Elección presidencial en Chile: duelo de demagogia electoral
por Manuel Cabieses (Chile)
http://www.voltairenet.org/article162744.html?var_mode=recalculLUNES, 19 DE OCTUBRE DE 2009
Los sumos titiriteros de la política han colocado en el escenario
electoral a tres personas distintas y una sola opción no más.
Sebastián Piñera Echenique, Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Marco
Enríquez-Ominami son diferentes en cuanto personas, en la edad, el
físico, el carácter, etc. Pero hasta ahí no más llegan las
diferencias. Por eso, tanto la propaganda como la contrapropaganda se
empeñan en explotar esos aspectos, a falta de otros de mayor
significación. Los tres candidatos ungidos por el poder en las sombras
como eventuales ganadores, representan más de lo mismo: profundización
del modelo -capitalista a ultranza- implantado por la dictadura y
perfeccionado por la Concertación, primacía del lucro por sobre los
intereses de la comunidad, lo personal por sobre lo social, lo mío por
encima de los derechos de los demás.
Hay un cuarto candidato, Jorge Arrate Mac Niven, del Juntos Podemos
Más (Partido Comunista e Izquierda Cristiana). El único que plantea un
programa diferente en temas sustantivos, como la renacionalización del
cobre o la convocatoria a una Asamblea Constituyente para una nueva
Constitución Política. Desgraciadamente, Arrate no tiene posibilidad
de ir más allá del 3 a 5% que han logrado los candidatos anteriores
que levantó el PC.
El escenario en que se resuelven las elecciones ha sido acondicionado
previamente. Los titiriteros se han encargado -con inteligencia,
tiempo y medios- de fabricar una opinión pública adocenada que apoya,
elección tras elección, el sistema que instauraron militares y
empresarios en 17 años de dictadura, corregido y aumentado por la
Concertación. El "sentido común", fruto del método oligárquico que
conduce el país desde hace un cuarto de siglo, pondrá en el sillón de
O'Higgins -nuestro maltratado Padre de la Patria- a un continuador del
mismo modelo.
Pero esta vez la mayor posibilidad de ganar ya no la tiene la
Concertación. Esta vez pertenece al candidato de la derecha: el
especulador financiero Sebastián Piñera. Buena parte de la tarea de
despejar el camino se la ha hecho la propia Concertación. El bloque de
partidos en el gobierno se encargó de borrar las fronteras que la
diferenciaban de la derecha. Asimismo, mientras la Concertación se
convertía al liberalismo, lo que llevó a la Democracia Cristiana y al
Partido Socialista a abjurar de sus principios socialcristianos y
socialistas, la Alianza por Chile -cínico seudónimo de la derecha-,
rompió con el pinochetismo convirtiéndose en "democrática". Incluso
fue más allá en su audacia política: consiguió fusionarse en el
imaginario popular con la Concertación. Hoy ambos conglomerados se
parecen como una gota de agua a otra. Al punto que Piñera no sólo
critica la avaricia insaciable de los bancos -asunto que él conoce
bien-, sino también, al igual que Frei y Enríquez-Ominami, se declara
continuador de los programas sociales de la presidenta Bachelet.
Sin embargo, en esta operación de travestismo político de la
Concertación y la derecha, fue necesario consumar un crimen político:
el asesinato de las ideologías. Ambos sectores declararon la muerte de
las ideologías y la defunción quedó certificada como dogma de fe. Así
se derribó el último muro que separaba a los dos bloques y surgieron
contrabandos como el "transversalismo", el "progresismo", el gobierno
"con los mejores" y otras ñoñerías que abusan del rebaño de ovejas en
que se convirtió a los ciudadanos. La inexistencia de una alternativa
antisistemática que ponga en apuros a la ideología capitalista, hace
que la victoria electoral de la derecha sea muy probable. La
continuidad lógica de lo que viene sucediendo será la constitución de
una nueva coalición de centro derecha, con Renovación Nacional, la UDI
(a regañadientes), la DC -o parte de ella-, sectores del PPD y hasta
del PS, que de socialista sólo le queda el apellido. El triunfo de
Piñera no sería un hecho sorprendente. La derecha mantiene desde 1990
una cota superior al 40% electoral y en las dos últimas elecciones
presidenciales ha estado a punto de ganar. Ricardo Lagos escapó
jabonado de perder ante Joaquín Lavín gracias a los votos de Izquierda
que desoyeron el llamado del PC a votar nulo en segunda vuelta.
Michelle Bachelet también casi pierde: obtuvo 45,96% de los votos
contra 48,64% de la derecha con dos candidatos: Piñera (25,41%) y
Lavín (23,23%). El candidato comunista-humanista Tomás Hirsch obtuvo
5,40%. Esa vez el PC llamó a votar por Bachelet en segunda vuelta, lo
cual su electorado habría hecho de todos modos.
Así fue como Bachelet alcanzó el 53,50% que la convirtió en la primera
mujer presidenta de la República de Chile. Sin embargo, Piñera alcanzó
un nada despreciable 46,50%. Ese porcentaje es el más alto alcanzado
por la derecha en el último medio siglo. El empresario Jorge
Alessandri Rodríguez (1958-1964) ganó la presidencia con 31,2% y fue
elegido en el Congreso Pleno con apoyo del Partido Radical; y el 4 de
septiembre de 1970 alcanzó 34,9% contra 36,3% de Salvador Allende
(elegido en el Congreso Pleno) y 27,9% de Radomiro Tomic, de la DC.
Esta vez a favor de Piñera juegan algunos factores suplementarios: la
erosión ideológica y el empobrecimiento de la política aliada a los
negocios y a la farándula; el desgaste de la Concertación, sobre todo
por la corrupción, después de 20 años en La Moneda; y el
desmoronamiento orgánico del bloque de gobierno. La Democracia
Cristiana y los partidos Socialista y PPD han sufrido importantes
deserciones de parlamentarios, dirigentes y militantes. Desde luego
los candidatos Enríquez-Ominami y Arrate provienen del PS. También era
socialista el senador Alejandro Navarro que desistió de postular a la
Presidencia. Lo mismo el senador Carlos Ominami. La DC experimentó la
fuga del senador Adolfo Zaldívar y un grupo de diputados -que formaron
el Partido Regionalista de los Independientes (PRI)-. Del PPD
emigraron el senador Fernando Flores y compañía para crear Chile
Primero, que apoya a Piñera, y el senador Roberto Muñoz Barra. No es
insignificante que un partido de extrema derecha como la UDI, sentina
del pinochetismo, ocupe hoy las presidencias del Senado y la Cámara de
Diputados. Pronostica un bajón importante -que se da como seguro- de
la Concertación en la Cámara de Diputados. Esto la ha llevado a
aferrarse con dientes y muelas a un pacto con el Partido Comunista.
Bajo pretexto de terminar con la "exclusión" del PC, este acuerdo
intenta doblar en algunos distritos y a cambio contar con los votos
del Juntos Podemos para Frei, en segunda vuelta. La tragedia se
desencadenará si la votación concertacionista baja a un nivel que haga
imposible cumplir los compromisos con el PC.
Otro factor que preanuncia la derrota de la Concertación en diciembre
es la candidatura transversal de Marco Enríquez-Ominami, ex diputado
socialista que convoca apoyos de centro y derecha. Lo que en sus
inicios muchos vimos como un intento de construir desde la base un
movimiento político-social en lucha por cambios profundos, ha devenido
en plataforma electoral personalista que admite de todo, desde ex
miristas y socialistas hasta paracaidistas del neoliberalismo. La
derecha descubrió en las pretensiones de Enríquez-Ominami -y en su
nueva postura liberal-progresista-, un modo de dañar más a la
Concertación. A esto se debe el caudaloso apoyo que le presta la
prensa mercurial. Así las cosas, en el tinglado electoral -que admite
sólo a candidatos del sistema- se ha desencadenado una competencia
demagógica como hacía tiempo no se veía en estas tierras. Piñera,
desde luego, bate récords. Ofrece desde un millón de empleos hasta
doblar el salario mínimo, construir viviendas dignas y -¡oh, milagros
de la demagogia!- crear un servicio fiscal que frene los abusos de los
bancos. Frei y Enríquez-Ominami tampoco lo hacen mal en materia de
demagogia. Prometen y prometen sin límites. Los tres parecen haber
entendido que cuando mueren las ideologías -como ellos dicen- la
política es reemplazada por el mercado y sus leyes. Oferta y demanda,
libre concurrencia de promesas, puja como en la Bolsa para comprar el
sillón de O'Higgins.
No hay debate de ideas -por más esfuerzos que hace Arrate-. Sólo
ofertas y contraofertas. Singular contienda en que se ofrece lo que no
se tiene ni se puede. Cohecho masivo y publicitado a través de cadenas
de televisión y radio. Piñera ha llegado al extremo de comprometer un
bono de 40 mil pesos (70 dólares) a pagar en cuanto asuma la
Presidencia. Es probable que los otros dos candidatos suban la
postura. ¿Por qué no, si hasta el gobierno está echando la casa por la
ventana para fortalecer las posibilidades de Frei?
El despliegue faraónico de la demagogia no alcanza a esconder la
pobreza de una elección entrampada entre quienes representan los
mismos intereses fundamentales. Se soslayan temas como la recuperación
del cobre, la crítica al desmesurado gasto militar -que en 2008 dobló
al de Argentina y Venezuela-, la salud y educación de calidad para
ricos, la convocatoria a una Asamblea Constituyente para una
Constitución democrática y participativa. No está en debate la crisis
del capitalismo -mientras desde Ginebra la OIT advierte sin que se la
escuche que 61 millones de cesantes aumentarán este año a 241 millones
el desempleo, la cifra más alta de la historia; y que en 2010 habrá
otros 59 millones sin trabajo y que el número de pobres aumentará en
90 millones-. Los candidatos no discuten asuntos que significarían
cuestionar el sistema. Ni hablar del agotamiento de los recursos
vitales del planeta debido al irracional modo de producción
capitalista que Chile se ufana en defender.
Sin embargo, la propia inconsistencia de la demagogia para alcanzar
mezquinas metas de poder, indica la urgencia de levantar también en
Chile, como sucede en otros países de América Latina, una alternativa
anticapitalista de cara al futuro. La utopía necesaria.
- Manuel Cabieses es el director de la revista chilena de izquierda Punto Final.
Punto Final, 16 octubre 2009
http://www.piensachile.com/content/view/6181/2/
* Fuente: Sin Permiso