por Herbert Mujica Rojas
9-10-2007
Se equivoca El dios cautivo
Sostiene el sociólogo chileno Sergio González Miranda, en el Capítulo
VII, Conclusiones: El vuelo de la integración, p. 151 de su
interesante libro El dios cautivo: Las Ligas Patrióticas en la
chilenización compulsiva de Tarapacá (1910-1922); Santiago, LOM
Ediciones, 2004; que: "Por parte del Perú, el agotado presidente
Augusto B. Leguía tomó las decisiones definitivas, pero ya no estaba
rodeado de los embajadores y cancilleres de años anteriores; como
ministro de Relaciones Exteriores estaba don Pedro José Rada y Gamio
(219) y de Subsecretario, don Samuel Barrenechea. La cita con ese
número, dice: "Supuestamente él y el canciller chileno Ríos Gallardo
(Conrado), fueron los creadores de la llave y el candado para Bolivia:
el artículo del Tratado de 1929 que impide ceder a una tercera nación
todo o parte de los territorios en disputa sin previa consulta al otro
país." Me temo que lo anotado es digno de categórica refutación.
El artículo 1 del Protocolo Complementario del Tratado de Lima del 3
de junio de 1929, dice a la letra:
"Los Gobiernos del Perú y de Chile no podrán, sin previo acuerdo entre
ellos, ceder a una tercera potencia la totalidad o parte de los
territorios que, en conformidad con el Tratado de esta misma fecha
quedan bajo sus respectivas soberanías, ni podrán sin ese requisito,
construir, a través de ellos, nuevas líneas férreas internacionales."
En su notable trabajo, El Tratado de 1929. La otra historia, el
embajador Félix C. Calderón, autor a quien Sergio González subraya
haber leído, sostiene en su página 290: "De origen chileno e incluida
a insistencia de este país, lo que se persiguió con esa cláusula fue
frustrar cualquier eventual arreglo peruano-boliviano en detrimento de
Arica. Stricto sensu, esta limitación debió haberse aplicado solamente
a Chile, como resultado de la cesión territorial de Arica que hizo el
Perú. Lo curioso del caso es que habría sido la libre disponibilidad
del Perú sobre Tacna, sobre todo en lo que se refiere a la
construcción de una nueva vía férrea hacia La Paz, lo que habría
querido restringir Chile. Y para ello no se le ocurrió nada mejor a la
Cancillería de La Moneda que recurrir al texto del artículo sexto del
Tratado Boliviano-chileno de 10 de agosto de 1866, tal como lo
recordara Culbertson".
En efecto, se dice en el Tratado de Límites de Bolivia y Chile de esa fecha:
"Las Repúblicas contratantes se obligan a no enajenar sus derechos a
la posesión o dominio de territorio que se dividen entre sí por el
presente tratado, a favor de otro Estado, sociedad o individuo
particular. En el caso de desear alguna de ellas hacer tal
enajenación, el comprador no podrá ser sino la otra parte
contratante".
Por tanto, la fuente inequívoca y clarísima del artículo 1 del
Protocolo Complementario de junio de 1929, entre Perú y Chile, fue
¡otro tratado, esta vez entre Chile y Bolivia, con términos casi
idénticos de 1866!
Más aún. En su notable trabajo, el embajador Félix C. Calderón apunta
que durante una de las etapas de negociaciones para el Tratado de
1929: "La otra dificultad que suscitó el Departamento de Estado tuvo
que ver con la gestión reiterada que hizo el Gobierno de Bolivia, a
través de su representante en Washington, Diez de Medina, con relación
al párrafo incluido en el proyecto de memorándum original (20 de
abril), por el cual ni Chile ni el Perú podían ceder a un tercero
parte del territorio ni construir nuevas líneas férreas
internacionales. Tanto en la representación que hizo el enviado
boliviano el 26 de abril, como en el memorándum que presentara el
secretario Stimson el 4 de mayo, se subrayó que un acuerdo de esa
naturaleza constituía un bloqueo definitivo a la aspiración marítima
de Bolivia, por ser los intereses peruanos con respecto a Bolivia
contrarios a los de Chile y viceversa. Aparte de recordar la propuesta
Kellog de noviembre de 1926, Diez de Medina puntualizó que no era la
intención de su país alterar las negociaciones en curso; mas no podía
impedirse de llamar la atención de Washington en tanto promotor de un
acuerdo final entre esos dos países, de la inconveniencia e
improcedecencia de una cláusula de ese tipo (Ibid. pp. 776-793).
La oportuna gestión del Gobierno boliviano dio sus frutos de
inmediato. Ese mismo día, horas después, el Departamento de Estado
hizo saber al embajador Morre en Lima que si bien fue consistente en
su posición de no incluir a Bolivia en las negociaciones directas
peruano-chilenas, salvo que así lo hubiesen solicitado entre esos dos
países, también tenía entendido que el arreglo de la cuestión de Tacna
y Arica no podía ser inamistoso a los intereses de un tercer Estado.
Con mayor razón si ese acuerdo debía venir del Presidente de los
Estados Unidos en circunstancias que el tercer país concernido había
hecho una protesta vehemente contra una de las cláusulas del mismo.
Planteado este impasse por Moore al presidente Leguía, en la mañana
del día 27 de abril, la respuesta de éste fue inequívoca: "De ninguna
manera ni bajo ninguna condición haría el más pequeño gesto que
pudiera incomodar al presidente Hoover por quien siento la más grande
admiración. Pediré (al embajador chileno) que esa cláusula se retire
inmediatamente (Ibid. p. 780). Cosa que hizo minutos después, prevista
como estaba su reunión con Figueroa para las 12.30 horas.....Después
que el representante de Bolivia en los Estados Unidos reclamara ante
la Secretaría de Estado... el señor Stimson hizo públicamente una
declaración alentadora para Bolivia que mereció la protesta inmediata
del embajador chileno en Washington. " pp. 256-257
Es vital subrayar entonces que Perú, que no se apoderó por la fuerza
de las armas o de coacción legitimada por tratados de cualquier
índole, de territorios bolivianos en el litoral Pacífico u otro, no es
responsable de la condición actual de la república altiplánica de
Bolivia. Sostiene Sergio González en la página 135 de su obra citada,
en el capítulo VI, Tacna y Arica: El corte al nudo gordiano que:
"Tacna y Arica es otra historia. Por razones de espacio y porque
pensamos publicar la historia del conflicto peruano-chileno por Tacna
y Arica en otro libro prontamente, es que desarrollaremos los
elementos más importantes de ese conflicto asociados a la violencia de
grupos xenófobos, similares a las Ligas Patrióticas". De modo que,
estoy cierto que dándole algunas pistas de inevitable recorrido o
elusión involuntaria, tiene la chance, como propósito fundamental que
guía sus trabajos, de corregir o precisar la autoría de un texto a la
que se ha llamado de diversos modos a lo largo de esta difícil
vecindad entre Perú y Chile como tituló así el maestro Alfonso
Benavides Correa a su obra magna de 1997.
Gonzalo Bulnes, historiador chileno, afirmó que "la válvula de
seguridad de la paz con el Perú" era el mencionado artículo 1 del
Protocolo Complementario. No impugna su autoría o la atribuye al Perú.
Para el ex canciller de Arturo Alessandri, el León de Tarapacá,
Ernesto Barros Jarpa: "El Tratado de Lima, por medio del cual el
gobierno de la tiranía puso término a nuestro viejo conflicto con el
Perú es política, económica y patrióticamente considerado un desastre:
Políticamente. 1. Porque en el artículo primero del Protocolo
Complementario se entregó al criterio del Perú una posible solución de
nuestras diferencias con Bolivia al suscribir el compromiso, según el
cual, sin un acuerdo previo con el Gobierno de Lima, Chile no podrá
entrar en arreglos territoriales con la República del Altiplano". No.
577, 19-8-1931, El Diario Ilustrado (Santiago de Chile), citado por
Alfonso Benavides Correa en Una difícil vecindad, p. 168, Lima 1997.
Barros tampoco abomina de la autoría o se la otorga o endereza al
Perú, antes bien, abomina críticamente de ésta en los términos que
vamos leyendo.
Advirtió con sabiduría el, por desgracia cuasi olvidado, hombre de
letras y política chileno, Carlos Vicuña Fuentes, en su célebre
trabajo, La libertad de opinar y el problema de Tacna y Arica, en su
p. 46, Imprenta, Litografía y Encuadernación Selecta, Santiago 1921:
"El problema de Tacna y Arica no estriba ciertamente ni en que Chile
se quede con esas provincias, ni tampoco en que las devuelva al Perú:
plantear en el terreno meramente político esta cuestión carece de
verdad, porque el problema es más alto y trascendental. Consiste él
esencialmente en que cese el entredicho de Chile y Perú, vuelva entre
ambos la amistad, nacida de la paz moral, y desaparezca el síntoma
perturbador de la armonía de nuestro continente. Consecuencia de ello
será el cambio de la política agresiva, la disminución de los
armamentos, el desarrollo del comercio y vuelta al predominio de los
conceptos morales, hoy día abandonados por la necesidad de cohonestar
nuestra política. Me parece una solución conveniente la devolución de
esas provincias al Perú, porque ésta es única manera de llegar a
aquella paz y amistad, ya que el Perú no renunciará ni por dinero ni
por la fuerza a sus sentimientos que son respetables y justos." A
buenos entendedores, pocas palabras.
Por tanto, pregunto no a los historiadores chilenos, cuya
responsabilidad es por entero suya, a veces con imprecisiones que
perturban el claro y sereno juicio de Clío, sino a quienes son
naturales del Perú: ¿qué han hecho para corregir, esclarecer,
enriquecer, los caminos del conocimiento histórico? Pretender que el
olvido, la amnesia, o el descuido, constituyan hitos o máscaras para
disimular el pasado, no es más que una monstruosidad de lesa historia.
Y que además tiene el pesado lastre culposo que habremos de señalar
quienes sí estamos atentos a la historia y su genuina fuente de hechos
favorables o desfavorables como ocurriera en 1879 y los años
subsiguientes.
Ni Perú es culpable de la mediterraneidad boliviana porque el artículo
1 del Protocolo Complementario de 1929, encuentra su precedente en
otro tratado de límites entre Chile y Bolivia, de 1866, y tampoco
tiene porqué abdicar de lo que allí se preceptúa y que es una previa
consulta para la cesión a cualquier tercera potencia de territorio en
Arica, lugar donde hay servidumbres, negativas y positivas, para el
Perú y en que hay cuestiones pendientes jamás estudiadas o sancionadas
por Congreso alguno, como la traición de 1999 y a cargo de algunos
miserables a quienes aloca la posibilidad de una gran tapadera que
oculte sus entreguismos. Y todos son conocidos con nombre y apellido.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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