Friday, January 30, 2009

Manifiesto a los apristas

Manifiesto a los apristas

Compañeros:
El APRA es algo grande. El APRA es algo bueno que se gestó en el Perú
del siglo XX. Lo digo con sano orgullo y sin soberbia pues sé que
esto, probablemente, lo leerán peruanos que no son apristas. Pero,
paradójicamente, el Partido de Haya de la Torre enfrenta hoy, una de
sus más graves crisis, quizás la más grave de su historia de casi ocho
décadas.
Quizás uno de los aspectos más preocupantes de esta crisis es que
algunos compañeros sostengan, precisamente, que no hay crisis. Esto es
lo mismo que decir que el APRA, tanto en su vida institucional con sus
múltiples expresiones distritales, provinciales y regionales, camina
bien o muy bien; que la relación entre los compañeros es general y
razonablemente armónica, que hay fluidez comunicacional entre las
dirigencias y la militancia en nuestras organizaciones distritales,
provinciales, regionales y nacional. Es creer que, como esto es así,
entonces, existe, en general, satisfacción o mucha satisfacción entre
todos o la mayoría de los apristas sobre el rol que el Partido
desempeña en la sociedad peruana en la cual está casi perfectamente
insertado, tanto en la Costa, en la Sierra, como en la Selva, porque,
a su vez, los peruanos no apristas o no politizados tienen mayormente
una buena o muy buena opinión del Partido de Haya de la Torre, y se
sienten atraídos a nuestro Partido porque admiran su democracia
interna, sus relaciones intra-partidarias, las relaciones
dirigencia-militancia y porque esa mayoría de la opinión pública en el
país tiene una excelente impresión por el rol que el APRA, en tanto
que organización política, tiene en el Estado, gobernado además por un
miembro del Partido.
¿Es esto así?; ¿será posible que algún dirigente de cualquier nivel, y
más preocupante aún, que algún dirigente nacional, dé respuesta
positiva a la pregunta planteada diciendo que sí, que todo está muy
bien y que quien sostiene lo contrario no es aprista o es un
indisciplinado y desleal y que merece la expulsión? Pues por lo visto
y oído, sí es posible, y esto confirma que estamos realmente, en una
muy grave crisis.
El problema es que cuando quienes dirigen una entidad o una
institución no logran ver lo que es evidente para muchos, dentro y
fuera de esa institución, entonces sí hemos entrado en un camino
ríspido, más que escabroso institucionalmente hablando, y
políticamente muy peligroso para la supervivencia de esa institución.
Y estamos hablando del APRA, compañeros.

FACTORES Y CAUSAS DE LA CRISIS DEL APRA
Veamos: déficit severo a nivel nacional de renovación democrática de
autoridades partidarias en todos los niveles, derivando inevitable y
lógicamente en ilegitimidad creciente de esas autoridades (que las hay
buenas por supuesto), y en fuertes cuestionamientos a su personería;
falta evidente de autoridad de esas dirigencias provisionales;
denuncias múltiples sin resolver sobre presuntos abusos y
arbitrariedades cometidas; enfrentamientos entre compañeros y
divisiones que afectan finalmente a los candidatos apristas en
múltiples lugares del país, al momento decisivo de una elección,
comenzando por la ciudad natal del c. Jefe, Trujillo; limitación
drástica de la participación de la militancia en asuntos del Partido
por inflexibilidad o principio de autoridad mal entendido. Como
consecuencia de lo anterior, no existen canales intra-partidarios para
debatir amplia y democráticamente sobre temas y asuntos sustantivos,
no sólo de nuestra organización partidaria sino de la sociedad y el
Estado que requieren análisis profundo y metódico. La actividad
pedagógica del magisterio aprista, al interior del Partido, ha sido
reducida considerablemente.
Esta ausencia de debate de ideas y su debida decantación - que en
otros momentos históricos han enriquecido al aprismo -, va generando
confusión y crisis de identidad entre la militancia (muchos css. me
han preguntado si el APRA es de izquierda democrática) y, por lo
tanto, se detiene el crecimiento de una militancia entrenada en el
estudio, la investigación y la dialéctica. Decisiones tomadas desde el
gobierno, tácitamente en nombre de todos los apristas, sin mínimo de
consultas a nivel nacional que afectan la imagen del Partido y
desorientan y confunden a nuestra militancia. Esta situación tiene
fuerte impacto negativo en nuestras juventudes, lo cual frena
drásticamente la captación de nuevos cuadros juveniles y ahuyenta a
aquellos que se estaban formando. Todo lo anterior, además, se da en
un contexto, donde se perciben hechos y se producen denuncias sobre
actos irregulares para elegir candidatos en elecciones pasadas en un
escenario nacional donde el APRA está en la vitrina permanente y
expuesto a la crítica previsible de otros partidos y organizaciones
políticas que tienen interés legítimo en alcanzar el gobierno
nacional, los regionales y los municipales a corto o mediano plazo.
Puede inferirse entonces la profunda relación de causalidad entre la
crisis del Partido que tiene su propia lógica y dinámica (si cabe la
palabra dinámica), y los efectos de las decisiones y la gestión
gubernamental identificada con el APRA, por evidentes razones.
Así, una pregunta central y necesaria que debe hacerse en conciencia
cada aprista es: ¿pudo evitarse todo esto?; ¿debemos aceptar
fatalistamente que, por acción o inacción de algunos (que esperamos,
sinceramente, tomen conciencia de lo que han hecho y traten de
enmendar mientras se mantengan en la dirigencia), este Partido nuestro
sea expuesto a mayor vulnerabilidad, arrinconado o vilipendiado cuando
en el fondo sabemos y sentimos que ello constituye una enorme
injusticia histórica y un absurdo de carácter sociológico luego de
décadas de una historia casi de epopeya, con nuestros errores y
aciertos?
Nos encontramos a poco más de la mitad de un gobierno, de un segundo
gobierno, en que el Presidente de la República es un miembro del
Partido, el c. Alan García Pérez; de un gobierno que para muchos,
incluido cierto número importante de compañeros, es "un gobierno
aprista", y sin embargo, más allá de lo que algunos compañeros
dirigentes, comprensiblemente, puedan decir, y quieran interpretar,
sobre que esta crisis es fundamentalmente causada por la decisión y
voluntad del antiaprismo de siempre de combatirnos y buscar el fracaso
del gobierno del c. García para que ese fracaso se extienda y cubra,
inexorablemente, al APRA y a todos los apristas, lo cierto es que,
siendo ello posiblemente, y en parte, cierto, no es la única ni la
principal explicación.
Si así pensáramos sólo estaríamos engañándonos a nosotros mismos, y
entre nosotros mismos.
Antiaprismo, lamentablemente, siempre hubo, casi desde el comienzo de
nuestra historia partidaria, en una dinámica compleja en la cual un
movimiento político joven en 1930 surgió con una propuesta y un
planteamiento inteligente de cambio sustancial frente a un orden de
injusticia, de insultante explotación y de evidente ineficiencia. Ese
movimiento, liderado por Víctor Raúl Haya de la Torre y otros jóvenes
contemporáneos, se fue haciendo más fuerte, más vigoroso y más grande
con el transcurso del tiempo, y fue puesto a prueba en el duro camino
de la adversidad, de la incomprensión brutal, y así, la persecución,
la cárcel y, con frecuencia, la muerte, comenzaron a ocupar sus
espacios en nuestra historia institucional.
A todo lo anterior, nuestro Partido no sólo sobrevivió sino que salió
fortalecido, con una fraternidad entrañable, y con una poderosa
autoridad moral sustentada en la convicción y, seguramente, en la fe,
que ese martirologio quizás era necesario para seguir avanzando en el
largo aprendizaje que nos llevaría, alguna vez, a conducir los
destinos del Perú, sin exclusiones, erradicando las injusticias, sin
violencia, sin soberbia ni fanatismos. Y, si esto era así, entonces
debíamos propiciar la participación democrática de la inmensa mayoría
de peruanos, porque habíamos nacido como el Partido de la gran
fraternidad, condición nacional que haría normal acercarnos a nuestros
compatriotas latinoamericanos para intentar una integración política y
económica que nos hiciera aún más fuertes, más democráticos y más
eficientes en el gobierno de nuestros pueblos: la unión continental
latino o indoamericana.
Porque el APRA es, además, parte de la humanidad. Verdad que para
algunos puede sonar redundante pero es pertinente que los apristas la
tengamos permanentemente presente para tomar nuestras decisiones,
relacionarnos entre nosotros y con los peruanos no apristas y guiar
nuestros actos teniendo en cuenta, siempre, nuestros objetivos
superiores históricos.
Mas hoy no pretenderé, queridos compañeros, entrar en detalles sobre
lo que en el fondo de su conciencia siente cada aprista, primero
porque, obviamente, ello no es posible y, segundo, porque sería caer
en lugares comunes respecto de lo que en voz baja, y a veces, no tan
baja, escuchamos en nuestros locales partidarios en muchos lugares del
Perú, y seguramente, en miles de hogares apristas. Y aunque corremos
el riesgo de suscitar reacciones de algunos css. frente a esta
afirmación, creo con igual firmeza que es deber expresarla. Y decir
"ya no es posible callar", pues corremos el riesgo de, allí sí,
terminar de una vez por todas con el Partido que nos legaron nuestros
padres.
Mas sí es posible decir que cada uno de nosotros siente que pertenece,
o que en algún momento perteneció, a algo especial, ambos sentimientos
son tan reales como respetables. Sentimos que una forma de realización
humana, de avance hacia formas superiores de relaciones
interpersonales y sociales es, sigue siendo, o era, ser aprista, y que
pertenecer a esta organización política, escuela permanente de
aprendizaje y de comprensión de las realidades y los problemas del
país, era una buena forma de ser peruano. Y para muchos sigue latente
esa posibilidad, a pesar de las circunstancias.
Pues sostengo que aún estamos a tiempo y en condiciones de recuperar
esos valores, de decirles a aquellos peruanos que no son apristas e
inclusive a quienes son o se sienten antiapristas, que el APRA
fraternamente, nuevamente, les abre sus puertas, les extiende los
brazos, que es posible reconstruir nuestras relaciones con ese Perú
andino y adverso que desde hace muchos años no cree en el Partido de
Haya de la Torre, e inclusive que es posible reconstruir nuestras
relaciones con el otrora "Sólido Norte" que en estos tiempos, ya no es
más, comenzando por la misma tierra que vio nacer al maestro Víctor
Raúl, Trujillo.
Porque más allá de las evidencias que constatamos cada día y cuya
interpretación queda para la inteligencia y la conciencia de cada
aprista, hombre o mujer, joven, adulto o mayor, sobre lo que el APRA
debería ser para los peruanos en el año 2009 o, para el caso actual,
lo que sería un gobierno aprista, lo cierto es que el mundo real nos
va diciendo que, si el curso de los acontecimientos sigue como ahora,
entonces se avecinan fuertes corrientes de rechazo al Partido, que se
expresarán de distinta manera, inocultables muestras de molestia, de
rencor, y hasta de odio pernicioso frente a cualquier cosa que tenga
que ver con el APRA.

DIFERENTES DIMENSIONES DE LA CRISIS
Por ello estimo importante concordar en que la crisis interna del
Partido no es un hecho fortuito y que convengamos en que pudo
evitarse, y por tanto, podemos superar. Un CEN y una Dirección
Política que debieron renovarse democráticamente en junio 2006, son
problemas de democracia interna que traen serias consecuencias,
generalmente no buenas, pues esa situación comienza a parecerse mucho
a la imposición y a la arbitrariedad.
Pero por otro lado, ¿quién decidió que no se renovaran las dirigencias
del Partido, cuántos son responsables de ello?; ¿es posible asignar
responsabilidades individuales en función del poder o del liderazgo
dentro del Partido?; ¿es conveniente hacerlo y que ello absorba la
mayor parte de nuestras energías?.
En todo caso, una cosa es cierta, no puede pasar otro año más sin
renovar las dirigencias como tan cierto que las nuevas dirigencias,
(que seguramente se reiterarán en algunos casos), deben tener claros
los objetivos históricos del Partido y su definición como una
organización de izquierda democrática que busca y enarbola
verdaderamente la bandera de la justica social y la libertad, con
respeto a los mecanismos internos de participación y decisión, por
ende, con identificación clara de los temas acuciantes nacionales e
internacionales que afectan al Perú y comprometen la imagen del
Partido considerando que un compañero es Jefe de Estado.

ELECCIONES INTERNAS INTACHABLES DE NUESTRAS DIRIGENCIAS DEBEN PRECEDER
LA ELECCIÓN DE NUESTROS CANDIDATOS MUNICIPALES Y REGIONALES
Como hemos señalado, la crisis profunda que invade y debilita al
Partido, en importante medida se debe a la ilegitimidad creciente de
los compañeros/as que actualmente ocupan los cargos dirigentes en todo
el país, incluido y comenzando por el CEN y la Dirección Política, más
allá de la dignidad o idoneidad de cada compañero y compañera
integrante de esas dirigencias. No se trata, en este caso, de las
personas sino de las circunstancias generadas a partir de junio 2006
en que debió producirse la renovación democrática.
Es vital que corrijamos esta situación. El Estatuto y los mecanismos
internos de participación consagrados en él deben, y debieron ser,
escrupulosamente respetados. Considerando, además, que otro proceso
que definirá y marcará por mucho tiempo al Partido serán las
elecciones internas para determinar a nuestros candidatos en las
elecciones regionales y municipales del 2010. Ese proceso debe ser
conducido por dirigencias con pleno mandato, legal y legítimo.

UN APRISTA, UN VOTO. LA ONPE, EL JNE Y LA DEFENSORÍA DEL PUEBLO
Así, por un principio fundamental de democracia y en confirmación
clara de buena fe de los compañeros y compañeras que hoy están en la
dirigencia nacional del APRA deberemos coincidir en que el proceso
nacional para elegir a nuestros candidatos regionales y municipales,
deberá ser conducido por una dirigencia nacional cuyo mandato haya
surgido de elecciones internas en las que se haya respetado el derecho
de cada aprista a decidir - mediante su voto directo - quiénes
dirigirán los destinos del Partido durante el período que corresponda
estatutariamente – el principio de un aprista, un voto, debe quedar
consagrado. Asimismo, el mandato de nuestras dirigencias regionales y
provinciales han de ser fruto de procesos democráticos de elección
cuya limpieza nadie cuestione.
Y en salvaguarda de la transparencia real y de una auténtica
democracia interna, dichos procesos deberán ser dirigidos por la
Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) y, en caso de surgir
controversias, ellas deberán ser resueltas por el Jurado Nacional de
Elecciones (JNE).
Igualmente, la Defensoría del Pueblo debe ser invitada a vigilar
nuestras elecciones internas a fin de garantizar lo establecido en la
ley en el sentido que ningún candidato, funcionario o no, haga uso de
recursos públicos para fines electorales y que, efectivamente, no sean
utilizados por ningún ciudadano recursos del Estado en estos procesos.
Finalmente, sería muy conveniente la participación de observadores en
nuestros procesos electorales internos y, en el caso de la elección de
autoridades partidarias nacionales, regionales, provinciales y
distritales, el APRA puede dar pasos concretos en la consagración del
principio de participación democrática de las minorías. La puesta en
práctica de este principio en la conducción del Partido constituiría
otro avance significativo para fortalecerlo, garantizando
efectivamente los derechos de toda la militancia.
La concreción de las propuestas formuladas serán pasos importantes
para el inicio de la recuperación del Partido y fortalecerá nuestra
imagen ante el país.
SOBRE ESTE MANIFIESTO
Este documento no es ni puede ser exhaustivo. En las siguientes
páginas iré tocando sólo algunos de los temas que sugiero sean materia
de tratamiento por los apristas para ir recuperando claridad en
nuestra definición de izquierda democrática, firmeza conceptual en que
nuestra razón de ser y nuestra vocación de servicio nos indican por
qué somos el Partido del Pueblo, sin exclusiones de ninguna especie.
Un partido político que expresa y representa a las mayorías del país y
que ello, en la medida de lo posible, debe traducirse en las
decisiones de gobierno, y si ello no es posible pues explicar
debidamente las razones. Además, tener clara la necesidad ética y
moral de ser solidarios con los pueblos, clases y razas oprimidos del
mundo que como una ley física que tiene su correlato en la política
regresa a nuestro país impactando de distinta manera en nuestras
mayorías nacionales, pues los pueblos, clases y razas oprimidos del
Perú son, también, parte de los del mundo. ¿Alguien lo duda?
Escribo este Manifiesto para iniciar un diálogo extenso e intenso con
mis css. en todo el país sobre el problema económico y la crisis que
afecta al mundo e impacta al Perú, sobre nuestras relaciones con el
capital y las inversiones extranjeras, sobre los derechos humanos,
tema central de este documento que atraviesa y está presente en todos
los temas por la naturaleza indivisible, interdependiente y universal
de los derechos humanos, sobre la violencia y el conflicto que nos
afectó y su secuela, sobre la pena de muerte, y finalmente sobre
nuestro compromiso de ser solidarios con todos los pueblos, clases y
razas oprimidos del mundo.
Y para decirles a todos ustedes que tratar adecuadamente estos temas
de manera fructífera, en un clima de tranquilidad y armonía sólo será
posible si renovamos democráticamente, de manera limpia, nuestros
cuadros directivos, que no sean cuestionados por nadie, y si definimos
un liderazgo nacional que tenga claros los objetivos superiores del
Partido de Haya de la Torre.
Para ello, nuestra credibilidad es absolutamente fundamental.
Escribo para compartir ideas, preocupaciones y propuestas sobre lo que
puede y debe hacerse para recuperar a nuestro Partido, más allá de lo
que ocurra a nivel del Estado hasta julio del 2011 en que culminará el
actual gobierno dirigido por el c. García. Y sobre lo que planteo y
propongo como posible candidato a la Secretaría General del Partido
sobre la base de lo analizado y la experiencia histórica vivida por
todos nosotros.
Me dirijo a ustedes compañeros, para compartir pensamientos y
sentimientos que vengo expresando y perfilando desde el año 2001
cuando inicié mi regreso al Perú luego de laborar desde 1993 con las
Naciones Unidas en Misiones de Derechos Humanos en Camboya, luego en
Mozambique, y finalmente en Guatemala. Pero también para decir con
claridad y esperanza, que el aprismo y el APRA aún tienen un propósito
superior qué cumplir, un compromiso histórico con el Perú y los
peruanos y, que es posible el reencuentro fraterno con nuestros
compatriotas en términos de solidaridad y cooperación fraterna.
Decirles que es posible en el siglo XXI sentar bases sólidas y
alcanzar fórmulas armónicas de entendimiento y buen gobierno
compartido para un desarrollo humano real, en una atmósfera de
entendimiento y armonía nacional, con respeto a la dignidad de cada
uno, sea que nos veamos como un ciudadano o ciudadana entre millones
de peruanos, o como un ser humano con determinada identidad integrante
de uno de los grupos étnicos que conforman nuestra nación y enriquecen
también al Perú.
Pero debemos primero empezar por entendernos bien entre los apristas y
recuperar esa visión conjunta y comunidad de horizontes que alguna vez
sentimos poseer. En razón de lo anterior y en ese contexto pido se
entiendan estas líneas.

LA POPULARIDAD DEL GOBIERNO Y, POR EXTENSIÒN, LA "POPULARIDAD" DEL
PARTIDO AFECTADA. LA CRISIS MUNDIAL: ¿CRISIS DE CRECIMIENTO?
¿Tenemos los apristas algo orgánico qué decir respecto de las
decisiones económicas y la crisis económica y financiera mundial?
Más allá de las conocidas y reiteradas cifras macroeconómicas de
crecimiento sostenido, "durante más de 80 meses", más allá de haberse
producido en mayo y noviembre del 2008 dos cumbres internacionales,
con ese ritmo casi frenético de construcciones en Lima y otras
ciudades del país, lo cierto es que, paradójicamente, hay algo en la
atmósfera nacional que permite y facilita que muchos más peruanos y
peruanas tengan una perspectiva e interpretación muy diferente de la
que los apristas quisiéramos. No ver esto es caer en una cuasi
ceguera suicida que nos acerca a un desenlace doloroso de tremendo
desencanto y, lo que es peor, de confrontación directa con la gran
mayoría de peruanos en todos los rincones del país.
Comparto con ustedes, compañeras y compañeros, una preocupación sobre
un fenómeno que, teniendo claras implicancias prácticas y
repercusiones en la vida cotidiana de todos, puede ser confrontado
también a la luz de nuestra doctrina. Me refiero a la severa crisis
financiera y bursátil mundial con inevitables secuelas económicas y,
no menos importante, las consecuencias sociales que derivarán de su
impacto en nuestra producción, en nuestra economía, y en la oferta y
calidad de los empleos para millones de compatriotas, en suma, en la
vida y las posibilidades de desarrollo humano para millones de
peruanos.
Esto sin tomar en cuenta aún el impacto, todavía difícil de determinar
razonablemente, de los Tratados de Libre Comercio (TLCs) suscritos por
el Perú con terceros países, incluyendo el más reciente con los
Estados Unidos y que entraría en vigencia por estos días, el 1ro. de
febrero de este año.
En cuanto a la crisis bursátil y financiera en los EE.UU. y en el
mundo, Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008 ha escrito
recientemente sobre el tema: "El hecho es que los últimos números de
la economía han sido aterradores no sólo en los Estados Unidos sino
alrededor del mundo. La manufactura en particular se está hundiendo
por todos lados. Los bancos no están prestando. Los negocios y los
consumidores no están gastando. Esto se parece muchísimo a la segunda
Gran Depresión".(Página editorial del diario The New York Times, 4 de
enero, 2009).
Agrega Krugman: "Más aún, luego de declarar durante décadas que el
gobierno es el problema, no la solución, sin mencionar los denuestos
contra las políticas keynesianas y el New Deal, la mayoría de
republicanos no va a aceptar la necesidad de una solución tipo
Franklin Roosevelt que involucre gran gasto para resolver la crisis"
(idem).
Y Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, ha escrito también
hace unos días: "El legado de subinversión en tecnología e
infraestructuras, especialmente del tipo verde, y la creciente brecha
entre ricos y pobres requiere de una congruencia entre el gasto a
corto plazo y una visión a largo plazo. Eso exige la reestructuración
de los programas tanto tributario como de gasto. Bajarles los
impuestos a los pobres y aumentarles el beneficio del desempleo al
mismo tiempo que se aumenta los impuestos a los ricos puede estimular
la economía, reducir el déficit y disminuir la desigualdad."(El
subrayado es mío)
En nuestro país no ha habido, ni hay visos de que habrá, una
"reestructuración del programa tributario", como recomiendan los
Premios Nobel de Economía, vale decir, no se ha producido, ni anuncian
que se producirá, la necesaria reforma tributaria de un sistema
injusto y poco técnico, sin embargo, en el Perú escuchamos en
noviembre 2008, que esta crisis mundial no es crisis de pobreza sino
"de crecimiento". Dicho esto conspicuamente por el c. presidente Alan
García oficialmente en el discurso inaugural del Foro de Cooperación
Económica Asia Pacífico, APEC. No sé si se con ello se nos estaba
diciendo que siendo el crecimiento algo natural en seres u organismos
vivos, entonces era inevitable, en el sentido que es inevitable que
amanezca o anochezca y por lo tanto, un fenómeno de curso normal.
Naturalmente, me permito fraternalmente discrepar.
Cierto es que la economía mundial ha crecido, como fenómeno
lógicamente inevitable con la llamada globalización, en varios
aspectos de la producción de bienes y servicios, incluida cómo no, la
fabricación de armas, pero también - entre otros sectores, en el
submundo del delito: ha crecido el tráfico de armas, la trata de
personas (entre otras cosas, la explotación sexual y prostitución de
niños, niñas y adolescentes para hablar sin eufemismos), y cómo no, el
tráfico de drogas. El Perú mismo ha visto crecer sus cifras
macroeconómicas referidas a la producción de ciertos bienes y
servicios, no así, ni en siquiera cercana proporción las referidas al
nivel de sueldos y salarios ni mucho menos al ingreso mínimo vital,
que se mantiene en 550 soles mensuales. Claro está que crecimiento
económico no es necesariamente sinónimo de desarrollo humano.
Muchos entendidos han venido afirmando que este proceso de crecimiento
en el mundo era inevitable y que en países con las características del
nuestro bastaba con "poner la economía en piloto automático". Es
decir, "dejar hacer, dejar pasar" al gran capital, a los agentes de
inversión, de producción y de la banca, sobre todo extranjeros,
reducir al máximo la legislación que representa ciertas restricciones
o condiciones para esa inversión y para esa banca, y propiciar desde
el gobierno central un clima político muy favorable para esa
inversión; es una forma de "dejar en acción el piloto automático de la
economía". Así, lo que en su momento valió para asignar al gobierno
del ex presidente Toledo, por parte del c. García, su relativo rol en
el crecimiento económico del Perú vale también para el gobierno del c.
García.
Pero ese "piloto automático", como conocemos, no es ni puede ser
suficiente para sentar las bases de un desarrollo económico sostenido
(además no fue concebido ni diseñado para eso) que se refleje en el
desarrollo humano de los pueblos del Perú, más aún cuando ese "piloto
automático", en lo nacional, mantiene altos los impuestos indirectos
que gravan a los pobres y a los sectores medios, como, a la misma vez,
no intenta gravar las sobreganancias de las grandes empresas (que se
vienen produciendo desde hace varios años), sobre todo de las
transnacionales. En todo caso, en el plano internacional ese "piloto
automático" está pasando apuros, por serios o graves problemas de
navegación, según el análisis serio y riguroso de los mencionados
Krugman y Stiglitz, entre otros destacados economistas extranjeros,
así como por sobrios y estudiosos economistas peruanos .
Por eso el "piloto automático" de la economía peruana no sirve para la
justicia social ni para el desarrollo humano y constituye un recurso
de incomprensible origen sostener que nuestra economía está
"blindada".
En todo caso, los apristas de formación sabemos que si bien la
inversión y el capital extranjero son necesarios, ello dista mucho de
ser suficiente, como se lo escuchamos y conversamos muchas veces con
Víctor Raúl; y que hay que estar muy atentos a los replanteamientos y
cuestionamientos sustanciales que se hacen a los modelos económicos
tipo del que se viene aplicando en el Perú desde 1990 casi de manera
inflexible sin variación significativa hasta la fecha, enero de 2009.
La "gran transformación" de la cual nos conversaba Víctor Raúl en sus
libros y en sus disertaciones personales involucra mucho más y
requiere una acción concertada de mayor complejidad y trascendencia
para el mediano y largo plazo.
Pero referirse a la actual crisis mundial como si fuera una
consecuencia casi normal, inevitable y parecida a la crisis producida
en los organismos humanos por el "entusiasmo adolescente" constituye,
creo, un grave error de perspectiva y/o de análisis que produce
confusión y equívoco, en primer lugar, a los peruanos que observan y
padecen, y padecerán, las consecuencias de este fenómeno y, cómo no, a
los apristas cuyas percepciones les van diciendo algo muy diferente.
Esta crisis se da, es cierto, en medio del crecimiento de ciertos
factores de la economía como el comercio, y el aumento de su
velocidad, y con ello la producción de bienes por la tecnología
aplicada a la misma en el indetenible proceso de globalización. Y no
sabemos realmente cómo va a variar en ritmo, intensidad o
especificidad ese crecimiento mundial de la economía con la crisis
mundial desatada. Pero parece por lo menos, prudente, que nos vayamos
convenciendo que la crisis bursátil y financiera y su repercusión en
la producción y en el empleo en el mundo, fundamentalmente, ha sido
producida por la codicia desmedida de algunos muy poderosos y sin
control elemental de mecanismos de monitoreo y supervisión, lo que
para algunos es una forma clara de corrupción en los principales
centros financieros del mundo, comenzando por Wall Street en Nueva
York.
Este factor de corrupción agregado a la irresponsable y culpable
desregulación (ausencia o debilidad de supervisión, negligente o
deliberada, en el funcionamiento de bancos y financieras, como
consecuencia de dogmatismos ideológicos aplicados en decisiones de
política económica, muy bien impulsadas por intereses económicos
particulares) explican razonablemente esta crisis y que con claridad
contundente señalan los economistas citados líneas arriba.
Los bancos, irresponsablemente, otorgaron préstamos incobrables
originando forados masivos en los balances bancarios. No hubo
legislación, ni instituciones, ni actores políticos con suficiente
peso, que supervisaran este despropósito porque estábamos en la
"economía de libre mercado", y quien lo intentaba, como ya sabemos,
corría el riesgo de ser acusado de "populista", acusación de la cual,
en su momento seguramente no se libraron los Premios Nobel
mencionados.
La certera crítica que formuló precisamente el candidato demócrata
estadounidense, hoy electo presidente Barak Obama, a la ideología del
extremismo neoliberal en el sentido que esto es lo que ocasiona graves
situaciones que empezaron repercutiendo en decenas de miles de
familias en los Estados Unidos y hoy se extiende por todo el mundo, es
una buena demostración de que esto no puede ser caracterizado
simplemente como "crisis de crecimiento". Ponerse a pensar en que los
apristas tendríamos que explicar la presente situación y su impacto en
términos de "crisis de crecimiento" a los peruanos no apristas, y a
los que sufrirán los embates es, por lo menos, excesivo, aparte de que
ello constituye una seria distorsión de lo que realmente viene
sucediendo en el mundo y lo que acontecerá en el Perú.
Considero entonces un error, no señalar con claridad que
fundamentalmente esta crisis responde a las consecuencias de la
extremada, e ideologizada, desregulación de la economía iniciada en
los años 80 en el mundo, motivada en importante medida por un
fundamentalismo ideológico neoliberal, hoy en palmaria decadencia, y
que en el Perú tuvo su "apogeo" en los años 90 con el régimen
autoritario y absolutamente corrupto de Alberto Fujimori con
lamentables resultados para millones de peruanos de sectores medios
que descendieron a los niveles de pobreza, y de otros millones de
pobres que descendieron a los niveles de extrema pobreza .
Como claramente señalan y aconsejan esos economistas de reconocimiento
y prestigio internacional, esta crisis empezará a ser resuelta no por
ratificar o reincidir en las erradas políticas económicas de los 80 y
90 sino precisamente al tomar medidas que, libres de dogmatismos
ideológicos y sustentándose en la razón de las evidencias, cuestionan
esos criterios de desentendimiento casi total del Estado con relación
a aspectos neurálgicos de la economía y las finanzas y sus graves
repercusiones sociales. Dogmatismo ideológico ultraliberal que,
contrariamente a promover una saludable libertad económica,
constituyeron un libertinaje nocivo y abusivo en beneficio millonario
de un grupo muy minoritario de personas ubicadas en puestos claves de
decisión en la banca y en la política y que hoy miran a otro lado con
total impunidad, y en perjuicio de millones de seres humanos en los
Estados Unidos y en el mundo, incluido, por supuesto, el Perú.
Y es que aquí podemos constatar una de las claves para entender el
creciente alejamiento de la mayoría de la población, del APRA, por
asociación del Partido con la decisión gubernamental de política
económica, porque a pesar de haber descendido en algunos puntos los
índices de pobreza y haber aumentado el número de empleos (no
necesariamente empleos de calidad) producto del crecimiento,
evidentemente ello está muy lejos de ser suficiente para generar en la
mayoría de la población, especialmente de las poblaciones sur andinas,
aunque no sólo de ellas, una sensación de mejora real en sus
condiciones de vida. ¿Cómo convencer a esas poblaciones de lo
contrario o que lo que sienten no es así, si ese fuera el caso?
Lo anterior es una realidad que no puede ser ignorada ni subestimada
en sus efectos o consecuencias políticas y sociales. Pues, a pesar de
las inauguraciones de sistemas de agua potable y alumbrado público
realizadas por el mismo c. Alan García en discursos que intentan
explicar la importancia y trascendencia de esas obras, la respuesta y
reacción de amplios sectores ciudadanos del campo y la ciudad no
parece guardar sincronía o armonía con la perspectiva oficial. Lo que
puede inferirse es que por lo menos un alto porcentaje de esos
peruanos que desaprueban al gobierno que preside el c. Presidente
esperaba un gobierno cualitativamente diferente del desastre
fujimorista y de la medianía toledista.
Uno se pregunta entonces, ¿qué es lo que viene ocurriendo en la
psicología, en la perspectiva y en la realidad factual de la vida de
millones de peruanos?; ¿es un problema fundamentalmente psicológico o
está sustentado en realidades concretas frente a las cuales es
razonable que reaccionen así los seres humanos?; ¿es un problema de
influencia y manipulación de medios de comunicación no obstante tener
a un importante sector de la prensa hablada, escrita y televisada en
una posición que no puede ser calificada de adversa como sí ocurrió
durante el gobierno del 85 al 90, especialmente desde julio de 1987
con la propuesta de la nacionalización de la banca?
En razón de lo anterior, entonces, me permito compartir con ustedes
compañeros estas reflexiones, para plantear que, por lo menos,
comencemos a pensar en la posibilidad que algunas importantes
decisiones que se vienen tomando a nivel de gobierno - y que son
percibidas por esas mayorías como del "gobierno del APRA" - están en
camino de tener una fuerte repercusión en las futuras relaciones del
Partido de Haya de la Torre con el Perú no aprista, y quizás con
importantes sectores sociales que se sienten, o se sintieron en el
pasado reciente, cercanos o vinculados históricamente con el aprismo y
que se verán perjudicados por esas medidas. Algunos de esos sectores
ubicados, es bueno recordarlo, en lo que alguna vez se conoció como el
"Sólido Norte".

PROTECCIONISMO HOY: NO, ¿AYER SÌ?
Por otro lado, hoy, para algunos, la voz de orden es no caer en el
llamado proteccionismo de mercados ni de las economías. Ideal teórico
que puede ser atractivo para algunos. Inclusive, uno de los objetivos
plasmados en la Declaración de Lima de la reciente culminada reunión
del APEC, - aún con los posibles beneficios que este Foro pudiera
traer al Perú si se manejan con sensatez las negociaciones - es que
para combatir la severa crisis que afecta a las economías y su secuela
en los mercados bursátiles del mundo es no caer en el proteccionismo.
Obviamente, no se trata de caer en extremismos ideológicos, ni de
derecha ni de izquierda, que, como sabemos, sólo empeoran la situación
general. Mas como un Partido de izquierda democrática y, por ende, de
propuestas y planteamientos importantes de transformación social
pacífica, estimo hasta pragmático aproximarse serenamente a lo
planteado, sobre todo, por los líderes de las economías más poderosas.
Es perentorio que los apristas nos pongamos de acuerdo en que es
necesario y hasta indispensable propiciar en el plano subregional y
regional la asunción conjunta de una posición de los países llamados
"emergentes" para decir que, rechazando caer en radicalismos fáciles,
sí planteamos, real y efectivamente, mayor equidad y equilibrio para
corregir y/o enfrentar la crisis mundial. Esto, que puede sonar a
perogrullo, no lo es tanto. Veamos por qué.
En este escenario de relaciones entre economías ricas y desarrolladas
con economías "emergentes", digamos como la peruana, detectamos una
contradicción. Es decir, quienes en su momento protegieron,
subsidiaron (y siguen subsidiando) sus economías y sus mercados, y se
hicieron fuertes con ello, durante décadas, les dicen ahora a los
países de las llamadas "economías emergentes" que no practiquen
proteccionismo, que no protejan. Vale decir, ahora, el fuerte le dice
al débil que no se proteja porque ello es malo para todos.
De manera que, como apristas, deberemos estar muy atentos, a cómo el
Estado peruano conduce y administra las futuras negociaciones para los
posibles TLCs con economías mucho más grandes y fuertes que la nuestra
- y que encima de ello practican formas encubiertas de subsidios
reales - sobre todo en relación a la posibilidad de supervivencia y
fortalecimiento de nuestras incipientes industrias (destacadas entre
ellas textiles y calzado) y cómo ello se conecta con la necesidad de
impulsar un proceso de industrialización equilibrado y equitativo
sobre las bases de un plan o de planes nacionales sectoriales que
realmente generen empleos de calidad, lo que incluye la defensa y el
respeto de condiciones dignas de trabajo, con producción de bienes con
alto valor agregado, y que incida en una economía integral
fortalecida. Esto, antes que los discursos de apertura total y casi
sin condiciones, es lo que mejorará nuestra capacidad negociadora y la
calidad de nuestra inserción en la economía mundial, mejorando en el
mediano y largo plazo la calidad de vida de los peruanos. Además, sin
caer en innecesarias y estériles confrontaciones políticas y/o
ideológicas.

INVERSIONES CHINAS: ¿TLC?
Si la experiencia está allí para decirnos algo, por ejemplo, debería
tenerse muy presente el tratamiento dado a trabajadores peruanos por
empresas chinas mineras en el Perú instaladas en nuestro país desde
los años 90, pues si ello es una muestra o indicador de los criterios
con los cuales administran esas empresas chinas las relaciones
laborales entonces creo que hay más que suficientes razones para estar
muy preocupados y, por ende, como colectivo político, esbozar las
medidas de defensa y equilibrio necesarias para proteger a nuestros/as
trabajadores/as, muchos de los cuales se sienten en la indefensión con
relación a su Estado. ¿Y qué hacemos mientras tanto los apristas?

MINERÌA, AGRICULTURA Y AMBIENTE
Más aún cuando hace sólo unos días el Ejecutivo emitió un decreto
supremo declarando de "necesidad pública" una zona fronteriza ubicada
en el departamento de Piura, dentro de los 50 kilómetros de la
frontera con Ecuador a fin de facilitar la llegada, instalación e
inicios de trabajos de una empresa minera de capitales chinos, en
decisión que responde, precisamente, a continuar con el énfasis en las
exportaciones primarias de mineral y que suscita mucha intranquilidad
entre la población y trabajadores del agro de ese departamento de
nuestro norte peruano rico por la calidad productiva de ese pueblo, -
pero además, entre otras razones, por la riqueza de su tierra y la
calidad de su agua - en una serie de productos catalogados entre los
de mejor calidad en el mundo.
Obviamente, la utilización abundante de agua, necesaria para fines de
explotación minera, sin la adecuada supervisión estatal como ha
ocurrido muchas veces en el pasado, y sin la debida conciencia
ecológica de los explotadores del mineral, como viene ocurriendo en
muchos lugares del Perú, pondría en serio riesgo no sólo la producción
alimentaria de esa zona de nuestro país sino, sobre todo, la calidad
de vida y la supervivencia misma de importante número de seres
humanos, aparte de dañar gravemente el delicado ecosistema de esa
parte de Piura.
Nuestro primer deber es con nuestras poblaciones.

CONVENIO 169 DE LA ORGANIZACIÒN INTERNACIONAL DEL TRABAJO (OIT)
Adicionalmente, en cuanto a las obligaciones internacionales del Perú
como miembro de la comunidad internacional, es bueno recordar nuestro
deber de honrar nuestra palabra empeñada (pacta sunt servanda),
vinculado al deber del Estado peruano, en cumplimiento del artículo 6
del Convenio 169 de la OIT, de realizar previamente las consultas
formales y recibir la opinión libre y democráticamente expresada de
las poblaciones piuranas posiblemente afectadas por esa decisión
gubernamental. Y que ese compromiso oficial supone respetar esa
opinión y consensuar con esas poblaciones una solución equitativa sin
presiones ni violencia de ningún tipo, ni de parte del Estado ni de
las poblaciones.
Este Convenio 169 es una obligación internacional de nuestro país y
prevalece sobre cualquier otra norma de nuestro derecho interno, sea
emitida por el Ejecutivo o el Legislativo. Como sabemos, el artículo
27 de la Convención de Viena sobre Tratados de las Naciones Unidas, de
la cual es parte el Perú, establece que ningún Estado puede eximirse
de cumplir sus obligaciones internaciones alegando normas de su
derecho interno o vacío de la ley.
Incumplir o violar el artículo 27 de la Convención de Viena es
desconocer nuestra obligación internacional, es deshonrar nuestra
palabra empeñada como Estado y erosionar seriamente nuestra
credibilidad e imagen internacional, aparte de, no menos grave,
enfrentar al Estado con un sector de nuestra población que se sentirá
agredido por su propio Estado.

EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO (TLC) CON LOS ESTADOS UNIDOS
A 3 días de entregar el poder, el saliente presidente de los Estados
Unidos, George Bush, declaró que se había cumplido con el proceso de
implementación de un tratado de libre comercio (TLC) con el Perú, y
que éste entraría en vigencia el 1ro. de febrero del 2009, es decir,
en unos días. Difícil avizorar los efectos reales que en el tiempo
tendrá sobre las vidas de los peruanos este Tratado. Ya sabemos que en
sí mismo, en teoría, un TLC no es una panacea sino, sobre todo,
constituye un reto, puede ser una herramienta útil de desarrollo, o un
factor de mayor conflictividad y deterioro social si no ha habido un
consenso mínimo o adecuado para su suscripción.
Así, en cuanto a la negociación misma, depende de los equilibrios que
puedan construirse, si pueden construirse, pues se trata de la
economía más poderosa del planeta en una relación económica, comercial
y política con un país muchísimo menos gravitante en la escena mundial
y con evidente menos poder como el nuestro y, por eso, veremos en el
futuro.
Uno de los aspectos que deberían concernir al Partido y al aprismo,
aparte de cómo serán afectados ciertos sectores productivos nacionales
y ciertos consumidores de alimentos y medicinas, es cómo conciliamos
este tratado comercial con nuestra búsqueda de integración política y
económica con los países latinoamericanos, uno de nuestros postulados
centrales.
Por lo anterior, y por ahora, no tendría mucho sentido comentar
mayormente sobre el TLC en mención….de no haberse dado algunos
antecedentes preocupantes y que atañen a los fines de este documento,
y que consisten en que, si bien, por un lado este TLC nos pone en
buenos términos con algunos sectores productivos, por otro lado han
generado protestas y resistencias de otros sectores productivos y
sociales. Aparte del controversial proceso que lo llevaría a su inicio
en unos días. Dinámica que inevitablemente involucra al APRA y la
involucrará más aún, en un sentido o en otro.

"LÍNEA POR LÍNEA"
El problema, potencial o real, según consideramos algunos, surge
porque durante la campaña presidencial, el c. Alan García, en nombre
del APRA y de todos los apristas, prometió formalmente que el
documento elaborado durante la gestión de Alejandro Toledo sería
revisado "línea por línea" y que se harían las consultas con los
sectores que se sintieran afectados por dicho TLC prospectivo. Como
vimos, tal revisión previa, antes de declarar el Perú su aquiescencia
al documento final, no se dio, por lo menos no públicamente, ni con la
debida participación ciudadana que algunos consideramos importante, y
es lo que ocasionó las reacciones de oposición referidas.
Recordemos que hacia mediados de 2007, a un año del gobierno presidido
por el c. García, el Partido Demócrata de Estados Unidos con su
mayoría reciente adquirida en el Capitolio sobre el Partido
Republicano cuestionó aspectos importantes relativos a un serio
déficit del Perú en cuanto a la defensa de los derechos laborales de
los peruanos y a la protección del ambiente (cuestionamiento que es
reiterado hoy, enero 2009) lo que postergó la aprobación del tratado
en el Legislativo estadounidense, aprobación que quedó sujeta entonces
al compromiso del Perú de cumplir con las adendas correspondientes
para satisfacer las exigencias del Partido Demócrata en cuanto a
asegurar la defensa de esos derechos. Se incluyeron las adendas
correspondientes con el compromiso de subsanar las omisiones y con
ello se consiguió finalmente la aprobación congresal estadounidense.
Mas, ante el anuncio de la decisión del Ejecutivo norteamericano (aún
bajo gobierno de George Bush), muy celebrado por el Gobierno peruano,
llegan al Perú las declaraciones de dos miembros de la mayoría
demócrata del Legislativo estadounidense, los representantes Charles
Rangel, presidente del Comité de Medios y Arbitrios del Congreso, y de
Sander Levin, titular del Subcomité de Comercio, en el sentido que el
Congreso del Perú había aprobado medidas contrarias a sus compromisos,
incumpliendo, además, el Ejecutivo peruano algunas obligaciones
laborales y ambientales importantes a las cuales se había comprometido
en el año 2007. Agregaron que el presidente Obama, que asumió el
gobierno el 20 de enero de 2009, tendría que mejorar la aplicación de
dicho acuerdo comercial. Esta especie de "llamada de atención"
coincide con la posición expresada por varios gremios y organizaciones
en el Perú advirtiendo en el mismo sentido, igual que en el 2007, en
cuanto a los derechos laborales, la defensa del ambiente y la alta
vulnerabilidad a la que quedarían expuestos sectores productivos
peruanos.
Probablemente, el c. García ha actuado pensando que estaba haciendo lo
mejor para el país y que ésa era la forma a seguir con miras a la
suscripción de ese Tratado pero, haciendo un balance, resulta por lo
menos de una ironía conmovedora, pero de fría realidad, que los
miembros del Partido Demócrata estadounidense hayan tenido que
exigirle a un gobierno del Perú, presidido por un miembro del Partido
de Haya de la Torre, que cumpla con defender adecuadamente los
derechos humanos (económicos y sociales) de sus trabajadores y con la
defensa de nuestro ecosistema.
Como queda dicho, en los próximos meses, y años, veremos las
consecuencias, pero la tensión en los sectores productivos y laborales
involucrados, frente a la incertidumbre y como producto de los
antecedentes referidos, es evidente e incuestionable y no resulta
aventurado sostener que se avecinan situaciones de conflicto de
cierta intensidad debido a la reacción de esos sectores que se
consideran perjudicados por la paulatina implementación de dicho TLC.
¿Cómo afectará esto al APRA?

TLC CON CHILE NO FUE APROBADO POR EL CONGRESO DEL PERÚ
En el Perú le llaman "acuerdo comercial" y aquí el Poder Ejecutivo ha
considerado suficiente su visto bueno y dio su aquiescencia (luz
verde) a Chile para proseguir las negociaciones y perfeccionar el
"acuerdo", pero, por las características del contenido de este
conjunto de medidas, presuntas facilidades mutuas y las
correspondientes obligaciones que emanan de ellas, es realmente un
tratado de libre comercio, tal como efectivamente es entendido en
Chile. Prueba de ello es que en el país sureño dicho documento sí tuvo
que pasar por la aprobación congresal, dada la naturaleza de lo
comprometido.
Dicha asimetría de tratamiento en lo jurídico es altamente
preocupante y sugiero que los apristas sopesemos sus implicancias y
asumamos una posición institucional, sin perjuicio de la que asuman
otras organizaciones políticas y sectores sociales.
Sin embargo, lo que resulta aún más preocupante es que el documento
consolida la asimetría, es decir desequilibrio, es decir desventaja y,
por ende, vulnerabilidad del Perú, dada la diferencia existente no
tanto en la balanza comercial, sino sobre todo, en cuanto a la
cantidad y naturaleza estratégica de las inversiones chilenas en el
Perú (energía, transporte aéreo, puertos y finanzas), ostensiblemente
muy superiores a las inversiones peruanas en Chile, donde no existen
inversiones en sectores estratégicos.
El avance simétrico, es decir equilibrado entre actores estatales es
fundamental para que la paz se vaya construyendo sobre bases sólidas,
y ello en este caso no se viene dando. Sí se ha dado un paso que
consideramos delicado y que debió merecer un debate nacional.
Adicionalmente, una elemental condición para progresar en el
desarrollo humano de los pueblos es que sus estados lleven a cabo
coherentes y transparentes políticas de defensa que involucran la
cantidad y tipo de compras y fabricación de armas y equipos militares,
siendo muy conscientes que el armamentismo sólo siembra desconfianzas
e impulsa a los países hacia un círculo perverso de consecuencias
impredecibles. Por lo tanto hay aquí otro campo importante que
requiere un tratamiento muy cuidadoso por parte de quienes toman
decisiones en el Estado peruano y que supone además que el Partido
adopte y exprese públicamente una posición clara, sin prejuicios ni,
mucho menos, xenofobia, pero firme e inteligente frente a un
desequilibrio evidente.
La integración real y fraterna de nuestros pueblos se construye sobre
bases de confianza mutua, y con decisiones y acciones políticas en
concordancia con este fin superior. Insto a mis compañeros a tratar
debidamente este tema.

NUESTRA ECONOMÍA NACIONAL
Va quedando claro, entonces, que necesitamos desarrollar una economía
nacional con proyección regional que, replanteando sustancialmente lo
que viene ocurriendo ahora, vaya mucho más allá de reincidir y
enfatizar en un modelo de exportación primaria, - que converge con el
decadente modelo económico ya tratado en páginas anteriores -, como su
sustento principal vinculado casi de manera determinante a las
exportaciones de vegetales, frutas y minerales, que en sí mismas son
buenas pero evidentemente insuficientes. Sin perjuicio de continuar
promoviendo esas exportaciones, asegurándonos previamente la
satisfacción de la demanda interna, - aunque en el caso de los
minerales en crudo lo más sensato hubiera sido, y sería, replantear
esos términos de exportación primaria, - es necesario reimpulsar
decididamente nuestra industria metal mecánica, la bioquímica, la
biotecnología y, cómo no, la nanotecnología. ¿Por qué tenemos que
renunciar a ello, insinuación que subyace en algunos discursos
actuales?; ¿por qué debemos cifrar nuestras presuntas "ventajas
comparativas" en el eufemismo de los bajos costos laborales, que en
buen cristiano no es sino mano de obra barata, es decir, mal pagada,
que es uno de los principales factores de pobreza y atraso en el
Perú?.
Lo contrario, vale decir lo que se está haciendo ahora, ya lo sabemos,
porque lo hemos experimentado desde el siglo antepasado; con
diferencia de matices, es una historia conocida, con resultados
decepcionantes, también conocidos. Y si alguien tiene alguna duda,
puede mirar los efectos sociales desastrosos de las "maquilas" en
México cerca de la frontera con los EE.UU. que se han propagado
considerablemente y que están teniendo severo impacto social en miles
de mexicanos, sobre todo, mujeres, a raíz del NAFTA, TLC suscrito por
ese país hermano con los EE.UU. y Canadá.
Soy consciente que los párrafos anteriores serán, para algunos, una
especie de "aguar la fiesta" del APEC al plantear cuestionamientos a
lo dicho por el c. Alan García a lo largo de sus diferentes
intervenciones. A ellos respondo sencillamente que dicho
cuestionamiento debe producirse, si buscamos que se reinstale en el
Partido el necesario sentido crítico que enriquece y fortalece a los
movimientos y partidos políticos que, como el APRA, aspiran a
transformar sus sociedades con justicia social y en libertad. El libre
y respetuoso flujo de ideas, la libertad para expresar pareceres
distintos y el planteamiento democrático de posiciones es precisamente
lo que nos ha dado consistencia y nos ha hecho fuertes, por
democráticos, a lo largo de nuestra historia y, por otro lado, en
nuestra relación con el Perú no aprista, nos garantiza mantener
contacto con quienes, piensan y disienten de nosotros generando con
ello una atmósfera de confianza mutua entre peruanos que a la fecha se
ha perdido en considerable medida.
La síntesis es que precisamente la libertad para expresar ideas dentro
del Partido es lo que ha hecho que durante décadas el aprismo se
mantenga como una de las principales opciones de cambio democrático,
aún en los momentos más difíciles de persecución y acoso.
Es vital que los apristas tengamos esto muy presente.
Lo contrario es caer en una vertiente inexorable de anquilosamiento y
obsolescencia histórica y ello explica parte de la actual crisis del
Partido.

EL APRA ES EL PARTIDO DE LOS DERECHOS HUMANOS
Es preciso que los apristas nos armonicemos con este sensible, vasto y
cómo no, universal tema. Es el tema de la pos Segunda Guerra Mundial y
del siglo XXI.
Y está aquí para quedarse.
Derechos humanos es todo, compañeros. En su concepción universalmente
plasmada en tratados y convenciones de la pos guerra ellos son
indivisibles, interdependientes y, por supuesto, universales. Están
imbricados con el desarrollo humano y la dignidad de los pueblos, y de
la solidez de su defensa, promoción y garantía que asuman los Estados,
vale decir, los gobernantes, dependerá la solidez o lo endeble de la
democracia, siendo la democracia misma el epítome de los derechos
humanos. Defender los derechos humanos es, por eso, defender a la
democracia misma. Por la misma razón, dictadores, tiranos y autócratas
jamás se llevaron ni se llevarán bien con los derechos humanos.
Los derechos humanos atraviesan todas las actividades del Estado y la
vida de la sociedad, por eso son integrales, y su aprecio, valoración
y eficacia de su defensa reflejará la eficiencia y políticas justas
del Estado en tanto que expresión de la sociedad organizada. Son el
derecho a la vida, a la integridad, a la libertad, al debido proceso
legal, a las libertades de expresión, de asociación, de movimiento, a
los derechos políticos, a la nutrición, a la salud, a la educación de
calidad (conectado con el derecho a la información y al conocimiento,
por ejemplo, de los últimos hallazgos científicos en cuanto a
bio-química celular vinculados a la salud y a la nutrición), a un
trabajo digno y bien remunerado, a vivir en un ambiente sano (agua y
aire limpios) y ecológicamente equilibrado (tierra, flora y fauna
debidamente protegidos). A vivir sin miedo, ni angustias y, como
dijimos, a vivir en democracia.
Los derechos humanos son la bitácora de vida, y de todo gobierno, y el
referente permanente indispensable de los demócratas.
Creo, y así lo sostengo en toda asamblea aprista en la cual participo,
que el APRA es el Partido de los derechos humanos. Por sus orígenes
populares democráticos, por sus principios y valores institucionales,
por su doctrina de justicia social de pan con libertad (síntesis
magistral de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y
culturales), por su búsqueda permanente de la unidad y fraternidad
continentales, por nuestra declarada solidaridad con los pueblos,
clases, y razas oprimidos del mundo, como reza el quinto punto de
nuestro Programa Máximo, y, por último, y de ninguna manera lo menos
importante, por ser el Partido de la fraternidad entre todos los
peruanos, decisión y voluntad reiterada durante décadas en vida de
Haya de la Torre.
Los jóvenes que en los años 70 escuchábamos de cerca a Víctor Raúl, en
medio de la dictadura militar de entonces, percibíamos, por ello, algo
muy especial. Más allá de la lectura y el aprendizaje sustentado en
una actividad intelectiva sentíamos que subyacía a esas enseñanzas del
"Viejo", como afectuosamente nos referíamos a él en su ausencia, un
poderoso mensaje ético, que envolvía y suponía una actitud, una
intención real de comprensión y generosidad hacia todos, inclusive
hacia quienes pensaban y sentían diferente de nosotros, aún a pesar
del apasionamiento de la lucha política de esos años en universidades,
gremios, sindicatos y calles.
Nuestro enunciado permanente: "libertad y justicia social", reiterado
a lo largo de décadas por nuestras juventudes y nuestra militancia,
sintetizaban los dos grandes lineamientos sobre los cuales se
elaboraron y suscribieron tanto la Declaración Universal de los
Derechos Humanos como los tratados internacionales de derechos humanos
elaborados en la posguerra:
- el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y;
- el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
Esto no es pura coincidencia ni casualidad. Es la comprobación del
empalme histórico del aprismo con la marcha de la humanidad hacia
formas superiores de relaciones, avanzando hacia la modernidad con
sociedades y gobiernos más representativos de sus pueblos. Ello
precisamente explica por qué el APRA, a pesar de las adversidades
logró mantenerse y resistir los embates más violentos de las
dictaduras.
Pero esto no podrá continuar si no tomamos conciencia de la
importancia y trascendencia de engarzamos nuevamente con esa visión
ecuménica, de justicia en libertad, con fraternidad y solidaridad, y
sin violencia, ni desde el Estado, ni desde la sociedad, y respetando
la dignidad de todos y cada uno, que fue claramente identificada por
Víctor Raúl y nuestros hermanos mayores en la segunda mitad del siglo
XX.
En razón de lo anterior, compañeros, en esta relación de nuestra
organización política con un tema de vastedad universal y de
implicancias sociales, políticas, económicas y culturales, reside otra
clave importante de nuestra recuperación nacional e histórica de
mediano y largo plazo.
Lo actualmente existente, por lo menos distante en el discurso formal
del APRA con los derechos humanos tal como ellos son entendidos en los
foros mundiales y en los tratados internacionales con miras al siglo
XXI, nos plantea, además, otra situación contradictoria que he
reiterado en diálogos realizados con los compañeros en locales
apristas, incluida nuestra Casa del Pueblo en Alfonso Ugarte. Me
refiero al hecho que habiendo sido, los apristas y sus familias,
perseguidos y hostigados, durante décadas, por un Estado policíaco y
represivo, violador de los derechos humanos, paradójicamente, no somos
en foros internacionales, ni ante el mundo, un partido identificado
con la defensa de los derechos humanos. Menos somos, obviamente, uno
de los abanderados principales de esta nueva corriente del siglo XXI.
Debemos serlo, podemos serlo, y planteo que lo seamos.
Esta persecución de la cual fue víctima el APRA (aunque no sólo el
APRA) como actor colectivo directo fue una violenta forma de exclusión
social y política que se extendió a millones de peruanos sin filiación
política o partidaria alguna, y significó el desmembramiento de muchos
núcleos familiares, con pérdidas de vidas, de la libertad, durante
años, con torturas y proscripción civil, reduciéndonos, en el caso de
los apristas, a la condición de medios ciudadanos, o sub-ciudadanos,
durante décadas . Además, en el camino se cercenaron los derechos a
la nutrición, a la salud, a la educación, a un trabajo digno y a un
ambiente sano, de millones de peruanos más, haciendo del Perú un país
de excluidos, de pobreza y pobreza extrema, de explotación económica,
de atraso tecnológico, en suma, desintegrado y resquebrajado en las
bases mismas de nuestra nación.
Lo anterior, un Estado estructuralmente injusto e ineficiente,
construido sobre la exclusión y la discriminación, con una trayectoria
histórica en su etapa republicana, de 110 años de dictaduras militares
más 8 años de una dictadura civil-militar (1992-2000) que resultó ser
el régimen más corrupto del siglo XX, nos ha dejado el Perú que
tenemos. Con una democracia de "baja intensidad", con una cultura de
violencia, que involucra una cultura de miedo, muerte y corrupción,
que interactúa con esa violencia.
Así, hemos ingresado en un círculo perverso y contradictorio de, por
un lado, modernización de sectores de la economía y la sociedad y, por
otro lado, de subdesarrollo y pobreza persistentes en amplios sectores
sociales del campo y la ciudad (con seres humanos que sirven de mano
de obra barata al sector moderno), con elevados niveles de
frustración, que sienten que lo que se llama democracia no los
considera, no les sirve y, por ende, no se sienten identificados con
ella. ¿Entonces por qué habrían de defenderla?.
Se da inclusive otra paradoja que consiste en que, tras más de 80
meses de crecimiento económico (es decir, de ciertos factores del
PBI), uno de esos factores macroeconómicos (nivel de sueldos y
salarios), con su expresión más concreta: el sueldo mínimo (indicador
que determina el curso de otros indicadores sociales y económicos), no
ha tenido variación sustancial relevante. Esto, por el temor declarado
del Gobierno a un "rebrote inflacionario" y para "no ahuyentar las
inversiones" (lenguaje fondomonetarista de los años 80 y 90 propio de
una ideología severamente cuestionada por varios recientes premios
Nobel de Economía). Ciertos o no, fundamentados o no, el efecto y
costo de esas políticas restrictivas que gravitaron en el
empobrecimiento real de millones de seres humanos desde inicios de los
90, es evidente. ¿Alguien más o menos informado puede realmente
extrañarse entonces de la inestabilidad social y la alta
conflictividad presentes en muchos lugares del país, más allá de las
deficiencias o aciertos del Estado para enfrentar esas situaciones?
Pero además, si bien en algunas zonas del Perú ha disminuido la
pobreza, en otras, como en Huancavelica, ella ha aumentado,
incrementándose además los índices de desigualdad es decir, la
diferencia entre quienes más ganan y los que menos ganan. Esto nos va
ratificando que la presunta eficiencia estructural del sistema
económico y del modelo aplicado debe ser sometida nuevamente a
escrutinio severo.
En consecuencia, millones de peruanos, sobre todo del sur andino, pero
no sólo del sur andino, se sienten sencillamente al margen y excluidos
de aquello que es presentado como "crecimiento de la economía
peruana". Porque sienten que para ellos no existen derechos económicos
y sociales.
Los apristas no podemos ignorar esto, modestamente estimo que debemos
estudiar sus implicancias, las económicas y las políticas, para
comprender por qué esos peruanos se sienten tan distantes del APRA,
para ellos asociada muy estrechamente con quien toma las decisiones a
nivel gubernamental. ¿Tienen razón?. Sugiero que sea una de nuestras
tareas permanentes conocer con prolijidad las alternativas serias de
política económica que existen, distintas de las que vienen aplicando
los ministros de Economía en el Perú.
El Partido debe promover, sistemática y permanentemente, debates
públicos con personalidades de reconocido prestigio nacional e
internacional. Esto premunirá a los dirigentes distritales,
provinciales, y regionales, y a nuestra militancia en general, de los
instrumentos analíticos necesarios que nos permitirán asumir una
posición institucional coherente no sólo en cuanto a la economía, que
no puede ser una isla, sino en cuanto a otras dimensiones neurálgicas
de la administración del Estado y del gobierno. De ello depende
también nuestro reencuentro con vastos sectores del pueblo que hoy que
se sienten muy alejados y diferentes de nosotros.

EL PERÚ NO ES UN PAÍS CON CULTURA DE DERECHOS HUMANOS
Somos, en consecuencia, una sociedad con compatriotas que experimentan
elevados niveles de frustración, en gran parte por esa llamada
"pobreza estructural", o la también conocida "violencia de las
estructuras", y ello explica, a su vez, la alta conflictividad e
intolerancia, aún después de haber salido - y quizás por ello mismo -
de más de una década de confrontación armada, desatada por la
declaratoria de guerra que el grupo subversivo terrorista "Sendero
luminoso" (SL), uno de los movimientos más despiadados y sanguinarios
de la historia contemporánea, le hizo a nuestra incipiente democracia
en 1980 cuando culminábamos 12 años de otra dictadura militar que se
inició en 1968 con el régimen de Juan Velasco Alvarado.
SL fue el primer violador de los derechos humanos de militares y
civiles y planificó fríamente el asesinato individual o el exterminio
masivo de seres humanos con el fin de obtener un demencial "equilibrio
estratégico" que consistía en destruir las bases de toda posible
organización social y popular en el país que no fuera controlada por
ellos. Al MRTA le cupo también grave responsabilidad y perpetró
delitos despiadados, aunque en evidente menor escala e intensidad que
SL.
Pero la respuesta del Estado a esa guerra no convencional
desatada por la subversión terrorista estuvo lejos de ser la adecuada,
pues hubo no sólo excesos, sino también violaciones graves a los
derechos humanos, con torturas, violaciones sexuales y ejecuciones
extrajudiciales (asesinatos) en algunos casos de terroristas rendidos
- que ciertos peruanos justifican sin comprender las implicancias
graves de ello -, pero también de ejecuciones extrajudiciales
(incluyendo los otros delitos mencionados) de peruanos y peruanas
inocentes a manos de algunos miembros de nuestras Fuerzas Armadas que
algunos justifican como "las consecuencias naturales de toda guerra".
Los apristas no podemos caer en este tipo de razonamientos que nos
llevan a un callejón sin salida.

LA VIOLENCIA Y LA PAZ
En general, la violencia o conflicto interno fue degradando nuestras
relaciones humanas. Muchos peruanos fuimos internalizando, entre el
miedo y la indignación un inicial imperceptible desprecio por la vida
y la dignidad, y, siendo la estrategia terrorista enfrentar al Estado
con las poblaciones a través de la provocación permanente, de alguna
manera ello lo consiguieron en ciertas zonas del territorio nacional.
Los terroristas perpetraron horrendos crímenes e hicieron muchísimo
daño a la nación y muchos de ellos están pagando y deberán seguir
pagando la iniquidad de sus crímenes, mediante el debido proceso
conducido por el Estado democrático. Crímenes ante los cuales muchos
de ellos no expresan propósito de enmienda ni arrepentimiento.
A propósito del párrafo anterior invito a mis compañeros a
reflexionar. Recuerdo con nitidez las numerosas veces que Haya de la
Torre nos transmitió su convicción que la máxima expresión de
violencia masiva conocida hasta el momento, la energía nuclear, y su
uso en la Segunda Guerra Mundial en las ciudades de Hiroshima y
Nagasaki, había demostrado, y él se había persuadido así, que la
violencia ya no podía ser considerada más como "la partera de la
historia". Viejo dicho marxista que le daba lógica y explicaba la
historia de la humanidad como una historia de lucha de clases con
distintos grados y formas de violencia. Agregaba Haya que, llevada
esa convicción de la violencia hacia su máxima expresión: la energía
nuclear aplicada a la muerte, ella sería "la sepulturera de la
historia". Y nos citó muchas veces el principio de la no-violencia
(que de ninguna manera es cruzarse de brazos) que dio consistencia a
la lucha liberadora que lideró Mahatma Ghandi en la India y que
terminó con el dominio del imperio inglés en su país, sin autorizar ni
hacer un solo disparo con arma de fuego.
Sin embargo, esa experiencia de Haya, como sabemos y él mismo lo
apuntaba, no ha estado exenta de fuertes embates en los cuales
inclusive uno llegaba a detectar en él, al recordarlos, una mirada
interna de reflexión y de intento de comprensión respecto de lo que
pudo hacerse y no se hizo, y de los errores que pudieron haberse
cometido. Pero, junto con ello, veíamos en Víctor Raúl la capacidad de
aprendizaje de ese pasado. Un día nos dijo, metafóricamente, que él
había regresado al Perú en 1930 a "jugar ajedrez pero me tiraron el
tablero por la cabeza".
Viendo retrospectivamente, afirmo que Haya de la Torre fue un
convencido y activo propulsor de una cultura de derechos humanos, de
la cual asumo que él mismo se consideraba parte. Y por ello,
entendió el tema sensiblemente bien. Entendió los elementos
irremplazables de convivencia humana que van haciendo que comprendamos
y aceptemos a quien es diferente de nosotros, diferente de nuestra
manera de ver las cosas, por más grande que pueda ser esa diferencia.
Creo que ese intento de comprensión fue una constante en el
pensamiento y en la actitud de Haya y en quienes iban acercándose a él
en su juventud y en su adultez. Claro, todo ello en una creciente e
intensa vida política cargada de muchas vicisitudes.
Así, puede entenderse la insistencia inteligente de Víctor Raúl en
explicar la importancia que tiene el diálogo y su invocación auténtica
al entendimiento y a la posibilidad de alianzas o frentes de clases
sociales, de razas o uniones de pueblos. Es decir, la armonía
necesaria para construir y alcanzar una sociedad "libre, justa, culta
y solidaria".
Para ello es obvio que había que desarrollar el concepto de cultura de
paz que implica diálogo, tolerancia, respeto y aceptación pacifica de
las diferencias étnicas, políticas, culturales. Y lo selló con su
permanente llamado a la fraternidad humana, al perdón y a la
reconciliación, que ratificó hasta sus últimos días y que plasmó
claramente en su discurso al asumir la presidencia de la Asamblea
Constituyente en 1978.

NUESTRAS VÍCTIMAS
Con ese recuerdo de Víctor Raúl me permito decir lo siguiente. Los
apristas tenemos toda la autoridad moral y el derecho para enarbolar
las banderas de los derechos humanos y de la humanidad. Una inevitable
y dolorosa estadística de nuestros mártires - que lo son también del
pueblo peruano - de los años 80 a manos de hordas asesinas de SL,
informa oficialmente que no menos de 1,000 (MIL) miembros del APRA
fueron asesinados indefensos, desarmados, muchas veces en presencia de
cónyuges y menores hijos, por cobardes bandas de aniquilamiento que
siempre actuaban en ventaja en proporción de cuatro o cinco a uno. La
Comisión de Verdad y Reconciliación (CVR) expresó su "reconocimiento
especial a todas las víctimas pertenecientes al PAP muchas de las
cuales fueron autoridades que permanecieron en sus puestos pese a la
intensidad de la violencia".
Nuestros compañeros y compañeras, alcaldes, prefectos, gobernadores,
presidentes de corporaciones de desarrollo, funcionarios de salud,
presidentes de empresas públicas, ex ministros, dirigentes distritales
y provinciales, o sencillos militantes apristas, sólo por el hecho de
serlo, cayeron asesinados, víctimas por la espalda y a mansalva, de
esa agrupación criminal, y por ello, sugiero con todo respeto e
inclinándome ante su memoria, que los apristas asumamos esta
experiencia dolorosa del pasado reciente, - dicho esto con la especial
consideración y solidaridad con los familiares más cercanos y queridos
de quienes murieron, víctimas supérstites de los compañeros inmolados
- como una oportunidad para elevar nuestras conciencias y transformar
el dolor comprensible en impulso de superación espiritual. Sólo así
tendrá sentido el sacrificio heroico de nuestros compañeros que se
sumaron a nuestros mártires de las décadas pasadas en los años
aurorales y posteriores a la década del 30.
Pero elevar nuestra conciencia ante la justificada indignación y el
dolor del recuerdo frente al padre, madre, esposo, esposa, hijo o hija
caída en esos años de violencia demencial por el accionar terrorista,
para transformarla en impulso de superación espiritual, es una
decisión íntima, libre e individual que me permito sugerir, y que
confirmará nuestra superioridad ética frente a quienes serán
condenados por sus conciencias si no han alcanzado el arrepentimiento
por sus crímenes de lesa humanidad.

LA RESPUESTA DEL ESTADO
Como hemos dicho, el carácter vesánico y de extrema crueldad de SL no
siempre fue respondido con la energía de la fuerza quirúrgica,
autocontrolada y discriminada del Estado y ello prolongó una guerra
con visos de drama y tragedia para cientos, quizás miles, de hogares
peruanos. Y, por ello, junto con la profunda gratitud y reconocimiento
que les debe la patria a nuestros soldados y oficiales de nuestras
Fuerzas Armadas y Policiales, por su valentía, por su entrega, y
muchas veces, por su sacrificio, en salvaguarda de quienes honraron su
uniforme y se comportaron con dignidad, no es posible ignorar que
también hubo miembros de nuestros institutos armados y policiales que
cometieron asesinatos, torturas, y violaciones sexuales que no pueden
quedar sin sanción.
Si otro fuera nuestro razonamiento con un "borrón y cuenta nueva"
aduciendo que "en la guerra vale todo" incurriríamos en un gravísimo
error pues estaríamos condonando el que el Estado, que nos representa
a todos, haya descendido al mismo nivel de indignidad, crueldad y
barbarie que los terroristas.
La fortaleza ética de nuestra democracia, de nuestra nación y, en lo
que atañe a los y las apristas, del Partido de Haya de la Torre,
reside precisamente en esa capacidad de distinguir entre lo que son
hechos violentos, inevitables, siempre dolorosos, de una guerra, en un
combate cuerpo a cuerpo - o en el intercambio de fuego abierto
proporcional ante bastiones enemigos inicialmente inexpugnables,- del
asesinato o la tortura de personas ya rendidas y desarmadas, o heridas
y sin capacidad de amenazar nuestra integridad, aunque nos susciten
esas personas sentimientos encontrados y un profundo desprecio por sus
iniquidades o cobardías pasadas. Allí está, precisamente, lo que nos
distingue y nos dará autoridad moral para fortalecer nuestras
instituciones, nuestra democracia, y a nuestra nación. Detenerlos y
apresarlos, y ponerlos a disposición de la justicia. Pero no descender
al mismo nivel que ellos. Por nosotros mismos, y por nuestros hijos.
Y nuestra conciencia debe captar la integridad de la tragedia humana
cuando se trata de comunidades en medio de los Andes o en cualquier
lugar del Perú donde fueron asesinados campesinos inocentes por
razones que nada tuvieron que ver con actividades subversivas o
comunidades que fueron diezmadas, con mayor razón, (si cabe el
aumentativo) por ser, además seres absolutamente inocentes, incluidos
algunas veces niños y niñas. Y el encubrimiento de esos crímenes en el
tiempo prolonga la iniquidad y agrava la responsabilidad de las
autoridades involucradas. Esa es la tragedia, a menudo silenciosa, que
se instala en las conciencias de los hombres, que nos trajeron los
años de la violencia, compañeros.
Frente a lo cual propongo una muy profunda actitud humilde de
reflexión, que nos hará mucho más receptivos al dolor humano y por
ello, más conscientes de nuestra propia dignidad, y con ello, más
sabios, y mejores apristas. Sin hipérbole ni ambigüedad.

LOS APRISTAS Y LOS DERECHOS HUMANOS
Por lo anteriormente expuesto, considero de vital importancia que los
apristas nos pongamos de acuerdo porque se trata de un asunto de la
mayor trascendencia que incidirá en el rumbo que ha de seguir nuestro
Partido en los próximos años y décadas. Porque es un tema profundo y
múltiple que involucra la internalización de principios y de valores,
de inteligencia ética, que se conecta y se une con otros aspectos de
nuestra vida política, de nuestras relaciones interpersonales, y de la
forma de relacionarnos entre apristas, y entre nosotros con otros
peruanos. Creo que esto forma parte, hoy en el 2009, de "la Gran
Transformación" de la cual nos hablaba Víctor Raúl en los años 70.
E incidirá poderosamente en la forma en que nos ven a los apristas.
Nuestra relación con el tema de los derechos humanos y con el respeto
a la vida misma, tiene que ver también con la percepción que tenemos
de nosotros mismos, con nuestra autoestima individual y colectiva, con
nuestra capacidad de compartir el territorio nacional con las
poblaciones quechuas y aymaras, con los pueblos y grupos étnicos
amazónicos, con los afro-peruanos en tanto que tales, y con la
comprensión que podamos tener y desarrollar sobre la cosmovisión y
perspectivas de estos conglomerados humanos diferentes, en cierto
grado, de las nuestras. Y, particularmente, con nuestra inteligencia
para tratar las posibles situaciones de conflicto que surjan en el
futuro con esos conglomerados humanos.
Cómo entendamos los derechos humanos gravitará también en
la calidad de las relaciones que vayamos desarrollando con sectores
políticos o politizados de lo que consideramos oposición, de cualquier
índole, y de entendernos aún con discrepancias que siempre las habrá,
sin tener que agraviarnos mutuamente ni escalar hostilidades de
ningún tipo. Este, por tanto, es un tema que nos afecta a todos, a
apristas y a no apristas, pero en lo que concierne a nosotros creo que
podemos dar colectivamente pasos muy importantes.

LOS DERECHOS HUMANOS Y LAS POLÍTICAS PÚBLICAS
Por ende, el tema de los derechos humanos gravitará en nuestra
capacidad y voluntad de resolver nuestros conflictos y de resolver los
conflictos entre el Estado y sectores de la población o de la sociedad
civil organizada, cuando somos autoridades y tenemos poder de
decisión. Esa es la condición de estadistas que "el Viejo" siempre se
esforzó por transmitir a la juventud.
De cómo entendamos los derechos humanos, tendrá que ver, en
consecuencia, con la forma de gobernar un país, el país, nuestro país,
de tomar decisiones que pueden afectar a cientos, a miles o a millones
de seres humanos, de implementar las políticas públicas; de reaccionar
frente a los problemas que surgen en cualquier sociedad, más aún en un
país con la complejidad y diversidad del nuestro.
Es la gobernabilidad buscada, y el buen gobierno encontrado.
Compañeros, de cómo entendamos los derechos humanos incidirá en
nuestras políticas de salud, las preventivas y las curativas, en la
educación de calidad para nuestros niños, niñas y adolescentes en todo
el territorio nacional. Incluyendo nuestras políticas de género, en
cómo enfocamos la situación de la mujer, de su condición de desventaja
en cuanto a sus oportunidades económicas, de la violencia
intrafamiliar o doméstica de la que es víctima, muchas veces con sus
hijos, y de cómo los hombres percibimos esa situación, siendo nosotros
parte del problema. Por ende, incidirá también en la calidad de las
políticas concernientes a nuestra niñez y adolescencia.
De allí que plantee a mis compañeros y compañeras en toda la
República, con humildad y con espíritu reflexivo, con serenidad pero
con cierta rigurosidad con nosotros mismos, que empecemos a tratar
estos temas y a darles la importancia permanente que tienen en toda
sociedad que se eleva en su conciencia. ¿Será por ello que alguna vez
Manuel Seoane dijo que los apristas habíamos pasado de ser una
pluralidad errabunda a un "estado de conciencia nacional"?
Por ende, sugiero que es importante que reconozcamos la gravitación
de nuestra comprensión de los derechos humanos al interior del
Partido, en el tiempo, en el pasado y el presente, porque ello va a
determinar el futuro que construyamos para nuestra institución
política. Pero también en el espacio nacional, reconocer la conexión
existente entre nuestra vida institucional, entre este vasto
movimiento político que fundó Víctor Raúl con todos los demás
peruanos, en cualquier lugar del país, estén o no organizados en otros
partidos políticos, en confederaciones de trabajadores del campo y de
la ciudad, en gremios profesionales, con los gobiernos regionales y
municipales.
En este punto, comparto con ustedes que en los 17 meses que me tocó
desempeñarme como secretario ejecutivo del Consejo Nacional de
Derechos Humanos del Estado, constaté, con preocupación, que para
cierto número de funcionarios, incluidos algunos compañeros de muy
alto nivel, los derechos humanos no pasan de ser un tema académico
quizás interesante, o, para algunos/as una frase dicha en un momento
propicio, o un tema que "es mejor dejarlo para después". Creo y
sostengo, por la experiencia vivida, que, en general, esta actitud
constituye parte fundamental del problema que afecta a nuestro país, a
nuestra sociedad y a nuestras relaciones.

LA CORRUPCIÓN VIOLA LOS DERECHOS HUMANOS Y DESTRUYE LA DEMOCRACIA….Y A
SUS INSTITUCIONES, INCLUIDOS SUS PARTIDOS POLÍTICOS
Sea por desconocimiento, o porque 110 años de dictaduras y exclusión
nos han dado un mensaje que es la fuerza la que determina el curso de
las cosas y la vida de los pueblos y que el mejor dirigente o líder
es el que puede golpear la mesa, elevar la voz, y ser obedecido,
existe en algunos de nosotros cierto desapego o hasta rechazo a tratar
este tema de la corrupción que, si no tomamos conciencia de ello,
puede ser determinante para el paulatino debilitamiento del APRA con
un desenlace impredecible.
Porque, además, por el carácter indivisible de los derechos humanos y
por su sólida interdependencia, según nuestra concepción y posición
respecto de ellos, reconoceremos la importancia de combatir y
erradicar realmente la corrupción que corroe a nuestras
instituciones, incluidos los partidos políticos, sin excluir a
ninguno, ni al nuestro.
Por lo anterior, sostengo y planteo como premisa que de la visión
clara del nexo entre nuestro respeto a los derechos humanos y la
erradicación progresiva de la corrupción depende la supervivencia de
nuestra democracia. Precisamente, porque los apristas de las primeras
horas denunciaron un sistema de injusticias (de violaciones
sistemáticas a los derechos humanos) que venía aparejado con
corrupción en el Estado oligárquico se inició contra ellos una
persecución implacable que se dio en varias etapas y por largas
clandestinidades.
Por ello, he sostenido que el hecho que en nuestro Partido los
derechos humanos aún sean, o hayan sido hasta hace poco, depende de la
ubicación del observador, casi un tema tabú o, en el mejor de los
casos, no sea un tema "prioritario" equivale a un ser humano generoso
y fuerte a quien se le han amputado un brazo y una pierna. Puedo
equivocarme pero he tenido la reiterada impresión que hablar de los
temas de Estado, sociales, nacionales o internacionales, en términos y
en función de derechos humanos, resultaba en cierta incomodidad de
algunos de mis interlocutores.

EL FUJIMORISMO LE HA HECHO DAÑO AL APRA
Así, entendidos en su integralidad y en la conexión con otros temas
como el fortalecimiento de la democracia, la gobernabilidad, la
eficiencia en el gobierno, la solución pacífica de conflictos sociales
y las bases sólidas para un desarrollo humano sostenido en un
crecimiento económico inteligente, comprenderemos por qué el no haber
marcado una distancia clara con el fujimorismo tanto en el Ejecutivo
como en el Legislativo está teniendo, un impacto muy negativo para el
APRA.
Planteo por ello que los apristas sopesemos la importancia de debatir,
y tomar una decisión institucional, sobre esa relación
inexplicablemente cercana con un movimiento vinculado al régimen más
corrupto y delictivo de nuestra historia republicana, vinculado y
responsable, además, de la violación sistemática y deliberada de
derechos humanos. Hechos por los cuales ninguno de sus representantes
visibles, libres o procesados, ha expresado sentimiento de culpa
alguno, ni disculpas al país, ni propósito de enmienda ni
arrepentimiento. Pues si esa es la decisión de esa agrupación que así
sea, pero ello no puede significar que el Partido de Haya de la Torre
siga siendo debilitado ante la opinión pública y el país por esa
inexplicada relación que es patente en dos poderes del Estado.

LA PENA DE MUERTE: LA IMPORTANCIA DE SU DEBATE Y DE DEFINIR UNA
POSICIÓN PARTIDARIA
La pena de muerte, vale decir el "derecho" de matar en nombre del
Estado, es decir, de quitarle la vida a alguien en nombre de todos
nosotros, es uno de los que más debates y controversias suscita, en
muchas sociedades, incluida la nuestra. Por ser los derechos humanos
indivisibles e interdependientes, los factores, criterios, pasiones,
temperamentos, y actitudes que subyacen al debate sobre la pena de
muerte, y en todo caso, su aplicación misma por una sociedad y un
Estado, tiene formidables implicancias en la democracia y en la
gobernabilidad.
Sin ningún tipo de hipérbole o exageración, la pena de muerte - o la
defensa de la vida - por tratarse del derecho humano fundamental,
influye en el manejo del Estado, así como en muchos otros aspectos de
la vida social, de la educación y la salud, de la vida y los valores
de cada familia, de cualquier clase social, de las relaciones
interpersonales. La pena de muerte es la concreción fría y
temporalmente inconmovible en la legislación de una visión de la vida
de relación, de lo que entendemos por "gobierno democrático", de lo
que entendemos por Estado, de la predisposición que tenemos frente a
cualquier situación, y el temperamento que impregna nuestra
personalidad al momento de enfrentar una crisis, de las posibilidades
del futuro, de nosotros mismos, y, cómo no, de la esperanza en la
humanidad y en esta porción de ella que es la nación peruana.
Por ello, la pena de muerte, es otro tema que sugiero se entienda
relacionado con la forma en que hemos de conducir el Partido y también
con la forma en que imaginamos cómo administrar todos y cada uno de
los sectores del Estado, desde los ministerios sociales y del
ambiente, los de defensa, interior y justicia, y los de la producción,
así como por nuestras relaciones exteriores. Hay algo en la posición
que asumamos en el tema de la muerte y de la vida que definirá el
criterio que emplearemos al momento de tomar decisiones de cualquier
índole, al momento de asignar presupuestos, de optar por una
estrategia de política y relaciones exteriores.
Y ello definirá también cómo nos ven los demás peruanos, los otros
estados y pueblos.
Mi posición, como la de muchos apristas, es abolicionista, pero
reconozco naturalmente que para otros css. resulta normal aceptar y
hasta promover la permanencia e inclusive ampliación de la pena de
muerte en nuestra legislación para cualquier otro delito, calificado
de horrendo e imperdonable.
Y claro que surgirá el "argumento" de si alguna vez uno ha sido
víctima de algún crimen horrendo y se arroja como emplazamiento lógico
violento contra quien plantea la defensa de la vida como principio, es
decir, en este caso, la abolición de la pena de muerte, la pregunta de
"¿qué haría usted si le pasara esto?". Y es que es sumamente fácil
"conectar" con cierta temperatura social para obtener aplauso fácil y
"apoyo" político momentáneo, pero para un Partido político como el
APRA, que busca la justicia social y construir un nuevo tipo de
relaciones humanas desarrolladas en un Estado de pan con libertad, que
se autodefine como fraterno y solidario, y que es el Partido de la
vida, con miles de sus miembros a quienes les aplicaron la "pena de
muerte" pues fueron víctimas de juicios sumarios o ejecuciones
extrajudiciales ordenadas por tiranías del pasado, el asunto debe ser
tratado con mucha mayor seriedad, serenidad, conocimiento y
responsabilidad.
¿Cuántas veces escuchamos a nuestros viejos líderes que el APRA es
ante todo un partido escuela?; o, ¿al mismo Víctor Raúl en sus clases
magistrales defendiendo el derecho a la vida, como principio superior
rector de la vida de sociedades avanzadas y desarrolladas o que
aspiran a serlo?
En consecuencia, creo que el argumento a favor de la vida no puede
enfrascarse en términos de cuán incalificable o imperdonable es un
crimen. El argumento a favor de la vida, o si se quiere en contra de
la muerte, tiene que ver con nosotros mismos, con nuestra propia
sanidad como colectivo humano, y esto vale para agrupaciones políticas
y para naciones, y por último, para la humanidad.

LA PENA DE MUERTE NO DISUADE, NO AYUDA, NO RESUELVE NINGÚN PROBLEMA DE
CRIMINALIDAD. ENVILECE A LA SOCIEDAD Y NOS HACE PEORES SERES HUMANOS.
Estadísticamente se ha confirmado que la pena de muerte no ayuda a
combatir la criminalidad, no es realmente un disuasivo. El crimen no
disminuye porque los delincuentes y criminales sepan que cierto delito
será castigado con la muerte. Inclusive muchas veces ha tenido el
efecto contrario.
La pena de muerte, es cierto, podrá satisfacer momentáneamente a
víctimas supérstites o familiares de alguna víctima fatal,
comprensiblemente, pero inclusive en ellas, por comprobación de
seguimiento clínico o médico, no es terapéutica pues no sana la herida
y genera por el contrario, muchas veces, una sensación de vacío que
será ocupado eventualmente por una angustia indefinible.
Y es que a larga, por la propia naturaleza evidentemente destructiva
de la pena de muerte y de su aplicación en quien fuere, ella no sólo
le quita la vida a un ser humano, - que para muchos puede ser "lo
justo", más allá del posible error judicial fatal de matar a un
inocente, como se dan muchos casos en todos lados,- la pena de muerte
nos va quitando un poco de vida y de dignidad a todos. Y los efectos
son perniciosos y profundamente traumáticos cuando la atestiguan
niños, niñas y adolescentes. Porque existe una conexión fundamental
que nos une a todos como parte de la humanidad. De allí la angustia
que subsiste pese a la justicia o la venganza obtenida, o como quiera
llamársele.
Por ello la pena de muerte envilece a la sociedad que la aplica y por
eso nos hace, a todos, peores seres humanos, porque si se aplica en un
Estado o respaldamos su ampliación, todos matamos, todos jalamos el
gatillo del fusil, todos aplicamos el interruptor de la silla
eléctrica o de la cámara de gas. Todos.
Lo anterior quizás explique por qué la pena de muerte viene
paulatinamente siendo abolida en las democracias más avanzadas donde
tienden a buscar formas más elevadas o superiores de relaciones
humanas, porque comprenden, como consecuencia de la cultura alcanzada
a través de sistemas educativos inteligentes que fueron prioritarios
en sucesivos gobiernos, y después de décadas o siglos de guerras, de
barbaries y de masacres, que la muerte como expresión terminal de
violencia máxima que ella implica, es al fin y al cabo, un camino sin
salida, un factor poderoso mediante el cual una sociedad se
auto-inflige daño a través de su propia legislación y a instancias de
sus propios dirigentes y por ello, esas sociedades avanzadas la han
abolido, conscientes que es por su propio bien, y el de sus futuras
generaciones.
De lo que se trata entonces es de intercambiar ideas sobre un tema de
profunda, y a la vez, elevada, connotación ética, que se conecta,
nuevamente por la indivisibilidad de los derechos humanos, con nuestra
habilidad, presente o futura, para ser estadistas inteligentes, buenos
gobernantes, líderes de causas y fines superiores.
Por tal razón, planteo que vayamos asumiendo una posición
institucional fruto de un debate elevado, sin apasionamiento que
obnubila conciencia, premunidos de la información, estadísticas y
conocimiento multidisciplinario necesario para saber lo que estamos
respaldando y decidiendo. No es sólo para sentirnos bien con nosotros
mismos, es para avizorar tal vez un sentido más preciso a nuestras
vidas, (dicho esto sin ningún ánimo de retórica), y con ello, entender
mejor por qué somos apristas y/o por qué nuestros padres lo fueron, si
ello hubiera sido el caso. En todo caso, este tema crucial forma parte
de la agenda pendiente de un Partido de la democracia de pan con
libertad, y dignidad, del siglo XXI.

¿SOLIDARIDAD CON TODOS LOS PUEBLOS, CLASES Y RAZAS OPRIMIDOS DEL MUNDO?
¿En razón de qué Haya de la Torre y los fundadores del aprismo
incluyeron este 5to. postulado como uno de los puntos del Programa
Máximo del APRA?; ¿fue simplemente porque se les ocurrió y se veía
bien ponerlo allí como una presentación en sociedad del joven
Partido?; ¿fue un gesto destinado a ser un "saludo a la bandera"
porque era lo "políticamente correcto"?; ¿fue un impulso meramente
altruista de jóvenes que sentían que era necesario ello para
convalidar y legitimar sus propias propuestas de transformación?.
En todo caso, con el transcurso del tiempo, la propuesta demostró ser
sólida y con vocación inmarcesible, y el símbolo y señal del impulso
transformador permaneció a lo largo de décadas y se mantuvo durante 50
años y ni Haya, ni ningún líder del Partido, ni Congreso partidario
alguno, planteó el retiro de aquello que es inherente a nuestra
identidad política histórica.

EL PRINCIPIO UNIFICADOR
Intento una interpretación que perfectamente puede ser la de miles de
apristas. Creo que existe un principio unificador de nuestra doctrina,
de nuestra filosofía de vida, de lo que debe ser nuestra práctica
política cotidiana, es decir, una lógica de conexión muy fuerte entre
este Punto Máximo y la razón de ser del aprismo y de su propuesta de
cambio sustantivo que hizo al Perú de 1930, y de las décadas que
siguieron. Y porque esto es así es que el APRA llegó al corazón y a la
conciencia inteligente de los pueblos del Perú y se proyectó fuera de
nuestras fronteras y ello explica por qué fueron surgiendo sensibles
alianzas políticas y fraternas con otros movimientos políticos
revolucionarios y democráticos en toda América, y por qué el aprismo
fue y es estudiado en muchas de las más destacadas universidades de
América y Europa.
Y sostengo que esa conexión lógica, que ese principio unificador es el
alma y el espíritu del APRA y el aprismo y por eso a alguien le nació
decir alguna vez "el APRA nunca muere", a pesar de las partidas de
defunción extendidas una y mil veces contra nosotros. Porque mientras
sigamos haciendo nuestras esas palabras del 5to. postulado, y viviendo
en concordancia con ellas, como un referente ético permanente, el APRA
seguirá teniendo un rol importante en la historia del Perú y podrá
seguir siendo una luz de esperanza para los débiles, para los
postergados, para las clases medias empobrecidas e inclusive para las
clases medias educadas y cultas que han alcanzado cierta tranquilidad
económica pero que son conscientes de la importancia de construir un
país, una sociedad y un Estado para todos como condición que inspira
hacia las causas justas. Y como un instinto inteligente de la propia
supervivencia que impulsa a buscar la armonía entre todos a través de
estructuras económicas y organizaciones sociales justas, así como
políticas públicas eficaces y sensibles, y decisiones y conductas
cotidianas que transmiten decencia y civilización.

INTELIGENCIA ÉTICA
Pero todo lo anterior supone que nuestras dirigencias y el liderazgo
del Partido tengan clara convicción de saber que la solidaridad y la
fraternidad, como referentes permanentes de política, que he
mencionado varias veces en este documento, son mucho más que palabras
simpáticas útiles en discursos de ocasión, pero que deben ser
subordinadas a lo que algunos presumen que es el "realismo
pragmático" de la vida y de las "decisiones de Estado".
Estimo que los apristas debemos reflexionar sobre si hemos realmente
internalizado e incorporado en nuestras conciencias estos valores,
sentimientos y convicciones que lo fueron en su momento para Víctor
Raúl y los jóvenes que con él fueron construyendo el aprismo. Digo
más, creo que esta actitud y la respuesta positiva de esta actitud de
inteligencia ética es una de las poderosas claves para recuperar al
Partido. Es eso lo que tendrían que corroborar quienes, quizás con
curiosidad, se vayan acercando al APRA a partir de un nuevo poderoso
impulso que planteo para el Partido de proyectarse y reencontrarse con
miles o cientos de miles de peruanos en los tiempos que vienen, sin
exclusiones, honrando el principio unificador y de inclusión que fue
lo que le dio identidad y fortaleza al APRA de los primeros tiempos de
nuestra historia.

¡277 NIÑOS PALESTINOS ASESINADOS….EL SILENCIO...!
Dicho lo anterior, se comprenderá entonces el daño que nos hemos
auto-infligido, como el Partido de la fraternidad y la justicia social
que declaramos ser, al guardar oficial silencio y mirar a otro lado
frente a los aberrantes ataques con bombas de racimo y bombas fósforo
realizados por la aviación israelí contra poblaciones palestinas
inermes en la Franja de Gaza. Como consecuencia de esos ataques que se
prolongan hasta estos días han muerto más de 1,200 seres humanos.
Cierto, entre esas víctimas, hay una importante cantidad de militantes
o combatientes de Hamas - organización considerada terrorista por
muchos y que ha realizado también ataques contra gente inocente y que
en su momento deberán responder por sus delitos -. Y conste que en
estas líneas no voy a desarrollar sobre el silencio político del
Estado peruano, más allá de algunas tímidas declaraciones de algún
funcionario para cumplir con decir algo, si es que ellas se han
producido. ¿A propósito, sirven de algo los Convenios de Ginebra de
1949 (Derecho Internacional Humanitario) sobre obligaciones
humanitarias de los cuales el Perú es signatario?
Los datos confiables informan al mundo que de las más de 1,200
personas muertas hasta hace unos días en la Franja, 277 han sido niños
palestinos, muertos en sus hogares, en sus escuelas, caminando en las
calles de sus barrios.
¿Qué significa el silencio oficial del APRA ante esta masacre de
seres indefensos absolutamente inocentes?
Lo dicho hasta aquí no significa de ninguna manera desconocer el
derecho de Israel y del pueblo judío, dentro de su territorio y con
otros pueblos, a vivir una vida en paz y sin amenazas. Mismo derecho
que asiste al pueblo de Palestina.
En los años 70, escuchando a Haya de la Torre y leyendo sus artículos,
muchos jóvenes apristas desarrollamos una sincera simpatía por Israel
y su derecho a existir, en solidaridad, además con los millones de
víctimas judías y otras minorías étnicas a manos de las hordas nazis
durante la Segunda Guerra Mundial. Esos delitos contra la humanidad
cometidos por los nazis de Adolfo Hitler fueron materia de juzgamiento
en los juicios de Nuremberg y ha quedado en la conciencia de la
opinión pública mundial que allí se hizo justicia reparadora a esos
millones de víctimas inocentes. ¡Allí todos fuimos judíos!
Como hoy el Partido debió decir claramente: ¡Todos somos palestinos!
Lo que aquí sostengo puede ser distorsionado por algunos diciendo que
es una posición lírica y fácilmente autocomplaciente pero alejada del
"realismo pragmático" y de lo que creen considerar como lo
"políticamente conveniente". Si quieren, que lo hagan, pero ratifico
que, si de pragmatismo se trata, honrar nuestro compromiso de
solidaridad con todos los pueblos, clases y razas oprimidos del mundo
es lo más inteligentemente pragmático que hubiéramos podido hacer…y
que deberemos hacer en el futuro con una dirigencia y un liderazgo que
entienda cabalmente la conexión que existe entre esa solidaridad y
nuestra capacidad de ser coherentes en todos nuestros actos y
decisiones políticas.
Creo que Israel, a su vez, se ha auto-infligido un daño, con esa
estrategia militar de arrasamiento que incluyó hasta el bombardeo de
escuelas de las Naciones Unidas, pues ella se sustenta en la hipótesis
que al infligir fuerte, intenso dolor a las poblaciones palestinas,
ello será un factor de erosión del predicamento de Hamas. Es más o
menos el mismo razonamiento criminal que tuvo Al Qaeda para atacar las
torres gemelas de Nueva York el 11 de septiembre del 2001. Pero las
primeras evaluaciones hechas por personas y entidades imparciales
indican, precisamente, el efecto contrario. Y la más clara
demostración de esa errada percepción de violencia como solución es el
universal rechazo a esas acciones de indiscriminada destrucción y
muerte, como universal fue el rechazo a Al Qaeda y Bin Laden en el
2001. Paradójicamente, hoy Israel, con sus acciones ha debilitado su
propia posición, aparte de haber causado la muerte de 300 niños, entre
otros inocentes.
¿Cree Israel que ha ganado autoridad moral ante sí misma y ante el
mundo con lo que ha hecho durante las últimas 3 semanas?
¿Cree Israel que hoy es más segura y que tiene más aliados que hace 3
semanas aunque permanezca en territorio palestino y las construcciones
palestinas hayan sido destruidas en importante medida y los soldados
de su ejército deambulen entre esas ruinas?
Porque la violencia y la muerte traen más violencia y muerte y ello
vale para todos, en todo lugar, y si no, miremos el resto del Medio
Oriente, o Darfur y Somalía en el Africa.
Esto no significa renunciar idílicamente al uso de la fuerza en todo
momento. Significa simplemente reconocer el principio unificador de la
humanidad y que es responsabilidad de quienes tienen mayor poder
político, militar y económico, establecer las reglas en función de ese
principio para dejar posibilidades de que los más débiles y los que se
sienten agredidos no sientan a su vez el acorralamiento de la
desesperación que lleva nuevamente a la pesadilla de la violencia y la
muerte en un ciclo que se repite.

¿Y QUÉ DECIMOS LOS APRISTAS?
¿Es posible que los apristas hoy en el 2009 entendamos en los términos
planteados los conflictos en el Perú, presentes y futuros, y los
existentes fuera del Perú? Pues creo que sí es perfectamente
posible…..pero depende de nosotros.
Y la importancia de entenderlo así incidirá en nuestras posibilidades
de constituirnos en alternativa real para los pueblos del Perú, en
nuestra capacidad de que nuestra presencia colectiva inspire
nuevamente confianza y fraternidad, como sucedió en las primeras
décadas de la existencia del APRA. En nuestra capacidad para proponer,
como partido de izquierda democrática, políticas sensibles, eficaces e
inteligentes en las áreas de la nutrición (sobre todo de nuestra
niñez), de la educación (con un indispensable énfasis en la educación
en los derechos humanos que es tolerancia, diálogo, aceptación de
quien es aparentemente diferente pero que al final es un ser humano
como uno), del trabajo, para que el trabajador del campo o la ciudad
sienta que pueden establecerse relaciones de respeto mutuo con el
empresario, y viceversa; en la manera en que entendemos la defensa de
la soberanía nacional y la seguridad interior y exterior del Estado y
la Nación, sí, con mayúscula.
La conexión indispensable y vital que propongo a mis compañeros con el
postulado de Solidaridad con los Pueblos obviamente comienza con la
solidaridad efectiva y visible con los pueblos, clases y razas
oprimidos….del Perú…y que así nos perciban y nos entiendan esos
pueblos peruanos en cada rincón del país, por más diversa que sea su
cultura, su lengua, su tradición y su idiosincracia. Conectar este
principio con nuestras propuestas en políticas energéticas y de minas
con una protección efectiva del ambiente y el ecosistema, para la
defensa y promoción de la agricultura, del campesino y del agricultor
quienes deben sentirse realmente protegidos por laborar en el sector
más vulnerable de la economía que es el productor de alimentos. De que
asumamos conscientemente la importancia de defender el agua de consumo
humano así como la necesaria para la producción de alimentos en
departamentos como Piura, Cajamarca, La libertad, Junín, Ancash,
Arequipa, y en general, en todo nuestro territorio.
De manera que de esta conexión depende, en suma, nuestro reencuentro
fraterno, masivo, inteligente y duradero con los pueblos del Perú como
ocurrió en el pasado, hoy ya un poco lejano.
Esa es la misma conexión que percibí en los diálogos con Víctor Raúl,
y también con Luis Alberto Sánchez, con Ramiro Prialé, con Carlos
Manuel Cox, y con Luis E. Heysen, entre otros forjadores del aprismo,
a quienes pudimos conocer y tratar personalmente como muchos jóvenes
apristas de esos años, e inclusive, en las conversaciones con Armando
Villanueva del Campo y Andrés Townsend Ezcurra.

VISIÓN Y PERSPECTIVA APRISTA DE DERECHOS HUMANOS PARA FORTALECER AL APRA
Digo finalmente que si logramos desarrollar y fortalecer esta
perspectiva y visión de derechos humanos, que incluye el principio de
"solidaridad pragmática" si se me permite la licencia del término,
como una característica inmanente al aprismo histórico y al APRA,
entonces habremos restablecido los puentes de comprensión y los
canales de entendimiento para obras y tareas colectivas. Primero entre
nosotros mismos; empezaremos a superar nuestros resentimientos mutuos,
nuestras divisiones y luchas fratricidas, que quienes no son apristas
observan, y por eso es una ingenuidad pensar que en estas condiciones
se acercarán al APRA. Comenzaremos así a disipar esa atmósfera
negativa de confrontación que esteriliza todo esfuerzo constructivo y
creador, reemplazándola por una atmósfera de cooperación y creación.
Constataremos que la "reestructuración", o "reorganización", o
"descentralización del Partido, o la "actualización de nuestra
doctrina sobre el espacio- tiempo histórico", siendo seguramente
atendibles y necesarias, no son el problema o la causa principal de la
crisis profunda que hoy nos afecta. Si así fuera, eso se hubiera hecho
hace años. Nuestro tema, nuestro problema colectivo es ótro. Es un
problema de cómo el liderazgo entiende hoy la función o el rol del
APRA, cuál es el futuro, si alguno, que le tocará desempeñar al
aprismo en el Perú y en América Latina, en un mundo lleno de desafíos
y de cambios veloces y trascendentes, absolutamente impensados hasta
hace 3 ó 4 años.

HACIA UNA NUEVA POLÍTICA EXTERIOR
Nuestra militancia y nuestros dirigentes en toda la República podrán
empezar a mirar también nuestros problemas sociales y nacionales con
el mismo prisma, salvando las diferencias espacio-temporales, con que
los vieron y analizaron Víctor Raúl y nuestros fundadores. Entender
que el más efectivo Estado antimperialista, hoy en el 2009, es un
Estado constitucional y democrático de derechos humanos, - teniendo
como égida los Tratados que obligan por igual a los países y estados
poderosos - pues si los Tratados de Derechos Humanos ocupan en
nuestras relaciones internacionales un lugar central y preponderante,
entonces podremos mejorar y fortalecer nuestra posición en la
comunidad internacional, nuestro "poder genociador" (el conocido
"bargaining power" de las negociaciones internacionales) y, con ello
viabilizar mejor la defensa de lo nacional, entendido como defensa de
nuestros seres humanos y sus derechos integrales. Tal como la defensa
de "lo nacional" es inmanente y está muy presente en las políticas de
potencias como Estado Unidos, la Unión Europea (como bloque político y
a nivel de cada estado miembro), Rusia, China, Canadá, Japón o
Australia. Como con igual razón está presente en estados cercanos y
fronterizos con el Perú.
Quizás también, podremos realmente avanzar algo importante, como uno
de los partidos decanos en América, si los ecuatorianos, bolivianos,
colombianos, venezolanos, uruguayos, paraguayos, chilenos, argentinos
y brasileños, comienzan a mirarnos como una fuerza integradora
peruana, y con ello interactuar con otras fuerzas integradoras en esos
países latinoamericanos que pueden empezar a fortalecerse. Podría
renacer, para los peruanos, el proceso de integración política y
económica de América Latina. Claro, sé que hoy ello no aparece muy
plausible pero, la unificación alemana no era nada plausible tan sólo
5 años antes que ella se concretara. Por lo menos creo que no
deberíamos renunciar a ese punto máximo que inspira lo mejor de la
fraternidad entre nuestros pueblos.

NUEVAS RELACIONES
Podremos desarrollar y fortalecer en nosotros, como apristas, la
visión y perspectiva en derechos humanos, que nos permitirá poder
hablarles nuevamente con autoridad moral y con inteligencia ética a
todos los peruanos, quienes, no tengo la menor duda, empezarán a
escucharnos nuevamente. En esta afinidad creciente, podremos llegar a
trabajadores del campo y la ciudad, a las comunidades quechuas y
aymaras de nuestros Andes y el altiplano, a nuestras poblaciones y
grupos étnicos amazónicos que se sienten tan diferentes de nosotros,
como nosotros de ellos, diversidad que al fin y al cabo es sólo
aparente. Afinidad humana que cada uno podrá descubrir en libertad y a
su manera.
Podremos llegar a los pequeños, medianos e inclusive grandes
empresarios y comerciantes nacionales, a empleados del sector público
y privado, a los profesionales y trabajadores independientes, a los
estudiantes. No tenemos que aspirar a que sean apristas o a que voten
por nosotros, eso podría parecer hasta impertinente para algunos de
ellos, y ofendería su inteligencia, pero no sólo por eso si no, porque
sencillamente no debemos hacerlo con ese fin.
Simplemente aspirar a que nos podamos entender mejor con esa
inmensidad de peruanos que hoy, ciertamente, nos miran con
desconfianza o con extrañeza en el mejor de los casos. No podemos
aspirar a tener su confianza si nosotros mismos, sinceramente, no
damos claras señales de que pueden confiar en nosotros, y ello,
modestamente opino, sólo puede hacerse a través de la internalización
de una cultura y de trato sustentado en los derechos humanos que es
una manera diferente de hacer política, que es una forma de vivir y,
finalmente, una manera de ser.
Es lo que puede unirnos nuevamente a los apristas.
Es lo que puede unirnos a los peruanos.
Depende de nosotros.

Surco, enero, 2009
Fraternalmente,

c. Luis Alberto Salgado T.
LuisSalgadot@aol.com
Celular 99768-3731