Documento No. 103*
Cáceres resalta heroísmo de guerrilleros y enrostra a Montero su inconsecuencia
Andahuaylas, octubre 4 de 1883
Sr. contralmirante
Dn. Lizardo Montero.
Arequipa
Querido amigo:
Como te anuncié en mi última, la invasión del enemigo sobre Ayacucho
se ha verificado con rapidez, obligándome a retirarme de aquella
ciudad el 25 del próximo pasado, cuando la expedición se acercaba por
la doble vía de Julcamarca y Huanta.
Sin embargo de mi retirada para no comprometer mis pocas fuerzas hasta
reunir un número competente, dispuse que los guerrilleros de los
pueblos opusieran toda resistencia posible y molestaran al enemigo en
su trayecto. Así lo han cumplido con sin igual arrojo, muy
particularmente el pueblo belicoso de Huanta, que largo tiempo nos ha
mostrado actitud indecisa y alarmante, fraccionada por las
instigaciones pérfidas de algunos de sus cabecillas comprometidos con
el iglesismo; pero cuando se convencieron que no eran sólo los
iglesistas sino los chilenos quienes trataban de introducirse y que
entre ambos existía completa alianza, castigaron horrorosamente con la
muerte a los (¿instigadores? roto el original-) y se levantaron
valerosamente a (¿ponerse al?) frente a los invasores.
La lucha no se dejó esperar y aunque inmensamente desigual, fue
sostenida con desesperación (por los guerrilleros), con grandes
pérdidas de uno y otro lado. No tengo pormenores sobre este hecho;
pero sé que, como era natural, al fin venció el número y que habiendo
entrado a Huanta (los chilenos), después de saquear la población la
incendiaron completamente. El 30 deben haber entrado a Ayacucho.
Al llegar aquí el 3, después de una marcha tranquila y sin novedad, he
encontrado al batallón Junín de 320 plazas, en lugar de las 500 que se
me anunciaron, y 60 hombres de caballería.
De Ayacucho, a más de las 3 columnas de infantería de 200 plazas, más
o menos, cada una, he traído un cuerpo de guardias nacionales,
desarmado, que la víspera de la salida se acuarteló y alistó
voluntariamente.
Desde luego me ocupo de la organización e incremento del nuevo
ejército, para lo que cuento (con) movilizar parte de la guardia
nacional de esta provincia y sólo espero la llegada de las armas, que
no sé donde se encuentran, para quedar listo para abrir nueva campaña.
Lo único que me atormenta es la falta de fondos para sostener al
ejército. La tropa venida de Ayacucho está descalza y desnuda, y hasta
ahora el señor prefecto no puede proporcionar ni para una propina,
pues no existe un centavo en caja. El cobro de contribuciones será
moroso y cuando se lleve a cabo no alcanzará para satisfacer las
necesidades más urgentes de toda la fuerza que debe reunirse, siendo,
como es, por hoy este departamento la única fuente de recursos. Creo
indispensable que mandes algún contingente; de otra suerte tocaré con
obstáculos insuperables.
Voy a contestar tus favorecidas de 18 de agosto, 13 de setiembre y 20
de este mismo mes, dirigida esta última por tu secretario.
Siento profundamente el disgusto que te ha producido mi carta del 19
de agosto. Tú no puedes dudar de mi personal afecto de amigo, de mi
lealtad como soldado desinteresado y patriota y de lo mucho que
aprecio tus nobles cualidades. En los conceptos que contiene la citada
carta no debes ver sino la franqueza con que debe hablar el amigo que
e interesa por el amigo y por la suerte del país; cuando siente
desgarrada su alma, viendo infructuosos los sacrificios que
debidamente atendidos han podido producir grandes ventajas en lugar de
amargos contratiempos y decepciones. Házme justicia de creer que no
abrigo contra ti ninguna animosidad; pero muy distinta sería nuestra
situación, si tú hubieras cumplido los compromisos que contrajiste
conmigo en Tarma. Llegaste a Arequipa y olvidaste tus ofertas, no sé
por qué motivo o influencia, a pesar de mis instancias, sin que el
movimiento de los sucesos desde entonces hasta hoy haya justificado en
lo mínimo semejante proceder. Tu esclarecido patriotismo habría
operado hechos, si un círculo fatal, cuya perniciosa influencia está
en la conciencia de todos en todos los ámbitos de la república, no
hubiese ofuscado el camino trazado por tus rectas intenciones,
asediándote especialmente en contra mía y con injuriosas sospechas,
como si no hubiese dado infinitas e incontestables pruebas de la
rectitud de mis procedimientos, y de que mi única ambición ha sido y
es trabajar y morir como bueno en defensa de la patria. Consecuencia
de tus miramientos a esa fatal influencia ha sido la inercia que por
tanto tiempo se ha condenado el cúmulo de elementos encerrados en
Arequipa, y que ha originado el desprestigio de tu gobierno; y la
terrible necesidad en que se ha puesto al país de sacrificar por
fracciones y en lucha desigual, los elementos que reunidos habrían
cambiado nuestra triste situación.
No creas que alguno de los que me rodean pueda suscitar en mí
prevenciones: todos saben cuánto te estimo para propalar en contra
tuya ni una palabra, y sirven abnegadamente, y obedecen sin
observación; si te hablo así, aunque sé que te causo gran disgusto, es
porque en el seno de nuestra íntima y sincera amistad, debo usar de
esta franqueza, por dura que sea, para bien de tu administración y de
tu nombre. Veo (...) que tocamos a un mal sin remedio, y deseo que
cambies el modo de ser que te ha traicionado y que no salvará al país.
Por mi parte te aseguro que mi mayor bien sería recogerme a la vida
privada con el mayor agrado; debiendo abrigar el más firme
convencimiento que, mientras tanto, te serviré y ayudaré con la misma
decisión que antes.
Si como me participaste, se verifica la expedición (chilena) sobre
Arequipa, es de esperarse la actitud decidida que tomará Bolivia
ofreciendo todo género de auxilios. En aquella emergencia es seguro
que tomarán el departamento de Puno y por lo tanto, antes de que
quedemos incomunicados, deseo saber el plan que se ha trazado el
gobierno para subordinar a él mis procedimientos.
La proclama que se me atribuye fechada en Mollepata es apócrifa, por
lo que he hecho que así lo declare en mi nombre mi secretario en una
esquela dirigida al director de La Bolsa que supongo ya se ha
publicado. Todos los conceptos de esa proclama están en contradicción
con la verdad de los hechos y es obra de las pasiones de partido. La
única auténtica es la expedida en Ayacucho el 12 de agosto.
Siento profundamente tu enfermedad consecuencia de un cólico de que me
habla tu secretario y deseo ardientemente tu completo
restablecimiento, tan necesario ahora más que antes con los graves
cuidados y atenciones que requiere la difícil situación que se te
prepara con motivo de la invasión. Te deseo, pues, salud y acierto.
Con el fin de desvanecer cualquier temor que pudiera haber a mi
respecto, y de que (me diesen) un plan para lo sucesivo, querría
(darme un salto) a ésa para conferenciar contigo. Te lo consulto y
espero tu asentimiento, para que no se me juzgue también mal por este
motivo. Esto me proporcionaría además el gusto de darte un abrazo.
Tuyo afectísimo amigo y seguro servidor.
Andrés A. Cáceres
CCBN.
*Campaña de La Breña, Colección de Documentos Inéditos: 1881-1884,
Luis Guzmán Palomino; Lima 1990