Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
11-6-2001*
¿Congreso: casa de
leyes o ubre para ganapanes?*
Se olvida, y los primeros en hacerlo son los 120 parlamentarios
actuales y cuya actuación fenece en pocas semanas más, que su acceso a la cosa pública
nace del fraude perpetrado el 9 de abril del 2000. En aquella oportunidad el
nipón cobarde Kenya Fujimori quiso hacerse mañosamente del triunfo contra el
entonces candidato Toledo y sólo consiguió, en los meses siguientes, el
derrumbe de su dictadura. Sin embargo, en lugar de haber protestado, impugnado
o declinado un cargo tramposo, los legisladores se atrincheraron en las curules
detrás de sueldos jugosos, batallones de secretarias y brigadas de asesores,
todos muy bien pagados. Es pues la imagen de una pobreza moral sin atenuantes y
que vio, por primera vez en la historia en un comicio simultáneo, un fraude tuerto:
¡sólo para la liza presidencial!
No sólo eso, el Congreso fue rebasado por las protestas ciudadanas
que salieron a las calles y plazas a repudiar al dictador inmoral y a toda su
taifa de compinches. Mientras que el grito cívico inundaba alamedas y caminos a
lo largo y ancho del país, los congresistas, en onanismo suicida, discutían
bobadas, mostraban una estupidez sublime por absurda y dieron la espalda a la
lucha. Como en las peores noches de la historia, los llamados padres de la
patria, cumplieron un papel vergonzoso, sumamente discreto y vituperable. En el
colmo de los colmos, las componendas irresponsables dieron por resultado una
mesa directiva constituida por las fujimoristas Martha Chávez, Martha
Hildebrandt, Luz Salgado y María Jesús Espinoza. Caída en desgracia la Hildebrandt , el nuevo
liderazgo de Carlos Ferrero incluía al trapacero Absalón Vásquez que hubo de
renunciar ante el repudio generalizado. Pero, nada salva al Congreso que ya se
va de ser uno de los más mediocres, inmorales y súbditos que registre la historia
peruana. No llegan a 10 los legisladores que se salvan de estas calificaciones.
De manera que cuando grupos de congresistas que se van y reclaman ciertas
ventajas, producen eructos del peor mal gusto y oportunidad. Si quieren tener
celulares ¿quién puede oponerse?, pero, como el resto de ciudadanos, que los
paguen ellos mismos. Si aspiran a poseer pasaportes diplomáticos, hay que
aclararles que éstos se otorgan a quienes por razón del servicio al país en
vías diplomáticas, pueden usarlo y que éste no se regala como presea de fiestas
infantiles; quieren ser llamados "congresistas honorarios" y
francamente la grosería no puede ser más ramplona, ¿por qué no: ridículos
eternos?; quieren seguridad y ¿quién o quiénes van a perseguirlos cuando su
concurso patriótico o legiferante brilló por inexistente?, ¡estas sí que son
pamplinas!; y además "demandan" un suplemento de seguros y sinecuras,
¡simplemente inadmisibles!
He aquí la diferencia entre un ganapán y una persona con vocación
de servicio al país. El presidente John Kennedy dijo hace cuatro décadas en un
célebre discurso: ¡No es qué puede hacer el país por ti, sino que puedes hacer
tu por el país! Y hay que repetir la sentencia pues su verdad es irrecusable.
Si se tratara de tasar la real valía de los actuales parlamentarios y ponerles
un precio, me atrevo a reiterar una sugerencia antigua: ¡no debieran ganar más
de S/. 1000! Han hecho gala de grosería, falta de información, carencia de
continente, maneras y dignidad y son absolutamente prescindibles. Son el
ejemplo del no ejemplo y es probable que se les olvide porque pasaron sin pena
ni gloria por la curul parlamentaria. Pero ¡eso sí! cobrando casi US$ 10,000
dólares al mes por no hacer nada en un país en que la gente padece de hambre
crónico y desesperanza consuetudinaria. ¡Qué injusticia y desigualdad!
Un parlamentario deber ser un ciudadano(a) listo a hacer leyes
bien estudiadas, con fundamento sólido en la realidad y no un proveedor de puestos
para secretarias, queridas o queridos. Lo primero que hace el 90% de los que
llegan es: asegurar la pega a sus protegidos y entonces, las tarjetas de
crédito, las cuentas bancarias, las casas en barrios residenciales grado A y
autos novísimos hacen su aparición, como por arte de birlibirloque para hacer
la diferencia. Mientras que habemos gente que tenemos autos que frisan los 10 ó
15 años, el parlamentario tiene que tener carro del año y de marca reconocida.
El legislador debe ser honrada como la mujer del César y no sólo serlo sino
parecerlo. De forma que a su producción fáctica de ordenanzas o leyes, se una
un comportamiento cristalino.
El Congreso de la
República tiene que dejar de ser la ubre para ganapanes
angurrientos que no tienen ninguna calidad cívica o ambición sana, sino el
cometido de depredar. Los ganapanes son campeones en pedir y exigir, pero no
dan nada. Son como las langostas que devoran cuanto se encuentra a su paso y
mueren en el miserable estadio de la improductividad.
Este nuevo conjunto parlamentario está signado por el reto de
subvertir la pobre imagen que tiene la sociedad del Congreso, so pena de seguir
envileciendo a una institución tan cuestionada como ineficaz. Y deben volver
los tiempos de los señores y señoras que aportaban su ciencia polémica, su arte
oratorio, su propuesta seria como herramienta de
desarrollo social.
Definitivamente, el Congreso tiene que ser la casa de las leyes.
Sólo eso pide el pueblo.
*Publicado en Liberación-Lima,
Perú, 11-6-2001
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Publicado en la Red
Voltaire el 8-2-2006 https://www.voltairenet.org/article135362.html