Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
15-12-2024
Congreso, Calígula y disolución
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Pocas veces el Congreso ha logrado incrementar su producción
mediocre tal como ha sucedido la semana que pasó. Marcha, contramarchas,
retrocesos, frenos, ridículos, todas variedades de un espectáculo deleznable
que cuesta al contribuyente millones de soles para mantener a los legiferantes.
Imprescindible anotar que los habitantes precarios del
Parlamento rehabilitaron el Senado y aprobaron la reelección. En cualquiera de
los casos no son los principios sino el tráfico de influencias la presa
apetecible para, con rapidez, hacerse ricos.
El Congreso, sus honores,
protocolos, papeleos, sueldos, tropas de asesores y pelotones de secretarias,
amén que prensa turiferaria, conforman el margesí de privilegios de que son
avituallados estos ciudadanos.
Refiriéndose al Congreso, Manuel González Prada en su filudo
artículo Los honorables (Bajo el oprobio 1914),
produjo una definición lapidaria que el tiempo no ha podido borrar:
“Hasta el caballo de Calígula
rabiaría de ser enrolado en semejante corporación.”
Cualquier reelección política es
un cáncer.
Los reeleccionistas afirman, sin
vergüenza ni sangre en la cara, que el país necesita experiencia y que esa
virtud es patrimonio de aquellos que ya tienen 15, 20, 25 años apoltronados en
la curul. ¡Como si la mediocridad pudiera ocultarse en cada uno de sus rebuznos
o apariciones ante los miedos de comunicación a quienes transmiten sus
elocuentes naderías!
Si se juntara a todos aquellos
veteranos en el Parlamento y se hiciera auditoría de la calidad de leyes que
alguna vez –en los raros momentos en que decidieron trabajar- impulsaron, se
comprobaría que el balance es pobre, paupérrimo. En 20 ó 30 años no hay ¡ni 100
propuestas gravitantes en la vida de las mayorías nacionales!
La superficialidad brota de los
legisladores de modo espontáneo y sus alocuciones navegan en la epidermis pero
¡eso sí! el rostro grave, el gesto teatral, la voz engolada, la promesa de
cumplimiento endosada al asesor que toma nota atenta para olvidarse del asunto
a los 5 minutos.
El protocolo adulón logra que los
legisladores se refocilen cuando les llaman doctores o el chofer abre las
puertas del vehículo asignado para su uso. La gran mayoría no descifra aún los
códices elementales del manual de Carreño pero en la tarima legislativa son
sabios civiles, dueños de la ciencia infusa que sólo ellos entienden.
La reelección por una vez o
indefinida atenta contra la renovación política o ciudadana, yugula cualquier
recambio y entroniza a genuinos idiotas con saco y corbata o traje en puestos
para los que son absolutamente ineptos.
Hay temas candentes sobre
soberanía aérea, marítima, terrestre que debieran ser discutidos por el
Congreso. ¡Nada de nada! No sólo es ignorancia y desatención, también es falta
de civismo y conocimiento. La minucia despreciable, los 5 minutos de fama, la
miopía monumental, caracterizan a un Parlamento desastroso. De 130 integrantes,
casi ni 10 lograrían protagonizar un papel fundamental en los destinos del
país.
Decía González Prada en el
artículo citado:
“Porque en todas las
instituciones nacionales y en todos los ramos de la administración pública
sucede lo mismo que en el Parlamento: los reverendísimos, los excelentísimos,
los ilustrísimos y los useseñorías valen tanto como los honorables. Aquí
ninguno vive su vida verdadera, que todos hacen su papel en la gran farsa. El
sabio no es tal sabio; el rico, tal rico; el héroe, tal héroe; el católico, tal
católico; ni el librepensador, tal librepensador. Quizá los hombres no son
tales hombres ni las mujeres son tales mujeres. Sin embargo, no faltan personas
graves que toman a lo serio las cosas. ¡Tomar a lo serio cosas del Perú!
Esto no es república sino
mojiganga.”
¿No han pensado sus ilustrísimas
en disolver el Congreso?
En Horas de Lucha, González Prada preguntó:
Entonces ¿de qué nos sirven los
Congresos? ¿Por qué, en lugar de discutir la disminución o el aumento de las
dietas, no ponen en tela de juicio la necesidad y conveniencia de suprimirse?
¡Qué han de hacerlo! Senadurías y diputaciones dejan de ser cargos temporales y
van concluyendo por constituir prebendas inamovibles, feudos hereditarios,
bienes propios de ciertas familias, en determinadas circunscripciones.
Ciertamente previo a eso debieran
devolver todo lo mal ganado y quedarse en el Perú por lo menos dos años
continuos y así evitamos las fugas y escapes que tanto daño hacen.