por Herbert Mujica Rojas
2-9-2008
Perú: ¿isla o paraíso?
El presidente Alan García, dicharrachero innegable, ha expresado que a
Perú no le afecta la crisis internacional porque según él es un asunto
circunscrito a las economías mayúsculas que tan tocado fondo. Dice que
no hay que alarmarse porque, merced a la maravillosa conducción del
país, aquí estamos de plácemes. No es muy sensata ni feliz la postura
ultra-optimista y, en cambio, sí pareciera desbarrancar por los
peligrosos caminos de la falta de reflexión que obnubila y estupidiza.
¿Es Perú una isla o paraíso? Si la respuesta es negativa, entonces el
primer funcionario público del país está obligado a asumir su papel de
hombre de Estado. Y no, como hoy acontece, tributario de la coyuntura,
palafrenero de la oratoria irresponsable.
Hay una contradicción evidente y palmaria. Se ha dicho hasta la
saciedad que vivimos en un mundo globalizado, verdad de Perogrullo que
aquí se embutió a la bruta y merced a contratos, concesiones,
licitaciones, trampas, cohechos, desde el Estado hacia particulares y
en no pocos casos con sacrificio oneroso del patrimonio nacional.
¿Incluye ese fenómeno al Perú? ¿con quiénes contrata el país? ¿de
dónde vienen las milagrosas inversiones de que dan cuenta todos los
días los miedos de comunicación? La pregunta por su lógica es
inevitable: ¿es Perú una isla o un paraíso?
Brasil y Argentina acaban de aprobar con sus presidentes y
responsables máximos de bancos centrales, el intercambio comercial en
sus monedas, el real y el peso, respectivamente y el abandono
definitivo del patrón dólar. En buena cuenta, la moneda común empieza
su camino forjador, al modo del carbón y el acero de la Comunidad
Europea, a una alternativa latinoamericana a Gringolandia. 72 son las
horas que tienen las autoridades de entrambos países para uniformar
los términos del intercambio que evitará las fluctuaciones diarias del
dólar con la salvedad interesante que el comercio será ahora en reales
o pesos. Por lo menos en esto sí parece rescatable la dinámica
emprendida por los países sureños. Hay otros temas en que no. Si
Brasil y Argentina declinan al dólar es porque hay circunstancias de
vecindad limítrofe, tratos previos y costumbres entrenadas en decenios
de proximidad, no obstante no hay por dónde concluir que son paraísos
o islas y sus economías son, hasta donde se sabe, mucho más grandes
que la peruana. ¿Cómo, entonces, afirmar que Perú sí goza de esas
cualidades celestiales?
No sólo los políticos bananeros carecen de alguna perspectiva integral
respecto de lo que acontece en el mundo. Los empresarios están
desconcertados porque no saben qué va a ocurrir. Si hay una economía
latinoamericana sierva y servidora, dependiente y demasiado vinculada
a la norteamericana, ésta es la de Perú. Toledo llegó a niveles
abisales de sometimiento y García sólo ha seguido la estela ominosa y
el TLC con Gringolandia reconoce asimetrías –desventajas- bastante
favorables a ellos y ríspidas para los locales. Cualquier bronca
tendrá tribunales ad hoc escogidas por las empresas que litiguen
contra el Estado peruano. ¿Alguien en su sano juicio cree que darán la
razón al demandado?
Si la crisis golpea, por razones múltiples, descaradas y hamponas, a
Gringolandia y la trabazón con ellos es demasiado fuerte ¿hay lógica
maciza para sostener que a nosotros nada va a afectarnos? Antes se
decía que una gripe por allá se traducía en pulmonía por estos lares.
Nada indica que esto pudiera haber cambiado y por el contrario es todo
a la inversa.
Las circunstancias desnudan en su pobreza más aberrante a políticos,
empresarios, intelectuales, que no saben qué hacer y están a la espera
de qué ocurre en Capitol Hill, qué intrepreta el Washington Post y qué
se traduce por aquí vía BCR y Palacio. ¡Qué falta de imaginación, que
atropello a la razón!
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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