Monday, June 07, 2010

¿Quién pone la agenda política y social del Perú?



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Date: 2010/6/7
Subject: Chimu - ¿Quién pone la agenda política y social del Perú?
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¿Quién pone la agenda política y social del Perú?

El rol estupidizador de la consciencia social por

los medios de comunicación

 

 

 

Luis Alberto Pacheco Mandujano[1];luisitopacheco@hotmail.com

 

Tres días consecutivos –los que anteceden a éste– he tenido la desgraciada ocasión –por razones muy circunstanciales– de tener que oír RPP y CPN durante la noche. Digo desgraciada ocasión, primero en un sentido de carácter excepcional –pues no es de desmerecer el trabajo de quienes desde tales medios ejercen su profesión en términos de cierta reconocida ética y corrección profesional [parece que no hubiera tal gente, pero no es tanto así]–, y, segundo, por el tema tratado en los programas correspondientes que en horario nocturno se difundieron a través de la ionósfera: la liberación condicional de la señora Lori Berenson, que en línea telefónica abierta fue materia de enjuiciamiento [o sea, "opinión" ] público.

 

Esto último parecería estar bien para algunos porque, valgan verdades, se suele decir, con credo incluido, que "la voz del pueblo es la voz de Dios", lo que, en resumidas cuentas, significa que el sentimiento, el pensamiento, en suma, la opinión, el juicio popular, es, a no dudarlo, manifestación de una verdad incuestionable e incontrovertible tal que refleja per sé la realidad de las cosas, tal cual ellas son, lo que permite reconocer en tal sentencia cierto contenido de verdad ética que obliga a su ejecución inmediata por decisión democrática: el pueblo lo cree así, por lo tanto debe implementarse tal consideración, dado que el pueblo no se puede equivocar.

 

Pero si ésta es una verdad que deba ser aceptada, por su naturaleza, a priori, me disculpan, ¡me opongo! Las verdades apriorísticas sólo corresponden al mundo de la matemática y de la lógica, mas no así al de la naturaleza y menos al de la sociedad. En éste último, en el campo de lo social, la historia nos enseña justamente, que, en esto al menos, es de considerar mejor lo que los clásicos romanos ya reconocían en su tiempo: experientia est optima rerum magistra, la experiencia es la mejor de las maestras. Y la experiencia enseña que no siempre la voz del pueblo es la voz de Dios; es más, casi siempre semejante forma de razonar cae en el ámbito conceptual de la falacia, o sea, de los raciocinios, más que incorrectos, inválidos. En este artículo, por lo que se analizará a lo largo de él, demostraremos que esta sentencia es, en una palabra, expresión de un lugar común.

 

 "Esa señora debe quedarse en la cárcel hasta que muera", "Lori Berenson es una terrorista y no merece salir libre", "Mal hace el Poder Judicial insensible en liberar a esa terrorista", "Que se vaya a su país y que la metan presa". Éstas han sido algunas de las noventa y siete de cien –por definición porcentual– expresiones vertidas, en torno a la liberación condicional de la ciudadana norteamericana Lori Berenson, a través de líneas telefónicas abiertas en RPP y CPN [y ya no cuento lo vertido a través de la televisión y la prensa escrita]. Tan abrumador número de opiniones de este tipo refleja como común denominador –que a su vez delata el sentido de pensamiento común entre los opinantes–, en fin de cuentas, lo que en síntesis se expresa en esta frase: la señora Berenson es terrorista y, por tanto, después de tanto daño que le ha hecho al país,  no merece nada, sino sólo la cárcel hasta el fin de sus días.

 

Con todo lo que implica, sin embargo, ¿es correcta semejante forma de pensar, y opinar? Para responder a esta pregunta se hace necesario que dejemos establecidas ciertas premisas objetivas y necesarias previas: primero, Lori Berenson fue juzgada por un tribunal civil, desde fines del año 2000, y, en su oportunidad, fue condenada por el delito de Colaboración con el Terrorismo; segundo, ese mismo tribunal concluyó en su sentencia que Lori Berenson no fue líder del MRTA y, en por tanto, no participó de ninguna forma en la elaboración ni definición de las líneas estratégicas o tácticas de acción política y militar de ese movimiento guerrillero; tercero, la misma sentencia concluyó que Lori Berenson confesó comulgar con los ideales e ideologías del MRTA, pero que no por ello tuvo que ver directamente en actividades terroristas ejecutadas por ese grupo subversivo; cuarto, el Estado de Derecho no se construye sobre la base del reconocimiento de libertades y derechos de tan sólo un grupo de personas, de los justos, sino, por el contrario, en función de la definición y reafirmación del concepto de ciudadanía, el que abarca a todos, incluidos también los "pecadores", los "enemigos de la sociedad" [según el concepto de G. Jakobs]; quinto, un auténtico y verdadero sistema democrático prevé un Estado en el cual no es la voluntad del gobernante, pero tampoco la voluntad de los gobernados, la que se imponga finalmente sobre todos, sin más [porque si democracia no es autocracia, en buena cuenta tampoco es "dictadura de la mayoría"], sino que define la construcción de un Estado que, a las voluntades y acciones omnímodas de cualquiera de estos sectores, opone inmediatamente la ley, instrumento jurídico-político-social de consenso, elemento de equilibrio racional que permite regular nuestras conductas en función de objetivos preclaros.

 

Con consideraciones previas como éstas, creo que es posible emitir juicios [opiniones] ponderados y, sobre todo, objetivos, libres de apasionamientos venales y preñados de juegos moralistas que, al final, terminan cayendo en el saco del utilitarismo político que será bien aprovechado por parte de cierto sector de la sociedad.

 

Lori Berenson, en principio, no ha sido ni es terrorista, sino colaboradora del terrorismo, diferencia que, aunque aparentemente insignificante, define la línea de división entre uno y otro concepto. El devotamente recordado cirenaico novotestamentario, no por ayudar a cargar la cruz, se hizo cristiano, como tampoco el hecho de que ciertos funcionarios públicos en 1990 que, por omisión y silencio convenido, definitivamente colaboraron con la construcción del túnel por el cual fugó graciosamente Polay y sus camaradas, convirtió a estos funcionarios en emerretistas. No siempre un acto de colaboración convierte a uno –ni por las buenas, ni por las malas– en lo que ese uno es. Berenson fue una iconoclasta desubicada, ilusamente crédula; creyó que el MRTA era un movimiento de liberación nacional, y su espíritu apasionado, aunque bobo, la llevó engañada a involucrarse prestando su colaboración con el terrorismo. Si por esta acción, Lori Berenson le causó algún daño al país, definitivamente tal daño sólo pudo haber sido abstracto, porque no fue consumado, no necesariamente concretizado. Esa fue, en verdad, su colaboración. Quizás en estos términos podríamos hablar de un daño considerado como ofensa al país.

 

Pero después de ello, ¿qué acción dañosa material y concreta le generó Lori Berenson al país, fuera de los efectos de la propaganda y el discurso apasionado de alto contenido ideológico y político que, en fin de cuentas, podían ser combatidos en esos mismos planos, de modo inteligente y sapiente? Objetivamente hablando, ninguno. La misma sentencia de Marcos Ibazeta, la fujimorista Eliana Araujo Sánchez y compañía así lo determinó.

 

En todo caso, quince, de veinte años de condena, sobrepasa con mucho los límites que bastan y sobran al ser humano para re-definirse existencialmente en el mundo. No lo digo yo, lo dicen los psicólogos especialistas en el asunto. En consecuencia, en el caso concreto, bien puede tenerse la sospecha segura y garantizada de que, al menos en el Perú, la señora Berenson ya tuvo tiempo suficiente para pesarse de las acciones que la llevaron a la cárcel y, a partir de tal experiencia, no se podría ver tentada de re-editar sus juveniles emociones a favor de falsas causas de liberación nacional. Ella sabe bien lo que le tocaría por seguir siendo impenitentemente iconoclasta.

 

Por otro lado, teóricamente hablando, y desde el punto de vista político-social, la pena de cárcel desempeña un papel de reinserción a la sociedad, y, justamente para ello, existe el conjunto de medidas normativas que tienden a garantizar esta finalidad, entre ellas, la libertad condicional. Este beneficio es un derecho del condenado. Y la ley, al menos en este caso [no así en el de cabecillas narcotraficantes, líderes terroristas, violadores sexuales de menores de edad, etc.], ha sido dada, repetimos, no sólo para unos cuantos, sino para todos. La propiedad intrínseca de la ley es, precisamente por esto, cuantitativamente universal. Por eso, cuando la juez del caso, después de verificar que la petición de la Berenson reunía todos los requisitos de ley, y que nada le impedía gozar de ese beneficio garantizado para ella y todos los sentenciados, legalmente hablando, procedió a dictar el auto de libertad condicional. ¿Por qué entonces el escándalo? ¿Dónde se halla lo aberrante? ¿A qué se le tiene miedo? Comprendemos que en el caso de Lori Berenson no tratamos de cualquier personaje, de una rea más, sino de una figura altamente polémica. Está bien, es comprensible la reacción; sin embargo, no olvidemos que dura lex, sed lex, la ley es dura, pero es la ley. Y Lori Berenson puede ser motejada de todos, pero también es un sujeto de derecho.

 

Además, gracias al proceder de la jueza Jessica León Yarango, titular del Primer Juzgado Supraprovincial que otorgó el beneficio en cuestión, estoy más que convencido que el Estado de Derecho en el Perú se reafirmó y pasó a una nueva y superior etapa. Se reafirmó porque, así, se efectivizó en la práctica un enunciado legal que hasta hace poco no pasaba de ser simple poesía normativa: la ley es igual para todos, porque todos, justos y pecadores, somos iguales ante la ley. Esto último, que ahora es una verdad real, significa que cada ciudadano responde personalmente de sus actos permitidos y no permitidos, pero siempre en función de tal fórmula de igualdad. Por otra parte, el Estado de Derecho, gracias al Poder Judicial, ha pasado a una nueva y superior etapa de su desarrollo porque, en el caso concreto, no ha visto en Lori Berenson sino a un ser humano, a una ciudadana a la que –independientemente de sus credos y acciones por los que viene pagando– también le alcanza la ley: así como para sancionarla, también para reconocerle derechos y beneficios.

 

En esta acción, el Estado peruano ha dejado de ser un Estado retrógrado, ha evolucionado en favor de un Estado que reconoce condición de ser humano a todos, independientemente de quién se trate. Y si ésta constituye la evidencia que verifica un desarrollo superador desde la perspectiva jurídica, no podemos dejar de considerar, al mismo tiempo, que desde un punto de vista político, se ha acabado también con un argumento central del discurso subversivo emerretista, ése que rezaba que el Estado peruano era un Estado caduco y burgués, un aparato de poder político de opresión y de beneficio de las clases sociales dominantes. Si en algún momento eso fue el Estado peruano, hoy no más, y lo demuestra justamente con quien ha sido considerada una enemiga del sistema, personaje no integrante de las "clases sociales dominantes". El argumento emerretista ya no existe.

 

De esta manera se verifica que el proceder del Poder Judicial no sólo es correcto –jurídica y políticamente hablando–, sino hasta se constituye en factor de desarrollo, para despecho de quienes acusan a ese aparato del Estado de lento, corrupto, insensible y apartado de la realidad. En suma, se ve que no es el Poder Judicial el ente involucionado en el Perú; desgraciadamente ese ente involucionado es la sociedad, por su grado de in-cultura.

 

Esto tampoco es de extrañar. Por lo general el vulgo disparata, aunque tal vez no por su propia causa, sino porque sí ciertos sectores políticos del Estado prefieren mantener al pueblo en situación de miseria cultural. La ignorancia popular no sólo revela incultura sino, sobre todo, sus propias condiciones de vida, porque éstas reflejan, a no dudarlo y en última instancia, la consciencia social de los hombres. Es por eso que la gente pide sangre, ella quisiera ver muertos a ciertos personajes; las mayorías exigen ejecuciones y encarcelamientos perpetuos. ¿Pero acaso refleja esto consciencia democrática de parte del pueblo? La respuesta al interrogante es obvia.

 

Cuánta razón tenía, pues, Sartre, al afirmar que en los tiempos modernos el arma fundamental de las clases dominantes en el mundo es la estupidez, ésa que, implementada desde la des-educación masiva que brindan los centros de enseñanza básica y superior, los medios de comunicación de la prensa masiva [televisión, radio, prensa escrita], entre otros, adormece consciencias, aletarga raciocinios e impone, atropellando, su subjetividad irracional, frente a la objetividad concreta. Mas todo esto no es gratuito, esto es promocionado para beneficio de alguien. Adivinen.

 

Uno de los tres pretextos usados para justificar el golpe de Estado del 5 de abril de 1992 fue, para no olvidarse, la implementación de la "lucha antiterrorista" tendiente a lograr el establecimiento de la denominada "pacificación nacional". Después del 9 de septiembre de ese mismo año, cuando fue capturado Abimael Guzmán por el GEIN de la Policía Nacional del Perú, el héroe [ilegítimo] de ese proceso fue el usurpador del gobierno Alberto Fujimori. Desde entonces, todo discurso, toda campaña, de ese grupo político, utilizó siempre ese plato fuerte de su régimen. Y hoy, cuando el actual gobierno, "a vista y paciencia de todos libera terroristas" [según afirma el adormecedor y ofensivo –por ignorante– discurso de los enemigos políticos del aprismo y del gobierno], la zozobra retorna, los miedos fluyen, pero una solución de experiencia está a la vista: el fujimorismo que representa Keiko Fujimori. En otras palabras, nos encontramos frente a un plan montado adecuadamente, como psicosocial perfectamente razonado, para aprovechar lo acontecido a favor de este sector político de tradición, más que autoritaria, dictatorial, en pleno período electoral. ¡Eso sí es terrorismo!

 

Yo también soy una persona que ha sufrido directa e indirectamente el proceso de la guerra interna de los años 80. Si estoy vivo es por ciertos milagros con los que Dios y la vida me bendijeron. Pero no por ello puedo permitirme razonar inválidamente. Hay que saber diferenciar la paja del trigo, y ya es tiempo de demostrar que la democracia no sólo se expresa en un sistema político y social, sino, con prioridad, que ella se incuba y desarrolla antes en la consciencia social de cada uno de los ciudadanos. Ésta, en verdad, es condición existencial de lo anterior. Sin ésta, no habrá jamás, en verdad, aquello otro.

 

La agenda política y social de un Estado debe ser puesta no de la forma mediática como suele suceder en el Perú contemporáneo: por intereses de sectores políticos que son apoyados por medios de comunicación de tradición salteadora. Debe ser el resultado del consenso democrático, de lo que importa trascendentalmente a todos y no sólo a algunos. Pero la democracia no es, repetimos, rimanakuy, turbamulta, dictadura de la mayoría. No siempre la mayoría tendrá necesariamente [afortunadamente] la razón. El pueblo también se puede equivocar. Y reconocer esta característica de lo popular no significa menospreciar a la mayoría, no se puede entender esta interpretación como expresión de insignificancia de lo que el pueblo cree, piensa y siente. Todo lo contrario: el pueblo es el soberano, pero como proclamaban sabiamente especiales ciudadanos romanos de avanzada hace poco más de dos mil años atrás, también hay que educar al soberano. De lo contrario, se corre el riesgo de asumir la verdad de lo que Facundo Cabral alguna vez dijo: "come mierda, cien mil moscas no pueden estar equivocadas".

 

Lori Berenson ya fue condenada por derecho, y le corresponde ahora también lo que es de derecho. Por esto no hay que escandalizarse. Pero creo firmemente que no debe conmutársele la pena y expulsarla después. Eso sí le podría animar a reincidir, desde un país extranjero, en viejas andanzas. Debe quedarse en el Perú a continuar sufriendo el resto de su pena y, al final de ella, ser finalmente expulsada. Esto, desde el punto de vista político, es mucho más estratégico, y tiene la ventaja de no afectar al derecho. Los peruanos [mejor, los vecinos miraflorinos] deben aprender a ver mejor la realidad de las cosas, madurar, evitar ser emotivos en decisiones trascendentes, y ser serenos en la formulación de sus juicios. De lo contrario corren el grave riego de ser tablas a la deriva en el mar, llevadas por la corriente. ¿Es esto lo que quieren, ser llevados por la corriente? ¿Por qué gusta al peruano de permitir que otro piense por él?

 

Por lo que a mí respecta, sean bienvenidas las críticas objetivas que correspondan a mi pensamiento. Ante toda forma de diatriba que venga, por esto, sobre mí, sólo me queda repetir la frase del inmortal florentino: "Segui il tuo corso e lascia dir le genti".

 

 

 



[1]     Profesor de Filosofía del Derecho y Antropología Jurídica de la Facultad de Derecho y CC.PP. de la Universidad Peruana "Los Andes", Perú. Maestrías cursadas: i) Maestría en Derecho con Mención en Derecho Penal (EUPG-UNCP, 2004-2005); ii) Maestría en Filosofía e Investigación (EPG-UAP, 2007-2008); iii) Maestría en Derecho Penal y Derecho Procesal Penal (ESN-UC, 2009-2010). Website: www.luisalbertopacheco.blogspot.com

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CHIMÚ, LISTA CULTURAL ALREDEDOR DEL MUNDO



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Batalla de Arica: 7 junio de 1880

Señal de Alerta

por Herbert Mujica Rojas

7-6-2004

 

Batalla de Arica: 7 junio de 1880

http://www.voltairenet.org/article121067.html


Fuerzas:

Chile: 5,300 hombres, caballería y apoyo naval del Cochrane, la Covadonga, el Loa y el Magallanes

Perú: 1,600 hombres sitiados, sin caballería, con apoyo naval del monitor Manco Cápac y de la lancha torpedera Alianza.


Al comenzar la guerra, el puerto de Arica tenía una población de más o menos 3,000 habitantes. Allí estuvo durante algún tiempo el presidente Prado por cuyas órdenes se comenzó a llevar a cabo la defensa de la plaza, pero el ejército, sus unidades más numerosas y el Estado Mayor, se dirigieron a Tacna y evacuaron Arica de cuyo comando se hizo cargo el coronel Francisco Bolognesi. 

Las fortificaciones de Arica no habían sido completadas y la guarnición estaba compuesta por 1,600 hombres, en su mayoría civiles armados que provenían de Tacna y Tarapacá. Su armamento era heterogéneo. En el puerto se encontraba anclado el monitor Manco Cápac, que actuaría como batería flotante. El Morro de Arica es un cerro que se eleva hasta 150 metros sobre el nivel del mar.

Bolognesi, al tomar posesión de la jefatura de la plaza de Arica, demostró una actividad y un entusiasmo extraordinario, con los que asombró a quienes, por sus encanecidos cabellos veían en él sólo a un anciano. Trató de dar organización de la defensa peruana, sin desanimarse por la escasez del tiempo y la falta absoluta de materiales. Formó partidas de caballería para vigilancia y mejoró el alimento de la tropa. 

En relación a la defensa, Bolognesi dirigió la colocación de las minas, se pusieron parapetos - algunos del espesor de un saco lleno - y se trasladaron unos pocos cañones al Morro. Así, frágiles trincheras de arena surgieron en todos los lados en que el Morro era accesible. Sin embargo, poco se pudo hacer por la falta de obreros, herramientas, tiempo y dinero.
 
Después de la batalla de Tacna

 

Tarapacá y Tacna habían caído en manos chilenas, Arica estaba cercada por el sur y por el norte. Al oeste, poderosas naves en la bahía hacían imposible cualquier intento de escapatoria. Se podía abandonar el territorio marchando rumbo al este, internándose en la Sierra, para, rodeando las fuerzas chilenas, alcanzar Arequipa o eventualmente Lima. Había también otra opción: quedarse en Arica, donde sin duda morirían.

Bolognesi confiaba aún que el ejército aliado no hubiera quedado destruído en Tacna y que acudirían a reforzar Arica. El día 26 de mayo había dirigido un telegrama a sus superiores, pidiendo órdenes y refuerzos y agregando: "Aquí sucumbiremos todos antes de entregar Arica". No obtuvo respuesta. Envió mensajeros, pero éstos no regresaron. Le escribió al prefecto de Arequipa: "estoy incomunicado".

El 1° de junio los regimientos chilenos comenzaron el avance. El ingeniero Teodoro Elmore utilizó las minas cuando el ejército invasor atravesaba un sitio en la orilla norte del río Lluta. Algunos cazadores chilenos salieron contusos, pero los demás pasaron sin problemas. Elmore cayó prisionero y su compañero Pedro Ureta falleció. Las minas peruanas eran ineficaces y no impedirían el paso del ejército chileno.

Poco a poco, las tropas invasoras fueron acampando en las inmediaciones de Arica. El general chileno Manuel Baquedano ordenó el bombardeo de la plaza, el fuego no pudo ser contestado porque los cañones peruanos en el Morro no alcanzaban a ese sitio.

La situación era dramática. Los chilenos habían tomado Tacna, el general Montero se había retirado, no había noticias del coronel Leyva, fue capturado el ingeniero Elmore, el enemigo bombardeaba sin cesar, y no había la más insignificante suma de dinero para atender los urgentes gastos en las obras de defensa.

 

La respuesta de Bolognesi

Bolognesi despachó el 4 de junio una carta a sus superiores, en la que dice desconocer el paradero de las fuerzas peruanas y pide refuerzos. "tengo al frente 4,000 enemigos poco más o menos a los cuales cerrarré el paso a costa de la vida de todos los defensores de Arica aunque el número de los invasores se duplique", dice Bolognesi. "Todas las medidas de defensa están tomadas, espero ataque pasado mañana, resistiré. Háganos propios (envíe refuerzos) cuantos sea posible. Dios guarde a U.S. Francisco Bolognesi". A pesar del pedido desesperado, las fuerzas peruanas, al mando del coronel Leiva estaban lejos, se habían retirado a Arequipa.

El 5 de junio a las 7 de la mañana, el comando chileno envió como parlamentario, al mayor Juan de la Cruz Salvo, quien fue recibido por Bolognesi en su casa, al pie del Morro, donde en la actualidad se encuentra el Consulado peruano en Arica. El mayor le expresó a Bolognesi que el jefe del ejército de Chile quería evitar un inútil derramamiento de sangre, puesto que el grueso del ejército peruano-boliviano había ya sido vencido en Tacna. De la Cruz Salvo le dijo que tenía el encargo de pedir la rendición de la plaza, "cuyos recursos en hombres, víveres y municiones conocemos".

"Tengo deberes sagrados y los cumpliré hasta quemar el último cartucho", dijo Bolognesi al parlamentario chileno, sin embargo, le advirtió que esta respuesta era personal y que debía consultar con los otros oficiales.

La consulta se hizo. Uno por uno contestaron por orden de graduación. Ni una voz discrepante se alzó. Los defensores de Arica dijeron: "Cuando menos sea nuestra fuerza, más animoso debe ser nuestro corazón".

El bombardeo del 6 de junio

La artillería chilena terrestre y naval llevó a cabo un segundo bombardeo el 6 de junio buscando la capitulación peruana. "Abrigamos la esperanza de que con esas tentativas los peruanos desistirán del propósito de seguir combatiendo, inútilmente, sin probabilidades de triunfo". El ataque por mar duró tres horas y el de tierra cinco. Se intercambiaron 343 tiros, 272 chilenos y sólo 71 peruanos. Dos naves chilenas - el Cochrane y La Covadonga - sufrieron 28 bajas y daños. 


El asalto del 7 de junio

Al amanecer del 7 de junio de 1880 se inició el asalto chileno por la retaguardia, en el fuerte de la ciudadela. Empezó una feroz matanza de prisioneros, de los 400 soldados peruanos, sólo sobrevivieron diez.

La resistencia final tuvo lugar en el Morro mismo. Allí estaban Bolognesi, More, Alfonso Ugarte, Sáenz Peña, Armando Blondet, con los restos de los batallones Tarapacá, Iquique, Artesano y Granaderos de Tacna. Eran unos pocos hombres contra muchos asaltantes. Todo concluyó a las 8 de la mañana. 

El general chileno, Manuel Baquedano en su informe escribió: "Perdidos sus últimos atrincheramientos, los peruanos hicieron volar los fuertes del norte. La lucha había sido porfiada y sangrienta hasta lo increíble. A las 9 a.m. la plaza era completamente nuestra y la bandera de Chile se ostentaba en los fuertes y en los edificios públicos (…) el enemigo perdió a sus mejores jefes".

Según Saénz Peña, "sólo Moore y Bolognesi continuaron haciendo fuego con sus revólveres" hasta que un soldado chileno le disparó a Bolognesi y lo tendió muerto instantáneamente de un balazo en el cráneo.

El monitor Manco Cápac fue hundido por su comandante José Sánchez Lagomarsino. La lancha torpedera Alianza, al mando del teniente 1° Juan Fernández Dávila, trató de escapar hacia el norte, pero fue perseguida y cañoneada, sus tripulantes la vararon y destruyeron cerca de Ilo.

Chile perdió 474 hombres, mientras que casi 1,000 peruanos perdieron la vida, el resto cayó prisionero, muchos de éstos fueron fusilados en la plazoleta de la iglesia de Arica, en cuyo piso, durante muchos años, permanecieron las huellas ensangrentadas. Hubo saqueo e incendios, ataque a consulados y muchos otros desmanes. Los excesos de la soldadesca -afírmase por los chilenos- provinieron de la indignación por la creencia de que hubo empleo de las minas aún en lugres teóricamente ajenos a ellas. La matanza de heridos y prisioneros se generalizó. El Morro de Arica y la ciudad quedaron empapados en sangre peruana.

Francisco Bolognesi


Nació en Lima, en la calle Caylloma, el 4 de noviembre de 1816. Su padre fue italiano: Andrés Bolognesi, sobresaliente violoncelista, director de orquesta, oriundo de Génova, llegado al Perú en 1810. Su madre, arequipeña: Juana Cervantes Pacheco. Tuvo tres hermanos: Margarita, Manuela y Mariano.


Francisco trabajó en el comercio, explotó cascarilla, coca y café en las montañas de Puno. Entró al arma de artillería en enero de 1854 con el grado de teniente coronel y actuó en varios enfrentamientos y campañas militares. En 1860 viajó a Europa a comprar armamento. Tenía el grado de comandante general de Artillería en 1871, cuando se retiró del Ejército, contaba entonces con 55 años. En 1868 se desempeñó como gobernador civil del Callao.


Al estallar la guerra con Chile ofreció sus servicios y fue destacado, en condición subalterna al ejército que debía guarecer Tarapacá.

 
Casado con doña Josefa La Puente y Rivero, tuvo cuatro hijos: Margarita, Federico, Enrique y Augusto. Estos dos últimos murieron heroicamente en las batallas por la defensa de Lima.


Para el Ejército peruano Bolognesi es con Cáceres lo que Grau para la Marina. Cada año los cadetes juran ante su recuerdo de fidelidad a la bandera. Buques de guerra, provincias, caletas, colegios, puentes, calles, avenidas, teatros, clubes deportivos llevan sus nombres. Casi no hay población peruana sin monumentos o bustos suyos. Sus retratos adornan las oficinas públicas como también casas y tiendas humildes. Lo mejor que el Perú de la reconstrucción pudo albergar, en Grau y en Bolognesi.

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