 millones de
dólares en un banco que después quebró y a nadie parece preocuparle la
"picardía" de la susodicha. Y los malos ejemplos se repiten todo el
tiempo. Y en todos los sectores.
¿No va siendo hora de comprender que esta generación que desde hace
casi 30 años mantiene el imperio monopólico del gobierno político,
económico, burocrático, periodístíco, ya canceló, y con desverguenza
aberrante, su ciclo? ¿qué esperan los talentos para salir de sus
cómodas cuevas y mullidos bufetes de generales de escritorio? Si esto
ocurre es porque la bestiocracia está arriba y los inteligentes abajo.
El problema reside en saber si los que tienen algo de cerebro tienen
la mínima dignidad para emprender el ascenso o siguen pusilánimes y
egoístas como hasta hoy.
Hacer y organizar son palabras claves. Ningún país puede salir de su
postración que más que económica es de miseria moral y orfandad de
perspectiva nacional, si no se plantea el aniquilamiento de las
rémoras y los escollos que perturban su camino de liberación
revolucionaria. Y para eso no se necesita ¡de ningún modo! de dólares
corruptores esquilmados a gringos idiotas con cuentos mil. ¡Allá los
sinverguenzas que viven de esos embustes! El pueblo es más sabio que
todos los sabios. Por algo no les da la confianza en las urnas y
apenas si son una minúscula pandilla de gritones asalariados.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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