Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
27-1-2015
¿Qué clase de
imbéciles?
Sin pena ni gloria, con el ridículo al máximo, orillando el
autismo más pronunciado desde hace 50 años, el gobierno del presidente Ollanta
Humala perdió con la derogatoria de la ley juvenil, simbólicamente llamada
Pulpín, todo tipo de iniciativa. Y es pertinente preguntar de manera directa y
puntual: ¿qué clase de imbéciles asesora aún al jefe de Estado?
La llamada ley Pulpín nació herida de muerte cuando lesionó
de manera grave derechos laborales conquistados por el pueblo. Las calles se
inundaron con esforzados grupos juveniles que al conjuro y clarín de las redes
sociales, ensamblaron protestas, sentimientos, asunción de la vida política y
dieron ejemplo militante y multánime. Quien desconozca todo esto tiene que
pertenecer al privilegiado grupo o clase de imbéciles del que hablamos.
No puede pasar desapercibida otra torpeza mayúscula: el
frustrado viaje a Costa Rica. ¿Cómo es que el presidente pensó que podían
autorizarle los precarios inquilinos de Plaza Bolívar una visita absolutamente
inane a Costa Rica? Sólo plantearlo era una temeridad muy propia de obtusos
huérfanos de cualquier masa gris. Recular obligado por las circunstancias, como
lo hizo, atizaba el fuego y presagió la siembra de vientos que luego se
convirtieron en la tempestad de una sola y categórica votación echando a la basura
la ley Pulpín.
El presidente Humala debe permanecer en Palacio y al frente
de la Nación hasta el 28 de julio del 2016. De ahora en adelante el ejercicio
será mucho más duro porque dos reveses ¡en un solo día! tienen fuerza
destructora contra un gobierno que ya empezaba una acelerada declinación que
hoy es imparable. La precariedad no es un asunto que deba mirarse por encima
del hombro.
Adviene entonces una reflexión: ¿serán los y las imbéciles
que aconsejan mal al mandatario Humala los que hagan de exégetas de la difícil
situación en que se han colocado por ineptitud propia? La lógica es acerada:
los imbéciles sólo piensan en imbécil, pedirles otra cosa es abominablemente
torpe y el riesgo de ser menos inteligentes que aquellos, una realidad en ciernes.
Los psicosociales que alienta e impulsa un ministro mediocre
pero más decidido que el común de los cuasi descerebrados políticos ya no son
suficientes, está demostrado que esos pretextos también pueden ser usados por
oportunistas que leen mejor las coyunturas.
Durante el lapso que lleva vigente la administración actual,
un mito ha sido constantemente repetido: son militares y saben de estrategia y
tácticas. Tengo la viva impresión que el mentís más rotundo, demoledor y
trágico, ha sido el ocurrido con dos derrotas atroces en menos de 10 horas. No
hay superioridad per se del elemento militar sobre el civil y tampoco a la
inversa. Acaso debiera rescatarse el profundo sentido genuino del valor de un
viejo lema que aludía al binomio pueblo-fuerza armada. Cada quien por su lado,
sólo garantiza el paso seguro al precipicio de la historia fallida.
La clase de imbéciles que "asesora" al presidente
Humala inventó múltiples excusas con el protervo y único afán de aminorar el
voto juvenil en las calles marchando en protesta. No acertó a entender que los
nuevos contingentes empiezan a proclamar la muerte total de las dos
generaciones fracasadas que les antecedieron por su incapacidad de forjar un
Perú libre, justo y culto y, sin lugar a dudas, por su corrupción e
inmoralidad.
Acaso el señor Humala debiera entender que ha llegado la
hora de enviar de vacaciones eternas al selecto e impertérrito grupo de
imbéciles que le ha procurado errores tan garrafales como los que acabamos de
ver. Amén.