por Herbert Mujica Rojas
13-2-2007
El escritor, ese descontento
En la merecida crónica que dedica Mario Vargas Llosa a Carlos Oquendo
de Amat, en su libro Diccionario del amante de América Latina, dice
entre otras cosas, lindezas que debieran retumbar en el cerebro de
nuestras castas políticas, periodísticas, económicas y sociales. Se
refiere al escritor ese descontento, soplo eterno de eterna ilusión
que avanza o retrocede contra viento y marea. Los que no somos
escritores, nos sentimos libres de las admoniciones que Vargas señala
con puntualidad. Leamos.
"El escritor es el eterno aguafiestas….. el escritor latinoamericano
ha vivido y escrito en condiciones excepcionalmente difíciles, porque
nuestras sociedades habían notado un frío, casi perfecto mecanismo
para desalentar y matar en él la vocación. Esa vocación, además de
hermosa, es absorbente y tiránica, y reclama de sus adeptos una
entrega total….. El escritor en nuestras tierras ha debido
desdoblarse, separar su vocación de su acción diaria, multiplicarse en
mil oficios que lo privaban del tiempo necesario para escribir y que a
menudo repugnaban a su conciencia y a sus convicciones".
Interesante reflexión la que sigue: "Es preciso, por eso, recordar a
nuestras sociedades lo que les espera. Advertirles que la literatura
es fuego, que ella significa inconformismo y rebelión, que la razón
del escritor es la protesta, la contradicción, la crítica…. Las cosas
son así y no hay escapatoria: el escritor ha sido, es y seguirá siendo
un descontento. Nadie que esté satisfecho es capaz de escribir, nadie
que esté de acuerdo, reconciliado con la realidad, cometería el
ambicioso desatino de inventar realidades verbales. La vocación
literaria nace del desacuerdo de un hombre con el mundo, de la
intuición de deficiencias, vacíos y escorias a su alrededor. La
literatura es una forma de insurrección permanente y ella no admite
las camisas de fuerza. Todas las tentativas destinadas a doblegar su
naturaleza airada, díscola, fracasarán. La literatura puede morir pero
no será nunca conformista".
A esta altura del recuento siento una profundísima desubicación: ¿y
los que no somos literatos sino apenas modestos periodistas? Partimos,
también, –aunque Vargas Llosa, él mismo, hombre de prensa- no lo
admita, del cuestionamiento, de la insurrección vívida contra el
estado de cosas normalmente injusto –porque lo anormal es moneda
corriente en nuestros pagos- y rompemos el pacto infame y tácito de
hablar a media voz, para decir, en blanco y negro, nuestra humilde
verdad que a veces molesta, casi nunca es tomada en cuenta, pero en
otras oportunidades hasta causa escándalos. ¿En qué lugar del rico
imaginario vargasllosiano están los periodistas? Acabo de descubrir
que, admitiendo que no soy –ni por asomo o auto-bombo tan frecuente-
hombre de letras ni de números, apenas concertista de párrafos uno
tras otro, con mecánica fluidez, simplemente no tengo lugar en el
escalafón porque los literatos sí lo tienen.
Con fruición anota Vargas Llosa: "Es preciso que todos lo comprendan
de una vez: mientras más duros sean los escritos de un autor contra su
país, más intensa será la pasión que lo uno a él. Porque en el dominio
de la literatura la violencia es una prueba de amor…. . La realidad
americana, claro está, ofrece al escritor un verdadero festín der
razones para ser insumiso y vivir descontento. Sociedades donde la
injusticia es ley, paraísos de ignorancia, de explotación, de
desigualdades cegadoras, de miseria, de alienación económica, cultural
y moral, nuestras tierras tumultuosas nos suministran materiarales
ejemplares para mostrar en ficciones, de manera directo o indirecta, a
través de hechos, sueños, testimonios, alegorías, pesadillas o
visiones, que la realidad está mal hecha, que la vida debe cambiar".
No le falta razón a Mario Vargas Llosa. Pero peca al otorgar sólo a
los literatos dichas virtudes confrontacionales, de actitud en la
vida, leit motiv o elan fundamental. ¿Y otros que no siendo literatos
pero discurren por cuanto él describe con acierto, dónde se ubican?
Los periodistas, no todos, es cierto, no son literatos. Hay literatos
que son periodistas y hay periodistas que son literatos, hay
turroneros que no son ni periodistas ni literatos pero reciben el
homenaje de entrevistas hechas a mano y de textos y alabanzas pro domo
sua. ¡A veces los grandes escritores llegan a creer que todos están
hechos a su imagen y semejanza! No es exacto. ¡De ninguna manera!
Palabra de periodista. Que no de literato.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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