Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
10-4-2024
El cuco de la volatilidad política
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Cuco: Ser fantástico con el que se
asusta a los niños, especialmente cuando se quiere que obedezcan (Diccionario
de americanismos).
Desde
que tengo memoria (y eso se remonta a varias décadas atrás), siempre he
escuchado la grave admonición “volatilidad política”, “ruido político”.
Coinciden esos alaridos con huelgas, paros, protestas, expresiones legítimas y
populares con que el pueblo ejerce su derecho a manifestarse.
Pero
en estos días, el asunto persiste y sin vergüenza ni absoluta prudencia, los
trovadores del caos (que atribuyen a los de abajo), compiten, cada quien más
que el otro, para dejar constancia de sus claudicantes posiciones. No olvidemos
quién o quiénes les pagan.
Por
ejemplo, cuando hicimos noticias en torno al Puerto de Chancay, nadie o muy
pocos, escasos, contados con los dedos de la mano, emitían opiniones o
estudiaban el tema. Hoy, con el efecto bola de billar, todos compiten para
ofrecerse más papistas que Papa en el Vaticano.
El
resultado será que, como en Fuente Ovejuna, todos a una, conseguirán que la
empresa cuestionada, de inmenso capital foráneo y de ultramar, coloque un
enclave en tierra peruana y en las aguas del Mar de Grau, vergonzosamente
privado.
¿Y
quiénes los cómplices por ignorancia, buen salario o estupidez? Los de siempre,
los del coro áulico y mendaz.
Por
eso, al cuestionar hay que hacerlo con estudio, con ciencia y conciencia,
mirada geopolítica y no divorciada de los grandes intereses del Perú en su
conjunto y a un manojo de propuestas inteligentes de todo el pueblo.
Los
mete-miedo cacarean “volatilidad política”, “ruido político” con la ambición
que velis nolis, a como dé lugar, los gobiernos consigan “tranquilidad y paz
social”. ¿Recuerdan cómo se ha criminalizado la protesta? Por casi nada, uno da
con sus huesos a la cárcel.
Un
mandón que presidía una sociedad de minas y petróleo, pidió con descaro un
ejercicio a palazo limpio en las minas, de manera que no se “ahuyentase” la
inversión externa.
¿Vienen
las empresas a invertir huérfanas de estudio y observación meticulosa de en qué
se meten?
¿Traen
capital porque son buena gente y quieren ayudarnos?
Recordaba
Haya de la Torre en su libro capital, El antimperialismo y el Apra, que la
inversión foránea llega porque obedece a reglas económicas como la necesidad de
recibirlos en nuestras naciones consiste en un conjunto de reglas. Mal
aplicadas, todo es para los poderosos.
Hay
que tratar con el capital, sí, se respondía Haya, el asunto es “cómo hacerlo”.
Entonces
¿hay que aplicar las salmodias y catecismos bondadosos de las agencias
calificadoras de riesgos, al pie de la letra?
Verbi
gracia: ¿qué tal si triunfan los privatistas de Petroperú y se consiguen una
evaluación mísera de esos activos para rematarla al mejor postor?
¿No
recordamos la acción delincuencial del fujimorismo cuando vendió Refinería La
Pampilla a US$ 186 millones, cuando su par en Esmeralda (Ecuador), valía no
menos de US $ 1200 millones?
Conviene
hacer memoria ¿quién la compró? ¿No fue Repsol, la empresa que está
acostumbrada a envenenar tierras y aguas como ocurrió menos de 2 años atrás en
el norte chico, desde Ventanilla hasta Chancay?
¿Dónde
estaban los llorones que claman hoy por estabilidad jurídica y cancelación de la
“volatilidad política”, “ruido político”? Nadie se opone a que sigan vendiendo
mercenariamente sus talentos económicos y financieros, pero por lo menos
debieran tener algo de apego al Perú.
Cuando
son paros, huelgas, protestas, a eso llaman “volatilidad política”, “ruido
político”.
Y
cuando hay denuncias de cómo LAP (Lima Airport Partners), tiene no operativas
la torre de control y II pista nueva, en una obra inaugurada menos de 1 año
atrás con bombos y platillos, no dicen esta boca es mía?
Lo
propio el Congreso, Cancillería, “internacionalistas”, juristas y demás istas,
enmudecen ante el dañino obsequio que hiciera el gobierno de Alan García, de
segmentos de quinta libertad a LanChile (hoy LATAM) en el 2011 y que por falta
de reciprocidad, Perú ha dejado de ganar varios miles de millones de dólares?
El
cuco de la volatilidad política, del ruido político, es la cantinela de los que
cumplen el vergonzoso encargo asalariado de asustar a la gente. ¡Como si no
supiéramos de qué pata cojean!
Rompamos
el pacto infame y tácito de hablar a media voz.