Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
25-7-2023
Congreso, tanto monta, monta tanto………
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Los miedos de comunicación, en manos de la prensa
concentrada, fabrican una “emoción” en torno a la mesa directiva del Congreso
que la ciudadanía no comparte. Los precarios inquilinos de Plaza Bolívar gozan
de un desprestigio agudo y han dado muestras suficientes que no se puede
esperar gran cosa de ellos.
Si fulano pesca la presidencia o zutano la gana por alianzas
insólitas, o que perencejo tercie en la lid constituyéndose en la “sorpresa”
del resultado, es como el refrán español: Tanto monta, monta tanto, Isabel como
Fernando. En buen castellano, da lo mismo chana que juana.
La importancia de las leyes que da el Congreso se notan,
casi siempre, porque se orientan al favoritismo y simpatía de los conglomerados
económicos y porque resguardan la forma y el maquillaje. Ataques al sistema o
ruptura de monopolios o privilegios ¡nada de nada!
Para el 95% de los legiferantes, el Parlamento constituye
una plataforma muy útil. Garantiza prensa porque hay de la mala que cuando necesita
cualquier bagatela, acude a los parlamentarios que no ahorran esfuerzos en
pronunciarlas, con voz barítona, con fraseo y deleite, aunque eso no disimule
la cabal ignorancia de que son portadores perennes.
Una parte significativa de los representantes no era
conocida ni en el perímetro de sus domicilios. Ahora les llaman doctores,
tienen chofer 24/7; pelotones de secretarias y brigadas de asesores, duchos en
el arte de complicar las cosas y hábiles para urdir dramas que los tengan a
ellos como solucionadores. ¿Abandonarían el protocolo de “Congresista de la
República”? Es que no han leído a González Prada.
En Los honorables, Bajo
el oprobio, 1914, don Manuel, les enderezó su furia y censura:
“¿Qué es un Congreso peruano? La cloaca máxima de Tarquino, el gran
colector donde vienen a reunirse los albañales de toda
Como en Perú las cosas de puro
sabidas se olvidan, hay que recordar qué ha hecho este Congreso en los últimos
tiempos.
Por lo menos 15 meses, hicieron
cuanto les fue posible, para lograr la vacancia del ex presidente Pedro
Castillo. El lo hizo por ellos con la absurda comedia del 7 de diciembre.
Teniendo todas las municiones y pretextos, los ciudadanos del Congreso no
alcanzaron tal presea.
Olvidan los de Plaza Bolívar que
18 millones de personas, votaron años atrás en referéndum contra la reelección
y la vuelta del Senado. Hoy se empecinan en dichos cometidos con la
desvergonzada esperanza que la ola los incluya en el rol de pagos del próximo
Congreso.
¡Los pretextos son los de
siempre, baladíes, palurdos, insolentes! ¡Que existirá una cámara reflexiva!
¡Que se confeccionarán “mejores” leyes! ¡Que la experiencia de largos años de
vivir de la cansada ubre del Estado, de ex diputados y senadores, “ayudará”!
¿Qué reflexión puede brotar de
seres incapaces de subir una escalera y mascar golosinas al mismo tiempo, sin
riesgo de conmoción cerebral aguda? ¡Ninguna!
¿Mejores leyes para quienes viven
empeñados en cuerpo y alma a los intereses de empresas foráneas que evaden
impuestos, coimean a jueces y autoridades, “rompen” la mano aquí y acullá, con
tal de salirse con la suya, con el discreto silencio de sus operadores?
¿Experiencia, la de individuos
que se han pasado la vida traficando influencias, estableciendo infiltrados en
los ministerios y agentes en las gerencias de logística o de compras para estar
cerca de donde se mueven las buenas pro y todas las coimas?
Para el entonces constituyente
aprista Luis Heysen, en 1932, el Congreso era nada más que una tribuna de
denuncia, donde subrayar las taras republicanas, promover su debate y lograr
legislaciones equilibradas, inclusivas y beneficiosas para las grandes
mayorías. A la célula parlamentaria de ese partido, la apresaron y deportaron a
27 de sus representantes en aquel año agitadísimo.
Eran tiempos de fronda y pelea a
fondo por la justicia social, eran días de definición. No siempre el Congreso
fue escenario de sinverguenzas que robaban el sueldo a sus empleados o de
panzones que se hacían servir menúes de casi US$ 50 dólares. Tampoco un ágora
en el cual ser ignorante y débil mental promovía honores, reconocimientos y
pinturas al óleo para la recordación de sus horribles rostros.