17-1-2009
"Los gobiernos civiles no deben tener religión, porque siendo su deber
proteger la libertad que los gobernados tienen de practicar la
religión que gusten adoptar, no llenarían fielmente ese deber si
fueran sectarios de alguna".
Benito Juárez
por Laura Campos Jiménez
http://www.voltairenet.org/article162686.html?var_mode=recalcul
Desafortunada, por decir lo menos, resultó la apología religiosa que
el presidente Felipe Calderón pronunció el pasado 14 de enero, durante
la inauguración del VI Encuentro Mundial de las Familias, en donde
violentó –de manera sistemática– la Constitución Política, la Ley de
Asociaciones Religiosas y Culto Público y el carácter laico del Estado
mexicano.
Durante su ingreso al citado evento, Calderón fue recibido por
asistentes que corearon: "Nuestro Presidente católico…", convicción
que durante su discurso confirmó: "Sean ustedes bienvenidos –dijo– a
esta tierra de María de Guadalupe y de San Juan Diego y también de los
mártires de la persecución…".[1]
Recordó que su "santo patrono" es San Felipe de Jesús y su formación y
educación se forjó con maristas, con las Misioneras del Espíritu
Santo, las hermanas del Verbo Encarnado y las Guadalupanas del
Plancarte. Las hermanas de la Asunción, añadió, "son ahora quienes
educan a mis hijos".[2]
Ante tales afirmaciones, en las cuales no existen dejos de ingenuidad
o de ignorancia, comparto con ustedes las siguientes reflexiones.
El Méjico Cristero de Calderón México es "tierra de los mártires de la
persecución…". Con esta frase sinarquista, Calderón dejó en claro no
solo sus convicciones religiosas (las cuales trasladó a la esfera
pública), sino que dejó entrever la agenda política de su gobierno en
materia eclesiástica, en la cual estaría contemplada –en vísperas del
Centenario de la Revolución Mexicana en 2010– una visión de la
historia afín a los intereses de la jerarquía católica, en la que se
incluiría la "heroicidad" y el "olor de santidad" de los citados
beatos cristeros.[3]
El discurso presidencial evidenció, de manera subrepticia, que en
México sigue pendiente la absolución y reivindicación histórica tanto
del movimiento cristero, como de sus líderes y de su proyecto de
nación, el cual fue desvelado hace décadas por Vicente Lombardo
Toledano en su libro La constitución de los cristeros.[4]
En su panegírico discurso, el Presidente Calderón honró a personajes
que en los años 20 lucharon contra el Estado laico, llamándoles
"mártires…"; entre los cuales se puede documentar el caso del líder
intelectual del movimiento cristero, Anacleto González Flores
(1888-1927) –consagrado beato por el papa Juan Pablo II en 2005–,
quien fue un enemigo declarado de Francisco I. Madero y de la
Revolución Mexicana.
En efecto, el ahora beato se refería despectivamente al primero de
ellos como el "enano de Parras",[5] mientras que a la segunda la
consideraba como "…Una verdadera orgía de cafres […] La Revolución es
una ebria, y su embriaguez es de barbarie, de salvajismo, de retroceso
a la edad de las cavernas…".[6] En una de sus obras, El plebiscito de
los mártires, Anacleto González escribe sobre la gran "trilogía"
adversa al catolicismo: "El protestantismo, que hace esfuerzos
desesperados por penetrar en todas partes, por llegar al corazón de
las masas, por arrebatarnos a la juventud y por invadirlo todo, la
masonería y la revolución que –según él– es una 'aliada fiel' de las
dos".[7]
González Flores llamaba a la escuela laica un "extremo de ignominia,
de decaimiento y de postración", a la cual deberían oponerse los
padres de familia, y hablaba de la educación oficial como de la
"perversión de alma de la niñez y de la juventud". Según el "mártir",
"…El contacto con la escuela laica, con los textos, con los alumnos,
con los profesores, en fin, con la atmósfera envenenada de los
establecimientos oficiales de instrucción, contrarresta todos los
esfuerzos que se hacen en el templo, en el hogar y en cualquier parte
para orientar a la niñez y a la juventud […] Y a pesar de esto,
tranquilamente envían a sus hijos a las escuelas laicas".[8]
De acuerdo al historiador Moisés González Navarro, Anacleto estaba tan
metido en la guerra, que se autoproclamó y fue reconocido jefe civil
del movimiento cristero; "era el líder intelectual de los 'fanáticos
en armas', redactaba proclamas y los proveía de parque, víveres y
dinero, y en más de un combate se comprobó su presencia con las armas
en la mano".[9] La filosofía de este beato, ciertamente, no era el
pacifismo:
Cuando el Comité Episcopal aceptó la lucha armada, Anacleto no sería
un elemento de discordia; todo lo contrario, se prestó a seguir
dirigiendo la campaña, ahora en el plano bélico […] Se plegó a la
orden de iniciar la defensa armada, no puso ningún pretexto para
llevar adelante esta nueva etapa. Con relación al movimiento armado,
era jefe.[10]
"Los cristeros son también enormemente crueles: desorejan maestros,
violan a profesoras delante de sus alumnos, vuelan trenes, fusilan
civiles, torturan […] La guerra cristera es un episodio trágico y
lamentable para el Estado y para la jerarquía católica, a la que los
cristeros acusan de haberlos vendido", señala Carlos Monsiváis en su
más reciente libro.[11] En este tenor, se puede tener una idea general
de la mentalidad y el accionar en contra del Estado mexicano, por
parte de los cristeros del siglo XX, a quienes honró con encomio el
Presidente Calderón.
Sobre los episodios nada piadosos de los cristeros y los orígenes de
esta revuelta de tintes religiosos, se pueden consultar las obras de
escritores como Francisco Martín Moreno (México Acribillado, Alfaguara
2009) y Edgar González Ruiz (La última cruzada: de los cristeros a
Fox, Grijalbo 2001; Los otros cristeros, BUAP 2004), quienes dan
cuenta de la participación de la jerarquía eclesiástica durante este
conflicto (1926-1929), y la barbarie y fanatismo con que se condujeron
los soldados de "Cristo Rey" –quienes recibieron la bendición e
impulso del papa Pío XI a través de la encíclica Iniquis Afflictisque,
del 18 de noviembre de 1926 y en diversas cartas pastorales de los
obispos mexicanos– en una de las etapas más aciagas de la historia de
nuestro país.[12]
"Si creen distinto, no son mexicanos" "Bienvenidos a la tierra de
María de Guadalupe…", expresó Calderón a los asistentes al encuentro
de familias. Definió, sin contrapesos, que México es "territorio
guadalupano", arropando el viejo discurso católico que pretende
excluir de nacionalidad a quien no comparte esta religión y que
siempre ha querido que se identifique mexicanidad con catolicismo.
Esta afirmación, de suyo, es discriminatoria y excluyente. Una de las
funciones y razón de ser del Estado laico, "es la de proteger a las
minorías religiosas, así como a aquellos individuos que, no siendo
creyentes, desean hacer respetar su libertad de conciencia".[13] El
acto en comento, por su propia naturaleza, es una falta de respeto del
Presidente de la República a quienes no practican el catolicismo y
rechazan recibir el tratamiento de ciudadanos de segunda por motivo de
sus creencias. Vivimos en un país heterogéneo, democrático, laico,
plural y secularizado, en donde resulta insostenible afirmar que para
ser mexicano se necesita ser guadalupano.
México, en contraparte, es cada vez menos católico y así lo demuestran
diversos estudios. Cada día que pasa, cientos de mexicanos abandonan
el catolicismo tradicional y oficial y otros más abandonan totalmente
las creencias religiosas.[14] En el año 2000, el 88.73 % de la
población dijo profesar el catolicismo, aunque cifras extraoficiales
indican que cerca de 25 millones de mexicanos han dejado de serlo y
han elegido otra opción religiosa o han dejado de ser creyentes.[15].
A nivel nacional, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) ha
reconocido que tan solo 7 de los 89 millones de mexicanos que dicen
ser católicos son practicantes (el 6.7% de la población), de acuerdo a
un reciente estudio del Instituto Mexicano de Doctrina Social. En base
a las cifras anteriores, es imposible hablar de una nación monolítica
en términos religiosos y socio-culturales: El mito de un monopolio
religioso en nuestro país, ha sido derruido.
El 3 de mayo de 2006, cerca de 200 albañiles recibieron por parte de
Felipe Calderón – entonces candidato presidencial por el PAN– una
camiseta estampada con su nombre y unas estampas de la virgen de
Guadalupe, acompañadas del texto: "Mi oración por México". Antes de
retirarse del lugar, el político panista firmó y regaló imágenes
religiosas como "recuerdo" de su visita.[16] En una de esas
"estampitas", se leía: "A nombre de la morenita del Tepeyac, le dedico
la presente estampita a…".[17]
El martes 21 de marzo de 2006, Felipe Calderón –siendo candidato
presidencial– encabezó en Nezahualcóyotl la ceremonia del bicentenario
del nacimiento de Benito Juárez, en donde hizo promesas al electorado
que no habría de cumplir:
"Traicionaría a Juárez quien pretendiera dividir la República en
regiones, en creencias religiosas o en clases sociales. Falta a la
memoria de Juárez quien siembra el odio de unos mexicanos hacia otros
mexicanos por el simple hecho de no pensar igual que sí mismo […] El
héroe oaxaqueño significa la separación de los asuntos de la Iglesia y
del Estado. En pleno siglo XXI vemos que muchas naciones y muchos
pueblos no alcanzan todavía esta valiosa separación y viven sumidos en
odios religiosos y en violencia. Yo seré un presidente que gobierne
para todos los mexicanos sin exclusiones y con absoluto respeto a los
principios del Estado laico […] Gobernaré como él, respetando el
Estado laico y los derechos de todos".[18]
En esa ocasión, empeñó su palabra al advertir que "su gobierno
mantendría inalterada la actual condición del Estado mexicano y que se
empeñaría en impartir una educación pública laica".[19] Años atrás,
sin embargo, en "Educación religiosa", un artículo que publicó en el
diario unomasuno –justo cuando comenzó su gestión como diputado
federal en la segunda parte del sexenio de Carlos Salinas–, Felipe
Calderón exigía una reforma constitucional para garantizar la
educación religiosa (católica) en las escuelas públicas, porque los
católicos "han tenido que vivir una suerte de clandestinidad
educativa, social y política".[20] Inclusive Calderón proponía que el
Estado apoyara económicamente la educación religiosa.
El 31 de mayo de 2006, el candidato Calderón se reunió con integrantes
de la comunidad judía en nuestro país, ante quienes se comprometió,
una vez más, a fortalecer el Estado laico: "No se debe confundir
religión y política. No debe trasladarse el credo propio a la
actividad del servicio público, tiene que distinguirse", señaló.
Dejando de lado toda esta serie de promesas electorales, el 17 de
noviembre de 2006, en reunión a puertas cerradas con la CEM, Calderón
(en su calidad de presidente electo) asumió ante la jerarquía
eclesiástica el compromiso de "luchar" por que en el artículo 24 de la
Constitución se cambie la frase "libertad de culto y de creencias" por
"libertad religiosa".[21]
Cabe precisar que la "libertad" que exige al Gobierno Federal la
jerarquía católica mexicana, incluye el acceso de ésta a los medios de
comunicación, educación religiosa en escuelas públicas, asistencia
religiosa en centros penitenciarios, de salud y asistenciales,
subvenciones al clero, capellanías militares, entre otros.[22]
El compromiso de Calderón, en consecuencia, no es con el Estado laico,
la democracia y la pluralidad religiosa, sino con los intereses
políticos de una jerarquía eclesial que, impulsada desde El Vaticano,
pretende recuperar y ampliar sus antiguos privilegios, aún violando la
ley, en un país laico, que vive un proceso irreversible de
secularización.
Me queda claro, en conclusión, que el discurso presidencial del pasado
14 de enero, es la declaración formal de guerra en contra del Estado
laico, las minorías religiosas y los derechos seculares de todas las
personas. Es el pliegue de la derecha en el poder hacia la Iglesia
católica institucional para gestionar e implantar la agenda política
de la segunda. Ante esto, de manera resolutoria, millones de mexicanos
decimos: No pasarán…
El triunfo de la reacción, es moralmente imposible...
http://lauracampos.wordpress.com/2009/01/17/el-mexico-cristero-de-calderon/#comment-124
Notas:
[1] La Jornada, 15 de enero de 2009, p. 3.
[2] Ídem.
[3] La doctora Patricia Galeana, encargada de los trabajos del
Bicentenario de la Independencia del 2010, advirtió en su momento
sobre las intenciones de la Conferencia del Episcopado Mexicano de
intervenir en estos festejos: "La Iglesia católica no tiene por qué
participar en esta conmemoración, porque México es un Estado laico"
(Milenio, 28 de marzo de 2008).
[4] Cf. Vicente Lombardo Toledano, La Constitución de los cristeros,
Librería Popular, México, 1963, 197 p. En esta obra, Lombardo Toledano
reproduce y comenta la constitución que los algunos líderes cristeros
habían redactado y que entraría en vigencia en el momento en que el
Presidente Calles fuera derrocado. El texto en comento era,
virtualmente, una regresión a la primera mitad del siglo XIX.
[5] Alfonso Taracena, La Verdadera Revolución Mexicana (1901-1911),
Porrúa, México, 1991, pp. 410-411.
[6] Ídem.
[7] Anacleto González Flores, "El Plebiscito de los Mártires", en
Obras de Anacleto González Flores, Ayuntamiento de Guadalajara,
Guadalajara, 2005, p. 320.
[8] Idem.
[9] Moisés González Navarro, Cristeros y agraristas en Jalisco, Tomo
III, El Colegio de Jalisco, México, 2ooo, p. 380.
[10] Ismael Flores Hernández, Anacleto, líder católico, Folia
Universitaria, UAG, México, 2005, p. 81.
[11] Carlos Monsiváis, El Estado laico y sus malquerientes, UNAM,
México, 2006, p. 105.
[12] Cf. Laura Campos Jiménez, Los nuevos beatos cristeros. Crónica de
una guerra santa en México, Tablas de Moisés, México, 2005. Esta obra
se encuentra en archivo PDF en versión electrónica:
http://lauracampos.wordpress.com/2008/06/28/los-nuevos-beatos-cristeros-cronica-de-una-guerra-santa-en-mexico/
[13] Roberto Blancarte, El Poder: Salinismo e Iglesia católica. ¿Una
nueva convivencia?, Grijalbo, México, 1991, p. 56.
[14] Cf. Patricia Fortuny, Creyentes y creencias en Guadalajara,
CIESAS/INAH, México,2000, p. 26
[15] El cardenal Juan Sandoval auguró, en 1997, que para el año 2000
podría haber 30% de mexicanos no católicos. Cf. El Occidental, 13 de
octubre de 1997, p. 16ª.
[16] Reforma, 4 de mayo de 2006.
[17] Cf. Carlos Monsiváis, "A nombre de la morenita del Tepeyac, le
dedico la presente estampita a…", en Proceso, n. 1540, 7 de mayo de
2006, pp. 24-26.
[18] La Jornada, 22 de marzo de 2006.
[19] Ídem.
[20] Felipe Calderón Hinojosa, "Educación religiosa", en unomasuno, 2
de diciembre de 1991.
[21] La Jornada, 18 de noviembre de 2006.
[22] Ídem.