Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
22-8-2024
Cueva: caso médico, no de mofa
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La violenta pelea entre el señor Christian Cueva y su esposa
no tiene nada de ejemplar, menos de espectáculo y tampoco puede gatillar
oleadas de mofa o escarnio. Antes bien es un caso médico que requiere con
urgencia de asistencia especializada.
Convertirlo en llamada de primera plana, señuelo de
primicias o anzuelo para vender el medio, representa el absurdo homenaje de una
sociedad enferma a un asunto que es mucho más común de lo que se piensa.
Cierto, no todos son o gozan del renombre del deportista.
Las agresiones que se denuncian no son todas, muchas se
guardan en el tintero, se disimulan o arreglan para continuar la “fiesta en
paz”. Veces hay en que se impone la paz de los muertos y las desgracias se
suceden unas a otras.
¿Qué pueden, con su objetiva corta edad, pensar los niños
que han visto en la televisión o en las computadoras aquellas imágenes de
agresión y abuso entrambos? La distorsión aguda en todas las direcciones de los
valores recibe fuego graneado y pesarosamente, la carga emocional es negativa.
He oído opiniones múltiples, a la hora nona, todos en
nuestro país somos consejeros sin mayor experiencia y sentenciamos con furia a
quien no es de nuestras simpatías. Amén que el abordaje del tema es poco
científico, nada sereno y absolutamente desinformado.
Exhibir a dos padres de familia, esposo y esposa,
agarrándose a trompicones, arañazos, maltratos y términos de todo calibre, es
de muy mal gusto, pésimo criterio y denota cuan emocionalmente desarmados
estamos los ciudadanos.
El terrorismo y su saga sangrienta pavorosa y absolutamente
inútil, sin pueblo ni masas; la respuesta del Estado que no paró mientes en su
violencia armada y bajo el concepto que cualquier hombre o mujer de la
provincia era “naturalmente” sospechoso, produjo matanzas y abaleamientos
letales.
La delincuencia común demasiado organizada que actúa en
bandas y pandillas sin que nadie los moleste, construyendo calles y avenidas
muy peligrosas a cualquier hora y con el riesgo de hasta perder la vida por
resistirse a soltar un teléfono celular.
El edificio de odio se completa con la demostración de
escenas con trifulcas de parejas.
¿Alguien se ha puesto a pensar qué impacto tiene esa
información en los menores que ya saben de desavenencias en sus casas? ¿No es
una forma perversa de normalizar una gresca cotidiana?
¿Qué rol juega la prensa, sólo de vocinglero eco de traumas
y quiebras sociales? ¡Tanto se llenan la boca con el tema de la libertad de
prensa pero debiera también existir uno o más criterios para actuar antes que
la disociación vulnere y destroce nuestro conjunto social!
Con lo hecho público es probable que el señor Cueva tenga
muy difícil cualquier contratación. Ha mostrado un pésimo espíritu como ser
humano y hombre, a siglos luz del deporte y la noble competencia. Sus disculpas
son extemporáneas.
Los líos, desde hace tiempo, son entrambos. Es decir
cualquier solución o determinación corresponderá a ambos por igual. Tienen
hijos y una familia y juntos o separados, tienen la obligación de cautelar el
bienestar y la salud mental de todos.
En los años 60 cuando empezaban los barruntos de la
profesionalización de los futbolistas, fue un asunto que costó muchísimo. Un
jugador de entonces se escapaba del cuartel donde cumplía servicio militar para
jugar un partido y de vuelta a la milicia.
O, terminaba un encuentro y ¡a celebrar! con bebida,
pachanga y de madrugada.
Estos últimos años hemos visto a Cueva con indisciplinas,
disfuerzos y atentados contra cualquier clase de institucionalidad que creíamos
ya en el archivo. ¿Cuántos más hay que siguen el mal ejemplo de este mozo hábil
para el fútbol?
Ninguna carrera o empresa (el matrimonio lo es per se), se
forja a trompicones y cuotas de mala voluntad o a medias. Las cosas se hacen
bien o no se hacen porque no hay derecho a que quienes vengan reciban los
frutos podridos de semejante siembra defectuosa.
En lugar de hablar de las condenas y penas que recibirá uno
de los protagonistas, los psicólogos, psiquiatras, psicoterapeutas, debieran
impulsar campañas de salud mental en los colegios secundarios.
¿Será mucha ambición creer que todos pueden obtener
certificados de genuina salud mental?
¿Qué hace el gobierno de doña Dina Boluarte que tiene sobre
sí el baldón inexplicable de casi 60 fallecidos a balazos militares cuando eran
civiles inermes y pacíficos? ¿Creerán que los psicosociales bastan para engañar
a una sociedad que repudia un régimen como el actual?
Es una gran oportunidad para sacar fuerzas de flaqueza y por
el logro de conquistas espirituales y médicas que pongan los puntos sobre las
íes.
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!