por Herbert Mujica Rojas
4-11-2008
¿Cuántos González Prada más?
En Los honorables, Bajo el oprobio (1914) don Manuel escribió:
"Porque en todas las instituciones nacionales y en todos los ramos de
la administración pública sucede lo mismo que en el Parlamento: los
reverendísimos, los excelentísimos, los ilustrísimos y los useseñorías
valen tanto como los honorables. Aquí ninguno vive su vida verdadera,
que todos hacen su papel en la gran farsa. El sabio no es tal sabio;
el rico, tal rico; el héroe, tal héroe; el católico, tal católico; ni
el librepensador, tal librepensador. Quizá los hombres no son tales
hombres ni las mujeres son tales mujeres. Sin embargo, no faltan
personas graves que toman a lo serio las cosas. ¡Tomar a lo serio
cosas del Perú!
Esto no es república sino mojiganga." Y razones entonces no le
faltaron. Y soy sobrarían para el mismo juicio aberrador. ¿Debería eso
alegrarnos?
Veamos. Un país entero se refocila en la morbosa exposición de audios
e interferencias ilegales cuanto que inmorales porque son actos
irremisiblemente delincuenciales y los fautores se presentan como
investigadores y jueces de la opinión pública a la que dan las migajas
que sus patrones comerciales pagan y lo hacen opíparamente. El
presidente García con oportunismo lamentable, olvidando cualquier
principio de derecho, discurre por el fácil camino del elogio al
delito porque pareciera convenirle. ¿No están dentro de las tareas
irrenunciables del primer funcionario público del país el cumplimiento
de la moral pública que abomina de cualquier monra o estafa? ¿está tan
estupidizada la nación que no atina a censurar las incontinencias del
jefe de Estado? No ha mucho que el señor García pronunció el
antihistórico disparate de admonizar contra las furias chilenas si se
cuestionaba su presencia mayúscula como inversionista en Perú y,
felizmente, fue la voz radial de César Hildebrandt la que puso una
condena letal a semejante barbaridad. Invitado por aquél reiteré,
también, mi censura al aire y la demanda que se retractara de
semejante desverguenza contra la historia nacional. Menos de 24 horas
atrás el mandatario ha vuelto por los baches orales a que tiene
acostumbrado al país: ¿prosigue la mudez de una sociedad anodina,
insolidaria, capaz de resistir su ahorcamiento con muestras de gozo y
placer inefables? ¡Qué disparate!
¿Cuántos González Prada más se necesitan para seguir denunciando los
recurrentes males y taras de la república? A mi modesto entender, todo
o casi todo está dicho ya. De repente, hasta me atrevería a decir que
Manuel González Prada sólo hubo uno y con eso basta para elan y dínamo
imparable de acciones correctivas y revolucionarias en la vida de la
nación. De análisis, exégesis, estudios e interpretaciones está llena
la historia patria. Cada vez que alguien quiere robarse dinero que
viene de fuera, sólo apela al taller, al fórum, al folletito barato
muy mal escrito y pleno en lugares comunes e idioteces en un lenguaje
pseudo moderno y alambicado. Vivimos la farsa permanente de una
republiqueta bananera que se ha inventado sus dioses moralistas,
fabricado sus referentes periodísticos y consagrado a bandas de
mediocres como portavoces en la cosa pública. Ayer rábulas rentados,
procuradores delincuentes, socios comerciales del nipón Alberto Kenya
Fujimori y hoy fungen de almas blancas en la dura y esforzada tarea de
la lucha contra la corrupción. ¿Pueden los corruptos pelear contra su
leit motiv congénito? ¡Bah!
¡No se necesitan más González Prada! ¡De ninguna manera! Se requiere
la fe del carbonero para seguir echando combustible a la locomotora
del cambio social que comienza con el señalamiento de quiénes deben
ser los ajusticiados y fusilados moralmente en la sociedad. Los cacos
siempre serán eso, no otra cosa. Los contrabandistas apenas si
llegarán a cumplir su designio si la sociedad les franquea las puertas
al delito. Ninguna sociedad que no crea que hay que liquidar,
pulverizar, destruir el delito, sale adelante. Y para eso basta con
unas cuantas ideas fundamentales y ¡a actuar tumbando a los farsantes
y mentirosos! Y estos están en el Congreso (no pocos), en la
judicatura, en la sociedad y sus organizaciones manipuladas por
minorías blancas, excluyentes, adineradas y sectarias cuanto que
absolutamente mercenarias de dineros foráneos al servicio del imperio
globalizador. Mientras que se persista en la inacción, la inmovilidad
no sirve para nada. Salvo que para dejar, como hasta hoy, las calles
abiertas a los ladrones de siempre.
Bien decía González Prada: "Tomar a lo serio cosas del Perú".
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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