por Herbert Mujica Rojas
8-6-2009
Dura crítica, hasta feroz diríase, la vertida por Jesús Guzmán
Gallardo que ha lanzado, desde hace meses, sin respuesta alguna, el
reto a un debate público y democrático, al interior del Partido
Aprista. ¿Cuánta razón le asiste al ex diputado y funcionario del
primer gobierno de Alan García Pérez? ¿y cuánta no? Una expresión
serena no puede presumir de fanatismo y cerrazón condenables desde
todo punto de vista. Nadie podría objetar que la ineptitud
gubernamental tiene no poca culpa en los trágicos sucesos de la semana
pasada. Pero ¡no sólo ellos! ¿qué se puede decir de un Establo en que
todos han sido parte de esta noche negra productora de embelecos
envenenados de estupidez a granel e idiotez a raudales? ¿quién tira la
primera piedra? Desde el oficialismo ramplón a la grita iletrada, no
hay diferencia alguna. Unos y otros incurren en miopía criminal.
Jesús Guzmán aporta razones que son terminantes desde la atalaya de su
experiencia partidaria que supera más de cuatro largas décadas de
acción y entusiasmo. Ha conocido hombres y mujeres de enorme capacidad
tanto en la exégesis como en la práctica política y, es cierto, acaso
tenga, como muchos otros, la reminiscencia insustituible de evocar a
gente que era decente hasta en el yerro y en la hidalguía de reconocer
semejantes baches comunes en la vida política. Lo que existe hoy es
cualquier cosa, menos equilibrio o limpieza, por eso su artículo
coyuntural deviene importante porque cuestiona a la única agrupación
electoral aún vigente en el país. El resto son respetables y
minúsculas células plenas en buenas intenciones, mayúsculas ayudas
dinerarias pero intelectualizadas –y a veces mercenarizadas- pandillas
que lucran con la pobreza y el derecho de nuestros pueblos a vivir
bien. Así de simple. Por ello, el cuestionamiento de Guzmán tiene
capital importancia, tanta que habría que preguntarse ¿estamos en el
prolegómeno del final o en el pórtico de nuevas etapas en un viejo
cuerpo que ya resiente el óxido por todas partes? La respuesta o las
satisfacciones a estas inquietudes, son urgentísimas. (hmr)
La masacre del 5 de junio
por Jesús Guzmán Gallardo*; jeguzga@hotmail.com
6-5-2009
"De aquí que los demagógicos lemas autoritarios del caudillaje
militarista Criollo "restauración", "justicia", progreso material",
"poca política y mucha administración"-o como el del prototipo
cavernícola general JuanVicente Gómez: "orden, paz y
trabajo"-recuerden a los del totalitarismo que desencadenó en Europa y
Asia la segunda guerra mundial."
HAYA DE LA TORRE, "Treinta años de Aprismo", p 442, Obras Completas, 1976.
Lo dije en enero de año en curso: "Este gobierno no es aprista", y
ahora lo repito y reafirmo con la misma convicción y sin temor
alguno, habida cuenta de los hechos trágicos acaecidos el día de
ayer, que enlutan al país y cubren con un manto lúgubre la frágil
democracia en que vivimos. Y lo más indignante es que los responsables
son aquellos que tienen la desfachatez de autotitularse "apristas" sin
el más mínimo respeto por los principios que siempre animaron la vida
del Partido Aprista y de su fundador y conductor Víctor Raúl Haya de
la Torre, juntos con los amigos y compadres que cual aquelarre de
inconsecuentes, irresponsables y autócratas dirigen los destinos de
nuestra patria. Si de veras hubieran conocido la historia del APRA y
su doctrina, la solución a la demanda de nuestros hermanos nativos de
la Amazonía, que es justa y razonable, la habrían encontrado en 24
horas sin esperar a mancharse las manos de sangre como cualquier
régimen tiránico. Son vergonzosas las declaraciones del presidente de
la República, del presidente del consejo de ministros, de sus pares y
epígonos como la ministra de Justicia que se llenan de valor con el
apoyo de la prensa hablada y escrita de la derecha para tildar a las
etnias amazónicas de "terroristas", de "complot contra el gobierno, de
"desestabilizar la democracia", "de impedir el desarrollo del Perú",
frases que nos recuerdan las que esgrimían los dictadores en
circunstancias parecidas.
Y lo más grave es que nadie asume con coraje su responsabilidad
política como si lo que ha sucedido no fuera más que rutina a la que
debiéramos acostumbrarnos. Yo siento vergüenza ajena por la forma cómo
el gobierno actuó en complicidad con el Congreso vasallo que postergó
la solución irresponsablemente, olvidando cómo los apristas a lo largo
de la historia sufrimos en carne propia la represión cruel de los
sátrapas de turno por demandar justicia y libertad y ahora lo hacen
igual presionando al Poder Judicial para que detengan a su máximo
dirigente. ¿Es tal vez que se olvidaron, o no importaba, que fuimos
perseguidos sin tregua por los gobiernos que de espaldas al pueblo
criminalizaron las protestas sociales y respondieron con balas y
metralla asesinando a Manuel Arévalo, Luis Negreiros Vega, y a miles
de mártires apristas?. No, lo hicieron con conocimiento de causa por
lo cual reafirmo que Alan García y sus seguidores no son ya apristas,
si alguna vez lo fueron.
Es la suscripción de la política de "El perro del hortelano" lo que
pone al gobierno al lado de los más ricos y poderosos, lo que explica
su conducta irracional y terca en contra de los intereses de los
trabajadores manuales e intelectuales y los hace obsecuentes con el
imperio, firmando TLCs a diestra y siniestra sin importarles las
consecuencias como las que ahora lamentamos aislándose de la
integración continental y proclamándose campeones del neoliberalismo
trasnochado y fracasado.
Si a todo esto le sumamos el fraude electoral de las últimas
elecciones internas del 24 de mayo, la frustrada salvación de un amigo
del gobierno y magnate de la televisión urdida por la Sunat, veremos
que se hace más urgente que nunca la inmediata convocatoria al
Congreso nacional del Partido Aprista, para hacer un deslinde
definitivo con el gobierno, cesar a la dirigencia cómplice y
devolverle una identidad a nuestro movimiento que nunca debió perder.
Sin avalar ninguna forma de violencia, reitero la inmortal admonición
de Manuel González Prada: "Ya no es posible callar, rompamos el pacto
infame de hablar a media voz" y me adhiero a la frase de respuesta de
Miguel de Unamuno al fascista Millán Astray, que gritó sin respeto al
claustro universitario ¡Viva la muerte!, y que el insigne intelectual
retrucó con valentía: ¡Viva la vida!.
*Candidato a la Sec. Gral del PAP y ex Secretario General Colegiado en
el CEN con Haya de la Torre.